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La economía cruel

Por Liliana Marcos

Cada año, cuando los poderosos del mundo se citan en el Foro de Davos, la economía global echa cuentas. Entre las grandes cifras se esconden algunos fenómenos que explican la desigualdad y sus consecuencias sobre la igualdad de oportunidades, la movilidad social y la pobreza en nuestro país. Al investigar sobre las causas de que, con la quinta economía más potente de la Unión, seamos el cuarto país más desigual de este entorno, descubrimos algunos elementos desproporcionadamente crueles con las mujeres.

El trabajo de cuidados penaliza la carrera de las mujeres. Imagen de Sue Zeng.

Como no podría ser de otra manera, la precariedad laboral y la devaluación salarial se muestran como grandes causantes de las inequidades en España. Ambas tienen rostro de mujer. La desigualdad de género y la de ingresos se cruzan. Una de cada 5 mujeres tiene una baja remuneración (menos de 6,6 euros la hora), frente a 1 de cada 10 hombres. En cuanto a la precariedad, 7 de cada 10 contratos parciales no deseados son de mujeres.

La protección social es incapaz de reducir estas desigualdades que tienen su base en el empleo. En su gran mayoría nuestra protección social es contributiva: las pensiones y prestaciones te protegen de distintos riesgos vitales en función de lo que hayas aportado previamente.

Si las mujeres cobramos menos, trabajamos menos y con más interrupciones, recibiremos menos transferencias públicas. De ahí que la brecha de género de las pensiones sea del 28,97% para recién jubilados y nada menos que del 40,09% en mayores de 85 años. La protección social ignora que muchas mujeres cotizaron menos, o no cotizaron, porque hacían trabajos de cuidados, no remunerados pero esenciales para que la sociedad y la economía sigan rodando. ¿Es justo penalizarlas por ello?

Liliana Marcos es especialista en políticas públicas en Oxfam Intermón

50 días gratis al año: el trabajo que no cobran las mujeres

Por Lara Contreras

Soy mujer y en mi caso personal no trabajo 50 días gratis. No lo hago porque trabajo en una organización donde los hombres y las mujeres ganan el mismo sueldo por hacer el mismo trabajo. Todas y todos trabajamos mucho. Y lo hacemos para, entre otras cosas, que las mujeres no estén desde el día de hoy trabajando gratis hasta final de año, como indican las estadísticas.

Una gran parte del trabajo de las mujeres no se remunera ni se valora. Imagen de Tran Mau Tri Tam / Unsplash.

Una gran parte del trabajo de las mujeres no se remunera ni se valora. Imagen de Tran Mau Tri Tam / Unsplash.

Oxfam Intermón acaba de sacar el informe: ‘Bajan los salarios, crece la desigualdad: el impacto de las diferencias salariales en los hogares’. En este informe se pone de manifiesto como la desigualdad salarial es una de las principales causas de la desigualdad y como las caídas salariales han perjudicado a los colectivos más vulnerables. Este es el caso de las  mujeres que son las más perjudicadas por estas diferencias salariales. A nivel global, y a pesar de la incorporación de más de 250 millones de mujeres en el mercado laboral, su nivel salarial en 2015 es el mismo que el que disfrutaban los hombres 10 años atrás, en 2006.  De seguir a este ritmo, no será hasta 2133 que se conseguirá cerrar la brecha económica entre mujeres y hombres.

España es un caso paradigmático de cómo la desigualdad salarial afecta a las mujeres trabajadoras -que ganan un 18,8% menos que los hombres- lo que implica que la mujer trabaja 50 días más que el hombre para conseguir el mismo salario. Es decir, desde hoy hay millones de mujeres que van a trabajar por nada.

Además, hay muchas más mujeres que hombres que cobran el SMI o menos, que en España es irrisorio para satisfacer las necesidades básicas, el 18,6% de las mujeres trabajadoras tuvo salarios menores o iguales al mínimo, frente al 8,3% de los hombres. También ostentamos la medalla de plata de la UE en mujeres trabajadoras pobres.

Ana es trabajadora doméstica en Barcelona y cobra alrededor de 700 euros netos. Mujer, con 51 años y 2 hijos, con experiencia profesional pero sin formación reglada superior tuvo que encontrar una salida en el sector doméstico. Hoy vive en una vivienda de alquiler social, con su marido -en situación de paro de larga duración-, su hijo de 21 años y su hija pequeña. Siente que esos 700 euros netos, ante todo, le roban oportunidades a su familia y sus hijos.

Ana nos cuenta como ganar tan poco le ha hecho aislarse porque no puede tener vida social, le obliga a comer menos sano y le hace alegrarse de que su hijo no quiera ir a la Universidad porque, si hubiera querido, le tenía que haber dicho que no podía pagarla. Ganar un salario digno, ganar lo mismo que un hombre y tener las oportunidades que un hombre cambiaría su vida, le evitaría avergonzarse de ser pobre.

El hecho de que las mujeres tengan que ocuparse del trabajo de cuidados las relega a trabajos más precarios y peor pagados, además de impedirles progresar profesionalmente al mismo ritmo que los hombres. Y como ya hemos dicho antes, muchas mujeres aunque progresen ganan menos que los hombres por el mismo trabajo. Esto realmente no tiene explicación. Yo como mujer, no lo admito.

Según el presidente de la CEOE, la incorporación de las mujeres al trabajo es un problema porque no se puede crear trabajo para todos. Este tipo de afirmaciones es alarmante porque prioriza de nuevo el trabajo de los hombres frente al de las mujeres. La sociedad ya no las admite, nos avergonzamos de ellas.

Por eso, lanzamos la voz de alarma. Es urgente que nuestros políticos establezcan medidas para eliminar la brecha salarial de género penalizando a las empresas que establezcan salarios diferentes para categorías laborales idénticas en función de si son ocupadas por hombres o por mujeres. También a través de mejoras en la conciliación de la vida personal y familiar, la distribución y reparto de los cuidados.

perfil-lara-contrerasLara Contreras es Responsable de Contenidos e Incidencia en Oxfam Intermón

¿Impuestos justos para todo el mundo?

Por Isabel Ortigosa isabel Ortigosa

La política fiscal, más allá de los debates técnicos, tiene profundas implicaciones en nuestra vida diaria, y condiciona a largo plazo el modelo de sociedad en que vivimos. También en el Sur. No se trata sólo de que desde los países “desarrollados” debamos prestar asistencia técnica para fortalecer las agencias tributarias de países “en desarrollo”. Se trata de que juntos debemos encontrar la manera de garantizar que la política fiscal que se aplica localmente sea justa y promueva la equidad y la redistribución.

Pensemos por ejemplo en las mujeres, que constituyen, como indica el nombre de este blog, más de la mitad de la población mundial. En ese Sur Global del que hablamos las organizaciones de la sociedad civil hay un claro desequilibrio entre la contribución que realizan las mujeres a sus sociedades, tanto con trabajos remunerados como con los que no lo están, y el hecho de que generalmente la equidad de género sea un aspecto muy poco contemplado en las políticas fiscales de los países en los que viven.

 

IRPF. Imagen de TrasTando

IRPF. Imagen de TrasTando

Los impuestos directos impactan de manera diferente en las mujeres que en los hombres: ellas ganan menos (en el caso de países en desarrollo, mucho menos), tienden a entrar y salir del mercado laboral en varios momentos de sus vidas, y sacan adelante trabajos no pagados tanto a nivel de cuidados en los hogares, como en negocios familiares o en iniciativas comunitarias. No recibir remuneración afecta a la posibilidad de pagar impuestos y de beneficiarse de prestaciones sociales y servicios públicos, haciendo a muchas mujeres totalmente dependientes de los “proveedores” del hogar. ¿Qué ocurre con ellas cuándo la figura del proveedor, por distintas razones, desaparece?

En algunos de estos países, siguiendo el ejemplo de experiencias como por ejemplo la de España, existen beneficios fiscales para hogares con miembros financieramente dependientes que aportan trabajo no remunerado. Podría parecer un avance, pero sería un avance con ciertas aristas: este tipo de prestaciones favorecen a hogares basados en un modelo de hombre proveedor / mujer cuidadora, en contraste con un modelo más equitativo basado en una doble fuente de ingresos y una doble responsabilidad en los cuidados.  Estos subsidios suponen un pago por mano de obra no remunerada, pero es un pago que no cobra la mujer que trabaja, sino su cónyuge, y que acentúa por lo tanto su poder y su capacidad de control en la familia. Por otra parte, estas desgravaciones sólo son disfrutadas por familias con trabajos formales y con ingresos relativamente altos. Por lo tanto, los hogares más pobres quedan automáticamente excluidos de estos posibles beneficios, y se acentúa aún más la desigualdad.

Para reducir esta desigualdad, en América Latina se han propuesto programas de transferencias monetarias  condicionadas, como Bolsa Familia en Brasil y Progresa en México, que han sido evaluados positivamente por sus resultados en la mejora de la nutrición, la asistencia a la escuela de los niños y el bienestar general de las familias. Sin embargo, la historia se repite: estos programas son controvertidos desde una perspectiva de género, ya que refuerzan el papel de las madres como únicas cuidadoras y responsables del bienestar familiar.

¿Y qué decir de los impuestos al consumo? En los países en desarrollo los ingresos recaudados a través del IVA suponen una parte sustancial del total de la recaudación fiscal, alrededor de un cuarto de la misma. Es un impuesto eficiente, relativamente fácil de administrar y que genera ingresos significativos a las arcas del Estado. Pero se aplica por igual a todos, independientemente de sus ingresos, y es por lo tanto un impuesto claramente regresivo: los pobres gastan una mayor proporción de sus ingresos en el consumo, y por lo tanto su carga es injustamente más alta.

Además, este tipo de impuestos afectan a mujeres y hombres de manera diferente. Las mujeres tienden a gastar un mayor porcentaje de sus ingresos en la compra de artículos de primera necesidad como alimentos, ropa, artículos escolares y medicinas. Mientras en España modificar estos tipos reducidos para artículos de primera necesidad fue cuanto menos controvertido, muchos países en desarrollo ni siquiera contemplan la posibilidad de un menor gravamen bienes de primera necesidad. Sin embargo, en lugares como India y Kenia la presión de la sociedad civil ha contribuido a que se apliquen distintos umbrales y ciertas exenciones en el IVA.

¿Podría servir de algo aumentar los impuestos a productos tradicionalmente más consumidos por hombres? Por una parte, es cierto que gravando más productos como tabaco y alcohol se obtendrían ingresos que podrían derivar en beneficios para los más pobres (en Filipinas, por ejemplo, la recaudación adicional derivada de un alza en los impuestos al tabaco se destinó a la inversión en servicios sanitarios para los más vulnerables). Pero debemos tener cuidado: también pueden implicar que al final las mujeres tengan menos capacidad adquisitiva, especialmente en hogares donde el dinero es administrado por hombres.

En definitiva, es evidente que, también en el Sur, el factor género que tradicionalmente ha sido olvidado a la hora de configurar sistemas fiscales, debe convertirse en un aspecto clave en la investigación, diseño y ejecución de políticas recaudatorias.

Ni las mujeres ni la sociedad en su conjunto pueden seguir esperando: la fiscalidad debe ser justa para todos y todas, ya.

Isabel Ortigosa es responsable de Incidencia y Comunicación de Inspiraction