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La anatomía mentirosa de un oso de peluche

'Ursulus melias' y el oso original utilizado por la artista - © 2016 Stephanie Metz

‘Ursulus melias’ y el oso original utilizado por la artista – © 2016 Stephanie Metz

Con los ojos todavía sin abrir, el feto de oso descansa en un frasco, suspendido por una solución para conservarlo para siempre así, listo para su estudio. El rostro es sin embargo demasiado enternecedor, lo que todos esperaríamos de un cachorro vista desde el filtro de los dibujos animados. En las calaveras también hay implícita una ternura irreal, las delatan las orejas, dos encantadores apéndices oseos.

«Los ositos de peluche al principio parecen triviales», advierte Stephanie Metz, la autora de las disecciones y autopsias. La artista estadounidense crea estas falsificaciones de la naturaleza fieltrando la lana hasta que resulta en una masa compacta.

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Pistolas para bebés, ‘barbies’ viudas de guerra y otros juguetes distópicos

'Barbie War Widow' ('Barbie viuda de guerra') - Peter Adamyan

‘Barbie War Widow’ (‘Barbie viuda de guerra’) – Peter Adamyan

«En la mayoría del mundo de hoy, la violencia es mucho más real, y considerada como una dura realidad en el día a día de los niños. Para el mundo occidental sin embargo, es algo menos tangible, algo que vemos sólo en televisiones y videojuegos. ¿Por qué entonces cala en nuestra cultura de una manera tan extendida?».

Peter Adamyan (1987) intenta descifrar la fórmula del éxito de la violencia en las sociedades acomodadas, se empeña en buscar la explicación en un posible «fomento del imperialismo», la «validación» de la violencia «en los textos religiosos» o la certeza de que lo llevamos «en nuestro ADN». El artista estadounidense pinta sobre lienzo y madera, crea instalaciones y modifica juguetes originales con la mirada puesta en la histórica crueldad del ser humano. Las creaciones son tétricas y burlonas, el estilo es pretendidamente descuidado y pop.

'Cobra Hates Your Freedom' - Peter Adamyan

‘Cobra Hates Your Freedom’ – Peter Adamyan

Dystopia Toyland (Distopía Juguetelandia) es su última colección de balas envenenadas, obras que aluden a las consecuencias de la guerra sobre la población civil, a los abusos sobre los trabajadores o a matanzas y genocidios del pasado. También hay lugar para el cada vez más frecuente caso, como repetido en un funesto bucle, del bebé que dispara el arma y mata a otro niño o a un familiar adulto en alguna remota población estadounidense, uno de esos lugares de los que sólo se hablará de pasada para recordar el desgraciado suceso.

'Babys First Homicide' - Peter Adamyan

‘Babys First Homicide’ – Peter Adamyan

Introduciéndose en el universo de los juguetes busca los «momentos formativos de nuestra juventud en los que por primera vez conocemos la violencia verdadera, el momento en que somos más susceptibles y nuestras psiques están todavía en desarrollo». Adamyan se toma al pie de la letra que el juguete es una herramienta para que el niño reproduzca escenarios de la realidad adulta: un G.I. Joe veterano de guerra mendiga junto a un cubo de basura, dos muñecas Bratz ejercen la prostitución en las calles, una bolsa de celofán transparente contiene figuras humanas derretidas y grisáceas que resultan ser «víctimas del napalm».

En un mundo en que, para muchos, es más ofensiva la imagen de un cuerpo humano desnudo que de un cuerpo sin vida, el artista señala que la violencia ya no está «tan aceptada como lo estuvo a lo largo de la historia», pero matiza que nos las seguimos ingeniando par «aceptarla» como inevitable a la naturaleza humana. Sus obras no deben ser confundidas con un gamberrismo tontorrón, sino como una llamada de atención al fatalismo con que aceptamos que un niño «acepte la violencia como parte de la edad adulta».

Helena Celdrán

Instalación creada por Adamyan con trabajos de la serie 'Dystopia Toyland'

Instalación creada por Adamyan con trabajos de la serie ‘Dystopia Toyland’

'Workers Comp Daydreams' - Peter Adamyan

‘Workers Comp Daydreams’ – Peter Adamyan

'Freight Train Fuhrer' - Peter Adamyan

‘Freight Train Fuhrer’ – Peter Adamyan

'The Unfriendly Gost' - Peter Adamyan

‘The Unfriendly Gost’ – Peter Adamyan

Muñecas que ‘decidieron’ quitarse el maquillaje

Tree Change Dolls

Tree Change Dolls

En el rostro de la muñeca Bratz ni siquiera se adivina una expresión natural bajos los varios tonos de sombra y la abundancia de eye liner y rímel. Las cejas retocadas y los labios hinchados rematan la caricatura de sofisticación y sensualidad. Por suerte, parece que todavía está a tiempo de reconducir su vida, a pesar de que sus anteriores dueños la hayan abandonado despeinada y desnuda.

«Estas muñecas han sido rescatadas y renovadas de tiendas de tiendas benéficas y de segunda mano en Tasmania», declara en su microblog la misteriosa artesana que las transforma volviendo a pintar las caras, moldeando nuevos zapatos y vistiéndolas como lo que son tras la metamorfosis: figuras femeninas que han cambiado su glamour de pega por «un estilo realista».

Tree Change Dolls

Tree Change Dolls

La autora se esconde en el anonimato, no da su nombre y sólo revela que es artista, ilustradora y «comunicadora científica» y que reside en Hobart, la ciudad más poblada de Tasmania (Australia). En un escueto texto introductorio explica que ella y su hermana crecieron en la isla australiana, en un entorno natural, jugando con «muñecas de segunda mano y juguetes hechos en casa».

El nombre del proyecto —Tree Change Dolls— es difícilmente traducible. El término inglés tree change nació no hace mucho en Australia, para definir a los urbanitas que renuncian a la gran ciudad y buscan un cambio radical de vida en las zonas interiores, boscosas o campestres del país.

La autora tiene cada vez más admiradores de su trabajo que preguntan si es posible comprarlas y ya ha prometido en breve que comenzarán a estar disponibles en una página de venta online. Hay comentarios referidos a la frescura y la despreocupación que destilan las muñecas. Sin maquillaje se acercan a la infancia, se establece por fin una conexión entre el cuerpo infantil y las facciones aniñadas.

Luciendo botas y zapatos cómodos y prendas (manufacturadas por la madre de la artista) de ganchillo o telas sencillas, han renunciado a la superficialidad y se presentan ahora rodeadas de vegetación, columpiándose en un gran neumático viejo o sentadas sobre la rama de un árbol.

Helena Celdrán

Tree Change Dolls

Tree Change Dolls

Tree Change Dolls

Tree Change Dolls

Tree Change Dolls

Tree Change Dolls

Haz que tu hija sea una muñeca

© Ilona Szwarc 2012

© Ilona Szwarc 2012

Dicen que las muñecas American Girl son las anti-Barbie«un canto a las niñas y todo lo que pueden llegar a ser». Esa es la idea que venden, y el verbo revela los oscuros significados y significantes habituales, en la compañía Pleasant Doll, fabricante del juguete.

Desde 1998, la empresa que «ayuda a que las niñas brillen» (¿es casualidad la isotópica metáfora?) es una división del grupo Mattel, mega corporación —ganancias en 2010: 5.800 millones de dólares, unos 4.400 millones de euros— que sintetiza, en sincronía con los tiempos desprovistos de matices en los que vivimos, el yin y el yang para comerse todo el bacalao y no dejar resquicios a una opción diferencial. Mattel fabrica y comercializa a las enemigas: Barbie, la muñeca pija de Beverly Hills, y American Girl, la muñeca que, según el lema de la mercadotecnia del producto, propone a las crías de entre nueve y once años que persigan los designios de su «estrella interior» (más semántica radiante).

© Ilona Szwarc 2012

© Ilona Szwarc 2012

La fotógrafa Ilona Szwarc  vive en los Estados Unidos desde hace cuatro años. Nacida en 1968 y educada en el ambiente brumoso de Varsovia, se bregó en los platós de cine trabajando como ayudante de las dos glorias nacionales de la filmografía polaca, Roman Polanski y Andrzej Wajda. También asistió a Mary Ellen Mark, la fotógrafa que se acercó más que ninguna en los EE UU a los niños de la calle y la prostitución infantil.

Uno de los proyecto que desarrolla Szwarc como fotógrafa se titula American Girls y tiene más de un punto de contacto con la descarnada visión de Mark: la edad de las protagonistas, la superficialidad, los puntos suspensivos de un futuro que tal vez sea lóbrego o tal vez no, la niñez entendida malignamente como una miniatura de la edad adulta

© Ilona Szwarc 2012

© Ilona Szwarc 2012

La fotógrafa confronta a niñas estadounidenses con su muñeca American Girl personalizada: My American Girl se llama la gama y la gólem plástica puede diseñarse a voluntad —desde la etnia hasta la ropa interior y los accesorios— en un simulador en línea que permite jugar al Doctor Frankenstein dando vida a un trozo de plástico de 46 centímetros de alto por el que puedes pagar, si te pones caprichoso con el ajuar, hasta 600 dólares (unos 455 euros). Se da por sentado que los papás y mamás que aforan pertenecen al 1% y pueden.

«Todas las niñas en los EE UU parecen estar creciendo para ser futuras estrellas y sienten que tienen derecho. Estas muñecas lo ponen de manifiesto», acaba de declarar en una entrevista la fotógrafa, interesada en los «valores culturales», bastante truculentos, del fenómeno. «Cada muñeca puede ser customizada para parecerse con exactitud a su dueña, pero en realidad todas son iguales», añade.

© Ilona Szwarc 2012

© Ilona Szwarc 2012

Las niñas y sus muñecas —el orden de los factores es accidental— rozan la simbiosis, quizá enfatizada con intención demasiado evidente por la fotógrafa, que dicta la coreografía de cada imagen con el nada velado propósito de mostrar como una y la otra podrían intercambiar papeles en el libreto de la existencia diaria.

La meta tiene un fondo que sobrecoge: las niñas y podemos asegurar, ya que tienen entre nueve y once años, también sus padres, que han dado el consentimiento para que sean retratadas unas menores de edad, aceptan el juego perverso de Szwarc. No es una parodia, es la verdad doméstica, de cada día; el encierro en la envoltura de celofán como norma metafísica; la detención ilusoria del tiempo para que nada suceda, para que ninguno de los monstruos (el negro, el musulmán, el latino, el crack, la metanfetamina, el sexo sucio, el asesino en serie, el maltratador, la enfermedad mental…) entre en la escena.

© Ilona Szwarc 2012

© Ilona Szwarc 2012

El catálogo de niñas-muñeca es un columna uniformada, un continuum de estereotipos, una pesadilla febril: la niña-muñeca-caballista en el cesped ondulado, frente a la decorosa casa de campo; la niña-muñeca-urbana tomando el sol en la terraza en un bikini de dos piezas no muy diferente al de una miss; la niña-muñeca-hipster; la niña-muñeca-suburbana en la burbuja de raso de la urbanización; la niña-muñeca-doméstica en el salón con blondas en las cortinas y marcos de plata en torno a los rostros de la familia…

No hay frontera entre la piel y el plástico. Los fabricantes del juguete son los amos en este contrato de vasallaje:  «La misión de American Girl es rendir homenaje a las niñas.  Aceptamos quienes son y estamos atentos a quienes serán en el mañana». De vivir en este tiempo, Goethe hubiese asignado el entrecomillado a Mefistófeles.

© Ilona Szwarc 2012

© Ilona Szwarc 2012

El proyecto que hoy asomo a Xpo, la sección que cada jueves dedicamos a fotografía, recuerda a Litte Adults (Pequeños adultos), donde Anna Skaldmann retrata a niños privilegiados en Rusia, hijos de millonarios que se «comportan como adultos» y posan como una proyección de sus padres.

Me parece que hay líneas de conexión entre los críos rusos de niñez perdida y las niñas-muñeca de los EE UU. No recuerdo cuándo, pero en algún momento del pasado reciente, alguien consintió —y quizá yo esté entre los culpables del delito colectivo, porque, como decía Ambrose Bierce, el jersey es «una prenda que llevan los niños cuando los padres tienen frío»— que los críos empezasen a vivir como si el Valium lo tomasen ellos.

Ánxel Grove

Cuando los soldaditos de plástico vuelven de la guerra

Uno de los soldados de 'Casualties of War'

Uno de los soldados de la serie 'Casualties of War'

Casi siempre de un plástico barato, pero resistente, de un ya clásico verde oscuro. Se venden casi al kilo, en cubos que contienen puñados de ellos, a un precio ridículo.

Ideales para las batallitas, en posturas polivalentes, incluso pueden funcionar de arma arrojadiza. Nunca un juguete representó mejor la carne de cañón que esos soldaditos.

Comenzaron a fabricarse tal y como los conocemos en Estados Unidos, en el año 1938. Eran hombres valerosos, con uniformes y armamento de la II Guerra Mundial, que al término del conflicto se congelaron en el tiempo.

Nadie modificó los diseños. Las nuevas figuritas siguieron naciendo de los mismos moldes, luchando en una eterna guerra de mediados del siglo XX. Parecían proceder de la nada, no tener otra misión en la vida que combatir.

'Casualties of War' - Dorothy

'Casualties of War' - Dorothy

El estudio de diseño Dorothy, en la ciudad inglesa de Manchester ejercita la fantasía trágica en Casualties of War (Víctimas de la guerra), una colección de soldaditos verdes que refleja los traumas del combatiente que vuelve a casa con las secuelas físicas y psicológicas del que ha vivido el infierno del conflicto, de la carne de cañón.

La inspiración no fue otra que la vida real. En 2009 el Colorado Springs Gazette publicó bajo el título de Casualties of War una serie de reportajes que seguía la vida de los componentes de un batallón tras volver de la guerra de Iraq.  Participaron en reyertas, en palizas, en violaciones, comenzaron a conducir borrachos, drogarse, pegar a sus mujeres

Apuñalamientos, secuestros y suicidios producían un reguero de sucesos que tenían como protagonistas a seres humanos que habían sobrevivido, pero no sabían cómo sobrevivir.

El New York Times también arrojó datos escalofriantes en octubre de 2010, cuando publicó una investigación centrada en California que revelaba que entre 2005 y 2008 habían muerto más veteranos menores de 35 que soldados en las guerras de Irakq y Afganistán. En esa cuenta sólo entran los que han pedido ayuda al Department of Veterans Affairs (la unidad administrativa dedicada a los asuntos de los veteranos de guerra).

La amputación, la violencia doméstica, la mendicidad, el suicidio… El estudio británico no creó las figuritas para venderlas, sino como un ejercicio de creatividad y denuncia.

Sus creadores han confesado recientemente que los soldaditos «generan un gran interés entre las asociaciones de veteranos de Estados Unidos y Canadá, que se han conmovido por nuestras pequeñas esculturas, pequeñas pero poderosas».

Helena Celdrán