La bonanza económica es una flor delicada. Un día la ves rozagante, reventona, y al poco se pone mustia. No sólo no soporta heladas o sofocos súbitos: sufre incluso si alguien dice que viene frío o calor, sea o no sea cierto.
La economía es también un estado de opinión y una pescadilla que se muerde la cola. Si una persona tiene empleo estable y ve que su empresa va bien y que la inflación no crece mucho y que los tipos de interés están baratos, toma decisiones económicas que refuerzan aún más esa bonanza: se atreve a cambiar de coche o de vivienda, a irse de vacaciones, a cenar algún día fuera de casa, a consumir todo tipo de productos y servicios. Si son muchas, o la gran mayoría, las personas que tienen esa confianza en su futuro económico y que consumen todo tipo de cosas, a las empresas les va bien e invierten más y crean mas empleo. Y al Estado también le va bien y, como recauda más dinero de los impuestos de esos bienes y servicios, tiene fondos para subir las pensiones o para paliar las desigualdades sociales o para hacer nuevas infraestructuras que crearán a su vez más empleo, más consumo, más confianza de las empresas y de los individuos en su futuro económico.
Hace apenas dos meses, el 6 de septiembre pasado, el portavoz del PP en el Congreso, Eduardo Zaplana, tomó el dato del paro de agosto y soltó una barbaridad: España estaba entrando en recesión, dijo.
Al oírle, daba la impresión que no era desconocimiento técnico lo que le movía sino mero y simple afán político. Trataba de hacer daño al Gobierno aunque en el camino nos lo hiciera al bolsillo de todos.
La recesión se produce cuando la economía de un país decrece, mengua, se encoge; cuando baja su Producto Interior Bruto (PIB). Hoy hemos conocido el dato del PIB del tercer trimestre, de las fechas en que habló Zaplana. Crecimos el 3,8%. Es el menor crecimiento de los últimos cinco trimestres, cierto, pero es también uno de los más altos de todos los países de la zona euro. Hay incertidumbres en el horizonte, es verdad (sobre todo, la de los precios, la de la inflación, de la que ya predicó la semana pasada en el Senado otro de los profetas del PP del desastre, Pío García Escudero), pero la economía española sigue siendo una de las más sólidas de Europa. Zaplana no logró poner mustia la planta.