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Hombres y mujeres para el feminismo

Por Flor de Torres Porras

Hace unas semanas leíamos a Rosa Montero en un espléndido artículo titulado ‘Corazones Blancos’, que decía :  ‘a esa legión de hombres inteligentes y sensibles es a la que nos estamos dirigiendo las mujeres’

Aunque los hombres no son el motor del feminismo, -porque no es posible invisibilizar la hermosa y digna lucha protagonizada por tantas mujeres, movimientos sociales y reivindicativos de la igualdad-, ellos sí  han de contribuir con su complicidad  y activismo a la lucha feminista para lograr la igualdad de género efectiva. La igualdad  como derecho fundamental se consagró hace 40 años en la Constitución Española, en al Art 14.

Ahora buscamos la igualdad real. Es la que construye e el  camino de la  lucha feminista, proclamada como su motor. A lo largo de años se ha ido forjando un sólido edificio, a pesar del cuestionamiento que trata de debilitar sus pilares. A pesar de las dudas impuestas por argumentarios interesados de quienes nunca han luchado por la igualdad, que no creen en ella, que alimentan sus  discursos con falsos mitos y afirmaciones sin apoyo científico, empírico o empático. Sombras lanzadas a la igualdad que estamos construyendo y  que solo  sirven para   perpetuar el patriarcado, en el que se asientan como agentes ejecutores de la desigualdad.

El feminismo ha logrado grandes avances hacia la igualdad. Imagen de Melany Rochester / Unsplash.

Pero dentro del corazón de la igualdad, como eje y motor, sigue avanzando  un feminismo robustecido. Feminismo inclusivo con la complicidad de los hombres. Y ello es así porque la  palabra igualdad  ya no conoce límites. Avanza y deconstruye privilegios basados en la sociedad patriarcal. No hay modelo de sociedad igualitaria, de  estado social y democrático de Derecho que no sea creado, entendido y dirigido en igualdad por hombres y mujeres. Es en las personas donde ha de convivir e ponerse en práctica. Crecer y ampliarse como valor fundamental.

Por ello siguiendo la estela de Rosa Montero hemos de dirigirnos a todos y cada uno de los hombres para que reflexionen sobre el camino transitado por el feminismo, y se incorporen a él. Que se comprometan en la lucha por la igualdad y que entiendan  que hay que romper en mil pedazos  su  complicidad con la desigualdad.

Sigue siendo esta la revolución pendiente: la de los hombres que renuncien a perpetuar el actual modelo de inequidad.  Que esa renuncia abarque la negación de una vez y para siempre a ser utilizados como instrumentos de control del patriarcado.  Hombres que miren cara a cara al Machismo y a lo que  Marcela Lagarde  nombró como “la escisión del género” o extrañamiento entre las propias mujeres que provoca la escisión del propio género femenino dando pie a la naturalización del  patriarcado como la única forma de convivencia. Y que tras  esa nueva mirada feminista ya no se reconozcan en ello.

Y sobre este entramado sociológico, la Justicia tiene un papel fundamental, y lo está asumiendo. En 2018 ,una tras otra, han ido iluminando el camino judicial varias Sentencias del Tribunal Supremo, abriendo un camino de luz y esperanza hacia la igualdad. Son sentencias que reconocen la desigualdad estructural a la que la mujer se ve sometida por el hecho de ser mujer. Todas estas resoluciones vienen avaladas y precedidas por las más de 200 sentencias que avalan la constitucionalidad de la Ley Integral contra la Violencia de Género (L.O 1/2004)

En una muy reciente Sentencia del Tribunal Supremo del 20/12/2018 se resuelve en Pleno un recurso de la Fiscalía contra la absolución de una pareja, hombre y mujer,  donde se argumentaba que no había situación de desigualdad por existir entre ellos una agresión mutua. Se  reconoce en ella que no por ello se ha de dejar de contextualizar como acto de violencia la que se ejerce sobre la mujer con ocasión de una relación afectiva de pareja. Pues constituye acto de violencia de género cualquier acto de poder y superioridad de los hombres frente a las mujeres con independencia de cuál sea la motivación o la intencionalidad. Son actos de desigualdad estructural que no necesitan motivarse como actos de violencia de género.

Previamente a esta sentencia, los menores se  fueron reforzando como víctimas directas de la violencia de género, aun sin ser testigos presenciales de las agresiones a sus madres. Tan solo con su percepción. O la necesidad de imponer medidas de alejamiento de forma imperativa aun sin acto de violencia física, en la necesidad de seguir el camino de atender y prevenir las otras violencias que atacan la integridad moral de las mujeres víctimas de violencia de género. Caminos ya amparados previamente en el Tribunal Constitucional, justificados ante la  mayor carga penal en los delitos cometidos a las mujeres en el ámbito de la pareja.

Se dirimió la plena constitucionalidad y vigencia  de la redacción del art. 153 ,1 del Código Penal  para las agresiones en el ámbito de la pareja o expareja y se declaró constitucional la distinta carga penológica si es agresor hombre (153,1)  que si es mujer  (153,2) y se justificó  así:

«No es el sexo en sí de los sujetos activo y pasivo lo que el legislador toma en consideración con efectos agravatorios, sino -una vez más importa resaltarlo- el carácter especialmente lesivo de ciertos hechos a partir del ámbito relacional en el que se producen y del significado objetivo que adquieren como manifestación de una grave y arraigada desigualdad. La sanción no se impone por razón del sexo del sujeto activo ni de la víctima ni por razones vinculadas a su propia biología. Se trata de la sanción mayor de hechos más graves, que el legislador considera razonablemente que lo son por constituir una manifestación específicamente lesiva de violencia y de desigualdad.”

(Sentencia del Tribunal Constitucional  59/2008 de 14 Mayo de 2008, entre otras)

El Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional  están convalidando y aplicando  con esta jurisprudencia la necesidad de llegar a la igualdad a través de la discriminación positiva. Y  se  hace por el camino marcado por  la propia Constitución Española a través de la búsqueda de un principio de igualdad real. En sus resoluciones se materializa la exigencia de aplicar el principio constitucional del Art 9,2 donde se avala la discriminación positiva como medio de superar los obstáculos a la igualdad de diversos grupos:

Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.”

Por tanto, quien cuestiona la igualdad tomando como base los resultados de pena distintos si la persona responsable es hombre o mujer lo hace solo desde la superficie de un problema de enorme magnitud. Desde el desconocimiento o, lo que es peor, el rechazo  de una realidad: la desigualdad estructural que determina la violencia de género. O dicho de otro modo, ignora la base constitucional que destaca la necesidad de neutralizar la  desigualdad y evitarla. Y la doctrina consolidada por el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional, que atienden desde el ámbito judicial la mayor frecuencia y gravedad de las agresiones de hombres a mujeres en el ámbito de la pareja.

No confundamos. Estas medidas no rompen con el principio de presunción de inocencia, un precepto constitucional que preside todas nuestras actuaciones judiciales. Todos los procesos y todos los derechos. Pero ha de convivir en cada proceso de violencia a la mujer con la constatación empírica de la frecuencia y lesividad de la violencia de género, que precisamente por estos motivos se escindió de la violencia familiar.

Y es así por ser un modelo objetivo y reproducido de un arraigado sistema patriarcal que determina un repertorio  de conductas que atentan a las mujeres por el hecho de serlo y en el ámbito de la pareja. Es lo que el feminismo siempre denunció, y seguirá haciéndolo. Lo que hoy como realidad social y evidente se consolida también  en la Doctrina del Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional.

Por eso Rosa Montero nos emocionaba cuando finalizaba su artículo con esta argumentación dirigida a  los Hombres:

“No debería darles las gracias, porque agradecer a un hombre que pelee por un mundo más justo (el antisexismo nos atañe a todos) es como agradecer a tu pareja que ponga la lavadora, pero se las doy, porque aún me emocionan demasiado. A esa legión de hombres inteligentes y sensibles es a la que nos estamos dirigiendo las mujeres. Amigo, hermano, amante, muestra tu corazón blanco y lucha conmigo

Creo que el mejor homenaje a las mujeres víctimas de violencia de género, que afrontan la heroicidad de denunciar, de atravesar un proceso judicial acompañadas de sus miedos, sus peligros y sus inseguridades, es escucharlas y caminar junto a ellas. Que se sientan amparadas por todos los hombres y las mujeres que luchan por una igualdad real y ya incuestionable.

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminación sexual. Fiscal Decana de Málaga.

56 personas que nos faltan

Por Flor de Torres Porras

Nos faltan 48 Mujeres y 8 menores que en 2017 han sido víctimas directas de la violencia de género. Pienso en cifras y personas. Me imagino qué ocurrirá en los días que pasan entre el momento en que genero estas reflexiones y su publicación. Ignoro si cuando lo lean se habrán sumado más mujeres al contador de las víctimas de la desigualdad. A ese recuento doloroso de las víctimas mortales y de sus hijos. Qué historias y qué vidas encerrarán esas nuevas cifras. Y qué inmensa tragedia social que nunca tengamos al día los números mortales de la violencia de genero.

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El amor no duele

Por Flor de Torres 

Más allá de actos, lazos y recuento de víctimas, en la lucha contra la violencia de género aún queda pendiente una revolución desde el interior. Aquella a la que debemos ir juntos mujeres y hombres en armonía e igualdad. Una batalla, una revolución desde la profunda defensa de las víctimas y de sus familias para que el desgarro de la pérdida de vidas no vaya acompañado por la incomprensión y la frustración. Porque el amor no duele.

El amor no duele. Imagen de Vladislav Muslakov en Slack.

Pero esta revolución debe venir también del lado masculino. Hombres y mujeres debemos compartir una idea: la violencia de género está instalada en la desigualdad. La sociedad aún no puede ganar la partida porque, pese a que el Estado y la ley se han volcado en las víctimas, aún se pone en entredicho la violencia de género y se hace contrapeso con falacias sobre falsas denuncias o indeterminados privilegios en la atención a las víctimas.

Se acaba de presentar la Memoria de la Fiscalía General del Estado en la apertura del Año Judicial. De un total de142.893 denuncias en Violencia de Genero en 2016 resultaron condenadas o en causas tramitadas por denuncia falsa sólo 14 de ellas. Solo un 0,01%. Empírica y científicamente queda fuera de toda duda la veracidad y contundencia de la violencia de género.

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La ciencia y el compromiso de María Dolores Calvo Navarro

Por Flor de Torres Porras

Cuando María Dolores Calvo Navarro (Mariola) empezó a alzar la voz aún no había sido promulgada la Ley Integral contra la Violencia de Género. Ella, como médica forense, ejercía su  labor en el Instituto de Medicina Legal de Málaga, y yo trabajaba como fiscal en la misma ciudad. En esos años encontramos un camino común que nos uniría de por vida.

No puedo describir fácilmente lo que veíamos cada día en nuestros respectivos trabajos. Llegó un momento en el que alzamos la voz, porque entendíamos imprescindible amplificar, multiplicar, extender la empatía hacia las víctimas de violencia de género (a la que por aquellos años todavía se llamaba violencia doméstica) y lograr un compromiso contra esa tragedia social que  empíricamente  contrastábamos cada día en el Instituto de Medicina Legal y la Fiscalía. Nos dimos cuenta de que solo lo lograríamos desde la especialización, evitando el cuestionamiento de las víctimas, definiendo correctamente la violencia que enfrentaban. Y ante todo y  sobre todo, con un enfoque profesional, cada una desde su especialidad, al que sumamos dos herramientas personales: empatía y compromiso contra la violencia.

Víctima atrapada. Imagen de Fundación Luz Casanova.

Víctima atrapada. Imagen de Fundación Luz Casanova.

Recuerdo que con frecuencia en su trabajo había comentarios que anteponían el hecho de ser mujer a su calidad de profesional de primera línea. Removía los cimientos de un sistema judicial hecho y pensado por hombres, que se resistían a aceptar los cambios. Profesional de las ciencias forenses de primera línea, cercana, empática y única. Irrepetible. Ambas desarrollamos nuestro trabajo contra viento y marea ante una Justicia masculinizada  en la que había que cambiar la invisibilización de los delitos contra los derechos de la mujer, que se cometen por el hecho de serlo y en el ámbito de la pareja.

A ella como forense y a mí como fiscal nos visitaban a diario  mujeres víctimas de violencia de género escondidas en delitos de ‘violencia familiar’. Mujeres sin rostro frente a la violencia de género que sabíamos que sufrían.  Apenas podían hablarnos. Sus frases eran entrecortadas, asomaba frecuentemente el llanto, les costaba  fijar sus ojos en los nuestros pues tenían la mirada perdida. Su discurso ni siquiera pretendía en muchas ocasiones inculpar  a su pareja, sólo buscaban ayuda y guía para el tortuoso camino de la huida del horror que acaban de emprender.

Eso, cuando eran ellas las que comenzaban a acercarse a la Fiscalía o al Instituto de Medicina Legal. Porque teníamos  muy presentes Mariola y yo a las que no venían a vernos. Víctimas escondidas como las ancianas, los hijos de la violencia de género, las incapaces, las personas discapacitadas… No podían ver un horizonte de esperanza. Nadie les guiaba hacia la justicia, y ellas no conocían  el camino. Estaban en manos de sus maltratadores y solo con ayuda de instituciones públicas, privadas, vecinas, amigos, compañeras, podrían ser conscientes de la necesidad de denuncia de su situación y de la posibilidad de recibir atención médica, apoyo y salidas.

Venían de  distintos orígenes, incluso de distintos países, tenían distintas historias, costumbres, estratos sociales, estudios, profesiones, domicilios. Pero cuando el miedo, la rabia y la impotencia les empujaban a buscarnos, lo hacían de la misma forma: en silencio y a escondidas. Unimos fuerzas y nos coordinamos médica y jurídicamente para darles la mejor atención posible.

Hablando con ellas, pensando en ellas, fuimos desarrollando protocolos internos para reconocer su situación y formular las denuncias. Mariola las reconocía como forense y yo como fiscal denunciaba de acuerdo con las leyes del momento. Tras los juicios, pensábamos en cómo podrían rehacer sus vidas y recomponer su autoestima.

Años después  por primera vez  en España se sintió la necesidad de caminar juntos por la igualdad. La Ley Integral las nombró como víctimas de violencia de género, y creó nuevas herramientas para darles atención y justicia. Se priorizó esta forma coordinada de actuar que habíamos iniciado en Málaga, que se extendió a toda Andalucía y luego a España. Ahora existen, creadas en el marco de la Ley Integral, las llamadas Unidades de Valoración Integral de Violencia de Genero (UVIVG). Son las que nos aportan la perspectiva de género tan necesaria en los procesos judiciales.  Dependen de los Institutos de Medicina Legal y de las pericias que les encomiendan  los Juzgados y Fiscalías de violencia de género. Son pruebas periciales que permiten sacar a la luz los delitos de violencia de género, que sin ellos seguirían invisibles: delitos contra la integridad moral, delitos de violencia de género habitual…

Gracias a las Unidades especializadas se dispone de herramientas que permiten documentar correctamente el testimonio de una víctima y sus hijos y permiten situarlas científica y pericialmente como víctimas de violencia de género. Aportan pruebas necesarias e imprescindibles los procesos. La participación de un forense y su equipo multidisciplinar, formado por psicólogos y trabajadores sociales, permite una  evaluación completa y adecuada de los casos, con la que soñábamos Mariola y yo en los primeros tiempos.

Qué lejos quedan los tiempos en que había que reclamar una y otra vez que María Dolores Calvo Navarro, además de ser mujer, actuaba en su trabajo como Licenciada en Medicina y Cirugía, como especialista, como funcionaria Médica Forense por oposición, como la primera Forense Coordinadora de Violencia de Género en España y hasta como Directora del Instituto de Medicina Legal de Granada. Una trayectoria que incluye un importante paso por Europa y numerosos reconocimientos y galardones y no puede ser cuestionada.

Nombrar a Mariola para mí es  hablar de una hermana de vida y de una mujer solidaria. Este año ha sido la primera finalista del premio Avanzadoras  2016 que cada año convocan 20 Minutos y Oxfam Intermón. Pero sobre todo y ante todo es nombrar a una mujer valiosa cuyo compromiso por la igualdad abracé desde que nos unimos y abrazaré siempre. Una Mujer de Mujeres.

flor de torres nueva recortada Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminación sexual. Fiscal Decana de Málaga.

El edificio de la igualdad

Por Flor de Torresflor de torres nueva recortada

 

El edificio de la igualdad lo concibo como  un edificio de tres plantas, comunicadas entre ellas.  De arquitectura inteligente e  indestructible. Sus niveles  están dibujados con la precisión de una arquitecta o arquitecto brillante que se plantea un nuevo proyecto. Con  rotundidad y maestría para protegerlo y hacerlo estable frente a cualquier circunstancia.

La igualdad debería ser como un edificio bien construido y bien comunicado. Imagen: PixelAnarchy.

La igualdad debería ser como un edificio bien construido y bien comunicado. Imagen: PixelAnarchy.

Excavaremos previamente el terreno impregnado de construcciones patriarcales, micromachismos, sumisión, desigualdad, ideas de amores románticos salvadores, dependencias y apegos. A partir de la nivelación del terreno, demoleremos lo encontrado y lo cimentaremos y abonaremos con  derechos para  que transiten todos  por la igualdad. Esta será la  auténtica  cimentación que fortalecerá nuestro edificio, haciéndolo invulnerable y sólido.

Es sencillo en sus trazos: apenas tres plantas. De espacios amplios  para que los conceptos que los transitan puedan ser claros, luminosos y no den lugar a dudas. Cada planta del edificio irá propiciando el acceso a la siguiente y todas ellas estarán comunicadas entre sí  para que se pueda ver desde el ático los progresos de cada  una.

La primera planta será la destinada a  la prevención: la educación en valores de nuestros y nuestras menores. Necesitamos  que las palabras igualdad y género nunca vayan separadas.  Que sean  un binomio indestructible unido  por  la preposición “de” para relacionar siempre y de forma conjunta al sustantivo género con el valor igualdad. Que sea una expresión llena de contenido y de sonido para  ellos y ellas.

La segunda planta será la de  la consolidación de la educación  en la igualdad: más allá del colegio, una educación afianzada en  la familia, en  la sociedad, en el trabajo, en la vida.  En esta planta se desterrarán las tretas de dominación ocultas de género que tanto daño hacen a la igualdad y  que aún siguen invisibles en formas de conductas micromachistas que impiden consolidar y nivelar la construcción  de este edificio.

La  tercera y última planta  es el de la rehabilitación de los maltratadores.  Es necesario no abandonar a su suerte  a los autores de delitos de violencia de género en condenas y penas, en medidas y alejamientos a sus víctimas. Estigmatizados pero no rehabilitados. Una obligación nuclear de la lucha contra la violencia de género es trabajar con los maltratadores mediante tratamientos  de reeducación y programas penitenciarios específicos contra la violencia de género. Ellos son los padres de hijos e hijas que han estado sometidos a la violencia de género  de forma directa, al igual que sus madres. Y serán, de nuevo, sus parejas o parejas de otras mujeres. Su  falta de rehabilitación profunda sería un fracaso en  el proyecto de nuestro edificio inmune a la violencia de género.

He tenido la  experiencia personal de poder asistir a  cursos de rehabilitación a  en el Centro Penitenciario de Alhaurin de la Torre, en Málaga, con maltratadores penados con sentencias firmes que  acreditaban su condición. Siempre afrontaban el problema de la violencia con las mismas estrategias: unos negaban la existencia del maltrato utilizando esa negación como  escudo de su conducta. Otros reconocían un poco el hecho, pero no asumían la seriedad de sus actos, amparándose en la minimización de la violencia. Muchos responsabilizaban a la mujer de lo ocurrido, proyectando la culpa en la víctima. Algunos se amparaban en la falta de control de su ira.

Tal vez  lo que más poderosamente me llamo la atención es que casi todos usaban la estrategia de la invisibilizacion al sacar del relato del hecho a la mujer-víctima. De nuevo, la invisibilizaban, tal y como habían hecho probablemente en su vida conjunta de pareja. Se detenían en la anécdota, no en el hecho.  Decían que no podían controlar su ira, que no se acordaban de nada, se presentaban como víctimas del sistema judicial. Y tras esa estrategia seguía oculta de nuevo una mujer lesionada, humillada, vejada, amenazada, agredida sexualmente, coaccionada, asesinada  junto a unos hijos e hijas, testigos, víctimas directas y mudas de sus actos. Expuestos a vivir toda la vida con ese trágico recuerdo.

Todos realizan atribuciones a causas externas que les permiten proteger  su autoestima (haciendo responsable a la mujer, a las drogas, al alcohol etc…). Siempre encontré indicadores de rigidez y cuestionamiento hacia las conductas de las mujeres, con expresiones donde destacaban la asimetría y el dominio. En todos ellos  se manifestaban ideas sesgadas de la mujer y su rol de sumisión.  Pero tal vez para mí lo más importante es que ninguno reconocía el maltrato ejercido hacia la mujer, lo cual es la base principal para promover el cambio de sus conductas.

Pese a todo ello, técnicamente, la ley en sus sentencias los reconocía autores de violencia de género.  Algo que ellos no asumen.  De ahí que esta apuesta por la reeducación a los maltratadores sea el ático de nuestro edificio. Del  bello y combativo edificio de la igualdad. Aquel en el que por fin podamos visualizar un  cambio a una  sociedad igualitaria.

Ese es el objetivo: que ellos identifiquen su propia conducta como personas que ejercen violencia de género y que analicen la relación que tiene con condiciones precipitadoras, para que ellos mismos conozcan las consecuencias que se derivan de sus acciones. Solo cuando  sean capaces de ver su realidad podrán lograr un cambio. Sólo cuando vean su su propia conducta tal cual es, en el espejo de la violencia ejercida ante sus mujeres y sus hijos, podrán ser conscientes del dolor que han provocado, y empezar a cambiar. De este ático deberían salir como ciudadanos rehabilitados, conscientes y reflejados en el espejo de su conducta como base principal para su cambio.

Por ello en nuestro edificio, niñas y niños conocerán el auténtico significado de igualdad de género desde la base. Porque son los cimientos  y la base del nuestra construcción: la conciencia. Sobre ella es posible construir y consolidar  esa igualdad como una herramienta básica en sus vidas, y que da acceso a un mundo más justo que se construye cada día gracais a esa herramienta.

Así es el edificio al que estamos  invitados, porque todos y todas hemos contribuido a su creación.

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminación sexual. Fiscal Decana de Málaga.

Sobrevivir

Por Flor de Torres

Decir ‘violencia de género’ es hablar de tragedias personales y a la vez familiares. Es hablar de una tragedia que arrastra  víctimas de todos tipos: un dolor que va mucho mas  allá de un asesinato. Tragedias  que se multiplican entre familiares y que se arrastrarán de por vida y en generaciones posteriores.

Dolor en la familia. Imagen de TrasTando.

Dolor en la familia. Imagen de TrasTando.

Siempre me preocupa mucho pensar cómo se puede sobrevivir siendo madre  de una  victima de violencia de género. O siendo el  hijo de una mujer asesinada por tu padre.  Para darme una respuesta está a mi lado Luva Petrova, madre de Irina y abuela de Sergio, asesinados  por la violencia de género de su pareja y padre respectivamente. Sergio apenas tenia 8 meses y estaba siendo amamantado por Irina, su madre, en su casa de Málaga. Hablo mucho con Pilar Gallardo, que intenta sobrevivir  sin su hija Leonor asesinada por su padre en el régimen de visitas en Campillos (Málaga): una víctima de la violencia de genero cuando apenas había cumplido 7 años. Siento la tragedia de la familia de Ana Padilla: cuando Ana fue asesinada por su pareja, toda la familia -su madre, sus hermanas y sus dos hijos- se volcó en el activismo contra la violencia.

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Un lugar seguro: la historia de dos matrimonios forzosos

Por Flor de Torres 11745440_501780593319126_8306042186364881214_n

 Hace días que recuerdo el testimonio de Salma Altaf Hussein, una mujer pakistaní que contaba su historia personal de matrimonio forzoso:

 ‘Me casé muy joven. Era solo una niña y no sabía nada acerca del matrimonio.  Yo quería jugar e ir a la escuela pero no tuve la oportunidad. Ahora nosotras hemos aprendido sobre los peligros del matrimonio infantil. Quiero que mis hijos vayan a la escuela y puedan ser alguien antes de casarse.’

Mujeres y niñas de Pakistán comprometidas en la defensa de sus derechos. Imagen de Irina Werning / Oxfam

Mujeres y niñas de Pakistán comprometidas en la defensa de sus derechos. Imagen de Irina Werning / Oxfam

Hoy Salma dirige un espacio Protective Learning and Community Emergency Services (PLACES) donde se brinda a los niños protección, educación y la posibilidades de jugar, bajo el auspicio de Unicef. Un lugar donde pueden ser niños, en un país donde  una de cada 4 niñas contraen matrimonio antes de los 18 años.

Salma es del mismo país de donde nos llegó Aisha: Pakistán. El de Aisha es un nombre figurado que nos permite contar aquí la historia real, ya juzgada y y con sentencia en el Tribunal Supremo, de una joven de origen pakistaní que vivía en una ciudad española. En el año 2005 la familia de Aisha se concertó con la familia de su primo para que ambos contrajeran matrimonio en Pakistán, y desde el año 2007 residen juntos en España.  En la  sentencia se recoge el escalofriante relato que muestra cómo se transita del matrimonio forzoso a la violencia de género y a la detención ilegal. La sentencia presenta entre los hechos probados algunos que muestran la dureza de las acciones del marido de Aisha:

‘Desde su inicio reprochaba a su esposa su forma de vestir, que trabajara fuera de casa, sin que nada de lo que hiciera le pareciera bien, criticándola constantemente.  Ella le pidió el divorcio negándose tanto éste como sus padres y hermanos a que se separaran, manifestándole su marido que tenía que estar a su lado, que no le iba a dar el divorcio y que si se iba de su lado la iba a matar, recibiendo insultos de tipo zorra puta, tanto de su marido como de sus padres hermanos, y cuñada  al enterarse de la decisión de  divorciarse…

Durante el tiempo en el que estaba controlada y vigilada toda la familia cerró las ventanas, y bajó las persianas, controlando en todo momento a Aisha que era acompañada al baño por alguna de las mujeres, y siempre era vigilada por al menos dos miembros de la familia, no dejándola salir de casa, y a todo (sic)  mundo que le llamaba por teléfono le decían que estaba en Pakistán.

Finalmente el día 16 de diciembre de 2010, aprovechando un descuido de su familia, Aisha escribió tres notas de ayuda, lanzándolas por la ventana cayendo una en el balcón de su vecina y las otras dos a la calle. En la nota que cayó en el balcón de la vecina decía «por favor llame a la policía, mi padre me ha pegado y los de mi casa me tienen encerrada por favor ayudarme me van a matar porfa llamar a la policía, ayudarme, ayudarme, llame a la policía rápido, Gracias«.

La policía local de la ciudad española donde vivía liberó a Aisha gracias a esa nota. Hoy sus captores, su propia familia, han sido condenados y cumplen condena. En su historia confluía la imposibilidad de divorciarse con la dura vigilancia, control, maltrato e insultos por parte de su marido y su entorno.  Se  le atribuyó la carga moral de no  avergonzar a la familia. Obligada a dejar su trabajo, fue sometida  por sus padres, hermanos, marido, cuñada y tía por turnos  a vigilancia férrea  e impedida de  salir de casa. Permaneció  vigilada por turnos de dos miembros de su familia, sin dejarle acceder al teléfono fijo ni al ordenador.  Era amenazada de muerte reiteradamente por su padre y su marido que le decían ‘que si salía de casa la mataban, y que de casa no iba a salir viva’.

Ante esta situación, desesperada, Aisha intentó acabar con su propia vida: bebió lejía y  se lesionó con los cristales del espejo del baño en dos breves descuidos de sus familiares. Ambos intentos fueron frustrados por la vigilancia férrea a la que fue sometida. En represalia recibió golpes y no asistencia médica.

El Tribunal Supremo, al resolver y condenar a los autores de estos hechos, nos habla también de Aisha y de los derechos que le fueron mutilados, arrebatados, secuestrados, cercenados por el hecho de ser mujer:

‘Las convicciones culturales y sociológicas de otros pueblos no pueden ser tuteladas por nuestro sistema cuando para su vigencia resulte indispensable un sacrificio de otros valores axiológicamente superiores. El papel secundario y subordinado que algunas sociedades otorgan a la mujer nunca podrá aspirar a convertirse en un valor susceptible de protección. Ni siquiera podrá ser tenido como un principio ponderable ante una hipotética convergencia de intereses enfrentados.

 La libertad de Aisha fue radicalmente cercenada por su familia. Lo fue cuando le impuso un matrimonio que no quería y cuando la encerró en el domicilio paterno para evitar su integración social y neutralizar cualquier intento de desarrollo de su proyecto existencial como mujer’.

La sentencia expresa claramente que el matrimonio forzoso no solo es delito, sino que es un atentado a los derechos de la mujer. Es imprescindible evitar que se produzca y ahorrar a las niñas y mujeres sus terribles consecuencias. Aisha  ya  es libre y mujeres como su compatriota Salma Altaf Hussein luchan porque historias como las de Aisha o la suya propia no vuelvan a ocurrir.

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminación sexual. Fiscal Decana de Málaga.

El novio de mi hija

Por Flor de Torres Flor de Torres julio 2015

El Instituto Andaluz de la mujer ha publicado la Guía de  madres y  padres para hijas que sufren violencia de genero con el elocuente título: ‘El novio de mi hija la maltrata. ¿Qué podemos hacer?‘.

Y es que los padres y madres  no poseemos herramientas de afrontamiento psicológico ante el problema de normes magnitudes ejercido a nuestras hijas. La violencia de género proyectada a las menores de edad  puede producir efectos devastadores en su  integridad física y  mucho más aun  en su futura integridad moral. En esta guía  se nos aportan instrumentos de detección, afrontamiento y, cómo no, de actuación. Se integran los primeros auxilios psicológicos que podemos ofrecer a nuestras menores.  Y se plasman en primera persona testimonios reales de cómo se manifiesta esta realidad, como la de esta menor que nos la relata en primera persona:

‘Me estuvo insistiendo durante un montón de tiempo, decía que había cambiado, que se había dado cuenta de que sin mí no podía vivir, incluso sus amigos me lo decían, que estaba muy cambiado, así que le di otra oportunidad. A los pocos días empezó a presionarme preguntándome con cuantos chicos había estado mientras no estuvimos juntos, y a decirme que mis primas no lo miraban bien, que no le daban otra oportunidad, ni mis padres tampoco. Me gastaba bromitas con la ropa que me había comprado, diciéndome que ya no me hacía falta porque ya no iba a tener que ligar. Al final todo era lo mismo otra vez. Había hecho como que había cambiado sólo para que volviera con él, pero en cuanto me tuvo segura…’.

Foto de RyanMcGuire

Foto de RyanMcGuire

Un testimonio que en nada se diferencia de los testimonios de mujeres que en su mayoría de edad sufren  la misma  situación.  Pero ¿Cómo podemos evitar que conductas que realizan maltratadores se reproduzcan en las menores de edad?

Desgraciadamente los datos estadísticos del informe Detecta también del Gobierno Andaluz a través del Instituto Andaluz de la Mujer nos aportan  poca esperanza sobre  de la realidad de nuestra juventud.

En el informe Detecta se concluye que:

  • Uno de cada cuatro adolescentes andaluces cree que la mujer debe estar ‘en su casa con su familia.’
  • El 10% de los jóvenes andaluces cree que es el hombre el que debe tomar las decisiones importantes en la pareja.
  • Más del 20% cree que la mujer es más débil que los hombres.
  • El 50% de los jóvenes piensa que la mujer aguanta la violencia de género.

Con estas conclusiones el  problema puede estar en nuestras madres,  las madres o  a las esposas  de nuestros amigos, en nuestras amigas. Pero también en  sus hijas o las nuestras. Algo más difícilmente detectable en la juventud por la fugacidad e inmediatez de las relaciones sociales de nuestros menores basadas y apoyadas en instrumentos  que fomentan y apoyan el control entre ellos como  whatsapp, Twitter,  Facebook, Tuenti, Instagram. Medios telemáticos que a veces se nos escapan  a los padres en todas sus dimensiones por ser una  forma de relación social invisible a nuestros ojos. Y se esconden en ellas las falsas pruebas de amor  de la entrega de claves  y contraseñas de sus cuentas  a sus parejas también menores que multiplican, fomentan y dan carta de naturaleza al control.

No sigamos buscando causas. No justifiquemos conductas. No validemos la violencia de género con conceptos tan vagos y sin conexión a las agresiones como: Celos, alcohol, drogas, trastornos de personalidad, irritabilidad, pensamientos impulsivos, falta de control,  propiedad, emancipación, separación, autonomía de la mujer. No hay ni una sola palabra, ni un solo concepto, ni siquiera un pensamiento que pueda adornar o aminorar la vergüenza que la sociedad siente por la violencia ejercida a la mujer y a las menores.  Y es que está impregnada en formas de relación y control que son las aprendidas y perpetuadas.

Pero eso no legitima su continuidad pues no estamos condenados  a sentir la vergüenza social  del maltrato. Es nuestro debito a nuestras hijas el  seguir  luchando contra los actos que demuestran la violencia de género ejercida sobre ellas. Más aún si se manifiesta a  tan temprana edad. Por ello:

  • Interioricemos el problema, detectémoslo y cuanto antes denunciémoslo.
  • Invirtamos en las generaciones que nos siguen: En las chicas jóvenes como apuesta segura  para que  también lo detecten.
  • Eduquémosles en Igualdad.
  • Desterremos los falsos mitos del amor romántico basado en la sumisión y la desigualdad que tanto daño les hace y que es  la semilla de la violencia de género.
  • Destruyamos la violencia que pasa de padres a hijos eliminando su  germen.
  • Rompamos en mil pedazos los roles de chicos y chicas basados en patrones patriarcales.

Pensemos en que las  menores no serán víctimas de la violencia de género en un futuro si se ha ganado definitivamente la igualdad frente al presente  orden patriarcal. Un ‘orden’ que deriva en violencia a la mujer cuando se impone como rol aprendido y transmitido. Como el único posible. Basado en  relaciones de control personal, mental y tecnológico hacia  nuestras menores como única forma de relación posible.

Y frente a ello apostemos por la educación en valores de igualdad. Esta apuesta sí que es segura, pues ganará definitivamente la batalla contra la violencia de género y el status quo del denostado sistema patriarcal.  Vamos a ello con nuestros hijos e hijas. Sin espera. Es  la herencia que tenemos que dejarles: Un mundo en igualdad y sin violencia de género. Unas relaciones de pareja donde no exista nunca más la posibilidad que el novio de nuestra hija la maltrate. 

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminación sexual. Fiscal Decana de Málaga.

Asesinos de la igualdad

Por Flor de Torres Flor de Torres renueva

Los maltratadores asesinan a sus parejas o ex parejas. Pero son además asesinos de la igualdad. Asistimos a la lista interminable de mujeres víctimas de la violencia de género. Cuando matan separan la igualdad del género, propiciando la desigualdad. La llevan a su máximo exponente: el feminicidio.

Frente a ello hay que luchar porque esas palabras, ‘igualdad’ y ‘género’ sean un binomio indestructible. Tenemos que lograr que sea una expresión llena de contenido y de sonido para todos, y muy especialmente para las personas más jóvenes de nuestra sociedad. Para ello previamente consolidémoslas en la educación, no solo en los colegios, sino en la familia, en la sociedad. Llevémoslas a la vida. Destruyamos de forma fulminante las tretas de dominación ocultas de género, que tanto daño hacen y que aún siguen invisibles en forma de conductas micro machistas que impiden equilibrar los géneros en valores.

Pero tampoco desterremos a los maltratadores solos con sus condenas y penas, medidas y alejamientos, estigmatizándolos a su suerte. Es una obligación nuclear de la lucha contra la violencia de género trabajar con los maltratadores en tratamientos efectivos de reeducación en la igualdad de género. Este es el camino que necesitamos recorrer para que esa lista de mujeres e hijos asesinados no siga alimentándose: educación y reinserción.

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Del silencio a la sentencia

Por Flor de Torres Flor de Torres

Manuel fue condenado en sentencia ya firme del Tribunal Supremo a 16 años y medio de prisión  por malos tratos, agresión sexual continuada y amenazas graves a su mujer, Ana, y su hija. Los nombres no son reales, y eso nos permite proteger la intimidad de las personas. Pero la historia sí es real.

Su relación se prolongó durante 29 años que fueron derivando tras la convivencia en agresividad física y verbal. La hostilidad de Manuel se dirigía tanto a la mujer como a su hija. Ana era frecuentemente golpeada, abofeteada, zarandeada, tirada al suelo y testigo de la fractura de las puertas como forma de marcar el poder  por parte de Manuel.

Campaña contra la violencia de género de la Junta de Castilla  y León.

Campaña contra la violencia de género de la Junta de Castilla y León.

Se dirigía a ellas constantemente con  descalificaciones brutales y amenazas (‘me voy a liar a tiros…‘). Estos actos estaban  unidos  a la exhibición de una pistola reglamentaria que poseía. Dejaba encerrada a Ana en el dormitorio y se llevaba el pomo de la puerta.

Mientras estos hechos sucedían y de forma simultánea, sometía a su hija a todo tipo de tocamientos, besos y abusos sexuales desde que tenía 4 años. Cuando la niña cumplió 14 años  la violó reiteradamente colocándole un arma en la boca para que estuviera quieta. Tales deplorables actos venían acompañados ademas por la introducción de objetos por vía vaginal.

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