Sin efectos especiales Sin efectos especiales

-No deberías llevar esa ropa. -¿Por qué? Sólo es una blusa y una falda. -Entonces no deberías llevar ese cuerpo. 'Fuego en el cuerpo', de Lawrence Kasdan

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El cine viaja en tren

Admiro sinceramente a la gente que convierte sus hobbies en algo que los demás también puedan disfrutar: el cocinillas que se pone a distribuir cup cakes; el aficionado a la pintura que monta exposiciones en su pueblo con los cuadros que hace en su tiempo libre y el aficionado al cine que se curra un blog del que aprenden sus lectores.

Uno de esos trabajos realizados por amor al arte que se convierten en una web curiosa es guinarte.org, una página creada por Manuel Guinarte (qué terminación de apellido más apropiada para alguien que escribe sobre cine) que nació como tributo a la música española de los años 80 y que acaba de estrenar un apartado dedicado al cine y al ferrocarril, o al ferrocarril en el cine, como queráis.

Me cuenta Manuel que vive en Vilagarcía de Arousa (Pontevedra), que su afición por el cine se cimentó cuando con 14 años recién cumplido entró en el Cineclub Ádega, “entonces uno de los más importantes de Galicia” y que esa primera noche de militancia cinéfila le pusieron El retorno de África de Alain Tanner, y que, como era de esperar, se durmió. Después los cines de versión original de Madrid, donde estuvo de 1987 a 1994, le sirvieron para forjarse una cultura cinematográfica que se deja notar en su web.

Pero a Manuel no le gustaba solamente el cine, también los trenes, las estaciones, el mundo del ferrocarril en suma. Así, hace más de doce años, se unió a la asociación Arousa Tren y allí pergeñó la idea de elaborar algo divertido, que uniera dos de sus grandes pasiones. Tras nueve meses de investigació, este es el resultado.

 

Cine para engordar

Ahora que nos hemos enterado de que ver cine de terror adelgaza he comenzado una nueva dieta que consiste en ver una de auténtico miedo antes de irme al sobre. Así llevo un par de semanas a base de Wes Craven, Polansky, Kubrick y Dario Argento, pero nada. No he perdido ni medio gramo. Es más, creo que  he vuelto a ver rebosar mi tripa por encima del cinturón. ¿Qué me pasa, doctor? ¿Es que no estoy eligiendo bien los títulos o acaso se me está yendo la mano con los sándwiches de Nocilla?

Confieso que a mí lo de adelgazar con el cine nunca me ha pasado, ni ahora con mi terrordieta intensiva, ni antes que consumía el género esporádicamente. Sin embargo sí he ganado algún que otro kilo después de haber visto determinadas películas.

Haciendo un poco de memoria, el título que más calorías me aportó fue, sin lugar a dudas, ‘Chocolat‘, de Lasse Hallström. Entre tanta trufa, tartas y tazas de chocolate caliente con picante salí del cine aturullada, salivando, con un mono horrible de cacao que hizo que me lanzara sin miramientos ante el primer chocolate con churros que encontré.

La segunda película que más hecho por desequilibrar mi índice de masa corporal es ‘El festín de Babette‘, de Gabriel Axel. Y mira que el comienzo parecía poco apetecible, pero después… era  imposible no soñar con el festival de sabores que Babette prepara en su cocina: sopa de tortuga, codornices, tarta de cereza.  ¡Si hasta parecía que me llegaba el olor de los platos!

Los efectos colaterales fueron catastróficos: una cena emulativa (en una versión más humilde) de la que tardé meses en recuperarme.

Y por último, otro título que no recomendaría si se está tratando de volver a entrar en «aquellos viejos pantalones que tan bien nos quedaban». ‘Comer, beber, amar‘, de Ang Lee, es un canto a los sentidos. Imposible no hacer rugir el estómago tras contemplar escenas como esta:

Cualquier espíritu sensible pediría a gritos que le hicieran un hueco en esa mesa.

Sé que hay muchas otras películas realmente apetitosas, capaces de despertar a la bestia voraz que todos llevamos dentro. Yo he seleccionado estas tres, ¿y las vuestras?

 

 

 

 

 

 

Paga 10 euros, y aparece en los títulos de crédito de una película

Si alguna vez dudasteis de que hacer cine era tan complicado como parece, os propongo que echéis un vistazo a esta página de Facebook donde un grupo de apasionados cinéfilos, encabezados por el director Federico Eines y la productora ejecutiva Ainhoa Gutiérrez, explica, a través de una serie rodada para Internet, lo mucho que le está costando poner en pie su proyecto ‘AN 2012’.

Como la imaginación va al poder (decían los ‘indignados’ de Mayo del 68), para financiarse han recurrido al crowfunding, que consiste en recaudar donaciones a través de la Red. Aunque no me dan datos de cuánto dinero llevan recogido hasta la fecha, aseguran que harán el proyecto sí o sí, ajustando el presupuesto al dinero del que dispongan.

Para animar a los posibles donantes, prometen aparecer en los títulos de crédito, «como productores», a quienes aporten hasta 10 euros. Quienes den más, además de en los títulos, recibirán una invitación para una proyección privada de la película antes del estreno. Y las aportaciones mayores se ‘premian’ con cosas como asistir al rodaje, poder incluir una frase propia en la película o incluso aparecer como figurante. Todo en función del dinero aportado.

El equipo de la película la vende como un thriller dramático con el siguiente argumento: «Juan tiene 24 años. Como cada Viernes sale por la noche con sus amigos. Como cada Viernes quiere una mujer. Como cada Viernes tendrá que recorrer un arduo camino para conseguirlo. Y decidir… como cada Viernes… Hasta dónde está dispuesto a llegar».

Mientras consiguen el dinero, cada dos semanas cuelgan un vídeo con las incidencias de la producción. ¿Lo conseguirán? Ganas no les faltan. Ojalá tengan suerte.

Cine en formato gif animado

Miguel, tardé en leer tu email en el que me recomendabas que echara un vistazo a esta dirección iwdrm.tumblr.com, pero vaya si tenías razón de que merecía la pena.

En la web muestran en formato gif animado, algunas de las películas más famosas de la historia del cine. Van añadiendo nuevas animaciones cada pocas semanas y todas son curiosas. Algunas tardas en verlas arrancar varios segundos, por lo que la sorpresa es aún mayor. Otras son realmente sutiles y hay que estar atentos.

Como explicar en qué consiste una animación gift es un poco absurdo, incluso contraproducente (es como explicar un truco de magia), os propongo que entréis y os dejéis llevar.
A mí la web me ha parecido un simpático guiño cinéfilo.

Os dejo una secuencia de lo que se vi sobre ‘Inteligencia Artificial‘. Gracias a un Becconsejo lo he conseguido meter en el blog.

Hubo un tiempo en que estaba bien visto pegar a una mujer

Una lectora de 20minutos.es nos escribe denunciando que en una web de humor, Papanatos, ha encontrado un vídeo que recopila secuencias de películas donde un hombre golpea a una mujer. El vídeo muestra escenas de películas clásicas: Chinatown, La huida, La costilla de Adán, El padrino...bajo el lema: ‘Hubo un tiempo en el que había barra libre‘. (La versión original del vídeo que está titulado en inglés, podría traducirse de forma libre como ‘La edad dorada de los cachetes’).

Al margen de que echo en falta la bofetada más escandalosa del cine, la de Glenn Ford a Rita Hayworth en Gilda, el vídeo me llama la atención por su dudoso gusto. Empezando por el título: «Hubo un tiempo en el que había barra libre», que denota cierta nostalgia, y siguiendo por su ubicación en una página de humor. Si se trataba de arañar unas risas a costa de ver pegar a una mujer, ¿dónde estaba el chiste? Con los espeluznantes crímenes machistas que cada día se comenten en nuestro país, ¿de verdad nos podemos permitir unos chascarrillos sobre el tema?

Desde el punto de vista de aficionada al cine, he de reconocer que quien haya perdido su tiempo en hacer este montaje tiene buen gusto cinematográfico y que no está mal echarle un ojo para recordar que hubo un cine, y hubo un tiempo, que consideraba viril, y hasta sexy, que un hombre respondiera a un agravio cruzándole la cara a una mujer, y que esto podía incluso ayudar a caracterizar positivamente al protagonista. Que James Bond intente sonsacarle a guantazos una respuesta a una chica formaba parte de su atractiva rudeza, que John Wayne le diera unos cuantos azotes a Maureen O´Hara y la tratara como si fuera una niña estaba dentro de la subcultura del lejano Oeste.

Pero siendo justos en el vídeo hay tal mezcla de películas, de humor, western, dramas... y tal batiburrillo de situaciones emocionales que no acabo de pillarle su intencionalidad. A mí no llega a ofenderme, porque todas las secuencias las pongo en el contexto de las películas a las que pertenecen.Tienen sentido dentro de una trama, no son escenas de violencia sin más (algunas incluso son divertidas, como el cachete de Spencer Tracy a Katharine Hepburn o la delirante escena de Aterriza como puedas), pero es el objetivo que persigue su autor lo que me confunde.

No sé vosotros qué opináis y si, como la lectora que nos escribía, os sentís ofendidos por este montaje, si os divierte, os deja fríos o, como a mí, un poco perplejos.

Ya conozco a una persona que nunca ha ido al cine

«Nunca he ido al cine». Cuando me lo dijo pensé que se estaba quedando conmigo, que lo decía por ver mi cara de asombro, por pura provocación. No lo consiguió, porque puse mi mejor cara de póquer (que tampoco es que esté muy lograda, he de reconocer) y salí de la carnicería como si tal.

Pero me fui a casa dándole vueltas. ¿Y si es verdad que mi carnicero no ha ido nunca al cine? La conversación se había iniciado gracias a otra clienta que despotricaba contra las películas inacabables en televisión. «Es que siempre me quedo dormida», decía, «solo hay anuncios. Para eso prefiero ir al cine, aunque hace mucho que no voy, porque mi marido se aburre y es muy caro. Me escapo con una amiga, a ver las que acaban bien, que para penas, ya tengo mi casa».

Y en medio de esa conversación, frente a las bandejas de higadillos y alitas de pollo, va mi carnicero, un hombretón de unos 60 años, con mucha cara de guasa, y suelta: «Ahí no me verás gastándome el dinero. Bobadas». «Pero Manolo, si tú pagas por ver al Atlético, más tontería que esa» (suelta un espontáneo detrás de nosotras).»Ojo, a esos sinvergüenzas que no corren, ni me los mientes, que tengo el abono y ya ni voy»… y la conversación aquí se desvió un rato para hablar de «los chavales», «el Forlán», «Quique Flores», «el Kun», etc. y de improviso se recondujo al cine: «Por eso al cine no voy, ya basta de sacacuartos. Nunca, eh, es que nunca he ido. Ni siquiera de joven, cuando llegué a Madrid, nada. Eso era para los señoritos, y yo tenía que ahorrar y mandar dinero a casa. Menudo era mi padre. Anda que no me controlaba lo que ganaba. Lo que tenía me lo gastaba en chatos, en el baile, con la Dora y sus amigas, que menudas eran, cómo se pegaban al panadero (parece que por entonces Manolo era aprendiz de panadero). Mis hijas sí iban antes mucho, y se llevaban a su madre, pero yo no. Yo de esas tonterías no quiero, si además es todo mentira«.

-«¿Pero no ha visto nunca ninguna película, ni siquiera en la tele? No sé una del Oeste, con John Wayne», le pregunto.
– «Sí, del Oeste sí me gustan, pero si total las ponen en la tele no? y no te creas que yo ya no aguanto, me quedo dormido». Y la conversación vuelve a dirigirse al espontáneo de detrás sobre el fútbol y «los sinvergüenzas de los jugadores, que cobran millones y no corren«.

Todavía no sé si Manolo me decía la verdad. De ser cierto, él sería la primera persona que conozco que nunca ha ido al cine, porque incluso mis abuelos paternos, que vivieron toda la vida en un pequeño pueblo de Salamanca, hicieron sus escapadas a la capital para ver los éxitos de su época. Vosotros, ¿conocéis más casos así?

¿En qué película he visto yo eso?

Gracias a mi compañero El becario, que me mantiene al día de lo que se cuece en Internet, conozco un juego de cine que crea adicción. Parece sencillo, pero tiene su miga. Se accede a través de la web famous objets from classic movies y como su propio nombre indica en inglés, se trata de reconocer películas a través de los objetos que nos proponen.

Hay algunos objetos que son muy evidentes y que delatan rápidamente el título, como este bañador de… ¡’Borat‘!, gallifante para el lector.

Pero otros tienen un poco más de truco, o incluso exigen estar muy al día de las películas que triunfan en la cartelera. Como esta famosa peonza de… hasta ahí puedo leer.

Si entráis en la web y lo intentáis vosotros mismos es mucho más fácil, porque según vais añadiendo letras (como en el juego del ahorcado) el título de la película va haciéndose más reconocible; pero ojo, si os equivocáis tres veces, perdéis. Otra cosa importante que hay que tener en cuenta es que los títulos están en inglés, así por ejemplo, que nadie espere ganar poniendo ‘Con la muerte en los talones’, sino ‘North by northwest’ , que es su título original.

A mí el juego me ha encantado, porque me está ayudando a entrenar mi maltrecha memoria de pez. Además, cuando tengo tiempo, puedo navegar por sus enlaces y leer información extra sobre los títulos (el juego tiene una base de más de 70 películas).

Ya me diréis qué os ha parecido a vosotros.

¿Hasta dónde llega tu amor al cine?

¿Hasta dónde llega tu pasión cinéfila? ¿De qué manera se cuela el cine en tu vida diaria? La cinefilia tiene grados que podrían ir del 1 al 5, por ejemplo. El uno serían los casos más suaves, aquellos que diferencian a un simple espectador de una persona que, al menos, se toma la molestia de leerse y aprenderse el nombre del director de la película que ve. En el tres, por ejemplo, se incluirían aquellos que no solo conocen el nombre del director, también los del director de fotografía, guionista, localizaciones etc.. y en el cinco estarían los que, además de todo esto y de saberse de memoria los planos y el diálogo de las película, la historia de su rodaje e incidencias (tras numerosos visionados), hacen que el cine entre a formar parte de sus vidas con cualquier excusa. Si tienen que organizar una cita, echan mano de su cultura cinéfila, si quieren gastar una broma, recurren a un gag que les enganchó en el cine, si quieren ser ingeniosos, rápidamente les viene a la memoria una buena réplica de la gran pantalla… cine, cine, cine. La vida es cine. Su pasión es el cine

Y así es mi amigo Chechu, el hombre que inventó la expresión “colesterolazo” para definir ese tipo de cine ‘de masas’, con poca calidad artística, pero que es necesario ver de vez en cuando para disfrutar de otros sabores, de otras formas de entretenimiento, como a veces es recomendable meterse una ‘big mac’ para volver a apreciar las sutilezas de un chuletón de avileña.

Y como su cinefilia tiene grado 5, Chechu nos ha entregado en mano (es un romántico) esta invitación de boda que reproduce la película ‘Notting Hill’ y en la que puede leerse: “ ¿Puede la chica más guapa de Paraguay enamorarse de un chico corriente de Alcorcón?” y titula en grande: “Cuando Chechu encontró a Lili”, en otra clara referencia cinéfila.

Encabezando la invitación se especifica que esta película está nominada a 7 Oscars: mejor boda, menor novia, mejor novio, mejor primera cita, mejor primer beso, mejor pedida de mano y mejores invitados. Y en las líneas de abajo aclara que es una producción de cuatro personas, y da los nombres de los padres.

Como veis, un alarde de pasión cinéfila que a los que lo conocemos no nos ha extrañado, pero sí nos ha conmovido.

Y vosotros, ¿Conocéis más ejemplos de este tipo?

P.D. Chechu, Lili, gracias por dejarme reproducir aquí vuestra invitación. Os deseo lo mejor. Felicidades.

Por favor, déjenme leer los títulos de crédito hasta el final

Los hay muy raritos/as. Y yo también lo soy a veces. Cuando voy al cine tengo una manía que a punto ha estado de iniciar más de una discusión con mi pareja o mis amigos. Me gusta quedarme hasta el final de los títulos de crédito.

Me gusta leerme el casting, ver cuántos equipos de rodaje ha habido, y en qué países, a quiénes se les da las gracias (lo que nos da pistas del proceso de documentación y producción), qué canciones se han utilizado y, sobre todo, me gusta disfrutar de la banda sonora de la película que acompaña la proyección de esa larga, reconozco que a veces larguísima, lista de personas que han participado en la película.

El filme ya ha terminado, te quedas pensando en él o disfrutando de las sensaciones que te ha dejado y es entonces cuando degustas con más atención los fragmentos más llamativos de la banda sonora. Pero disfrutar de esta pequeña manía cinéfila se está convirtiendo en algo casi imposible.

A la urgente necesidad de abandonar las salas que tienen generalmente mis acompañantes (no por causas mayores, como podría ser ir al servicio, sino porque se nos ha hecho tarde, hay que recoger el coche, tomarse algo, encontrarnos con alguien siguiendo nuestra apretada agenda, etc., etc. ) se une la urgencia aun mayor, el apremio, que tienen en los cines para que nos marchemos. En cuanto ha pasado el primer minuto de cortesía, el tiempo justo para levantarse del asiento y ponerse el abrigo, se dan las luces y se finiquitan los títulos de crédito. Da igual en qué punto estemos. Hay que salir por patas que viene el siguiente turno o, si estamos en la última sesión, hay que cerrar que ya es casi la una.

¡Menos mal que me queda el DVD!.

Arriba os he dejado los dos primeros minutos de los títulos de crédito finales de ‘Sherlock Holmes’ de Guy Ritchie.

El acompañante ideal para ir al cine

Hablando el otro día con un grupo de amigos, discutíamos sobre con quién es más placentero ir al cine. La mayoría decíamos que con nuestra pareja, por motivos sentimentales obvios, aunque no compartiéramos los mismos gustos cinematográficos. Y otros decían que con los amigos, con los que a veces se tiene un mayor sintonía en los gustos y aficiones.

Había, claro, quien a pesar de tener pareja y una buena agenda de amigos y conocidos, prefería ir al cine solo.

«Entro a ver la película que quiero, en la sesión que me viene bien, y no tengo que esforzarme en dar conversación a nadie. Yo cuando voy al cine, voy a lo que voy»,

me dijo muy enfáticamente un amigo que, curiosamente, tiene la vida social más ajetreada y popular que conozco. Eso sí, como para él el cine es casi una religión, se lo toma con una solemnidad y rigidez que asusta, aunque lo entiendo. ¿Cuántas veces no has compartido sesión con algún amigo/pareja que se ha empeñado en añadir su particular voz en off a la narración? Es desesperante.

O ese otro que, si la película no ha conseguido abducirlo y transportarlo al séptimo cielo (cosa que daba por sentada cuando pagó la entrada), se pasa toda la proyección suspirando sonoramente y dejando caer un ‘qué rollo’ con cada cambio de escena.

Aunque para mí el peor es el que, a falta de mayores atractivos de la trama, se divierte anticipando la acción. «Ahora llegan y él está muerto…» Y luego ves que, efectivamente, estaba muerto; «Pero ¿qué c…?, yo no he pagado 7 euros para que tú me lo digas, cacho…» y te frenas en seco al recordar que esa persona que te mira con cara de cordero degollado es tu amigo, o, en el mejor de los casos, tu pareja.

En fin, que no es fácil encontrar el acompañante ideal para ir al cine. Desde ese punto de vista la perspectiva de ir solo, como decía mi amigo, no es tan mala.

Yo, a pesar de los pesares, aunque he ido mucho al cine sola- y todavía ahora, en ocasiones puntuales, sigo haciéndolo- reconozco que prefiero ir al cine con alguien. Lo disfruto más. Y si ese alguien es mi pareja, pues mejor. Aunque he de reconocer que yo sí soy, muchas veces, esa acompañante tocapelotas a la que no invitaría mucho a ir al cine.

Y a vosotros ¿con quién os gusta ver películas?