Poner patas arriba un sistema escandaloso

Por Zinnia Quirós

Este año tiene lugar la 50ª edición del Foro Económico Mundial de Davos, esa cumbre que reúne a las élites políticas y económicas para compartir conocimiento, debatir y tomar decisiones que son clave para el conjunto de la ciudadanía global. En esta ocasión, avanzar hacia el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible es el tema principal del que se hablará en el foro.

Aunque a priori nos parezca algo lejano, en ese paraíso de la montaña suiza se decide cómo va a ser el futuro de nuestra vida cotidiana. Pero de nada sirven estos debates si no vamos a la raíz de la urgencia global que nos oprime, y es que el sistema que impera no está colocando a las personas, a la sostenibilidad de la vida y sus cuidados, en el centro. El sistema que tenemos de hecho está expoliando nuestras vidas.

© Pablo Tosco, Oxfam Intermón.

Vivimos en un sistema socioeconómico capitalista que además es heteropatriarcal, colonialista y medioambientalmente aniquilador. Un sistema que, como dice la economista feminista Amaia Pérez Orozco es “esa cosa escandalosa” cuyo eje vertebrador son los mercados y no la vida humana y del planeta. Un orden económico que además nos está llevando hacia un abismo de desigualdad extrema fuera de control en el que los milmillonarios que hay en el mundo poseen más riqueza que 4.600 millones de personas.

Este sistema además no funciona por sí mismo, sino que necesita imperiosamente aprovecharse de un espacio invisibilizado y menospreciado donde se desarrollan los trabajos de cuidados no remunerados o mal pagados que sostienen realmente la vida, y que son los que permiten que la maquinaria capitalista funcione.

Sin los cuidados, la vida se apagaría y el sistema colapsaría. Por algo es tan cierto eso que dicen las trabajadoras de hogar y de cuidados del colectivo Territorio Doméstico de “Porque sin nosotras, no se mueve el mundo”.

Como es esperable en este sistema sexista, somos las mujeres y las niñas las que seguimos asumiendo mayoritariamente los cuidados, respondiendo al mandato de género de garantizar la vida de quienes tenemos a cargo. Pero en la organización de los cuidados operan otros ejes de desigualdad, así que se reparten conforme a relaciones de poder de género, clase, raza y estatus migratorio. Por ello, cuando los hogares necesitan externalizar sus responsabilidades de cuidados, y cuentan con recursos económicos para ello, son otras mujeres más precarizadas, en su mayoría migrantes, las que se encargan de estos trabajos de cuidados.  Trabajadoras que, además, siguen teniendo una legislación que les otorga menos derechos que el resto de los sectores laborales (por ejemplo, siguen sin tener un derecho tan básico como el de la prestación por desempleo), y que sufren una vulneración sistemática de sus derechos con casi total impunidad.

El informe Tiempo para el cuidado de Oxfam estima que las mujeres y niñas dedican al trabajo de cuidados no remunerado 12.500 millones de horas diarias, lo que equivaldría a una contribución a la economía global de al menos 10,8 billones de dólares anuales, tres veces el valor de la industria mundial de la tecnología. Es preciso recuperar esta esfera invisibilizada sistemáticamente por la economía para evidenciar el conflicto capital-vida que tenemos entre manos y sobre el que las economistas feministas llevan décadas poniendo el foco. Un conflicto que es estructural, porque es la base misma del sistema, y que exige un cambio radical de todo.

Dicho de otro modo, o dejamos de obsesionarnos con lo que les pasa a los mercados y colocamos de una vez y por todas la sostenibilidad de la vida en el centro de la economía y las políticas públicas, o estamos abocadas a desaparecer.

Pero incluso en este momento de urgencia fatalista, de distopía tangible y vivencial, tenemos ante nosotras una oportunidad única de poner el sistema patas arriba y cambiarlo todo. La pregunta de si el mundo va o no a cambiar carece de sentido. El mundo ya está cambiando, y más que lo hará ante la situación de emergencia climática que tenemos. La cuestión está por tanto en decidir qué mundo queremos construir entre todas.

Mientras trabajamos en este horizonte que permita a todas las personas vivir una vida digna de ser vivida, en el Estado español debemos acometer medidas estructurales que pongan en valor los cuidados y cambien el modo en que los estamos organizando y legislando. El primer paso urgente es dotar al sector del empleo de hogar y de cuidados de los mismos derechos que tiene cualquier trabajador. Al mismo tiempo es fundamental que hombres, empresas y estados asuman sus corresponsabilidades de cuidados. Porque sostener la vida, y hacerla vivible, es una responsabilidad de todas.

Las élites políticas y económicas que se están viendo las caras en Davos no pueden seguir poniendo parches a un barco que hace aguas por todas partes. Necesitamos que hagan un ejercicio de valentía y sentido común que desplace el centro de las decisiones de los mercados hacia la sostenibilidad de la vida humana y del planeta.

Zinnia Quirós es responsable de los programas en España de Oxfam Intermón. 

 

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