Cuando alguien se dedica a realizar actividades algo ilícitas con las que se gana algún dinero, suele utilizarse el término ‘trapicheo’ para referirnos a ese tipo de acciones. Es común escuchar expresiones similares a ‘Fulano se dedica a trapichear para ganarse la vida’, ‘si no fuera por los trapicheos que hago no podría llegar a fin de mes’, ‘el hijo de mi vecina anda todo el día trapicheando’, etc…
El origen de los términos ‘trapicheo’ o ‘trapichear’ lo encontramos en el siglo XVI (aproximadamente), en el que algunos hogares tenían un rudimentario y artesanal molino que les servía para extraer el jugo o moler algunos frutos y cereales (aceitunas, trigo, caña de azúcar, etc…) e incluso pulverizar minerales o metales. Este molino era conocido con el nombre de ‘trapiche’.
Esta palabra proviene del latín ‘trapetum’ que es el nombre por el que se conocía a la piedra utilizada para moler el grano y otros frutos.
Muchas eran las familias que solían tener/utilizar uno de estos trapiches, con el propósito de posteriormente intercambiar, vender y/o menudear de forma particular con los productos resultantes, siendo el beneficio consiguiendo de esas transacciones mínimo y de poca importancia, por lo que esa acción comenzó a ser conocida como trapicheo/trapichear.
Con el paso del tiempo y el uso común de esas expresiones en el lenguaje popular acabó transformándose en el significado que conocemos hoy en día y que recoge el diccionario de la RAE: ‘Ingeniarse, buscar trazas, no siempre lícitas, para el logro de algún objeto’.
Con asiduidad se vincula los términos trapicheo y trapichear con actos delictivos, como la venta de droga por parte de los conocidos ‘camellos’, objetos robados y otras situaciones ilegales de menor importancia.
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