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Entradas etiquetadas como ‘maestros’

Sobre las oposiciones al cuerpo de maestros

Por Silvia Moreno Hernández

Hace poco, en una conversación intrascendente, salió el tema de las oposiciones y el famoso examen de cultura general de Madrid y alguien me dijo que no era concebible que un maestro de primaria no se supiera, por ejemplo, todos los afluentes de España, no supiera conjugar el verbo «yerrar» o no supiera situar exactamente todos los huesos del cuerpo humano, mostrando un asombro absoluto ante el hecho de que el 80% de los maestros suspendan ese examen. No me extraña, hace un tiempo que los maestros tenemos que comernos una campaña para dejarnos como incompetentes: así pasa que asesinan a un interino y no se arma la de Dios. Total, los maestros se supone que somos esas personas que no valemos «para otra cosa», aunque luego quede en nuestras manos lo más importante: vuestros hijos. Pero lo que se suele pasar por alto es:

1) Que no es un examen orientado a averiguar lo que realmente sabe la gente, sino a descartar gente, por lo que ponen más preguntas de las que somos capaces de responder en hora y media, obligando a hacerlo deprisa. Imaginaos lo que supone, por ejemplo, de cara a cálculos que sabes hacer, pero te baila un número y te anulan toda la pregunta.

2) Que si realmente pretendiera ser un examen objetivo, las preguntas serían tipo test y no desarrollo (como sucede con otros exámenes de oposiciones no susceptibles a «interpretaciones») y, además, si pretendieran valorar realmente lo que sabemos no nos pondrían a hacer tres pruebas consecutivas en siete horas, como sucederá este año, en el que el examen comenzará a las 8:30 de la mañana y acabará a las 15 de la tarde. Ya a las 13 estaremos medio muertos y, después de que nos hayan fusilado a cálculos y preguntas diversas (cada examen es muy largo), tendremos que escribir con la mano machacada no menos de seis páginas del tema que nos toque de pura memorieta.

3) Además, si tanta importancia le dieran a que conozcamos unos contenidos y no otros, al igual que existen unos temarios oficiales para el tema a desarrollar existirían unos temarios de referencia para que sepamos lo que nos tenemos que estudiar y pudiéramos organizarnos. Se «supone» que la referencia es cualquier contenido que pueda caer en Primaria, pero cualquiera que haya visto los exámenes sabe que las preguntas realmente tienen un nivel de ESO y, a veces, de Bachillerato. Me gustaría saber cuánta gente superaría un examen de ESO-Bachillerato en la actualidad tras más de una década de dejar atrás esa etapa de su vida y tras haberse especializado en otras cosas. Así que no me vale eso de «si yo supiera que tengo un examen de cultura general me lo prepararía y no habría problemas». Los cojones. Y más cuando no se trata de una única prueba: tienes el examen de cultura, el de temario, la programación, la defensa, los cambios de legislación constantes que retrasan el trabajo, los preparadores que más que orientarte te desorientan para sacarte el dinero… ya, ya.

Un profesor. (GTRES)

Un profesor. (GTRES)

4) Que es normal que un maestro no sepa todo de todo, al fin y al cabo pocos titulados universitarios conozco que sepan resolver una raíz cuadrada o hacer correctamente un análisis sintáctico, los que hacen lo primero rara vez saben lo segundo, o viceversa. De todas las cosas que aprendemos como básicas durante la enseñanza obligatoria empleamos muy poco al final y hay un importante principio de la pedagogía que te enseña que aquello que no se utiliza, que no es significativo para la vida cotidiana, se olvida. Quién sabe si deberíamos replantearnos la enseñanza de ciertos contenidos que, siendo «tan importantes», todo el mundo de adulto olvida sistemáticamente.

5) En las carreras que tienen que ver con la didáctica (magisterios diversos, pedagogía o la difunta psicopedagogía) no nos enseñan cosas que podríamos repasar estudiando la Wikipedia, sino enseñándonos cosas en las que un maestro es insustituible como la didáctica de las áreas, la psicología infantil y juvenil, las herramientas que desde la psicología se pueden aplicar a la educación (lo que se sabe de motivación, atención, dinámica de grupos…), la atención a las diferentes necesidades educativas especiales, los diferentes modos de razonar para enfrentarse a la resolución de un problema…si no fuera así, nos bastaría tener como maestros a personas que fueran estupendas para jugar al Trivial en lugar de a profesionales de la educación. Aunque, visto lo visto, en realidad mucha gente quiere de enseñante al que ganaría uno de estos concursos de la tele. Luego si hacen cosas como las que se han visto recientemente en funcionarios (atar a los niños con cuerdas o castigarles a estar dentro de un contenedor) no pasa nada, que como son estupendos loritos ya les consideramos plenamente competentes.

Tal vez sería más interesante que hiciéramos psicotécnicos en lugar de estos «juegos del hambre» para maestros.

Así que quien considere que es fácil, que critique menos y se presente.

 

Profesiones devaluadas

Por Raquel Arrey

Soy maestra de Educación Infantil, de niños de 0 a 3 años. Cambio su pañal, les doy de comer y les pongo a dormir. Pero también los educo.

Hay diferentes tipos de carreras profesionales que se ven devaluadas continuamente. Un fisioterapeuta da masajes. No, no es sólo eso. También nos educa posturalmente, nos enseña ejercicios preventivos, y nos ayuda a fortalecer nuestro cuerpo. Pero la mayoría de las personas piensan en este profesional cuando les duele la espaldaGuardería

Un nutricionista nos hace dietas. No, no es sólo eso; nos enseña hábitos, nos da ideas y nos ayuda a tener una vida más saludable, no simplemente a estar delgados.

Lo mismo pasa con los maestros: por el hecho que la gran mayoría de mujeres han sido madres, parece que los y las educadoras hacen de niñeras. Hemos estudiado teorías, preparamos actividades y compramos juguetes con un propósito, no solo para tener a los niños entretenidos.

Con eso no quiero devaluar a las madres o los padres, que gran mérito tienen, pero sí hacerles ver que todas las profesiones (con carrera o sin) se merecen un valor y un respeto.

Y llegó el gran problema: ¿a qué cole le llevo?

Por Sara Mª Dapía

Por estas fechas, los padres de los niños que ya han cumplido o van a cumplir tres años se encuentran con el mismo dilema, ¿qué colegio elijo para mi hijo? Este año me ha tocado mí. Recuerdo, justamente hace un año, cuando algunas de mis compañeras de batallitas infantiles que se encontraban en esta situación me decían que la elección del centro escolar les quitaba el sueño. Entonces me parecía una exageración, pero ahora soy yo la que sufre de insomnio.

Por suerte, en nuestro barrio tenemos una amplia variedad de colegios entre los que escoger, aunque esto no hace más que acrecentar las dudas. ¿Público o concertado?, ¿bilingüe o no?, ¿religioso o laico?,… Un sinfín de preguntas a las que ahora con la ley por la que en la Comunidad de Madrid todos los colegios públicos que así lo deseen pueden solicitar el cambio de jornada, siempre y cuando lo apruebe el Consejo Escolar, debemos añadir otra igual de importante: ¿jornada continua o partida? A todos estos interrogantes tenemos que unir las opiniones y comentarios de otros padres; comentarios que más que ayudarnos aumentan nuestra indecisión. Nunca llueve a gusto de todos y lo que para un padre resulta la panacea educativa para otro carece de valor.

Por si fuera poco a esto hay que sumar las jornadas de puertas abiertas de los colegios públicos y las entrevistas individuales en los concertados, que en muchos casos tampoco resultan demasiado clarificadoras, puesto que los encargados de dar las charlas o hacer las entrevistas, lejos de “venderte” el centro y hacerlo atractivo a la vista de un padre, te incitan a que salgas corriendo. Por ello debemos hacer un gran ejercicio de abstracción, intentar ser objetivos y no dejarnos llevar por la impresión que nos causan estas personas, que quizás no hayan sido los más adecuados para realizar estas tareas.

En claseMi consejo, ante la dificultad que entraña esta elección, es que no la hagamos a la ligera y que siempre y ante todo pensemos en lo que realmente importa, la educación de nuestros hijos. Para ello os planteo que reflexionemos principalmente sobre estos tres aspectos:

– En primer lugar, y lo que yo considero primordial, ¿qué tipo de educación quiero para mi hijo? Para ello debemos conocer el Proyecto Educativo de cada centro (PEC). En este documento cada centro responde a las siguiente preguntas: ¿quiénes somos?, ¿qué queremos?, y ¿cómo nos organizamos? Además debemos indagar y comprobar que todo lo que se recoge en el papel se cumple en la realidad, para ello podemos pedirles que nos expliquen cómo se concreta todo esto (sus finalidades, sus objetivos curriculares, etc) en la práctica. Una vez que tengamos esta premisa clara el resto de argumentos que nos llevarán a nuestra decisión final serán más sencillos.

– En segundo lugar debemos preguntarnos si nos lo podemos permitir económicamente. Es triste pero es así. La diferencia entre los gastos que implican un colegio público y uno concertado es sustancial y con los tiempos que corren podemos vernos obligados a renunciar a un colegio que nos gusta porque no lo podemos pagar.

– Y en tercer lugar tenemos que preguntarnos qué colegio nos permite una mayor conciliación de nuestra vida laboral con nuestra vida familiar, en lo que se refiere a los horarios y a la distancia. Tenemos que intentar conseguir una mayor calidad de vida para nosotros y nuestros hijos.

A partir de aquí, podemos analizar otros aspectos más superficiales como, por ejemplo, las instalaciones, el funcionamiento del comedor o el número de actividades extraescolares que oferta. Estos aspectos tendrían que ayudarnos a poder elegir entre dos colegios que nos gustan y que cumplen los requisitos anteriores, pero nunca deberían ser la base fundamental de nuestra decisión ya que no contribuyen de forma directa en la educación de nuestros hijos.

Espero haber sido de ayuda a alguno de los padres que se encuentran en esta situación y sólo me queda deciros: ¡Buena suerte y buena elección!