Alfred López 30 de enero de 2021
Hoy en día utilizamos como una frase hecha el famoso lema ‘El cliente siempre tiene la razón’, la cual viene a indicarnos que el consumidor, a la hora de reclamar y exigir por un producto o servicio, tiene todas las de ganar.

Una sentencia que no comparte todo el mundo, debido a que apoyándose en la misma, muchas son las personas que intentan abusar de su condición de cliente, exigiendo unos servicios o calidades que, muy posiblemente, en realidad no le correspondan.
Esta expresión tiene más de un siglo de vida y originalmente nació como un eslogan publicitario de unos famosos grandes almacenes de Chicago llamados ‘Marshall Field and Company’ (desde 2005 forma parte del conglomerado de establecimientos de la compañía Macy’s, Inc.).
La mayoría de fuentes apuntan a que fue el propio fundador de los almacenes, el magnate Marshall Field, quien ideó dicho eslogan junto a otro que decía ‘Dale a la dama lo que quiere’ (aunque esta frase no alcanzó la misma fama).
Pero hay cierta disputa sobre la paternidad del eslogan ‘El cliente siempre tiene la razón’, debido que hay quien apunta que el creador de la misma fue Harry Gordon Selfridge, quien trabajó durante veinticinco años en los grandes almacenes de Marshall Field (durante el último cuarto del siglo XIX) y durante aquel tiempo de su creatividad surgieron varias campañas destinadas a aumentar las ventas, sobre todo en la campaña de Navidad.
En 1908, Harry Gordon Selfridge se trasladó a Londres y abrió sus propios grandes almacenes (Selfridges & Co), donde el mencionado eslogan ‘El cliente siempre tiene la razón’ fue uno de los lemas insignias de la casa, haciéndose extensivo hacia el resto de comercios como si de una norma establecida se tratara, cuando en realidad no era más que un reclamo publicitario.
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Alfred López 20 de diciembre de 2017

Unos días antes de la llegada de las fiestas navideñas es costumbre de muchas empresas obsequiar a sus empleados o clientes con una ‘cesta’ (también llamado ‘lote’) compuesta de diversos productos (la mayoría para consumir durante esas fechas).
Aunque el concepto de ‘cesta de Navidad’, tal y como lo conocemos hoy en día, es relativamente reciente (se empezó a entregar junto a las gratificaciones navideñas o paga extra a partir de la segunda mitad del siglo XX), podemos encontrar que hace un par de milenios ya existía la costumbre de agasajar a los súbditos que habían estado al servicio de un patrón durante todo el año con un aguinaldo que podía ser con dinero en metálico o bien en especies (como alimentos para pasar parte del invierno que se avecinaba). Esto solía realizarse los días previos al Solsticio de Invierno y la celebración de las Saturnales, la fiesta más importante en la Antigua Roma.
Entre las diferentes gratificaciones que realizaban los patronos estaba la ‘sportula’, una cesta de comida y víveres que se entregaba a los clientes. Ojo, el término ‘cliente’ en la Antigua Roma no tenía el mismo significado que le damos actualmente (persona que compra en un comercio o requiere de los servicios de un profesional) sino que era un vocablo utilizado para referirse a los ciudadanos que se ponían al servicio de los patrones.
Estos clientes se encargaban de realizar recados y encargos (no eran sirvientes ni esclavos) y uno de sus cometidos era el ir cada mañana a despertar al patrón y desearle los buenos días (‘salutatio matutina’). Por decirlo de algún modo, se encargaban de rendirles pleitesía, regalarle los oídos con adulaciones o simplemente hacerles la pelota. A cambio recibían la mencionada sportula. Cada cliente tenía varios patrones a los que atendía, así que la recolecta de productos era diversa y les ayudaba a subsistir gran parte del invierno con ello.
Cabe destacar que en los países anglosajones existe la costumbre del ‘boxing day’, la cual consiste en hacer regalos y donaciones a las personas más necesitadas en 26 de diciembre y los presentes suelen ser en forma de comida, ropa, juguetes o dinero.
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