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Reflexiones de una librera
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A sus pies, Budd Schulberg

La bandera de reginaexlibrislandia ondea a media asta en señal de duelo. Se nos fue Budd Shulberg, alias el príncipe de Hollywood, un hombre siempre a caballo entre el celuloide y la pluma a quien muchos bibliófilos de corazón debemos uno de los testimonios más fieles y reveladores del momento en el que la industria del cine norteamericana fagocitó a la literatura.

Atrás quedaron los dorados años 20 y, más allá de la catarsis del 29, escritores sin rumbo mudaron de costa y de plumaje empezando a trabajar a sueldo para la todopoderosa máquina de sueños hollywoodiense. Era el principio del fin de una época, y el amanecer de otra en los mares de letras.

Luego vendrían cazas de brujas, traiciones, politiqueos y vilezas poliédricas, y el nombre de Schulberg quedaría marcado para la posteridad por sus aportaciones al cine y su affaire quebrado con el comunismo.

Pero, engarzado sobre ese pasado sembrado de relieves y claroscuros ideológicos, en Reginaexlibrislandia nos quedamos con El Desencantado, una maravillosa novela, y su ensayo De Cine. Memorias de un príncipe de Hollywood, ambas editadas en España por El Acantilado, a las que en su día dediqué un post:

 

Es un libro absolutamente fascinante en el que un F. Scott Fitzgerald alcohólico y arruinado se ve obligado a trabajar a sueldo para Hollywood. Es un relato impecable del mundo del cine, los locos años veinte y la gran Depresión, en el que el genio y un joven coescriben un guión y enfrentan, sin saberlo, dos épocas irreconciliables.C.: Si, algo dijeron de Fitzgerald, pero no pensaba que estuviera relacionado…

R.: Digamos que Schulberg habla de él sin citarlo, pero es que Fitzgerald encarna divinamente a toda una generación de plumas gloriosas que se sienten perdidos en la nueva década, y como necesitan dinero venden su talento a la industria del cine. Además era una época y un entorno que Schulberg conoció de primera mano, porque su padre era uno de los fundadores y magnates del cine. De hecho también se ha publicado en España De Cine, Memorias de un príncipe de Hollywood, donde ahonda en el tema…

 

Héte aquí el resto del citado post: «De librera a ‘flapper’ para irme de fiesta con F. Scott Fitzgerald y Budd Schulberg»…

Ahora, además del luto oficial en mis confines, tenemos un rinconcito consagrado a esos dos libros, pese a que nunca nos cansamos de hacerlos circular. Porque, queridos, si os gustan las buenas letras y os atrae esa América de los años treinta y cuarenta, cualquier momento es bueno para leer a Schulberg. Palabra de Regina.

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿leísteis El Desencantado o De Cine? ¿Os gustó? ¿Conocíais a Budd Schulberg?

De librera a ‘flapper’ para irme de fiesta con F. Scott Fitzgerald y Budd Schulberg

He llegado a la conclusión de que si me he hecho librera ha sido no sólo por vocación, sino también por higiene mental.

Los años de ingesta indiscriminada de historias han hecho -y hacen, y harán- de mí un ser desdoblado en cientos de personajes que coexisten apretujados bajo mi piel.

El estar cada día sacándolos a la luz a petición de clientes a mi me airea el alma y a ellos los revitaliza, pues por unos instantes los rescato de un entorno tan oscuro y claustrofóbico como sólo puede llegar a serlo ésta, mi regia mismidad.

Y como hoy en parte las afortunadas fueron las flappers, os escribo ataviada con un collar de perlas de tres vueltas, jazz de fondo, mares de champagne y mi plumero reconvertido en tocado porque por unas horas quiero ser deliciosamente ligera de cascos, ancha de miras, fumar en boquilla y saciar esta sed enfermiza de espumoso semiseco mientras espero que mi inminente marido, el escritor de éxito y siempre divino Scottie venga a recogerme para quemar de una vez esta maldita noche. Si, queridos, hoy soy Zelda Fitzgerald.

¿Y quién tiene la culpa de mi mutación? Una clienta encantadora, naturalmente. Llegó a reginaexlibrislandia pidiendo ayuda:

Clienta: Buenas tardes… Verás, me da un poco de apuro porque resulta que quiero un libro pero no sé mucho de él. Salgo del cine y escuché a dos amigos hablar de él, pero sólo me quedé con algunas cosasRegina: A ver qué podemos hacer…

C.: Pues hablaban de una novela de un americano con un apellido europeo que estaba muy metido en el mundo de Hollywood. Por lo visto un guionista tenía que colaborar con un escritor muy famoso pero alcoholizado…

R.: Uy, ¡no me digas más! Creo que hablas de El Desencantado, de Budd Schulberg.

C.: Si, oye, sí, dijeron algo de «Desencantado»

R.: Es un libro absolutamente fascinante en el que un F. Scott Fitzgerald alcohólico y arruinado se ve obligado a trabajar a sueldo para Hollywood. Es un relato impecable del mundo del cine, los locos años veinte y la gran Depresión, en el que el genio y un joven coescriben un guión y enfrentan, sin saberlo, dos épocas irreconciliables.

C.: Si, algo dijeron de Fitzgerald, pero no pensaba que estuviera relacionado…

R.: Digamos que Schulberg habla de él sin citarlo, pero es que Fitzgerald encarna divinamente a toda una generación de plumas gloriosas que se sienten perdidos en la nueva década, y como necesitan dinero venden su talento a la industria del cine. Además era una época y un entorno que Schulberg conoció de primera mano, porque su padre era uno de los fundadores y magnates del cine. De hecho también se ha publicado en España De Cine, Memorias de un príncipe de Hollywood, donde ahonda en el tema…

C.: Pero, ¿Cuál me recomiendas de los dos?

R.: Yo empezaría por la novela, desde luego. Y si no has leído a Fitzgerald para que la experiencia de El Desencantado fuera incluso mejor te diría que te leyeras algo de él.

C.: ¿Es el de El Gran Gastby, ¿no? Vi la película con Robert Redford, pero no leí el libro.

R.: Pues ya que conoces la trama empieza por Hermosos y Malditos, una gloriosa novelita en la que dos recién casados (podrían ser perfectamente ellos, Scott y Zelda Fitzgerald) de la alta sociedad estadounidense viajan, bailan y se beben los dorados años veinte en juergas interminables hasta que llega el fin de la fiesta, el de su relación y el de una sociedad hedonista donde la belleza y la fortuna son siempre demasiado fugaces.

C.: Suena bien…

R.: Si te lees Hermosos y Malditos y después El Desencantado creo que no te arrepentirás… Aunque por supuesto cualquiera de las tres son soberbias por separado.

C.: No, no, me llevo las dos. ¡Estoy deseando ponerme con ellas!

Y se fue con sus dos libros y la promesa de volver para contarme qué le parecieron, dejándome con un pie fuera a la flapper que llevo dentro. Y aquí sigo, de fiesta y jugueteando con mi collar de perlas de tres vueltas. Y este Scottie sin aparecer…

Decidme, queridos, ¿alguno leyó El Desencantado? ¿A Fitzgerald, quizás? ¿Qué opináis?

Soy librera y digo: ¡gracias, televisión!

En mi nueva vida como librera no me queda más remedio que apretar los dientes, tragarme el orgullo y, con la cabeza lo más alta que me permiten las circunstancias, reconocer que parte de los ingresos que entran en las cajas de las librerías son por obra y gracia de la televisión. Y que conste que cada vez que lo verbalizo se me abre un poco más la úlcera.

Yo, que soy la prueba viviente y parlante de que se puede vivir sin caja tonta. Yo, que sobreviví dos años sin televisión y que a punto estuve de mutar en una versión un poco más casera pero siempre glamurosa de Alonso Quijano tras un atracón masivo de lecturas. Yo, que periódicamente desempolvo el luto de mi modelazo de plañidera y dedico unas lagrimillas a todos esos potenciales lectores caídos por embestidas catódicas. Pues yo, si yo, digo con la soberbia casi metálica de una regente:

GRACIAS, TELEVISIÓN, POR TU EMPUJÓN A MIS CUENTAS.

Lo veo a diario: libro que sale en un programa, libro que me hincho a vender. Pero no se trata de novedades literarias, no, son los ejemplares fabricados por la industria televisiva. Y son de tipo práctico: remedios caseros, animales domésticos, aficiones, cocina, humor…

¿Ejemplos? El encantador de perros (bueno, lo de este título en contreto es algo salvaje, queridos, sal-va-je), S.O.S. Adolescentes, cualquier título de Saber Vivir, Soy lo que como, Sexualmente de Nuria Roca, recetarios y consejos de nuestros ilustres cocineros catódicos, de humoristas, etc.

Es una realidad tan aplastante y compacta que no le encuentro ni una maldita fisura. Así que me tragaré el orgullo regio y usaré esos beneficios para compensar mi apuesta por otro tipo de libros: los de fondo.

Y vosotros, queridos, ¿os habéis comprado alguna vez libros de programas televisivos? ¿Y escritos por presentadores?

¿Que opináis de este fenómeno?