Por Pilar González

Un pasaporte en una imagen de archivo. (ARCHIVO)
Mi aventura comienza cuando solicito cita para hacer el pasaporte de toda mi familia (marido e hijas de 3 y 5 años) porque habíamos contratado un viaje con salida el 21 de julio. Al llamar, me concretan que ya no hay citas hasta el 22 de julio, es decir, un día después de salir de viaje.
Desesperada llamo a varias comisarías de Madrid y en todas me indican que están saturados y no atienden sin cita, excepto en la calle Luna y Tetuán, donde la gente hace colas desde las cinco de la mañana. ¿De verdad me imaginan con mis hijas de 3 y 5 años haciendo cola a las 5 de la mañana?
No contenta con la opción que me dieron, contacto con la comisaría de Coslada donde un amable señor, con muy buena intención, me tranquiliza diciéndome que dada la premura, lo mejor es que me persone con los datos del vuelo y la confirmación del viaje porque lo normal es que en esa situación de urgencia me atiendan sin ningún problema.
El 10 de julio me presento en dicha comisaria a las 8:20 de la mañana con mis hijas y marido, y tal solo dos personas sin cita esperando. Estas personas me indican que necesitan pasaporte para una de ellas y conocen allí un policía, el resto se lo imaginan….dicho policía les llama y entran por la puerta del personal, salen contentas (apuesto un millón, a que consiguieron su pasaporte).
Cuando me acerco a preguntar si pueden atendernos sin cita, recibo un no tajante, ni siquiera fueron capaces de esperar a ver si se despejaba y de esa forma, poder atendernos.
Mi pataleta…una hoja de reclamación. De verdad, ¿hay derecho a esto? ¿Para qué pago mis impuestos si nadie me atiende a pesar de estar en una situación de urgencia?
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