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La CIA desclasifica mapas y cartografía de los últimos 75 años

Actividad de misiles tierra-aire en Cuba en 1962 según un mapa de la CIA

Actividad de misiles tierra-aire en Cuba en 1962 según un mapa de la CIA

En octubre de 1962 este mapa de la isla de Cuba estuvo desplegado en la mesa del gabinete de crisis al mando de John Fitzgerald Kennedy. A raíz de la crisis de los misiles en la isla caribeña, los EE UU y la URSS pusieron al mundo a las puertas de la primera guerra atómica por la instalación de rampas de despegue de balística tierra-tierra en terreno cubano que permitirían a los soviéticos atacar territorio estadounidense con facilidad y con ojivas nucelares. Fue el momento más tenso de la Guerra Fría y JFK sería asesinado poco más de un año después, quizá, entre otra madeja de motivos, por su tibieza para acabar con el comunismo antillano.

El mapa, que muestra y detalla dónde la URSS y Cuba tenían a punto instalaciones que, según el espionaje de los EE UU, estaban a punto de ser del todo operativas, es obra del departamento de Cartografía de la Agencia Central de Inteligencia (CIA en las siglas inglesas). La unidad, creada en 1941 [PDF de ocho páginas, en inglés, con historia y fotos, el documento pesa 12,22 MB], ha decidido desclasificar un gran número de mapas para celebrar su 75º aniversario.

No esperen nada ultrasecreto o escandaloso —aunque casi siempre termina escaldada y con las vergüenzas al aire, la CIA ha demostrado que prefiere moverse en las sombras, a veces incluso en la marrullería y la delincuencia del tráfico de drogas y armas o el entrenamiento de grupos paramilitares en técnicas de guerrilla y tortura—, pero sí una reveladora lección de historia desde uno de los platillos de la balanza mundial del poder militar.

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El MoMA repone, 30 años después, la serie de fotos que inauguró el ‘heroin chic’

Nan Goldin - Trixie on the Cot, New York City. 1979. The Museum of Modern Art, New York © 2016 Nan Goldin

Nan Goldin – Trixie on the Cot, New York City. 1979. The Museum of Modern Art, New York © 2016 Nan Goldin

El infierno en la tierra y el cielo infernal que todo ángel negro codicia con venas hambrientas: el Bowery, al sur de Manhattan, paseo de la fama de muchachos viciosos. La fotógrafa Nan Goldin acababa de cumplir 26 años cuando llegó al barrio. En las calles se movía la fricción más bruta, el hielo más frío: 1979, año de psychos, canciones que decían «rompe la cabeza del mocoso con el bate», «estoy en E», «somos la generación en blanco»…

Goldin venía de estudiar fotografía en Boston, que es al Bowery lo que Chamartín a La Cañada Real.

Sin saber muy bien por qué —el espíritu del tiempo era: a nadie le importa por qué lo haces, sino que lo hagas—, empezó a disparar diapositivas, aquellas fotos transparentes que, una vez reveladas y colocadas en marquitos, se proyectaban en la pared, sobre los muebles, el edificio de enfrente o los cuerpos en frenesí. Goldin no tenía otra ambición que animar las fiestas con diaporamas más o menos sincrónicos con la música de la Velvet Underground, James Brown o Nina Simone que sonaba en las noches sin amanecer.

Las fotos mostraban a gente haciendo el amor, trabada en peleas, intentándolo, fumando, cayendo, subiendo, con signos físicos de violencia en la piel, dando besos como dentelladas, esperando que el anterior en el turno terminase el trabajo con la jeringa… Nadie prestó demasiada atención a lo que hacía Golding. Todos estaban demasiado colocados y la fotógrafa no era excepción. Disparó miles de fotos entre 1979 y 1986, cuando el Bowery era como Mogadiscio y los carcas pedían la intervención de la ONU.

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Las fotos inéditas del ‘loco’ Dennis Hopper en Taos, Nuevo México

Untitled (women eating, laughing) © Dennis Hopper

Untitled (women eating, laughing) © Dennis Hopper

No es posible saber si la utopía hippie acabó con la primera cuchillada de las mansonitas contra la tripa embarazada de Sharon Tate o con el disparo del red neck que tumba y mata a Captain America Wyatt, el personaje principal de Easy Rider, interpretado por Peter Fonda. Entre la primera escena, tan real como la sangre y sucedida en las colinas de Los Ángeles, y el estreno publico de la película que contenía la segunda, metafórica y escenificada, pasaron pocas semanas.

Todo ocurrió en el verano de 1969, cuando el diablo fue de vacaciones a California.

En la foto que abre la entrada, tomada por el director-actor de la película, Dennis Hopper (1936-2010), mientras buscaba localizaciones para el largometraje que sería el canto póstumo de una generación, el flower power no parecía estar todavía condenado a la cuneta de una carretera sureña o al delirio de una secta de niños convencidos de que aquel delincuente de poca monta con ojos hipnóticos era, «en serio, hombre», el quinto beatle.

Las dos mujeres que aparecen en la imagen tienen toda la vida por delante. Eso creen ellas.

Acaban de editar las que quizá sean las últimas imágenes inéditas de Hopper, o sea, las únicas no explotadas por la codicia de los herederos. Drugstore Camera reúne las fotos del director, tomadas con cámaras desechables y reveladas en drugstores —esa mezcla de maxiquiosco y farmacia tan abundante en los EE UU, donde tiene un sentido metafísico comprar en el mismo lugar lo que te cura y lo que te lleva directo a la diabetes— durante sus primeros meses en la zona de Taos, en el desierto de Nuevo México, un lugar seco donde la topografía parece una canción de Lydia Mendoza: Cerro del Oso, Arroyo Seco, Mosca, Cerro del Oro, Jicarita, Hernández, La Española, Cerro Vista, Cuchillo de Fernando, Sangre de Cristo, Agua Fría…

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‘Nevando en Zúrich’, un paisaje suizo pintado con cocaína

Detalle de 'Snowing in Zurich' - Onur Dinc

Detalle de ‘Snowing in Zurich’ – Onur Dinc

«Quería pintar una obra mojigata (…) que pudieras encontrar en el salón de tu abuela«, dice Onur Dinc (Solothurn – Suiza, 1979) del paisaje de Zúrich. En apariencia, Snowing in Zurich (Nevando en Zúrich) presenta una imagen clásica de la ciudad más importante de Suiza, centro económico y cultural del país, famosa por sus ventajas bancarias y fiscales.

De estilo realista, Dinc opina que un artista debe «hacer comentarios sobre la sociedad» y reflejar como «un espejo» lo que le rodea. Decidido a cuestionar esa reputación de perfección y felicidad de la que goza la urbe más poblada del país alpino, ha pintado un cuadro envenenado que sólo se puede entender cuando se conoce los materiales empleados para crearlo: Dinc ha mezclado los pigmentos acrílicos con cocaína para pintar la nieve que cubre los tejados de los señoriales edificios del casco antiguo.

Onur Dinc

Onur Dinc

No pretende provocar, sino poner el dedo en la llaga. Se suele hablar de la extrema limpieza de las calles de Zúrich, de los bancos, de la Bolsa, del envidiable nivel de vida de sus habitantes… Pero la ciudad tiene además uno de los índices más altos de consumo de cocaína.

Un estudio de aguas residuales realizado entre abril de 2012 y marzo de 2013 y publicado en mayo en 2014 por el Instituto Federal Suizo de Ciencia Acuática y Tecnología reveló, con el análisis de muestras de 40 ciudades europeas (y suizas), que Zúrich es la tercera ciudad en consumo per cápita de esta droga, sólo por detras de Amberes (Bélgica) y Ámsterdam (Países Bajos).

«Así es en la vida real. A primera vista, Zúrich parece adorable y casi perfecta. Pero si se contempla una segunda vez, encontrarás que no es oro todo lo que reluce», dice el artista al portal alemán de arte urbano RBNSHT. Hasta mañana 14 de febrero, la obra se exhibe en la galería Soon de Berna en Neue Landschaften (Nuevos paisajes), una muestra de varios artistas centrada en el redescubrimiento del género pictórico.

Helena Celdrán

'Snowing in Zurich' - Onur Dinc

‘Snowing in Zurich’ – Onur Dinc

Prostitutas yonquis rusas vestidas como divas

Contratar a una prostituta en cualquier ciudad de Rusia cuesta 300 rublos (5 euros), un poco más que el precio de un sandwich y un refresco.

Un gramo de metanfetamina sale por 54 euros; uno de heroína por 90; uno de cocaína por 139.

Una joven de entre 18 y 20 años puede ser comprada como trabajadora sexual a tiempo completo y esclavizada mediate el pago único de 2.000 euros, más o menos lo que te costaría un vestido de la gama más baja que ofrecen en el lujoso Crocus City Mall de la Moscú más refinada («elevamos el shopping a una forma de arte», dicen en la publicidad), donde sólo entras si hueles a tinta fresca de billetes.

Rusia, porque seguimos hablando de Rusia, es el tercer país del mundo con más milmillonarios, 111 —Forbes les pone foto y calcula saldo—. El país sólo es superado en el ranking de los patriarcas de los bolsillos calientes por los EE UU (492) y China (152).

Uno de cada tres ciudadanos de Rusia no tiene acceso a ningún tipo de asistencia médico sanitaria. Si eres de esa casta ni siquiera puedes entrar a un hospital por la puerta de urgencias.

En Moscú hay 100.000 burdeles, seis veces más que en Nueva York.

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

Las mujeres de las fotos y las que aparecen en el vídeo que abre la entrada fueron filmadas y retratadas para Downtown Divas, un proyecto de los artistas Loral Amir and Gigi Ben Artzi.

Los adjetivos espeluznante y turbador quizá sean lícitos, pero no abarcan el estremecimiento.

Las prostitutas, todas yonquis —no es difícil percibirlo: los cardenales de la vía de entrada de las agujas no han sido retocados—, viven y ejercen el comercio sexual en una «pequeña ciudad de Rusia» que los artistas mantienen en el anonimato para preservar la identidad y evitar la localización de las divas.

Para el corto —rodado en película analógica de 16 milímetros— y las sesiones de fotos, han vestido a las modelos con ropa y complementos de marcas de primera fila: Miu Miu, Louis Vuitton, Alexander Wang

Las yonquis son Cenicientas durante el baile previo a las doce campanadas que las llamarán de regreso a la realidad y a la mancillada piel de siempre.

Alegorías de carne maltratada y ausencia de futuro.

Símbolos de la Rusia no milmillonaria.

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

Loral Amir y Gigi Ben Artzi dan este razonamiento para Downtown Divas en una entrevista en Bullet Media:

Lo que nos atrajo del proyecto es la posición extraterritorial de estas mujeres como parte de un grupo que existe fuera de la sociedad pero es un producto fabricado por la misma sociedad (…) Hemos querido integrar a estas mujeres a la sociedad y hacer caso omiso de la etiqueta de ‘drogadictas’ que les aplican.

Hay, por supuesto, una premeditada referencia a la moda de las heroin chic de las top model de mediados de los años noventa, con Kate Moss a la cabeza como símbolo de adoración universal: aquellas chicas andrónginas, de piel extrablanca, delgadez acentuada y ojeras.

La heroína chic es un espejismo de los editoriales de moda, pero cuando te enfrenas a adictos reales que tienen las mismas características que las modelos chic (…) el contraste es absolutamente asombroso. En ningún un momento tuvimos el deseo de ensalzar las drogas, sólo quisimos mostrar la realidad.

En Rusia, según cálculos no oficiales —la prostitución es ilegal en el país, aunque la Policía saca tajada por mirar hacia otro lado— hay entre 1,5 y  2 millones de mujeres que se dedican o son obligadas a prostituirse.

Tres de cada cien son menores edad. Un porcentaje indeterminado de las prostitutas, según los observadores y analistas, muy alto, está formado por yonquis engachadas a drogas, sobre todo metanfetamina y otros productos caseros de ínfima pureza.

Ánxel Grove

Los autorretratos de un fotógrafo heroinómano

© Graham MacIndoe

© Graham MacIndoe

«El comerciante no vende su producto al consumidor, vende el consumidor a su producto«. La afirmación, cruda como es norma procediendo de la boca hambrienta de William S. Burroughs, se ajusta a la foto como un buen cinturón al antebrazo.

El fotógrafo ha dejado programada la cámara —una digital barata, no es necesaria complejidad alguna para mostrar la víscera que somos— para que dispare por sí sola. La imagen es un autorretrato y Graham MacIndoe hizo muchos durante sus años en el subsuelo.  Con la jeringa clavada, frente al cobalto azulado de la televisión, el fotógrafo-consumidor posa para, también en el tiempo anestésico del opio, reconocerse.

Escocés nacido en 1963, MacIndoe es desde 2010 un adicto sobrio —la noción de exadicto es una figura retórica: la edad me ha llevado al convencimiento de que con las drogas, con todas ellas, firmas contratos de permanencia vitalicios—. Desde la limpieza sigue ejerciendo la profesión de fotógrafo, ahora quizá con un nuevo tipo de benevolencia, la de saberse débil como cualquiera.

© Graham MacIndoe

© Graham MacIndoe

En un pliego de descargo retroactivo que nadie tiene el derecho de recusar, MacIndoe ha decidido sacar a la luz sus años de relación, mientras vivía en Nueva York, con, por este orden, la cocaína, la heroína y el crack y mostrar bastantes de los autorretratos que hasta ahora había mantenido ocultos. En la pieza audiovisual My addiction: a self-portrait (Mi adicción, un autrorretrato), publicada por The Guardian, diario en el que colabora, el fotógrafo muestra y comenta las imágenes.

En una entrevista editada en paralelo por el mismo medio, Coming clean: the photo diary of a heroin addict (Limpiándose: el fotodiario de un adicto a la heroína), se confiesa a su exnovia, la periodista y escritora Susan Stellin, que estuvo liada con MacIndoe durante los años de aguja y rompió con él por las consecuencias de la adicción en la convivencia. No se enteró, o al menos eso asegura, de la grave intensidad de lo que estaba sucediendo con su pareja. Precisa que sólo tuvo una conciencia exacta del hundimiento cuando, una vez separados, encontró los 342 autorretratos de MacIndoe en el trámite de chutarse o en los posteriores vuelos opiáceos.

«De alguna forma, esto era lo que tenía curiosidad por ver (…) Todos estos primeros planos de la aguja entrando en una vena, su expresión durante y después (…) Quizá la clave sea: ‘¿Querías ver? Aquí lo tienes’. Entonces quizá nos enferme nuestro voyeurismo, porque no necesitábamos ver nada de esto», escribe Stellin recobrando una nota que redactó al encontar las fotos y a la que ahora añade una coletilla: «Creo que sí debemos verlo e intentar entender la adicción desde dentro como nos la describe Graham y no con una mirada exterior».

© Graham MacIndoe

© Graham MacIndoe

La versión en primera persona del enganche y sus rituales es una narración de la infinita soledad del adicto y del mundo de un solo habitante en el que reside. Juicios personales aparte —y el fotógrafo es el primero en recordar aquellos años con una «enorme vergüenza personal»—, los autorretratos demuestran que los motivos para caer podrían resumirse, en una exageración quizá injusta pero no por ello menos certera, en que los opiáceos eliminan todo tipo de dolor o sufrimiento, incluso aquellos que ni siquiera padeces.

El diario fotográfico de drogadicción, un trabajo que es un grito pero también un testimonio de valentía, coloca al fotógrafo en un terreno extraterritorial, la patria sin fronteras donde es innecesario preocuparse por la muerte porque siempre la llevas de tu mano.

© Graham MacIndoe

© Graham MacIndoe

MacIndoe cita la canción de Lou Reed Perfect Day para explicar la opción del fije intravenoso: Es un día perfecto / Has logrado que me olvide de mí mismo / Creí que era otra persona, / una buena persona.

Los autorretratos demuestran la indomable hipnosis que ejerce la droga sobre el adicto y que el fotógrafo capturó con exactitud, pero alivia saber que MacIndoe —que hoy, tras pasar por la cárcel y una rehabilitación que, en su caso, ha funcionado, luce el aspecto saludable que merece— también se dejó someter por una segunda sustancia tóxica, la fotografía.

Algunas de las secuelas de esta segunda dependencia brotan de la colección de autorretratos: el triunfo del ojo sobre la cámara; la ausencia de todo límite excepto los que imponga el fotógrafo; las puertas abiertas al pasado o, como decía Julio Cortázar, las fotos como forma de «combatir la nada»… A las imágenes de MacIndoe les cuadra, sobre todo, la definición esquiva de Diane Arbus, otra notable drogadicta —en su caso, de barbitúricos y otros venenos psiquiátricos—: «La fotografia es un secreto de un secreto. Cuanto más cuentas, menos sabes».

Ánxel Grove

Experimentos fotográficos con éxtasis, LSD, cafeína, estrógenos…

'Ketamina' - Sarah Schoenfeld

‘Ketamina’ – Sarah Schoenfeld

Cocaína, adrenalina, amisulprida, metanfetamina, estrógenos… Producidas por nuestro cuerpo o ingeridas; medicamentos legales o drogas; todas alteran nuestra percepción. «Desde los años cincuenta, en el mundo occidental hemos ido entendiendo nuestros más íntimos deseos y experiencias como resultados de un supuesto yo médico«, dice Sarah Schoenfeld.

Las fotografías de All you can feel (Todo lo que puedes sentir) son el resultado de la curiosidad de la artista alemana por comprobar el aspecto de las sustancias que modifican nuestra conducta. Para realizar la serie sólo necesitó película fotográfica (ya positivada) sobre la que dejó caer con cuentagotas diferentes muestras de drogas legales e ilegales.

En las imágenes, las sustancias alteran las emulsiones de la superficie con aureolas cristalizadas, nebulosas, globos, atmósferas espaciales… Schoenfeld amplió los negativos a gran tamaño para apreciar con detalle los pequeños universos que había conquistado.

Los detonantes para el proyecto fueron dos: trabajar durante un año en la discoteca Berghain de Berlín (uno de los templos europeos de la música tecno) y vivir de cerca la enfermedad mental que sufre su padre sin saber hasta qué punto la medicación que necesita modifica su carácter hasta convertirlo en quien no es.

En cuanto a la selección, se valió de los compuestos químicos que más la atraían, por su relación con la cultura de club (MDMA, éxtasis, ketamina…) y por tener un significado histórico (LSD, heroína, opio). La autora considera la serie de fotos un juego y resta importancia a la condición ilegal de muchas de las sustancias que ha escogido.

Helena Celdrán

'Cafeína' - Sarah Schoenfeld

‘Cafeína’ – Sarah Schoenfeld

'LSD' - Sarah Schoenfeld

‘LSD’ – Sarah Schoenfeld

'Cocaína' - Sarah Schoenfeld

‘Cocaína’ – Sarah Schoenfeld

'Dopamina' - Sarah Schoenfeld

‘Dopamina’ – Sarah Schoenfeld

'MDMA' - Sarah Schoenfeld

‘MDMA’ – Sarah Schoenfeld

'Estrógeno' - Sarah Schoenfeld

‘Estrógeno’ – Sarah Schoenfeld

'Opio' - Sarah Schoenfeld

‘Opio’ – Sarah Schoenfeld

Howard Tate, la muerte silenciosa de un genio del soul

Howard Tate (1939-2011)

Howard Tate (1939-2011)

La canción se titula Get It While You Can. Es un pragmático consejo de educación sentimental: ya que la vida es amarga y las trompadas vienen de quien menos te lo esperas, aprovecha lo que tienes cuando lo tienes.

La compusieron en 1966 Jerry Ragovoy y Mort Shuman. Ambos eran hijos de emigrantes judíos (el primero de orígenes húngaros; el segundo, polacos) escapados a los EE UU para evitar los pogromos. El rock and roll, la música más feliz y sexual de la historia, deriva de la devastación, la violencia y el disturbio.

Es probable que usted, invisible lector, conozca la pieza en la versión de una infeliz chica blanca que tenía el corazón en pústulas, como si fuese negra: Janis Joplin, que grabó Get It While You Can en 1971 para el que sería su disco póstumo, Pearl. El 25 de junio de 1970, menos de cuatro meses antes de morir tras inyectarse heroína y beber mucho bourbon en la habitación de un desabrido hotelucho, Joplin había interpretado la canción en un show televisivo.

Así suena la grabación discográfica de Joplin:

No se puede negar la turbulencia de la interpretación y la desnudez emotiva de la cantante.

Quizá haya demasiado adorno dramático en detrimento de la elegancia y contención bluesy de la la canción, pero, ya se sabe, Janis cantaba con el mismo exceso con el que abusaba de los fulares y el terciopelo de colores no complementarios: deseaba demostrar en cada verso que nadie se rompía tanto como ella. Era un infinito grito en demanda de ayuda que, pese a las octavas y los alaridos, nadie escuchó.

Si se tratase de elegir, yo me quedo con la primera versión de Get It While You Can, grabada cinco años antes. Aquí está:

La voz que culebrea y se lamenta en medio del sofisticado arreglo es la de Howard Tate. Acaba de morir, hace unas semanas, en una residencia de ancianos tras varios años de leucemia. Tenía 72. No era un one hit wonder, pero murió con menos estruendo que si lo hubiese sido: no he encontrado ni un sólo obituario en la prensa española y hay muy pocos en la anglosajona. Ni siquiera ha merecido la gloria última de la celebrada sección de obituarios del Times, tan minuciosa y registral.

A mediados de los años sesenta, Tate era la mejor voz, la más expresiva, de Verve, uno de esos sellos discográficos con un catálogo que debería ser patrimonio de la humanidad (Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Billie Holiday, Oscar Peterson, Count Basie, Lester Young, Bill Evans, Tom Jobim, The Righteous Brothers, Frank Zappa and the The Mothers of Invention, The Velvet Underground, The Blues Project…).

Interpretando canciones escritas y producidas por el mago Ragovoy -pionero en la combinación de los arreglos vocales de aire góspel con bases instrumentales  sinfónicas-, Tate encadenó gloriosas canciones que hoy suenan ajenas al tiempo: Ain’t Nobody Home (1966), Look at Granny Run Run (1966), Baby I Love You (1967) o este Stop (1968):

Como declaraba en una de sus piezas, Tate aprendió a vivir a golpes: del éxito inicial, cuando compartía cartel con Marvin Gaye y era considerado el cantante más soul de los EE UU -con un tono que iba de las caricias del tenor al quejido del falsetto-, no sacó más que migajas (los contratos eran sanguinarios y tramposos con los intérpretes, sobre todo si eran negros) y en 1970, arruinado, tuvo que ponerse a trabajar como vendedor de seguros puerta a puerta.

Unos años más tarde, la tragedia arreció: su hija de 13 años murió en el incendio del hogar familiar. Tate se entregó al consumo inmoderado de cocaína durante casi diez años. Vivió como homeless en las calles de Camden (Nueva Jersey). Se ofrecía a cortar el cesped, lavar coches, limpiar fosas sépticas…

En 1994 logró limpiarse. En lo físico, dejó las drogas. En lo espiritual, se entregó a la prédica del cristianismo. Un DJ local se enteró de la peripecia y le empujó a cantar de nuevo. En 2003, Tate grabó un disco que produjo Ragovoy, Rediscovered.

La voz se mantenía intacta, como si hubiese seguido el el consejo de Get It While You Can: aprovecha lo que tienes cuando lo tienes.

Ánxel Grove

El alien es humano

David Bowie retratado por Lord Snowdon, 1978

David Bowie retratado por Lord Snowdon, 1978

David Bowie acaba de morir a los 69 años de un cáncer. Esta pieza fue publicada cuando estaba a punto de cumplir 65.

La foto es la de un paradigma.  178 centímetros de elegancia, donaire e inteligencia.

David Bowie es algo más que un multiartista. Su gesto deviene en símbolo de decadencia, astucia, sensibilidad y glamour. Es uno de los iconos del siglo XX y, pese al desgaste causado por los watios de la fama, supo transformarse y ser inesperado con un fragor arriesgado e impropio de las megaestrellas.

Encantador y fascinante, el más plural de todos los creadores pop de la segunda mitad del siglo XX, parece haberse retirado sin anuncio previo.

El ataque al corazón del que se acaban de cumplir siete años rompió la carrera de un tipo que en enero celebrará 65 y no ha dejado casi nada por hacer desde que debutó en 1964.

El año que viene se reeditarán todos sus discos y el inmenso catálogo de música inédita que atesora Bowie, prolífico hasta niveles que incluso parecen temerarios.

Entre tanto, este parece un buen momento para reivindicar su obra y abordar un Cotilleando a… David Bowie.

David Jones, 1955

David Jones, 1955

1. Cicatrices. Los padres de Bowie habían sufrido. Haywood Stenton Jones (1912-1969) soñaba cada noche con un infierno de munición y carne lacerada. Como fusilero real en la II Guerra Mundial había combatido en África y Francia. Padeció durante toda su vida de estrés postbélico. Trabajaba en Barnardo, una red de casas de acogida para niños huérfanos. La madre, Peggy Burns (1913-2000), era cerillera en el Ritz Cinema. En la familia Burns había una tradición de enfermedades mentales severas, sobre todo de tipo sicótico. David Robert Jones, nacido el 8 de enero de 1947, adoraba a su padre y sentía que su madre era desapegada y fría. Vivían en el número 40 de la calle Stafield, en Brixton, un barrio del sur de Londres en el que también había crecido Charlie Chaplin. Bowie ha mitificado su infancia, tiñéndola de enfrentamientos entre pandillas en los baldíos sembrados por los escombros de los bombardeos nazis. Lo cierto es que era un chiquillo faldero que pocas veces salía de casa. En 1953 la familia se mudó a la cercana zona de Bromley. David fue admitido en el coro del colegio y en el cuerpo de baile, donde destacó especialmente por sus movimientos de reptil.

Bowie y George Underwood, su mejor amigo en la escuela técnica, 1962

Bowie y George Underwood, su mejor amigo en la escuela técnica, 1962

2. Dios se llamaba Little Richard. Su interés por la música nació de un regalo paterno: una colección de singles que Haywood  trajo a casa en 1956. Incluía todo lo necesario para encender la llama: Frankie Lymon and the Teenagers, The Platters, Fats Domino, Elvis Presley, Little Richard. «Cuando escuché  Tutti Frutti tuve la impresión de haber oído la voz de Dios», diría Bowie años más tarde. Empezó a recibir clases de música. Como estudiante seguía siendo malo: no obtuvo la nota suficiente para entrar en un instituto y se matriculó en diseño gráfico en la escuela técnica de Bromley, donde le cayó en gracia al profesor de Arte, Owen Frampton, padre del alumno Peter Frampton, que sería una de las caras bonitas del rock middle of the road de los setenta. El mejor amigo de Bowie era George Underwood. Ambos querían ser estrellas, ambos se peinaban como teddy boys. En la primavera de 1962, en un arranque de furia porque Bowie intentó seducir a una chica a la que pretendía Underwood, éste le pegó a su colega un tremendo directo en el ojo izquierdo. El golpe afectó a los músculos que contraen la pupila, que quedó dilatada permanentemente, dando la apariencia de tener un color diferente al del otro ojo. La mirada de alien sería muy bien explotada por Bowie en el futuro.

The King Bees, 1964 (Bowie, en el centro. Underwood, a la derecha)

The King Bees, 1964 (Bowie, en el centro. Underwood, a la derecha)

3. Nombre de tratante de esclavos. Bowie (que todavía no había cambiado su nombre artístico y se presentaba por la filiación de nacimiento: David Jones) se rodó en grupos de todo pelaje desde los 15 años. Fue mod, quiso aprovechar el impacto en el Reino Unido del blues negro e hizo versiones de The Who y The Kinks. Su primera grabación apareció en single en junio de 1964: Liza Jane, un arreglo de una canción tradicional del folk inglés con el añadido de un riff de guitarra robado a Howlin’ Wolf. Apareció firmada por David Jones and The King Bees. Fue un desastre, aunque el músico la recuperó con un arreglo decoroso para su álbum maldito Toy, un disco que archivó en 2001 y colgó en Internet diez años más tarde. El primer disco como solista salió tres años después, un sencillo con The Laughing Gnome como canción estrella: una indigestión de sicodelia, cabaret y estilo vocal acelerado en el estudio en plan The Chipmunks. El consiguiente álbum no mejoró el percal. Lo firmaba David Bowie, que apareció por primera vez como marca artística. Tomó prestado el apellido del personaje que interpreta Richard Widmark en la película El Álamo, James Bowie, un tratante de esclavos y mercenario buscafortunas del siglo XIX que inventó el cuchillo de pelea que lleva su nombre.

Primera actuación de David Bowie, 16 de agosto de 1969

Primera actuación de David Bowie, 16 de agosto de 1969

4. Ignición. Tenía sueños de grandeza y demasiado afán por demostrar sus talentos para llegar rápido a la cima. El batacazo de las primeras grabaciones sumió a Bowie en una profunda depresión. Entonces encontró a tres personas que le cambiarían la vida: el bailarín, actor y performer Lindsay Kemp, que le dió clases de interpretación y danza, le hizo abrir los ojos a la necesidad de dejar aflorar los sentimientos y le presentó a la bohemia londinense, donde abundaban los gays, travestis y toxicómanos; el manager Ken Pitt, que hizo escuchar a Bowie por primera vez a la Velvet Underground, y el productor Tony Visconti, un sagaz y competente mago del sonido con el que no dejaría de colaborar hasta 2003. Cuando editó la canción y el álbum Space Oditty (1969), alejados de la confusión pasada, contenidos, tensos, poblados por seres alienados e incapaces de entenderse, Bowie dio un aviso de lo que nos esperaba: una obra que se mantuvo en la vanguardia durante cuatro décadas y situada a la misma altura que las de los Beatles y los Rolling Stones por influencia e impacto en la cultura pop.

Bowie y Angie se casan. Entre ambos, mamá Peggy. Marzo, 1970

Bowie y Angie se casan. Entre ambos, mamá Peggy. Marzo, 1970

5. Angie y la mansión victoriana. La primera esposa de Bowie, Angela Barnett (1949), era una modelo de medio pelo y una mala actriz, pero jugaba con la extravagancia -olía meados de gatos para, decía, «refinar el olfato»-, cierto cosmopolitismo, sexualidad deshinibida y un carácter de armas tomar. Se casaron en 1970 tras un noviazgo relámpago y se establecieron en la mansión victoriana de Haddon Hall, centro social del todo Londres durante la década siguiente. Jugaban al escándalo con maneras infantiles (convocvaban con urgencia a la prensa para confesar gustos sexuales), bebían vino blanco y empezaron a consumir cocaína. Su influjo en la carrera de Bowie fue casi siempre perverso -le obligó a despedir al agente Pitt, por ejemplo- y, tras el divorcio, en 1980, se ha dedicado a escribir biografías con detalladas escenas de sexo y depravación. Su página web (Angie Bowie) es un ejemplo de la calaña del personaje. Es un rumor infundado, por cierto, que la canción de los Rolling Stones Angie esté basada en su figura. Es verdad que tuvo una gran influencia en la creación del personaje más memorable de su marido, Ziggy.

Ziggy Stardust and The Spiders from Mars en la BBC (a la derecha de Bowie, Mick Ronson), julio, 1972

Ziggy Stardust and The Spiders from Mars en la BBC (a la derecha de Bowie, Mick Ronson), julio, 1972

6. «Vienen a por vuestras hijas. ¡Y también a por vuestros hijos!. El 6 de julio de 1972, el programa de la BBC Top of the Pops emitió el que sería un momento de epifanía generacional: la actuación de Ziggy Stardust and the Spiders From Mars interpretando Starman. La prensa sensacionalista publicó al día siguiente titulares de este calibre: «No han venido sólo a por vuestras hijas. ¡También quieren a vuestros hijos!». Bowie había creado el glam rock: andrógino, equívoco y polisexual. El alter-ego del cantante, Zyggy Stardust, homenaje a Iggy Pop, era una especie de vaquero galáctico, maquillado como una reinona y dispuesto a escenificar una felación con el mastil de la guitarra de Mick Ronson (1946-1993). Las canciones eran bellas, de melodías irresistibles, letras sci-fi y arreglos musculosos. Bowie sufrió problemas personales graves con Ziggy: llegó a sentir que el personaje invadía a la persona y que se estaba volviendo loco. «Fuera del escenario era como un robot en manos de otro ser», dijo años después.

Cocainómano, 1974

Cocainómano, 1974

7. Años blancos. Convertido en estrella planetaria, autor de tres discos perfectos en sucesión –The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972), Aladdin Sane (1973) y Diamond Dogs (1974)-, a Bowie se le fue de las manos la fama. Consumía cocaína en cantidades groseras (esta entrevista de 1974 bordea lo patético), estaba convencido de que necesitaba un exorcismo -lo intentó con varios gurus de pacotilla-, perdió peso hasta padecer problemas para moverse, se interesó morbosamente por el ocultismo, la magia negra y los nazis, dejó de componer y de tener amigos… Cuando intentó reencarnarse, eligió un personaje peligroso, The Thin White Duke (El delgado duque blanco), un desaprensivo, paranoico y frío mutante que predicaba el ultraconservadurismo y era incapaz de hilvanar dos frases consecutivas con sentido. Se pasó al funk gélido y grabó un par de discos en los que hay algunos restos de genio pero mucho material de relleno: Young Americans (1975) y Station to Station (1976). En 1978 intentó suicidarse tomando una sobredosis de somníferos, pero no fue capaz y se tiró escaleras abajo. Se rompió la nariz.

Estudios Hansa, Berlín

Estudios Hansa, Berlín

8. «El lugar donde están todas las chicas y todas las drogas».  Durante una temporada se recluyó en una villa cerca del lago Ginebra (Suiza) para tratar de calmar a los demonios. Pintó acuarelas y escribió canciones otra vez. En un giro inesperado y casi milagroso, su trazo musical se enfocó en el minimalismo. En una visita a Berlín conoció los estudios Hansa, cuartel central del experimentalismo alemán. En el destartalado edificio grabó, con el productor Brian Eno, los mejores discos de su carrera, la trilogía berlinesa: Low (1977), Heroes (1977) y Lodger (1978), obras que cambiaron el curso de la música pop del siglo XX y que predecían el ambient, el trance y el synth-pop. Mientras el mundo pasmaba con los eructos del punk, Bowie proponía la edificación de un paisaje sonoro sobre la decadencia de Europa. En estos años fue también el productor y coautor de las dos obras magnas de Iggy Pop como solista, The Idiot y Lust for Life, ambos editados en 1977.

Con Iman Abdul Majid, 1990

Con Iman Abdul Majid, 1990

9. Hombre de mundo. Actor, multimillonario, casado (1992) con la top-model Iman, propietario de una empresa de especulación bursátil, el paso por el mundo de Bowie desde finales de los setenta ha sido el de una megaestrella más. Musicalmente nada de su producción reciente tiene interés. Ha tanteado con el noise y la electrónica y ha salido siempre malparado o, aún peor, ridiculizado. Compró varias mansiones mundo adelante (Nueva York, Los Ángeles, las Bermudas, Londres), pero se estableció legalmente en Irlanda para escapar de sus obligaciones fiscales en el Reino Unido. «Quiero hacer música tan poco comprometida que me quede sin audiencia», dijo con bastante sinceridad en una entrevista. En 1997 celebró su 50º cumpleaños durante una actuación en Nueva York. Le acompañaron gran parte de sus hijos musicales: Robert Smith (The Cure), Frank Black, Dave Grohl… El gran ausente fue Iggy Pop, con el que nunca ha vuelto a relacionarse, pese a que llegaron a ser hermanos de sangre, amantes y colaboradores. Tampoco acudió Mick Ronson, el extraordinario guitarrista que le ayudó a construir a Ziggy Stardust. Había muerto de cáncer el año anterior en 1993. Organizaron un festival póstumo en Londres pero Bowie se negó a tocar porque se trataba de un show «demasiado modesto» para él.

10. Corazón roto. El 25 de junio de 2004, Bowie sufrió un colapso tras una actuación en Scheesel (Alemania). Era un ataque al corazón causado por un trombo en una arteria. Más de un año después regresó a los escenarios para cantar la versión de Starman del vídeo de arriba. Alguien le comparó, no sin razón, con Frank Sinatra. Los pantalones excesivamente cortos, las pantorrillas sin calcetines, el vendaje en el antebrazo… eran conmovedores y tristes. El alien, por primera vez, parecía humano.

Ánxel Grove

El hombre que tocaba la música «que no está»

"La mano de Miles Davis" - Irving Penn

"La mano de Miles Davis" - Irving Penn

La mano izquierda del Mago Oscuro, el Príncipe del Silencio, el reventador, el gran enigma.

La mano izquierda de Miles Davis, el músico más devastador del siglo XX, inventor de varios estilos que luego despedazó. Debes romper lo nuevo antes de que lo entiendan.

Dentro de unas semanas, el 28 de septiembre, se cumplen veinte años de su muerte. Cualquier excusa es razonable para volver a Miles. Esta veintena, por ejemplo.

1. Podía leer cualquier partitura, pero no estaba interesado en notaciones, dogmas y formulismos. Algunos de los consejos a los músicos con los que deseaba volar parecen normas dictadas por un roshi zen: «No temas a los errores, no existen»; «tío, no hace falta que hagas eso»; «aquí haz lo que quieras»; «esto es cuadrado»; «toca en el color de la canción»; «no toques lo que está, toca lo que no está»; «no toques lo que sabes, toca lo que no sabes».

2. Tal como había detonado el bebop con The Birth of the Cool (1950) y el cool con Kind of Blue (1959), volvió a desmembrarlo todo en In a Silent Way (1969), donde maridó el funk con el rock y el jazz. En Agharta (1975) hizo algo tan nuevo que todavía no tiene nombre.

3. Algunos le consideran el personaje más influyente del siglo XX. Por encima de Lenin y Hitler. Al primero se parecía en el pragmatismo como líder y al segundo en el carácter fanático.

4. Sexy. Se las llevaba de calle y le gustaban blancas y, siempre que fuese posible, francesas («sacan la lengua al hablar, son deliciosas»). Estuvo liado con Juliette Gréco y Jeanne Moreau cuando trabajó en París en la banda sonora de Ascensor para el cadalso (Louis Malle, 1958). La música es mucho mejor que el film.

La Policía se pasa con Miles (25 de agosto de 1959)

La Policía se pasa con Miles (25 de agosto de 1959)

5. Un agente de policía (blanco) le partió la cabeza a porrazos una noche de agosto de 1959 frente al mítico club Birdland, en Nueva York. El agente se mosqueó porque Miles, que ayudaba a una chica (blanca) a subir a un taxi, no hizo caso a sus órdenes de salir de la calzada. «Soy Miles Davis. Trabajo aquí», dijo. Tras apalearlo, lo detuvieron y llevaron a comisaría. Él demandó a la Policía por malos tratos y ellos le retiraron el carnet sindical. Estuvo varios años sin poder tocar en Nueva York. «No voy a aguantar la mierda de nadie porque sea mierda blanca», declaró el músico.

6. La pregunta no es quién tocó con Miles, sino quién no ha tocado con Miles. Entre sus colaboradores: Gerry Mulligan, John Coltrane, Cannonball Adderley, George Coleman, Wayne Shorter, Dave Liebman, Branford Marsalis, Kenny Garrett, J. J. Johnson, Horace Silver, Red Garland, Wynton Kelly, Bill Evans, Herbie Hancock, Joe Zawinul, Chick Corea, Keith Jarrett, John McLaughlin, Pete Cosey, John Scofield, Paul Chambers, Ron Carter, Dave Holland, Marcus Miller, Darryl Jones, Elvin Jones, Philly Joe Jones, Jimmy Cobb, Tony Williams, Billy Cobham, Jack DeJohnette… Sería posible escuchar una canción al día de Miles y su tribu durante dos décadas sin repetir ninguna pieza.

8. Durante muchos años tocó de espaldas al público. Cuando le preguntaron por qué, dijo: «Nadie se molesta por ver la espalda del director de una orquesta sinfónica».

Miles, 1970

Miles, 1970

9. Fue el primer músico de jazz en tocar en conciertos de rock. En 1970 apareció en el Festival de la Isla de Wight, donde le colocaron de día, como a un segundón. Interpretó una salvaje improvisación de casi una hora que dejó a la altura del jardín de infancia al resto del cartel (Jimi Hendrix, The Doors, The Who, Jethro Tull, Joni Mitchell…). Alguien le preguntó a Miles el título de la pieza. Respondió: «Llámala cualquier cosa«.

10. Se dice (y él nunca lo negó) que entre 1951 y 1952 fue proxeneta de tres prostitutas.

11. Consumió heroína, cocaína y píldoras para dormir durante muchos años. Fumaba unas cuatro cajetillas de cigarrillos al día. También le daba duro al alcohol. Su bebida favorita era el brandy. «Lo peor de todo son los cigarrillos. Me costó menos dejar la coca que el tabaco», dijo.

12. En 1972, de camino a visitar al dealer, se estrelló al volante de su Lamborghini. Fracturas en ambos tobillos.

13. Padeció de úlceras sangrantes de estómago (Agartha está grabado en plena crisis), insomnio, pólipos en las cuerdas vocales, diabetes, artitris (tuvieron que reemplazarle parte de una cadera), bursitis, anemia y depresión.

14. A los 17 años fue fichado por Charlie Parker para formar parte de su quinteto. Era la estrella juvenil del bop.

Miles Davis, 8 años

Miles Davis, 8 años

15. Su padre, un dentista de Alton, Illinois, quería que el crío, cuyo nombre de nacimiento fue Miles Dewey Davis III, aprendiese piano. Miles se empeñó en la trompeta.

16. Su relación más duradera de pareja fue con la actriz Cycely Tyson. Se casaron en 1981 y se divorciaron siete años después. Había estado casado antes con la bailarina Frances Taylor y la cantante Betty Mabry. Fue un marido en extremo celoso y apenas se relacionó con sus cuatro hijos.

17. En 1982, durante una convalecencia -había sufrido un ataque que le dejó paralizada una mano-, empezó a pintar en papeles y servilletas. Se le daba bien y la afición desembocó en una carrera paralela como pintor, con exposiciones y un gran reconocimiento público.

18. En julio de 1991, en París, Miles hizo lo que había prometido no hacer nunca: volver atrás y ejercer la nostalgia. Tocó con algunos de sus ex protegidos (Hancock, Corea, Zawinul, McLaughlin…) una recreación sinfónica de Sketches of Spain, que había grabado en 1960.

19. Actuó por última vez en agosto en Los Ángeles. Fue internado con vómitos de sangre en un hospital privado de Santa Mónica. Pesaba sólo 37 kilos. Tuvo un ataque cardíaco del que despertó para decir: «No quiero morir». Se intentó arrancar los respiradores mecánicos y entró en un coma del que no salió. El parte de defunción señaló como causas de la muerte: neumonía y fallos cardíaco y respiratorio.

 

20. Las anteriores 19 entradas son innecesarias. Olvídenlas y limítense a esta grabación, realizada en abril de 1959. Los cinco ángeles con traje y corbata son John Coltrane (saxo tenor), Wynton Kelly (piano), Paul Chambers (contrabajo), Jimmy Cobb (batería) y Miles Davis (trompeta). Lo que interpretan cambió el rumbo de la música para siempre. Los especialistas dicen que inauguró el jazz modal, algo así como la libertad melódica y sin estructuras flamenca o turca llevada a la América africana. El estilo convirtió al improvisador en el verdadero compositor e hizo del jazz algo flotante y elástico, de discreta y apasionada elegancia. Díganlo despacio, recen las cinco letras (M-I-L-E-S). Prolonguen la ese final en un siseo. Eso es el paraíso. No acepten otro.

Ánxel Grove