Archivo de la categoría ‘Economía’

Davos 2020, tiempo para el cuidado.

Por Pilar Orenes

Con enero, llega Davos un año más a nuestras pantallas. Y ya son 50 años. Élites políticas y económicas reflexionando y debatiendo sobre el futuro del mundo. Sobre nuestro futuro.  Muchos años y mucha concentración de poder: solo unos pocos hablando sobre mucha gente.

 Y es que, hablan de economía en un contexto en el que la mitad de la población vive con menos de 5,5 dólares al día y 735 millones de personas está en situación de pobreza. ¿Cómo se piensa en el futuro desde este presente? ¿Es un futuro mejor para las personas más desfavorecidas o es seguir pensando en cómo crecer “como sea”, aun a costa de ellas? Nosotras proponemos empezar por reconocer y hablar de desigualdad. Ya sabemos que la razón no es escasez de recursos sino una mala distribución. El número de milmillonarios se ha duplicado en la última década. No es una distribución fortuita, es fruto de un sistema pensado y funcionando solo para unos pocos, unas minorías que marcan sus intereses y disfrutan de sus beneficios.

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Poner patas arriba un sistema escandaloso

Por Zinnia Quirós

Este año tiene lugar la 50ª edición del Foro Económico Mundial de Davos, esa cumbre que reúne a las élites políticas y económicas para compartir conocimiento, debatir y tomar decisiones que son clave para el conjunto de la ciudadanía global. En esta ocasión, avanzar hacia el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible es el tema principal del que se hablará en el foro.

Aunque a priori nos parezca algo lejano, en ese paraíso de la montaña suiza se decide cómo va a ser el futuro de nuestra vida cotidiana. Pero de nada sirven estos debates si no vamos a la raíz de la urgencia global que nos oprime, y es que el sistema que impera no está colocando a las personas, a la sostenibilidad de la vida y sus cuidados, en el centro. El sistema que tenemos de hecho está expoliando nuestras vidas.

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El feminismo del Ibex 35

Por Liliana Marcos Barba

Los cánticos multitudinarios de las manifestaciones del 8 de marzo y los ríos de tinta impresa al calor del #Me Too han llevado al feminismo hasta cuotas inimaginables hace apenas cinco años: partidos políticos que no quieren dejar de salir en la foto o empresarias de la estratosfera que sin tapujos proclaman su compromiso con el feminismo. Bienvenidos sean los compromisos y declaraciones si vienen acompañados de cambios en políticas y conductas –también conductas empresariales– que nos acerquen a una mayor igualdad entre ellos y ellas.

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Alfabetización financiera para empoderarse

Por Willie Lovai 

Raylee está en quinto grado. Hasta hace poco tenía que levantarse antes del amanecer para llegar a la escuela a tiempo ya que tenía que recorrer kilómetros. Las cosas han cambiado mucho desde entonces. “Gracias al éxito de su negocio, mi madre ahorró algo de dinero y me compró una bicicleta. Ahora puedo llegar a la escuela a tiempo, incluso cuando llueve”, cuenta este joven de 13 años.

Raylee y su madre, Rachel, son de la Región Autónoma de Bougainville en Papúa Nueva Guinea, una isla que alberga a más de 300.000 personas. La mayoría de los habitantes en Bougainville adoptan la agricultura como una de las principales fuentes de ingresos. Rachel vive en el norte de la isla junto a sus cuatro hijos. Cultiva cacao, y ahora, también se dedica a la cría de aves y es una persona respetada dentro de su comunidad por su trayectoria profesional y sus decisiones financieras.

@World Vision. Los ingresos generados por el negocio de pollos le han permitido a Rachel comprar un tanque de agua.

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¿Por qué y cómo usar las ocho semanas del permiso de paternidad?

Por Teresa Jurado

Desde el 1 de abril de 2019 los padres afiliados a la Seguridad Social tienen derecho a cogerse ocho semanas de permiso de paternidad, pagadas al 100% de su base de cotización a la Seguridad Social. Hemos pasado de las dos semanas concedidas en 2007 a cuadruplicar las semanas para que los papás puedan cuidar de su criatura recién nacida. La nueva prestación por nacimiento y cuidado de menor es intransferible, es decir, si el papá no la usa, se la pierde él y su familia. Con esta reforma, cuyo objetivo es la equiparación de la duración del permiso de paternidad con el de maternidad hasta 2021, España se posiciona junta a Islandia, Noruega, Suecia y Portugal en el grupo de países que más incentivan a los papás a corresponsabilizarse de los cuidados de sus bebés (OECD 2019). En estos países los padres usan entre dos y tres meses de permiso de paternidad y/o permiso parental.

  • ¿Para qué un permiso para el padre, si ya cuida la madre?

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En la PPIINA agradecemos, celebramos y continuamos

María Pazos Por María Pazos Morán 

La desigualdad de los permisos de maternidad es un pilar que sostiene este sistema en el que las mujeres somos las principales cuidadoras, y las más precarias en el empleo, mientras que los hombres están alejados de los cuidados y ocupan las posiciones preeminentes en la sociedad. Este no es el único obstáculo para una sociedad igualitaria, pero es uno muy importante y muy fácil de erradicar con solo conceder a los padres el derecho a ocuparse de sus bebés en igualdad. Cuando lo hacen, están contentos y les cambia el chip: se inician en los cuidados. ¿Hay algo mejor para madres, padres, criaturas y sociedad?

Después de tan largo y difícil recorrido, nuestra demanda por unos permisos iguales e intransferibles de nacimiento y adopciones ha reconocido en el texto de una ley. Desde el 1 de abril de 2019 está en vigor el Real Decreto Ley 6/2019 que establece un calendario de aumento del permiso del padre (o la otra madre) hasta llegar a 16 semanas en 2021. Y este permiso, que ya no se llamará de paternidad o maternidad sino “por nacimiento y cuidado de menor” será intransferible y pagado al 100%. Por ese logro, estamos de celebración. 

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Comercio justo para crecer

Por María Mercedes Alemán

 

En la comunidad  de San Francisco de los Cedros, a 41 kilómetros de la cabecera del departamento de Jinotega, Nicaragua, vive la productora Flora Estela Tinoco, un ejemplo de superación y una mujer que, junto a su esposo, todos los días trabaja sus tierras cultivadas con café y hortalizas. Su objetivo de ver a sus cinco hijos profesionalizarse.

Flora Estela es una mujer activa, sencilla y austera, responsable y de un carácter alegre pero firme a la hora de tomar decisiones y educar a sus hijos. Para ella es fundamental hacerles entender el respeto a los mayores, la naturaleza y el trabajo rural. 

 

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La economía cruel

Por Liliana Marcos

Cada año, cuando los poderosos del mundo se citan en el Foro de Davos, la economía global echa cuentas. Entre las grandes cifras se esconden algunos fenómenos que explican la desigualdad y sus consecuencias sobre la igualdad de oportunidades, la movilidad social y la pobreza en nuestro país. Al investigar sobre las causas de que, con la quinta economía más potente de la Unión, seamos el cuarto país más desigual de este entorno, descubrimos algunos elementos desproporcionadamente crueles con las mujeres.

El trabajo de cuidados penaliza la carrera de las mujeres. Imagen de Sue Zeng.

Como no podría ser de otra manera, la precariedad laboral y la devaluación salarial se muestran como grandes causantes de las inequidades en España. Ambas tienen rostro de mujer. La desigualdad de género y la de ingresos se cruzan. Una de cada 5 mujeres tiene una baja remuneración (menos de 6,6 euros la hora), frente a 1 de cada 10 hombres. En cuanto a la precariedad, 7 de cada 10 contratos parciales no deseados son de mujeres.

La protección social es incapaz de reducir estas desigualdades que tienen su base en el empleo. En su gran mayoría nuestra protección social es contributiva: las pensiones y prestaciones te protegen de distintos riesgos vitales en función de lo que hayas aportado previamente.

Si las mujeres cobramos menos, trabajamos menos y con más interrupciones, recibiremos menos transferencias públicas. De ahí que la brecha de género de las pensiones sea del 28,97% para recién jubilados y nada menos que del 40,09% en mayores de 85 años. La protección social ignora que muchas mujeres cotizaron menos, o no cotizaron, porque hacían trabajos de cuidados, no remunerados pero esenciales para que la sociedad y la economía sigan rodando. ¿Es justo penalizarlas por ello?

Liliana Marcos es especialista en políticas públicas en Oxfam Intermón

¿Y quién cuida de mis hijos cuando me voy  a trabajar?

Por Lara ContrerasLara Contreras

La mitad de las mujeres europeas que deciden trabajar a media jornada, lo hacen para poder cuidar de la familia o del hogar. Es la respuesta a una pregunta recurrente: ¿Cómo me organizo, quién se queda con mis hijos para que yo pueda trabajar?

Es difícil hacerse a la idea de cuántas otras preguntas se esconden tras esta. Hay una radiografía muy precisa sobre el trabajo de las mujeres, y la pobreza, en un informe, ‘Voces contra la precariedad: mujeres y pobreza laboral en Europa‘, que no sólo habla de políticas laborales y economía. Habla del trabajo, pero también de los imaginarios y normas sociales que subyacen de una sociedad patriarcal y que obligan a las mujeres a cuestionarse cómo acceder al mercado del trabajo y mantener a la vez su supuesto rol de cuidadoras, educadoras y responsables del trabajo doméstico. Es mucho lo que hay detrás de esta pregunta.

Las mujeres asumen de forma desproporcionada el trabajo de cuidados, tanto remunerado como no remunerado. Imagen de Pablo Tosco / Oxfam Intermón.

Muy al contrario de lo que acostumbramos a pensar,  este trabajo aparentemente invisible –o más bien invisibilizado- es uno de los principales sustentos productivos de la economía. Son muchos los estudios que defienden que el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado de las mujeres es una de las industrias más grandes e importantes del mundo: asciende a alrededor de 10 billones de dólares al año, lo que equivale aproximadamente al 13% del PIB mundial. En España, se calcula que este trabajo no remunerado, en conjunto, representa el 41% del PIB.

De hecho, las mujeres dedican en Europa 22 horas de media a la semana al trabajo no remunerado frente a 10 horas que dedican los hombres. Pero viendo el valor que tiene este trabajo no remunerado, no sólo en la parte productiva, sino en la parte afectiva y emocional de la vida, es difícil entender que conlleve tantas consecuencias negativas a la hora de acceder al mercado de trabajo. Por un lado, aboca a las mujeres al trabajo en sectores que son una extensión de este trabajo no remunerado: el trabajo doméstico, de educadoras, cuidadoras, de servicios, que tienen peores salarios y condiciones laborales. En España, algunos de los sectores más precarios son la industria de la hostelería, restauración y turismo, y el sector doméstico y de cuidados. Las mujeres representan el 55.8% de la fuerza de trabajo de la primera y el 87.9% de la segunda.

Por otro lado, las condena a formas de trabajo atípicas, como el trabajo parcial, o a sacrificar o bloquear sus carreras laborales por cuidar a sus hijos. En Europa, casi 4 de cada 5 puestos a tiempo parcial fueron desempeñados por mujeres (parcial voluntario). Además, en el caso de España, 3 de cada 4 personas trabajadoras a tiempo parcial no deseado son mujeres. Y los datos nos dicen, que el 50% de las mujeres que eligen realizar un trabajo parcial lo hacen por cuidar a sus hijos, mientras que sólo el 13% de los hombres toman una decisión similar. ¿Por qué?

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Tres urgencias ante las desigualdades de género

Por Ángeles Briñón

‘Mediante el trabajo ha sido como la mujer

 ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. 

El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa’.

Simone de Beauvoir

Ser mujer es sinónimo de desigualdad, de menos oportunidades que los hombres para acceder al trabajo remunerado, de menores oportunidades de permanencia o de promoción. Pero no sólo la desigualdad se sufre en el empleo, las diferencias se producen también en lo personal.

Las desigualdades de género son una realidad en todas las sociedades, si bien hay diferencias entre sociedades, culturas, momentos históricos y entre clases sociales o países, pero la división sexual del trabajo que confina a las mujeres al hogar, se produce siempre y supone un condicionante para su desarrollo personal y profesional. El espacio público ha sido tradicionalmente un espacio masculino y aún sigue siéndolo, pues a pesar de que las mujeres ocupan cada vez más espacios de decisión y de poder, el predominio de lo masculino es una realidad. Por el contrario, el espacio privado (o doméstico siguiendo a Soledad Murillo, 2006) ha sido y aún es ‘cosa de mujeres’. La dicotomía publico/privado está muy presente aún con las consecuencias que ello tiene para la vida de mujeres y de hombres, especialmente para las mujeres, que ven limitadas sus posibilidades de desarrollo personal y profesional.

Photo de Sharon McCutcheon para Unsplash

Una de las principales causas de la desigualdad de género es que el trabajo doméstico y de cuidados recae en las mujeres. Es cierto que se han producido importantes cambios, pero aún podemos afirmar que el cuidado de las personas dentro de la familia lo realizan las mujeres, ya sea cuidar a niñas y niños al nacer y a personas mayores o con alguna discapacidad. Mientras los roles de género sigan predominando en la sociedad, mientras los hombres no se corresponsabilicen de los cuidados, mientras las instituciones no asuman la parte que les corresponde, la igualdad entre mujeres y hombres no será posible.

Centrándonos en nuestra sociedad y las de nuestro entorno inmediato, es cierto que en las últimas décadas del siglo pasado se produjeron cambios de importante calado en lo que a las relaciones de género se refiere, pero las desigualdades persisten. A pesar de que en España, los 40 años de dictadura hicieron que los cambios legales para eliminar el dominio masculino fueran más lentos y las resistencias a los cambios sociales se intensificaran, las mujeres lograron en pocos años modificar las leyes y las costumbres. La incorporación masiva al empleo y a la educación superior lo demuestra.

No obstante, las desigualdades en el trabajo remunerado siguen estando muy presentes. La autonomía económica no reduce por si sola las desigualdades, pero sin duda es fundamental para lograrla. El trabajo que realizan las mujeres nunca ha sido tenido en cuenta, parecería que las tareas del hogar se hacen solas, que cuidar de niñas y niños no conlleva esfuerzo o que atender a una persona dependiente, ya sea por edad o por tener alguna discapacidad, se realiza por arte de magia. Solamente cuando esas tareas se contratan externamente se contabiliza como empleo, pero si lo realizan las esposas, madres, hijas… pasan desapercibidas.

Son muchas las propuestas que en este momento se plantean desde las administraciones para eliminar las desigualdades de género. Se habla mucho de eliminar la brecha salarial, de potenciar el acceso de las mujeres a puestos de dirección y/o responsabilidad, de evitar las barreras que tienen las mujeres para desarrollar una carrera científica…, pero se habla mucho menos de los trabajos feminizados, mal valorados y mal remunerados: de las trabajadoras domésticas que siguen sin tener derechos laborales, de las cuidadoras informales que siguen dedicando parte de su vida a cuidar de las personas mayores, de las mujeres emigrantes que trabajan en el servicio doméstico en situaciones de gran precariedad.

Por ello, en este momento de esperanza que vivimos, esperamos que las medidas que se pongan en marcha contemplen la realidad de todas las desigualdades de género. Algunas medidas que consideramos imprescindible, junto a las ya señaladas serían:

  • Es imprescindible aprobar la Proposición de Ley presentada en el Congreso para que los permisos de maternidad/paternidad sean iguales, intransferibles y pagados al 100%, que promueve la PPiiNA, para avanzar en corresponsabilidad en los cuidados.
  • Desarrollar la Ley de Dependencia para que todas las personas tengan una atención adecuada sin que sean las mujeres las cuidadoras principales. La cotización de las cuidadoras informales no deja de ser un parche, que solucionará momentáneamente la situación de algunas mujeres, pero sigue potenciando que sean ellas las que cuiden, sin que los hombres se corresponsabilicen. Las administraciones deben dar respuesta a estas situaciones.
  • Asimismo, es urgente que se ratifique el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre trabajo decente para las trabajadoras del hogar, que supone ampliar los derechos de estas profesionales, la inmensa mayoría mujeres.

Eliminar las desigualdades de género en todos los niveles laborales, transformar aquellos aspectos de la sociedad en los que las mujeres siguen invisibilizadas y sometidas al poder patriarcal, es imprescindible para que desaparezcan las violencias machistas que sufren las mujeres.

Ángeles Briñón García es bloguera, experta en igualdad de género y forma parte de Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles.