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Turismo infraestructural: visitar lugares de difícil o casi imposible acceso

Ocho lugares del mundo a los que resulta casi imposible viajar - Fotos © Unknown Fields

Ocho lugares del mundo a los que resulta casi imposible viajar – Fotos © Unknown Fields

En tiempo de nada para hacer, «cuánto me aburro» y cuando toda actividad cerebral se reduce a lidiar con las comparativas de aerolíneas, aprenderse de memoria las entradas de la Wikipedia sobre los posibles destinos, buscar algo de color local, contratar un tour guiado por personas que saben la Wikipedia mejor que usted o buscar cómo lisiarse una pierna—las opciones para los necesitados de supuración adrenalínica seguida de luxación van del parapente a las aguas bravas—, no contemple ninguno de los ocho lugares que aparecen en el mosaico de fotos que abre la entrada.

Están vedados, son tóxicos, permanecen protegidos por circuitos de cámaras, rodeados por vallas y bien señalados como «todos los intrusos serán perseguidos» —quizá no solo por la ley—. Atrévase si de verdad, como anuncia a los amigos verano tras verano, quiere salir de los senderos trillados.

El «estudio de investigación nómada» Unknown Fields (Campos desconocidos) te puede llevar a los «paisajes distantes» que no quieren que veas: los campos de pruebas abandonados de lanzamiento de misiles en medio de la nada australiana, la refinería de tierras raras más grande del mundo (Baotou-China), la carretera de los OVNIS de los EE UU, un viaje en un barco de transporte de contenedores —el servicio de mensajería de productos no siempre limpiosdel neoliberalismo—; minas de zafiros en Madagascar; factorías semiclandestinas de material electrónico; centros comerciales abandonados…

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Prostitutas yonquis rusas vestidas como divas

Contratar a una prostituta en cualquier ciudad de Rusia cuesta 300 rublos (5 euros), un poco más que el precio de un sandwich y un refresco.

Un gramo de metanfetamina sale por 54 euros; uno de heroína por 90; uno de cocaína por 139.

Una joven de entre 18 y 20 años puede ser comprada como trabajadora sexual a tiempo completo y esclavizada mediate el pago único de 2.000 euros, más o menos lo que te costaría un vestido de la gama más baja que ofrecen en el lujoso Crocus City Mall de la Moscú más refinada («elevamos el shopping a una forma de arte», dicen en la publicidad), donde sólo entras si hueles a tinta fresca de billetes.

Rusia, porque seguimos hablando de Rusia, es el tercer país del mundo con más milmillonarios, 111 —Forbes les pone foto y calcula saldo—. El país sólo es superado en el ranking de los patriarcas de los bolsillos calientes por los EE UU (492) y China (152).

Uno de cada tres ciudadanos de Rusia no tiene acceso a ningún tipo de asistencia médico sanitaria. Si eres de esa casta ni siquiera puedes entrar a un hospital por la puerta de urgencias.

En Moscú hay 100.000 burdeles, seis veces más que en Nueva York.

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

Las mujeres de las fotos y las que aparecen en el vídeo que abre la entrada fueron filmadas y retratadas para Downtown Divas, un proyecto de los artistas Loral Amir and Gigi Ben Artzi.

Los adjetivos espeluznante y turbador quizá sean lícitos, pero no abarcan el estremecimiento.

Las prostitutas, todas yonquis —no es difícil percibirlo: los cardenales de la vía de entrada de las agujas no han sido retocados—, viven y ejercen el comercio sexual en una «pequeña ciudad de Rusia» que los artistas mantienen en el anonimato para preservar la identidad y evitar la localización de las divas.

Para el corto —rodado en película analógica de 16 milímetros— y las sesiones de fotos, han vestido a las modelos con ropa y complementos de marcas de primera fila: Miu Miu, Louis Vuitton, Alexander Wang

Las yonquis son Cenicientas durante el baile previo a las doce campanadas que las llamarán de regreso a la realidad y a la mancillada piel de siempre.

Alegorías de carne maltratada y ausencia de futuro.

Símbolos de la Rusia no milmillonaria.

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

Loral Amir y Gigi Ben Artzi dan este razonamiento para Downtown Divas en una entrevista en Bullet Media:

Lo que nos atrajo del proyecto es la posición extraterritorial de estas mujeres como parte de un grupo que existe fuera de la sociedad pero es un producto fabricado por la misma sociedad (…) Hemos querido integrar a estas mujeres a la sociedad y hacer caso omiso de la etiqueta de ‘drogadictas’ que les aplican.

Hay, por supuesto, una premeditada referencia a la moda de las heroin chic de las top model de mediados de los años noventa, con Kate Moss a la cabeza como símbolo de adoración universal: aquellas chicas andrónginas, de piel extrablanca, delgadez acentuada y ojeras.

La heroína chic es un espejismo de los editoriales de moda, pero cuando te enfrenas a adictos reales que tienen las mismas características que las modelos chic (…) el contraste es absolutamente asombroso. En ningún un momento tuvimos el deseo de ensalzar las drogas, sólo quisimos mostrar la realidad.

En Rusia, según cálculos no oficiales —la prostitución es ilegal en el país, aunque la Policía saca tajada por mirar hacia otro lado— hay entre 1,5 y  2 millones de mujeres que se dedican o son obligadas a prostituirse.

Tres de cada cien son menores edad. Un porcentaje indeterminado de las prostitutas, según los observadores y analistas, muy alto, está formado por yonquis engachadas a drogas, sobre todo metanfetamina y otros productos caseros de ínfima pureza.

Ánxel Grove

Las dietas de Beyoncé, Kate Moss, Enrique VIII…, convertidas en bodegones

Bodegón de Dan Bannino que representa la dieta extrema a la que se sometió Beyoncé

Dos cucharadas soperas de zumo de limón o lima, dos de sirope de arce, una pizca de pimienta de Cayena, una taza de agua mineral. La cantante Beyoncé Knowles ingirió el preparado durante 14 días hasta 12 veces por día, sin comer nada y complementándolo con un té laxante. Su objetivo era perder 9 kilos en dos semanas justo antes del rodaje de la película Dreamgirls (Bill Condon, 2006). La arriesgada y tortuosa experiencia sirve al italiano Dan Bannino para construir una naturaleza muerta a la que añade graciosamente tres rollos de papel higiénico rosa.

En Still Diet (que se podría traducir por Bodegón de dieta) el fotógrafo evoca el género pictórico en un contexto histórico diferente. Las fotos, iluminadas con el esmero de los pintores de la época, responden a los caprichos y excesos de personajes famosos del pasado y de la actualidad, desde el poeta romántico inglés Lord Byron —patatas, agua con gas y por supuesto vinagre para lucir un aspecto pálido y poco saludable— hasta la actriz Gwyneth Paltrow, conocida por sus múltiples excentricidades dietéticas siempre con la idea fija de la desintoxicación.

Bodegón de Dan Bannino que representa la dieta del poeta romántico inglés Lord Byron

Bodegón de Dan Bannino que representa la dieta del poeta romántico inglés Lord Byron

La serie se compone de 10 ejemplos. A veces —como en el caso del rey Enrique VIII con el cochinillo, el pollo, el conejo, el cordero, las frutas y el vino— se basa en documentación histórica; en otras ocasiones (como en el bodegón de la modelo Kate Moss) en imágenes tomadas por paparazzi o en artículos de cotilleo sobre lo que piden los famosos en los camerinos o durante su estancia en un hotel.

«Mi objetivo era capturar la belleza que reside en esa terrible limitación de dietas y privaciones, dándoles la importancia de las pinturas de grandes maestros. Quería hacerlas significativas, como se vuelven las obras de arte clásicas conforme se hacen antiguas. Mi fin era demostrar cómo esta rareza no ha cambiado desde el siglo XV«, dice el fotógrafo sobre el proyecto.

Cada naturaleza muerta combina la fragilidad del cristal, la nobleza de la plata, la elegancia de un mantel bordado, la belleza formal de las frutas escogidas… El autor dispone e ilumina los objetos al estilo de los bodegones flamencos y holandeses del siglo XVII: pinturas de manjares y vajillas que implicaban lujo y sofisticación a la vez que transmitían mensajes a menudo relacionados con la condición efímera de la vida terrenal o con afán de recrear las sensaciones que producen los objetos y alimentos representados.

Helena Celdrán

Dan Bannino construye un bodegón con una de las dietas de "desintoxicación" de la actriz Gwyneth Paltrow

Dan Bannino construye un bodegón con una de las dietas de «desintoxicación» de la actriz Gwyneth Paltrow

Bodegón que representa la dieta de la sopa de repollo que siguió de Bill Clinton - Foto: Dan Bannino

Bodegón que representa la dieta de la sopa de repollo que siguió de Bill Clinton – Foto: Dan Bannino

Durante 9 meses, Charles Saatchi (empresario y coleccionista de arte) comió sólo 9 huevos al día, tres en cada comida. Foto: Dan Bannino

Durante 9 meses, Charles Saatchi (empresario y coleccionista de arte) comió sólo 9 huevos al día, tres en cada comida. Foto: Dan Bannino

 

Bodegón dedicado a la modelo inglesa Kate Moss. Foto: Dan Bannino

Bodegón dedicado a la modelo inglesa Kate Moss. Foto: Dan Bannino

Comida habitual del rey Enrique VIII de Inglaterra. Foto: Dan Bannino

Comida habitual del rey Enrique VIII de Inglaterra. Foto: Dan Bannino

Bodegón que ilustra la dieta de Luigi Cornaro (1467-1566), noble veneciano que escribió varios tratados sobre dietas. Foto: Dan Bannino

Bodegón que ilustra la dieta de Luigi Cornaro (1467-1566), noble veneciano que escribió varios tratados sobre dietas. Foto: Dan Bannino

El fotógrafo de moda que quiere soñar

Sølve Sundsbø

Sølve Sundsbø

Hace unos meses dejé en el blog mi opinión sobre las fotos de moda y su progresiva carencia de ética y moralidad.

Hoy me contradigo en esta nueva entrega de la sección Xpo, que todos los jueves aprovecho para discursear sobre fotografía, al traer de visita a un contemporáneo admirable, Sølve Sundsbø.

Noruego de 38 años, establecido en Londres desde 1994, cuando encontró trabajo como ayudante de Nick Knight, Sundsbø es un alquimista y, sobre todo, es un tipo sin ínfulas que se confiesa un «trabajador de la industria de la moda que a veces, si le dejan, va un poco más allá e intenta soñar».

Con la misma llaneza habla de sus referentes. No esperen que cite a ningún post-moderno interino en un departamento de Filosofía.

A los 15 años, Sundsbø se enamoró -y no ha cambiado de opinión- de dos suecos: el maestro de la outdoor photography (fotografía de exteriores) Felix St Clair Renard, un hippie que nunca ha pisado un estudio o encendido un strobo y cuya idea de clímax emocional es un descenso libre de esquí alpino, y el ilustrador Mats Gustafson, esquemático practicante de la elegancia zen de los nórdicos.

Sølve Sundsbø

Sølve Sundsbø

Cuenta Sundsbø que la mejor lección práctica de fotografía la recibió cuando, en sus primeros días de prácticas en un diario, tuvo que hacer fotos con el visor de su Nikon roto. Las fotos a ciegas le enseñaron que la vista no es el único sentido que interviene en la ecuación y que también con los ojos cerrados se consiguen buenas fotos.

Desde entonces practica la técnica de anular las retinas incluso en los encargos que le llegan de los más repipis de su cartera de exclusivos clientes (Yves Saint Laurent, Levis, Nike, Estée Lauder, Sergio Rossi, Boucheron, Gucci Jewellery, Iceberg, Hermes, Emanuel Ungaro, Armani, Puma, Bally, Lancome, Revlon…).

Trabaje para quien trabaje, Sundsbø permite que la otra mirada, la inexplicable, entre en el juego.

Como Harry Callahan, que nunca dejó de retratar a su mujer, tengo la sensación de que Sundsbø podría prescindir de cualquiera de las muchas top models que ha tenido ante el objetivo (Scarlett Johansson, Edita Vilkeviciute, Kate Moss, Jessica Stam, Eva Herzigova…) y elegir a la primera mujer con la que se cruzara. Las fotos tendrían el mismo impacto irradiante, de un mundo exterior. La modelo, como los ojos, es un instrumento de mediación, un puente colgante sobre el barranco.

Sølve Sundsbø

Sølve Sundsbø

Motivados como estamos a creer en la pax digital como única vía, no es difícil que la primera impresión sea la de meter a este fotógrafo entre los adictos a la alteración fotográfica por medio de softwares. Sería una falsa premisa: Sundsbø, que define su trabajo como «simple», apenas utiliza el Photoshop.

La foto de la izquierda de Karen Nelson, una de sus más habituales modelos, no tiene, por ejemplo, retoques digitales. Todos los efectos son de estudio, filtrado, iluminación y positivado analógico.

«La fotografía se ha vuelto democrática: cualquier persona con una cámara digital puede tirar algo y modificarlo en Photoshop para que se vea brillante. Hay un montón de trabajo aburrido, todo perfecto«, ha señalado el autor.

Sølve Sundsbø

Sølve Sundsbø

En los últimos años, el fotógrafo que aprendió con un visor roto se ha dedicado a algunas disciplinas paralelas: el diseño de carpetas de discos para los grupos Röyksoop y Coldplay y, sobre todo, la dirección de vídeos. No dejen de ver, si no lo han visto todavía, el proyecto Fourteen Actors Creating (2010), con microvídeos de un minuto o menos de grandes actores (Bardem, Portman, Damon…) jugando a los arquetipos.

Cuando hojeen una revista de moda al descuido repasen la lista de fotógrafos. Si encuentran a un tal Sølve Sundsbø, abran la puerta y bajen por la pendiente. La travesía nunca será aburrida.

Ánxel Grove