Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Algo huele a podrido en la Justicia

«En España no hay leyes; solo orientaciones». Lo aprendí de unos guiris escandalizados por la ineficacia y lentitud de nuestro sistema judicial y por la pasividad de la ciudadanía ante injusticias y/o delitos flagrantes.

El Roto, en El País, 27/04/13

El Roto, en El País, 27/04/13

Gurtel, la financiación del PP, Bárcenas, Undargarín, los ERE del PSOE, las dietas de UPN, las ITV de Pujol

Los casos de «presunta» corrupción de los políticos se eternizan hasta que caen en el olvido o se archivan por triquiñuelas técnicas, como ocurrió con Naseiro, el único tesorero de la historia del PP aún no imputado por corrupción.

La escasa confianza de los españoles en la Justicia viene lejos. Así la define el refranero: «Tengas pelitos y los ganes», «Vale más un mal acuerdo que un buen pleito», etc.

No es de ahora. Durante la Dictadura de Franco pasaba más de lo mismo. Las leyes fascistas promulgadas por el dictador apenas se cumplían, excepto para castigar a los disidentes políticos,

Un ejemplo: durante la Dictadura había una ley en vigor que calificaba el adulterio como delito. ¿Cuantas sentencias dictaron los jueces franquistas condenando a los adúlteros? Busquen en los archicos y se llevarán una enorme sorpresa. ¿Llegarán a la docena?

Ahora hay leyes democráticas en vigor que califican la corrupción como delito.

¿Cuantas sentencias han dictado los jueces condenando a los corruptos? Busquen en los archivos y se llevarán otra enorme sorpresa. ¿Llegarán a la docena?

¿Acaso no había miles y miles de casos de adulterio en la España de Franco?

¿Acaso no hay miles y miles de casos de corrupción en la España democrática?

Las leyes de antes como las de ahora no son leyes, son sólo orientaciones.

Si el Legislativo legisla será para algo. El Ejecutivo debería ejecutar, es decir, hacer cumplir las leyes que dictan los legisladores desde Las Cortes. Y si ambos poderes hicieran bien su trabajo, suponemos que el Judicial debería juzgar a quienes incumplieran las leyes y los condenaría o absolvería mediante las correspondientes sentencias. Digo yo.

Peridis, en El País, 27/04/13

Peridis, en El País, 27/04/13

¿Donde están las sentencias de nuestros jueces condenando o absolviendo los casos de corrupción política?

Deben estar en el mismo limbo en el que se ocultan las escasísimas sentencias de los jueces franquistas contra los adúlteros.

¿Acaso no había adúlteros cuando mandaba el dictador? ¿Acaso no hay corruptos ahora que manda el pueblo soberano?

Creo que lo que no había antes ni hay ahora son jueces que hagan bien su trabajo, amparados por políticos que tampoco hacen bien el suyo.

Por eso, no me extraña nada la saludable irrupción en España de los «escraches» (¡qué palabra lunfarda tan bonita en boca de Carlos Gardel!). El pueblo soberano y desesperado busca salidas contra los políticos que no hacen bien su trabajo. Y ha encontrado una muy luminosa en la Argentina que luchó dignamente contra la Dictadura asesina de Videla y compañía: los «escraches».

Nada de violencia física. Solo pancartas y gritos a la cara, en honor a la libertad de expresión.  A ver si nuestros políticos, casi anónimos, elegidos en listas cerradas por la estructura de sus partidos, se avergüenzan y despiertan de una vez…

Y, de paso, mal que les pese, hacen leyes que se cumplan (incluida una Ley Electoral de listas abiertas) y reforman la Justicia, esa palabra tan extranjera en España.

Gracias Erik por recordarnos con tu comentario de ayer lo que está consiguiendo la fiscal general de Guatemala, Claudia Paz y Paz, al sentar en el banquillo al general Efraín Ríos Montt, uno de los asesinos más crueles de América. Precisamente hoy, El Pais publica un excelente artículo de Prudencio García titulado «Ríos (de sangre) Montt» que te recomiendo. Ahí va el link:

http://elpais.com/elpais/2013/03/01/opinion/1362139369_928689.html

El trabajo heróico de Claudia Paz nos reconcilia con la condición humana en medio de tanta injusticia e ignorancia.

 

 

 

¿Pacto «sobre» ETA o «frente» ETA? Depende.

TRIBUNA: PRUDENCIO GARCÍA

Bomba, negacionismo y doble moral

PRUDENCIO GARCÍA 19/01/2007

«Si usted no cumple sus compromisos le pondrán bombas. Y si no hay bombas es porque ha cedido». La calumnia, una vez más. El cepo sin salida posible. Ni el pan ni la sal. Con bombas y sin ellas. Frase histórica, digna de ser acuñada en bronce indestructible, para eterna vergüenza de quien la pronunció.

Todos sabíamos que el reciente intento de asentar la paz en Euskadi era endiabladamente difícil y podía fallar. Así ha sido, según evidencia el atentado de Barajas. «El Gobierno no ha hecho ni un solo gesto a lo largo del proceso. Todavía menos que Aznar», precisaba en tono quejumbroso el portavoz de Batasuna días antes del desenlace fatal. Desenlace que deja patente, al menos, un hecho que resulta obligado subrayar: ¿dónde estaban las concesiones imperdonables, las claudicaciones inadmisibles, la rendición vergonzosa que, según repetía insidiosamente la oposición, estaba perpetrando el Gobierno? A estas alturas la respuesta, que ya era evidente, se ve ratificada de forma más concluyente que nunca: aquellas entregas, concesiones, traiciones y rendiciones estaban en un sitio muy concreto y perfectamente definido: en el mismo lugar que las armas de destrucción masiva iraquíes. Es decir, en ninguna parte, salvo en la mente y la lengua de los calumniadores. Por primera vez en las tres décadas de nuestra democracia, la política del Gobierno español frente al terrorismo no se ha visto respaldada por la oposición. Contra todo pronóstico, en estos últimos nueve meses, la unidad y la eficacia de esa política se ha visto gravemente entorpecida y debilitada por un extraño fenómeno: la sistemática actitud negacionista y obstruccionista del partido de la oposición. (Negacionismo: actitud cínica e inmoral de quien niega sistemáticamente aquellas acciones que realizó tiempo atrás).

Apenas ocho años después de los hechos de 1997-1999, aquellos que legítimamente protagonizaron aquel intento, en estos últimos tiempos, con desparpajo inaudito y sorprendente deslealtad, incurren en un descarado negacionismo, negando todo lo que hicieron y dijeron, para poder así descalificar a quienes -también con absoluta legitimidad- intentaban lo mismo que ellos intentaron, incluso sin haber dado aún la serie de pasos y concesiones que ellos mismos llegaron a consumar.

Dime qué vídeo montas y te diré quién eres. Dime qué atentados cometidos bajo un determinado gobierno atribuyes falsamente al período de otro gobierno y te diré cuál es el nivel ético de tu actuación. Dime qué disturbios registrados en las calles colombianas utilizas para demostrar la gran inseguridad que reina en las calles españolas, y te diré hasta qué nivel de bajeza ha descendido tu altura moral. Chapuza, burda falsedad, soez manipulación.

La grotesca falsedad del vídeo elaborado en su momento por la oposición fue respondida por otro vídeo -imprescindible, pero imperdonablemente tardío- que se limitó a recoger, escuetamente y sin apenas adjetivos, por orden cronológico, los intentos, reuniones, comparecencias, pronunciamientos orales y escritos, promesas de generosidad (con sus textos literales, innegables, irreductibles) referentes a aquel intento de negociación con ETA, que mostraban la flagrante falsedad de su negación actual: acercamiento de 135 presos, excarcelación de 200, regreso a España de más de 300 etarras que vivían en el extranjero, contactos del Gobierno con Batasuna en Burgos y con la propia ETA en Zúrich. «Sabremos ser generosos». «Nos abrimos al perdón y a la generosidad». «No tiene por qué haber ni vencedores ni vencidos». «Quiero que los españoles sepan que he autorizado contactos con el Movimiento Vasco de Liberación». Etcétera. Legítimo esfuerzo de aquel Gobierno de 1998, y legítimo derecho que en 2006, arbitraria e injustamente, se le ha negado al Gobierno actual, en una manifestación de cínica deslealtad.

El hecho de que un par de dirigentes socialistas vascos se reunieran en su momento con miembros de Batasuna mereció valoraciones tan objetivas como éstas: «El Gobierno, de rodillas frente a ETA». «Vergonzosa rendición». «Indignidad». «Desprecio a las víctimas». «Traición a los muertos», entre otros patrióticos improperios, que ensuciaron la boca de quienes los pronunciaron. En cambio, cuando tres enviados de la máxima confianza del presidente Aznar se reunieron con los más caracterizados miembros de la cúpula etarra, nadie incurrió en la infamia de decir que aquello era rendición, ni indignidad, ni traición alguna. Porque aquel Gobierno tenía enfrente a una oposición democrática con un sentido del Estado del que patéticamente carece la oposición actual.

Inevitablemente, acude a nuestro recuerdo una vieja viñeta de Máximo. El guía del Museo Universal del Armamento muestra a un grupo de visitantes un par de enormes misiles, milimétricamente iguales: «Observen la portentosa característica de estos dos misiles, que, siendo exactamente iguales, el uno sirve para defender la paz, y el otro para atacarla». Estamos en la misma ridícula ambivalencia, pero ahora no es un chiste sino una triste desgracia. La grotesca pretensión de que aquellos actos e iniciativas gubernamentales que hace ocho años eran válidos, generosos y patrióticos han pasado a ser ahora cobardes, entreguistas y traicioneros es fruto de mentes taradas, o, peor aún, de mentes lúcidas que, conociendo la profunda falsedad de su discurso, saben también, o creen saber, la utilidad de la calumnia como arma de desgaste electoral. Baja calaña moral. Sucia jugada, con independencia del resultado final.

Sin duda, la culpa del coche bomba de Barajas la tienen aquellos criminales que lo hicieron estallar. Pero este dato innegable no puede impedir esta flagrante constatación: la doble moral, con la mezquina, negacionista y calumniosa falta de apoyo en materia antiterrorista que, sin escrúpulo alguno, ha caracterizado a la actual oposición durante la pasada tregua, que tan trágicamente ha llegado a su fin.

Prudencio García es investigador y consultor internacional del Instituto Ciencia y Sociedad.

«30.000 desaparecidos en el franquismo»: ¿en una o en cuatro columnas?

Por la letra pequeña, deduzco que tanto El País como El Mundo conocieron ayer el informe de 30 folios que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica presentó ante el Juez Garzón así como las correspondientes noticias de agencia sobre este mismo asunto.

En base a idéntica información, El País lo titula hoy a cuatro columnas y El Mundo lo hace a una columna. Cada uno sirve legítimamente a los intereses de sus lectores y de sus accionistas.

Por las mismas legítimas razones, cada uno dió ayer un tratamiento gráfico y tipográfico distinto en su portada a la noticia de la muerte de Loyola de Palacio, dirigente del PP, ex ministra del Gobierno Aznar y ex vicepresidenta de la Comisión Europea.

Por eso, no es de extrañar que El Mundo destine hoy -por voluntad de sus familiares y amigos- media página a esquelas (casi veinte módulos) sobre el fallecimiento de Loyola de Palacio, una mujer, por otra parte, digna de admiración por su coraje personal y por su gran coherencia entre lo que pensaba y lo que hacía.

El Mundo:

El País:

El País, que ayer dedicó apenas una foto tamaño sello a Loyola de Palacio en su portada, hoy ha recibido el encargo de publicar solamente tres pequeñas esquelas sobre su fallecimiento, que suman en total cuatro módulos, frente a los diecinueve módulos que publica El Mundo. (¿Es relevante o no que todas las esquelas de El Mundo estén presididas por una cruz mientras que las de El País no la llevan?)

Lamento la muerte de Loyola y desde aquí envío mi más sentido pésame a sus familiares, y especialmente a su hermana Ana, ex ministra de Exteriores de Aznar, que fue quien me la presentó en su casa hace muchos años, cuando yo preparaba la fundación del diario El Sol

Hay que reconocerle muchos méritos a la ex ministra Loyola de Palacio por lo que hizo en vida, al servicio de sus ideales y de la democracia española, dentro de la derecha civilizada.

Pero también, las portadas de hoy recogen gráficamente otro gran mérito (desgraciadamente póstumo) de Loyola: el fruto de la última batalla que, como el Cid Campeador, ha ganado después de muerta.

Tras su muerte tan prematura, Loyola ha conseguido que Zapatero y Rajoy (que juntos representan a la inmensa mayoría de los españoles) se acerquen, se hablen y estrechen sus manos. Se trata del primer apretón de manos entre ambos líderes en los últimos nueve meses. Y eso sí que es noticia de primera. Por eso, así lo destacan ambos diarios:

Naturalmente, cada diario arrima el ascua a su sardina, a la hora de titular el debate de ayer sobre la Ley de la Memoria Histórica. Son como la noche y el día.

El Mundo:

Ningún otro grupo apoya…

El País:

…salva el primer escollo

El País incluye en su interior un artículo interesante de Juan Goytisolo , contrario a legislar sobre la memoria histórica, que copio y pego a continuación:

Miradas prismáticas a la Guerra Civil

JUAN GOYTISOLO

15/12/2006

Del mismo modo que toda gran creación novelesca no puede ser examinada desde un prisma único, ya sea de orden ideológico, religioso o nacional, ni por su «corrección» moral, social, sexual o artística, sin ser descuartizada por el crítico cirujano en la mesa de operaciones de su morgue o cátedra, un acontecimiento de trascendencia universal como lo fue la Guerra Civil española, objeto de centenares, quizá millares, de tratados, manuales, testimonios, memorias, no admite interpretaciones unívocas ni planteamientos definitivos e intocables. Sólo debates como el que tengo el honor de clausurar permiten abarcar la infinitud de matices y contradicciones, éxitos y fracasos que configuran las circunstancias que la provocaron y determinaron el curso de los acontecimientos: la derrota de quienes luchaban por una causa justa, víctima no sólo del auge de los totalitarismos, sino traicionada también por los gobiernos que hubieran debido defenderla.

Vivimos ahora en una etapa marcada por la recuperación de la memoria histórica de los vencidos al cabo de casi treinta años de gobierno constitucional: este lapso puede resultar sorprendente a primera vista, pero en realidad no lo es. Los condicionamientos impuestos por el tránsito de la dictadura a la democracia no lo explican todo. Después de una catástrofe como la que se abatió sobre España entre 1936 y 1939 y su prolongación opresiva por la dictadura franquista, era tal vez necesario recapacitar, restañar las heridas, cerrar definitivamente el ciclo de guerras civiles y cuartelazos de espadones que marca la historia española desde la invasión napoleónica a la muerte de quien reposa hoy en e1 Valle de los Caídos.

Recuerdo haber leído hace casi medio siglo un sugerente artículo de Arthur Koestler sobre la cura de silencio tocante a Vichy y la colaboración con los nazis seguida durante la inmediata posguerra francesa y la que puso entre paréntesis la culpabilidad del pueblo alemán en tiempos del canciller Adenauer: ambas fueron necesarias, decía, para decantar la brutalidad de los hechos y aquilatarlos en el filtro de la conciencia. Quizá sea ello una regla histórica, como pude comprobar estos últimos años con los habitantes de Sarajevo. Terminado el asedio, tras un breve afán de testimoniar acerca de lo ocurrido, prefieren hoy, si no olvidarlo, ponerlo entre paréntesis, aguardando el momento en que el peso de este silencio les obligue a romperlo, como acaeció en Francia y Alemania con la emergencia de generaciones nuevas.

Recuperar la memoria dolorosa de la barbarie de la guerra y de la represión franquista es una necesidad vital para quienes fueron sus víctimas y los descendientes de éstas, pero no puede convertirse en materia de ley. He citado varias veces el distingo de Todorov entre quienes se erigen en guardianes de aquella como un bien precioso y someten el presente al pasado, y quienes utilizan el pasado de cara al presente y aprovechan las injusticias y atrocidades sufridas para evitar su repetición. Legislar sobre la memoria me parece a la vez innecesario y peligroso. Sólo un patán ignorante o un fanático pueden negar hoy la realidad del Holocausto y quien así lo hace carga con la ignominia de su mentira, nescencia y obcecación. Incluso este horror único en la historia de la «especie humana» de la que hablaba Robert Antelme no necesita el amparo del legislador. El extremo indecible del exterminio programado a escala industrial está ahí, en su ámbito físico y en el de nuestras conciencias, para testimoniar mientras corran los siglos. Pues, sentado este precedente, la ley contra el negacionismo del controvertido genocidio armenio abre las puertas, como advirtió Timothy Garton Ash en un excelente artículo publicado en EL PAÍS, a una legislación infinita sobre las matanzas en Argelia. Camboya, Bosnia, Ruanda, Durfur, etcétera, y, quién sabe, si a las perpetradas en América contra los pueblos indígenas en nombre de nuestra sacrosanta civilización.

Intervenciones como las que hemos escuchado son el mejor antídoto contra el recurso a la ley para establecer una verdad histórica. Si en tiempos antiguos la historia era el reino del mito y de las falsificaciones recurrentes, ligadas siempre a sentimientos patrióticos e intereses materiales, la historia de hoy acepta su condición de verdad relativa, su índole provisional y sujeta a rectificaciones y mejoras en función del nivel de nuestros conocimientos y de los hechos y datos que los sustentan. No hay verdades macizas e impolutas como las que esgrimían antaño los portavoces de uno y otro bando. Las ambigüedades de muchos intelectuales señaladas por Jordi Gracia muestran la infinidad de matices y situaciones de una realidad no sujeta al prisma único de una ideología. Cierto que muchos franquistas arrepentidos se esforzaron en ocultar su pasado. Muy pocos tuvieron la valentía moral de sacarlo a luz o se adelantaron a su posible descubrimiento. Quienes hemos escrito textos autobiográficos lo sabemos mejor que nadie. Si nos resignamos a ser sinceros es porque somos mentirosos desesperados.

La causa de la República movilizó las conciencias de los intelectuales y escritores, especialmente en Francia, Inglaterra y Norteamérica (aunque el compromiso de plumas conocidas de estos dos últimos países no haya sido cubierto aquí con la extensión que merece). Este amor a la causa española se remonta como sabemos a comienzos del siglo XIX. Wordsworth, Coleridge y los llamados «apóstoles» de Cambridge pusieron su talento y entusiasmo al servicio de los constitucionalistas de Riego o murieron, como Roberto Boyd, en el malhadado desembarco de Torrijos en Málaga. La polarización política de los años veinte y treinta del pasado siglo amplió el fenómeno de la fascinación por la España romántica a una defensa del pueblo español frente 1a brutalidad del golpe militar contra la República. Para ceñirnos al caso de Francia, mayormente estudiado aquí, la gama de motivaciones de quienes se alistaron para sostener al Gobierno legal o acudieron a socorrerle en sus escritos y en la prensa abarca todos los colores del arco iris. De Malraux a Simone Weil, las razones y experiencias son tan distintas como la personalidad de sus autores. Recientemente leí las pruebas de un interesante relato de la hispanista Elena de la Souchère, de próxima aparición en Galaxia Gutenberg. La entonces jovencísima voluntaria en el frente de Madrid pasó a Barcelona, en donde su misión, encomendada por Aguirre e Irujo, amigos personales de su padre, consistía en ayudar a camuflarse y escapar a los sacerdotes vascos de los comecuras anarquistas. ¡Faceta nueva y original de esta mirada prismática, de mil facetas, a la que se refiere el título de este escrito! Las referencias a Nizan, Cassou, Mauriac, Sartre, Bataille, Leiris, Breton, Elie Faure o Camus ponen de manifiesto la diversidad de tintas y enfoques de su compromiso. Su generosidad intelectual anda casi siempre reñida con las nociones de estrategia y cálculo. Algunos episodios, hechos y citas que desconocía me han conmovido. Lástima que este amor a la justicia haya disminuido de forma inquietante en nuestros días con respecto a otras causas tan justas y dignas de ser defendidas como las de los palestinos, chechenos y otros pueblos sometidos a las leyes inicuas de la violencia y ocupación.

Quisiera añadir, para cerrar esta breve charla, que la única conclusión a la que cabe llegar después de este excelente simposio sobre la Guerra Civil es, precisamente, la de la imposibilidad de llegar a conclusión alguna, fuera del hecho de que navegamos a corriente o a contracorriente en el río de Heráclito.Recuperar la memoria dolorosa de la barbarie es una necesidad, pero no puede convertirse en materia de ley

FIN

Si disponen de tiempo libre este fin de semana, no se pierdan este otro artículo sobre Chile y Pinochet que publica hoy Prudencio García en El País:

Vergüenza para la justicia de Chile

PRUDENCIO GARCÍA 15/12/2006

La impunidad del general Pinochet queda establecida para siempre en términos históricos. El fallecimiento del imputado en una causa penal produce su sobreseimiento automático y definitivo (artículo 93 del Código Penal de Chile). La urna que contiene sus cenizas es, por tanto, plenamente merecedora de llevar la siguiente inscripción: «Augusto Pinochet Ugarte: impune por defunción».

Al no haberse producido ni una sola condena en ninguna de sus numerosas causas penales, sus partidarios presentes y futuros se ocuparán de explotar al máximo esta joya que les regala la patética justicia de su país. Este tipo de dirigentes -pese a sus crímenes- siempre consiguen fervorosos partidarios en todas las áreas sociales, no sólo en los ámbitos militares, financieros, oligárquicos y de amplios sectores de las clases medias, sino también en los ámbitos académicos. No faltarán, sino que sobrarán, profesores, historiadores y tratadistas que dejarán, negro sobre blanco, que el general Pinochet fue un estadista intachable, ya que «jamás pudo ser condenado por la justicia, a pesar de las insidiosas calumnias de sus enemigos».

Recordemos, entre otras atrocidades, que en algunos de los antros de tortura pinochetistas, según revelan los testimonios prestados ante las dos comisiones oficiales de investigación (Rettig y Valech), se utilizaron feroces perros amaestrados para atacar y violar a las mujeres interrogadas como supuestas subversivas. Recordemos que, según acredita el informe oficial de la comisión presidida por monseñor Valech, 28.000 personas fueron torturadas y salvajemente humilladas, entre ellas varias decenas de ciudadanos españoles. Recordemos que, ante el tribunal británico que sentenció la entrega a España en extradición del ex dictador (después frustrada por la decisión política), el fiscal proclamó en la vista oral que «aquellos casos allí presentados eran los más atroces jamás vistos ante un tribunal inglés».

Recordemos también que el padre de la actual presidenta de Chile, entonces general de la Fuerza Aérea, fue torturado por sus propios subordinados y murió a consecuencia de los destrozos físicos sufridos. Recordemos que incluso la hoy presidenta Bachelet y su madre también fueron conducidos a las siniestras instalaciones de Villa Grimaldi, donde fueron en su momento torturadas y humilladas.

Recordemos igualmente que aquel individuo supuestamente enfermo -devuelto a su país por razones humanitarias, invocando su deteriorada salud-, nada más llegar al aeropuerto de Santiago abandonó la silla de ruedas (Y Pinochet «se levantuvo y andó», decíamos en estas mismas páginas comentando el chusco episodio), gesto que culminaba aquella tomadura de pelo de dimensiones transnacionales, consumada ante los ojos y la carcajada general de la opinión pública mundial.

Recordemos frases tan indignas como éstas: «Esas violaciones de derechos humanos que se me imputan fueron obra de mis subordinados, actuando fuera de mi conocimiento y de mi control». Infame argumento en boca de quien, en la cúspide de su poder y de su soberbia, decía aquello de que «en Chile no se mueve una hoja sin que yo lo sepa». Y aquel iracundo «la DINA soy yo», rotunda frase con la que, ante las reticencias de algún general, apoyó las actuaciones de la criminal organización en el extranjero, incluidos los asesinatos de su antecesor el general Carlos Prats y su esposa (Buenos Aires, 1974), el del dirigente democristiano Bernardo Leighton y la suya (Roma, 1975), y el del ex ministro de Allende, Orlando Letelier, con su secretaria (Washington, 1976).

«Sabíamos que mandó matar, pero creíamos en su honradez», decían algunos de sus antiguos seguidores. Inocente o interesada creencia, que se desvaneció ante las evidencias del caso Riggs, cuando todo el mundo supo que no sólo mandó matar sino que también mandó robar astutamente, mediante diversas manipulaciones financieras, ordenando a sus hábiles administradores evadir capitales, defraudar impuestos, falsificar documentos, cobrar cuantiosas comisiones ilegales, y poner sus millones de dólares a buen recaudo, en la misma banca utilizada por otros ilustres estadistas y mafiosos de similar catadura moral.

La justicia chilena cargará para siempre con la inmensa vergüenza de haber sido incapaz de juzgar a un desalmado criminal, habiendo dispuesto, para hacerlo, de seis años y nueve meses, desde el regreso de Inglaterra del ex dictador. Tiempo sobrado para desaforarle y procesarle -como se hizo repetidamente- por muy diversos casos de secuestros, torturas, asesinatos y robos millonarios de guante blanco. Pero también tiempo sobrado para juzgarle y condenarle.

Hubiera bastado una única condena por uno solo de sus crímenes -sin necesidad de pisar la cárcel-, para que Pinochet hubiera adquirido la condición oficial de delincuente, dato de considerable importancia para la posteridad. Pero, al no haber recibido condena alguna, se ha salvado incluso el funeral militar. Penoso espectáculo, el de unos honores militares para quien ordenó una represión que incluyó matar, secuestrar, torturar a miles de sus conciudadanos civiles, llenar clandestinamente numerosas fosas comunes y arrojar cadáveres al mar, según consta en miles de folios judiciales. Honores castrenses para un jefe indigno que arrojó sobre sus subordinados, que le obedecían ciegamente, la responsabilidad de las decisiones criminales que él mismo tomó y cuya ejecución siempre controló.

Por añadidura, el general, como si se tratara de su última y más sarcástica burla, ha ido a morir en una fecha emblemática: el 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, conmemoración de su Declaración Universal. Enhorabuena, general.

FIN

Por último, me ha llamado la atención -y me ha provocado una sonrisa- la segunda noticia de la portada de El Mundo , que va sobre una entrevista que finalmente han conseguido hacer al candidato socialista a la alcaldía de Madrid, Miguel Sebastián.

Con cierta vanidad profesional que, por injustificada, resulta pueril, El Mundo destaca este presuntuoso sumario:

Primera entrevista con el candidato socialista al Ayuntamiento de la capital

Para que esta información sea cierta, deduzco que El Mundo está anunciando una serie de entrevistas con Miguel Sebastián y que ésta es «la primera» de dicha serie. Habrá, quizás, una «segunda» o una «tercera». Ya veremos.

De lo contrario, no entiendo por qué presume de que es «la primera«.

Hace un par de semanas, oí una larga entrevista que Carlas Francino le hizo a Sebastián en la Cadena SER.

Si no cuenta la radio, y se refiere a que es «la primera entrevista» impresa en un diario de información general, vuelve a caer Pedro Jota Ramírez en una presunción pueril o en un gran desconocimiento de lo que publica la prensa española. O, al menos, de lo que publica el diario de información general lider de España que, como certifica el EGM es 20 minutos. Y lo es desde hace más de un año, cuando destronamos a El País. (En 20 minutos le damos una vuelta a El País y dos vueltas a El Mundo , pues a este último le sacamos una ventaja de más de un millón de lectores diarios).

Puede ser que Pedro Jota no madrugue lo suficiente como para conseguir a tiempo un ejemplar impreso de 20 minutos, o que no preste atención a nuestra edición digital 20minutos.es. Si es así, lo siento por él. No sabe lo que se pierde.

Para corregir su pequeño error de «Primera entrevista…» (digno de un principiante), copio y pego aquí (mediante enlace) la entrevista que le hizo nuestro Juan Carlos Escudier en 20 minutos y en 20minutos.es el pasado lunes.

Ya lo dice el refrán:

«Dime de qué presumes y te diré de lo que careces»

¡Feliz fin de semana prenavideño!

(Actualizado a las 01:05 H.)

Acabo de leer este mensaje de nuestro contertulio Imagina en mi correo y paso a cumplir con el deeo del autor que es pegarlo en el blog. Dice así:

«Siento molestarle en su correo-e, pero no hay manera de colgar mi comentario en su blog.

Si no le importa copiarlo y ponerlo, se lo agradecería.

Saludos cordiales

imagina

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La conclusión que me queda, después de haber visto enterrar a Franco, que murió de viejo y ahora a este remedo sanguinario, que también muere de viejo (como ha dicho alguien, lo que alarga la vida putear a los demás), es que ni la justicia divina ni la humana tienen nada de justas y nunca podremos esperar nada bueno ni de los jueces ni de los gobernantes, ellos tienen otras prioridades en la vida.

Por ejemplo, el proyecto de memoria histórica que creo que se ha aprobado, no prevé anular los juicios tramposos, delictivos y carnavalescos (si no hubieran tenido unos resultados tan dramáticos), que tanto la justicia militar como la civil, perpetraron después de la victoria del golpe de estado, consumados por fantoches vestidos de jueces y de militares, al dictado de unos mandatarios y de unos intereses espurios, contra demócratas, defensores del estado de derecho legalmente constituido y que aún hoy, y con un gobierno llamado socialista en el poder, se les niega el reconocimiento y su derecho a un digno recuerdo.

Saludos

imagina

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También yo he intentado copiar y pegar varias veces este comentario de imagina en el blog y no he tenido éxito. Por eso lo pego a continuación del post. (Eso sí se hacerlo).

De hecho, no he visto publicado ningún comentario desde que coloqué el último post. No se cuál es el problema técnico si lo hay.

Tampoco me atrevo a preguntar hasta mañana a los técnicos de 20 minutos en un viernes por la noche, sobretodo porque estarán gozando de un sueño profundo, después de la juerga que tuvimos anoche hasta las tantas de la madrugada. Aún no he recuperado mi voz de bajo, después de la exibición que hicimos los miembros del coro 20 minutos.

Ayer jueves celebramos la cena de Navidad en 20 minutos Madrid y lo hicimos, por cierto, en un centrico hotel, cerca de nuestra redacción central, instalado en el edificio que fue sede del cuartel general del Santo Oficio de la Inquisición hasta que desapareció muy entrado ya el siglo XIX.

Nuestro amor a la libertad de expresión (y nuestro canto) seguramente espantó anoche a todos los fantasmas de los torturadores de la Inquisición que vagaran por allí.

Cuando mañana se despierten los técnicos, les preguntaré qué es lo que pasa para que lo arreglen. Lo siento.

JAMS

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