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Entradas etiquetadas como ‘oficina’

Todas las empresas deberían potenciar la motivación laboral

Por María José Viz

Cuando tenemos que elegir qué camino profesional seguir, en plena adolescencia, vemos muy difícil acertar con el adecuado; en muchos casos, lo resolvemos casi echándolo a suertes. Estudiamos una Formación Profesional o una carrera, sin tener ni idea de si terminaremos los estudios y, de hacerlo, si trabajaremos en las salidas profesionales que estos ofrecen. No menos importante es no tener ni idea de si nos gustará el trabajo elegido.
Estudiantes universitarios en una biblioteca (EFE).

Estudiantes universitarios en una biblioteca (EFE).

Por todo ello, me resulta encantador ver cómo muchos –permítanme que me incluya-, por azares de la vida, estamos desempeñando profesiones para las que no nos habíamos preparado, en un primer momento, y que, ahora, sentimos como la verdadera vocación de nuestras vidas.

Por supuesto, no quiero obviar una realidad imperante hoy en día, opuesta a lo dicho anteriormente: muchos trabajadores no se sienten realizados. Influye el hecho de que abunden los contratos temporales; en esas condiciones es muy difícil “enamorarse” de un oficio.
Un escollo enorme para sentirse a gusto en un trabajo colectivo es que haya empleados vagos, cizañeros y malos compañeros, preocupados tan solo de disfrutar de las ventajas del puesto, olvidándose de que también existen obligaciones. Se podría decir que son las ovejas negras que, desgraciadamente, empañan el prestigio de cualquier empresa, pública o privada.
Quizás sea ese desencanto generalizado el que me haga fijarme más en las vocaciones, innatas o adquiridas, de otra parte de la población. Todas las empresas deberían potenciar la motivación laboral pues es básica, tanto para que el proyecto funcione, como para que el trabajador o trabajadora se levante, cada día, con ilusión renovada.

Decidir si ir o no a trabajar cuando estás resfriado

Por César Sánchez

Un favor para ti y para tus compañeros

Imagen de archivo de una persona resfriada

Imagen de archivo de una persona resfriada

Todos sabemos cómo es el tiempo, llega noviembre y te resfrías. Suelen ser cortos, en un par de días o tres puedes estar recuperado.

Pero no, tú decides ir a trabajar de todos modos, para no quedar mal con el jefe.

Estás en tu sitio sentado, te duele todo, no puedes ni leer la pantalla del ordenador, no rindes y tampoco descansas. Y como es de cajón, tampoco te recuperas. Y al día siguiente cae otro, como piezas de dominó, ya son dos resfriados en la oficina.

Por favor, si eres uno de los que ya ha caído, ¿por qué no te haces un favor a ti mismo, quedándote en casa recuperándote; y a la vez a tus compañeros de oficina, evitando contagiarles? Saldremos todos ganando.

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Por Estela Moreno

Contestación a “Un favor para ti y para tus compañeros”

Llega el tiempo de catarros. Sí, de esos que puedes curar estando 4 días en la cama. Pero decides ir a trabajar como muchos de los todavía trabajadores de este país.

¿Para que te vean? No, para que no te quiten tu salario porque debido a los recortes no puedes ni ponerte malo sin que tu nómina se vea minorada.

Y una gripe es lo de menos porque hay esguinces, gastroenteritis y cualquier enfermedad con la que puedas moverte mínimamente.
¿Crees que vamos por contagiar? ¿Que somos malos compañeros? Nosotros vamos porque no podemos permitirnos el quedarnos en casa. ¡Ojalá nuestro jefe fuera como el tuyo! Un funcionario.

No pagué el euro por receta… y me sentí como una reina

Por Irene Zamora Pacheco

Busqué en Internet el formulario para no pagar el euro por receta. Lo imprimí y rellené tres copias por cada receta. ¿Quién dijo que fuera fácil? Estaba un poco nerviosa antes de hacerlo; cuándo eres una buena persona no estás preparado para saltarte sus reglas. Entonces recordé mi paga de Navidad, la privatización de la Sanidad, la cara de Güemes y de su esposa Andrea Fabra, y cogí las dos recetas, los seis formularios, mi tarjeta sanitaria y me fui a la farmacia. Allí, con la mejor de mis sonrisas, entregué las recetas y los formularios y no tuve ningún problema, la farmacéutica me ayudó a rellenar los campos que me faltaban. Sé que probablemente acabé pagando 1,20 euros en lugar de 1 euro por cada receta, ya que a por mí sí vendrán, pero les costará tiempo y dinero, no voy a ponérselo fácil. Pero sobre todo habrá merecido la pena porque ayer, al salir de la farmacia, tuve una sensación Mastercard, sí, de esas “que no tienen precio”; sentí que le gritaba a la cara a Ignacio González y a su esbirro Lasquetty: “no os pago el euro porque no me da la gana”. Y francamente, me sentí como una reina.