Archivo de mayo, 2018

Los efectos secundarios del VIH: «Yo decidí vivir»

Por Aina Valldaura

−¿Quieres que cerremos la puerta?

−No, mejor no, sino los vecinos sospechan y se pondrán a escuchar por detrás.

Nos encontramos en una casa de poco más de 20 metros cuadrados en el barrio de la seda de Hindupur, una pequeña ciudad fronteriza entre los estados de Karnataka y Andhra Pradesh, en el sur de la India. La vivienda tiene una sola habitación y una sola cama que comparten Lakshmi* (38) y Sadiq* (42) con sus dos hijos, Preeti* (15) y Praveen* (18). Viven de alquiler desde hace años. Cuatro cazos y un armario son los únicos elementos que destacan en la habitación. Los cuatro se dedican a la producción de hilos de seda.

Foto de Aina Valldaura

Son las 11 de la mañana. Lakshmi y su marido esperan a Mina Kumar, la trabajadora social de la Fundación Vicente Ferrer, quien les visita mensualmente desde que les diagnosticaron VIH a ella y a su marido. El objetivo es asegurarse de que se toman la medicación, chequear su estadode salud y responder a sus dudas.

Lakshmi contrajo el VIH a través de su marido hace seis años. De esa época no quiere hablar. Sólo dos palabras son necesarias para describirnos como lo vivió. Lloros e incomprensión. “Por lo menos mi marido se infectó después de que tuvimos hijos y ellos no lo tienen que sufrir”, se resigna.

El marido se encuentra a su lado durante la visita, pero entre ellos no hay contacto, ni cariño, ni una mirada. Aunque siguen juntos. “¿Qué opción tenía? ¿Divorciarme? ¿Con dos hijos y el VIH? En la India el divorcio no es una opción”, cuenta Lakshmi cuando su marido sale de la habitación. Su hija menor, de 15 años, no está infectada y desconoce el estado de salud de sus padres. La conversación se detiene cuando la menor entra en la casa. Pasamos a otros temas. La educación, las condiciones de trabajo, la comida…

Cuando ella se va, la retomamos. Los cambios bruscos de conversación, los silencios, los susurros, las palabras clave y los botes de antirretrovirales escondidos en una de las pocas repisas que hay en la casa son parte de su día a día desde hace años. Su hijo mayor, ya con 18 años, sí que conoce la situación de sus padres. Pagó muy cara la enfermedad. Dejó de estudiar cuando tenía 16 para poder mantener a la familia en el momento en el que le diagnosticaron VIH y tuberculosis a su padre.

“¿Qué podíamos hacer?”, se lamenta Lakshmi. “Yo tenía que estar en el hospital con mi marido. En ese momento no conocíamos de la existencia del hospital de la Fundación, y la asistencia en los centros en los que nos aceptaban como pacientes era muy cara”, cuenta. Las mujeres asumen, en el 70% de los casos, las tareas de cuidados de los pacientes de VIH. Y aún más alarmante es que el 20% de estas mujeres sufren también la enfermedad.

Cuando los vecinos o la jefa del taller de seda, en el que ambos trabajan 12 horas diarias, les preguntan porqué van tanto al médico, la respuesta es siempre la misma: “Mi marido tiene tuberculosis”. El VIH es una palabra prohibida. “Nos echarían de la casa, del barrio y del trabajo. Sería nuestro fin”.

A lo largo de la conversación VIH se menciona una sola vez. No pueden correr riesgos, nunca se sabe quién puede estar escuchando. “Antes de contraer el virus solo había oído hablar de él en la televisión. Supongo que, al igual que nosotros, quien lo sufre no habla, se esconde y sigue con su vida rodeada de mentiras”.

Mina Kumar es la trabajadora social que tiene a su cargo esta familia desde que llegaron al Hospital de Enfermedades Infecciosas de Fundación Vicente Ferrer en Bathalapalli. Ella fue la primera persona que Lakshmi conoció con el VIH, después de saber que ella misma lo tenía. La primera y la única con la que puede hablar de lo que le pasa, de cómo se siente y de sus miedos.

Mina también contrajo la enfermedad de su marido, ya fallecido. “Mi marido y su familia sabían que él estaba infectado antes de que nos casáramos, pero no nos lo dijeron, nos mintieron. Cuando me enteré, ya era demasiado tarde para mi hija y para mí. Mi familia me dio la espalda cuando lo supieron. Un vecino fue el único que me dejó 300 rupias cuando me echaron de casa con un bebé de 21 días en brazos”.

“En la India hay un dicho: ‘cien mentiras hacen una boda’. En mi caso no sé si fueron cincuenta o cien, pero sin duda hubo muchas”, cuenta Mina. “Yo decidí vivir, pero fue una decisión que me costó un tiempo tomar. Cuando te encuentras sola, aislada, maltratada y culpada por algo que no has hecho, aparecen en tu mente vías que te resultan, al menos en ese momento, liberadoras”. Más del 40% de personas con VIH en la India son mujeres y niñas, y el 75% de mujeres lo contrae durante los primeros años de matrimonio.

Mina Kumar tiene claro que si hoy en día ha conseguido salir adelante es porque decidió luchar por su hija y se prometió a sí misma que dedicaría su vida a ayudar a la gente que está pasando por lo que ella pasó. “El secretismo, las mentiras, el engaño…son los otros efectos secundarios de la enfermedad y pocas veces son tratados”. Cuando salimos de la pequeña vivienda, Mina reconoce que nunca ha podido volver a confiar en un hombre.

Antes de irnos del barrio visitamos algunas otras casas de conocidos de la trabajadora social. Son lo que ella llama “visitas tapadera”. Para que nadie sospeche, para que nadie sepa el motivo real de sus visitas. “Una falta de discreción te puede arruinar la vida”, sentencia. La discriminación, exclusión y vulnerabilidad que sufren las personas con VIH se acentúa en el caso de las mujeres. Rechazadas por su familia en particular y la sociedad en general cargan en sus espaldas con un estigma difícil de derribar y que deriva de la falta de control y decisión de las mujeres sobre el propio cuerpo y su propia vida. .

*Estos nombres no se corresponden con  la realidad, con el objetivo de preservar la privacidad e intimidad de dichas personas.

Aina Valldaura es cooperante y coordinadora de Comunicación de la Fundación Vicente Ferrer en la India desde marzo de 2017.. 

Consenso feminista

Por Pilar Praena Leal

Dentro de poco faltará un año para las próximas elecciones municipales. Entraremos en la vorágine electoral en la que habrá que analizar cuánto se han cumplido nuestras expectativas o cuánto camino queda por recorrer. Se puede pensar que desde lo municipal no se pueden hacer políticas de verdad, que los grandes acuerdos sólo pueden suceder en los grandes parlamentos. Yo no lo creo y prefiero agarrarme a aquello que afirmaba el escritor Eduardo Galeano de que “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Sólo hay que darse una vuelta por los ayuntamientos, por los grandes o los pequeños, para descubrir cuánto puede cambiar la sociedad, la realidad que nos rodea … y cuán necesaria es la visión feminista en el momento actual.

Hay un ayuntamiento de un municipio de menos de 20,000 habitantes en Sevilla, El Viso del Alcor, donde en 2015 nos propusimos revolucionar la política y donde el feminismo intenta impregnar todas y cada una de las decisiones, aunque a veces no sea fácil.

En El Viso, las políticas de igualdad no se realizan para cubrir expediente. Hablo de un ayuntamiento dirigido por una mujer, con un equipo joven y feminizado, donde todo se acuerda por consenso, y donde nos ponemos de acuerdo concejales y concejalas de IU y de PP, al mando del ayuntamiento gracias a un pacto Gobierno, para transformar nuestro municipio y demostrar que hay otra forma de gobernar. Esto sin feminismo y generosidad sería imposible. El pensamiento feminista recorre cada una de las actividades y áreas de gobierno, con un objetivo principal: la visibilización de las mujeres en todas las esferas de la vida.

Pero esto sería papel mojado o una declaración de intenciones vacía (a la que las feministas estamos más que acostumbradas) si no lo demostramos con políticas reales. Para empezar, contamos con una Delegación de Mujer que lidera y protagoniza este cambio poniendo la vida en el centro de todo. Más medidas: importantes incrementos en la dotación presupuestaria. En total y entre todas las partidas, se gasta más del doble que en 2015 en políticas sociales y en favor de la igualdad. Porque la igualdad y la dignidad son los principales actores del cambio, y en ese sentido, es importante poner mayor atención a las personas de colectivos como la diversidad funcional, la infancia o nuestros mayores, cuya atención, también invisibilizada, suele recaer sobre las mujeres.

Las mujeres estamos acostumbradas a sobrevivir en situaciones adversas pero además a la política hemos venido para quedarnos. Hemos alzado la voz y hemos decidido (como ya avisara hace décadas Clara Campoamor) que ya no se gobernará sin nosotras. En el Viso nos hemos declarado Municipio Libre de Violencia Machista con una masiva participación del tejido empresarial, hemos hecho del 2018 año de la mujer visible, con decenas de actividades culturales, educativas, formativas y de atención hechas para las mujeres y cómo no, para el resto de la sociedad.

En estos años hemos llamado la atención de medios de comunicación incluso estatales con campañas transgresoras (como las fiestas libres de violencia machista con una campaña de servilletas en las casetas del recinto ferial o los muros por la igualdad, donde los jóvenes expresaron su repulsa hacia la violencia machista y la desigualdad enfrentándose además a la sociedad más reaccionaria). Además, hemos conseguido dignificar a las trabajadoras de sectores precarizados y feminizados, como las empleadas de limpieza y auxiliares de ayuda a domicilio, con más derechos laborales, jornadas más dignas, salarios mayores y atención a su situación emocional. Buscábamos, desde lo público, romper estereotipos de género en todo el empleo que generan. No tengo dudas: el feminismo protagoniza el cambio de cualquier entorno y El Viso es un ejemplo de que es posible.

Pilar Praena Leal es feminista y concejala-Delegada de Mujer, Servicios Sociales y Recursos Humanos del Ayuntamiento de el Viso del Alcor, Sevilla.

En el Día de África: una mirada a las mujeres

Por Beatriz Novales

Antes de ir por primera vez a Burkina ya me habían hablado de Sankara, uno de los grandes revolucionarios africanos: un adelantado a su época. En apenas cuatro años, entre 1984 y 87, dio un cambio radical al rumbo del país, antes de ser asesinado. Indagando sobre su vida y su acción política, descubrí que Thomas Sankara era, además, feminista:

‘Si perdemos la lucha por la liberación de la mujer habremos perdido el derecho a una transformación positiva de la sociedad’

La cita aparece en el libro ‘El África de Thomas Sankara‘ de Carlo Batà. Y a pesar de todas las dificultades, la situación de la mujer en Burkina ha tenido una evolución positiva desde entonces, especialmente en cuanto al acceso de las niñas y las mujeres a la educación -en especial en medio urbano- y a la representación política de las mujeres.

Fati Marmoussa es una joven agricultora de la región de Tafgo, Burkina Faso. Ha participado en actividades de formación para mejorar la nutrición y salud de su familia. Imagen de Pablo Tosco / Oxfam Intermón.

Las mujeres son las grandes protagonistas de los proyectos productivos que Oxfam lleva a cabo en Burkina. Mujeres emprendedoras siempre dispuestas a la innovación y a organizarse de forma colaborativa para que sus iniciativas sean más rentables y al mismo tiempo generen mecanismos de solidaridad entre ellas.

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El feministómetro

Por Lula Gómez

Sí, ahora hasta los centros comerciales dicen ser feministas, las marcas de camisetas se tornan violetas y las pecheras se han llenado de Fridas Kahlos y eslóganes por los derechos de las mujeres. También los partidos parecen haber oído el grito de las mujeres en las calles por defender la igualdad: a un mismo salario, a vivir libres de violencia, a la paridad, a una investigación en salud, a una visibilización. Es un gusto, el mundo de repente se ha vuelto feminista, pareciese. Pero, ¿será verdaderamente así, cómo medir el compromiso real con la causa de quienes abrazan ahora el feminismo? El problema, es que no tenemos un feministrómetro, es decir, una máquina para medir machismos. Puesto que no contamos con ese contador y seguimos cayendo en las mismas prácticas patriarcales, van una serie de términos y experiencias que hablan de machismos. Haz la prueba, responde el siguiente test y comprueba cuánto pesan los estereotipos o las máximas tantas veces repetidas. Sí, tienes varios «síes» es fácil que te/nos quede todavía por aprender en feminismo y tenga/mos un problema a la hora de pensar, dada la sistematización de un mundo dictado por ellos. Prueba…

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¿Quién necesita el feminismo?

Por Carme Soto

La gran convocatoria que tuvo este año la celebración del 8M, la resonancia de movimientos como #MeToo o campañas como No es No, entre otros muchos…, me hicieron recordar una original campaña que en 2012 lanzaron algun@s alumn@s de la Univerdidad de Duke en USA con el lema Who Needs Feminism. Esta iniciativa lanzaba una pregunta que nos invitaba a interrogarnos por la razón de ser del feminismo, por la utilidad que podía tener para nuestras vidas. Quizá hoy seguimos necesitando hacernos esa pregunta, pero también es muy importante mantener viva la memoria de tantas mujeres y algunos varones que hicieron posible que hoy hablemos de feminismo y nos neguemos a asumir los limites que nos marca una sociedad todavía patriarcal.

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Observar de cerca

Por Pepa Torres

Leyla es una joven nicaragüense que trabaja como empleada de hogar en una casa. Aunque sus empleadores le dicen que es “como de la familia”, cada vez que tiene que acudir al médico  ha de suplir esas horas que falta  trabajando en sábado o domingo.

Belinda trabajó como interna 8 años cuidando a un señor mayor enfermo con Alzheimer. A los tres días de su muerte, la familia la obligó a marcharse y le dieron como finiquito 150 euros.

Historias como estas escuchamos cada día en la asociación Senda de Cuidados y el colectivo Territorio Doméstico, entidades ambas dirigidas al empoderamiento y la defensa de los derechos de las trabajadoras de hogar. El empleo doméstico y de cuidados es el trabajo que sostiene la vida. Por eso, como coreamos en las movilizaciones donde exigimos nuestros derechos como trabajadoras: “Sin nosotras no se mueve el mundo”. Pese a ello constituye una de las formas de empleo más invisibilizadas, precarias y desprotegidas ya que en numerosas ocasiones las trabajadoras  mantienen condiciones de semiesclavitud, sobre todo las internas.

El trabajo doméstico se desarrolla en condiciones de absoluta precariedad. Imagen de Volha Flaxeco/Unsplash

Un dato muy representativo: si en nuestro país existen más de 700.000 trabajadoras de hogar, la mayoría mujeres migrantes, sólo una tercera parte está cotizando a la Seguridad Social. El resto se mantiene en situación de economía  sumergida y es llevado acabo por mujeres sin papeles, con lo que la vulneración de sus derechos se acentúa aún más.  Las condiciones laborales y salariales discriminatorias, la amplia desprotección del sector, el alto porcentaje de informalidad derivado en gran medida de las trabas para la regularización de los permisos de trabajo, entre otras, son consecuencia de una legislación que mantiene una desigualdad estructural y de un Estado ausente en la protección y garantía de derechos.

Ante esta situación nace el observatorio Jeanette Beltrán, sobre Derechos en empleo de hogar y de cuidados, con el fin de:  

  • Construir procesos de empoderamiento con las trabajadoras de hogar apoyando el conocimiento y defensa de sus derechos.
  • Sensibilizar a la sociedad en general acerca del reconocimiento de derechos laborales en este ámbito.
  • Incidir en las instituciones públicas para lograr la equiparación plena y efectiva de los derechos laborales de las trabajadoras de hogar.

Este observatorio recibe el nombre de Jeanette Beltrán en homenaje a una compañera nicaragüense, trabajadora de hogar, que murió en 2014 en Toledo al negársele atención médica por no tener papeles, como consecuencia del Decreto de exclusión sanitaria. En su nombre y como símbolo de una vulneración de derechos que no queremos que nunca más se repita, el Observatorio quiere ser una herramienta en manos de las propias trabajadoras para poder visibilizar y denunciar las numerosas situaciones que viven las empleadas de hogar en nuestro país.

Forma parte por tanto, de los procesos colectivos de organización de las propias trabajadoras por la defensa de sus derechos y reivindicaciones. Forma parte del fortalecimiento de grupos de apoyo mutuo, la asesoría y el tejido de redes formales e informales para hacer de su vulnerabilidad potencia.

Entendemos que no hay cuidados dignos sin trabajo digno. La “crisis de los cuidados” y la falta de recursos y servicios públicos no puede cubrirse sobre la explotación y precariedad de las trabajadoras de hogar. Por eso El Observatorio pretende también ser un altavoz para sensibilizar a la ciudadanía y para exigir a las instituciones públicas la equiparación plena y efectiva de los derechos laborales de las trabajadoras de hogar y cuidados así como la necesidad de su intervención en el amparo de estos derechos.

El lanzamiento del Observatorio tendrá lugar el día 19 de mayo en el Centro Social la Ingobernable (c/ Gobernador 39 de Madrid) en una Jornada abierta convocada bajo el lema “Precarias en rebeldía”. En el acto participarán las kellys, Territorio Doméstico, y las Trabajadoras de residencias de mayores de Bizkaia. Estos colectivos compartirán su experiencia de organización, luchas y reivindicaciones. También   estarán presentes el Eje de precariedad y Economía feminista y la plataforma Yo sí sanidad universal. El acto terminará con una comida popular.

Pepa Torres Pérez es miembro de la Red Interlavapiés. 

Cuidados y cuidadas

Por Ana Gómez Pérez-Nievas

‘Quiero encontrarme mejor […] Quiero poder limpiar y cuidar de mis hijos, y ser lo más feliz posible’. Esta frase, de una mujer que padece varias enfermedades, entre ellas, una depresión, resume la carga de cuidados a la que se enfrentan las mujeres, que, sumado a que son quienes han sufrido de manera diferenciada las consecuencias de las medidas de austeridad tomadas por el gobierno durante la crisis, las sitúan en una posición de especial vulnerabilidad. En #LaRecetaEquivocada, decenas de mujeres cuentan cómo se enfrentan a las consecuencias de los recortes sanitarios: listas de espera que se duplican, personal sanitario con ansiedad y explotado, aumento del copago farmacéutico que hace que las personas enfermas racionen sus medicamentos, entre otros aspectos.

Imagen de unsplash.com

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Para avanzar en igualdad, permisos igualitarios

Por Ángeles Briñón

La igualdad entre mujeres y hombres pasa porque los hombres se impliquen en los cuidados. Actualmente,  cuidar tiene nombre de mujer. Son las mujeres las que cuidan de las criaturas al nacer, de las personas mayores y dependientes. Afortunadamente los hombres se van incorporando  a las tareas de cuidados, pero aún queda un largo camino por recorrer. Aquí vamos a analizar los cuidados de hijas e hijos en la primera etapa de su vida, por considerar que, cuando llega una criatura, la división sexual del trabajo se consolida, incluso en las parejas que son más igualitarias, en aquellas en las que los roles de género tienden a difuminarse en el resto de las tareas.

La legislación actual no permite que los padres se ocupen del cuidado de las criaturas cuando nacen al mismo nivel que las madres. Recordemos  que mientras que las madres se ausentan del mercado laboral 16 semanas, los padres se ausentan 4 semanas. Por ello, las empresas ven a las mujeres como ‘menos disponibles’ para el trabajo remunerado, lo que conlleva discriminación salarial, escaso acceso a puestos de dirección y/o responsabilidad, trabajos feminizados con poco reconocimiento social y económico.

La Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles, PPiiNA, lleva años promoviendo un cambio en la legislación para que los permisos por nacimiento y/o adopción sean iguales, intransferibles y pagados al 100%. Desde ella, se ha elaborado una Proposición de Ley (PL) que se ha debatido con los grupos parlamentarios en varias legislaturas, pero a pesar de que todos los partidos aceptan que los permisos igualitarios son imprescindibles para avanzar en igualdad, para facilitar el cambio de roles que tanto condicionan la vida de las mujeres, las propuestas que luego hacen son una trampa.

Sólo el grupo parlamentario Podemos-En Comú Podem-En Marea presentó una PL que recoge las demandas de la PPiiNA en dos ocasiones, pero fueron vetadas por el gobierno. Recientemente este grupo ha vuelto a presentar las leyes vetadas, entre las que se encuentra la equiparación de permisos.

Ciudadanos quiere ampliar a cinco semanas el permiso de paternidad, pero plantea que este periodo tenga que ser disfrutado obligatoriamente de forma simultánea por ambos progenitoras/es. El PSOE presentó una PL, vetada por el gobierno, en la que proponía que fueran seis las semanas que obligatoriamente deberían ser disfrutadas de manera conjunta. En apariencia disfrutar simultáneamente de cinco o seis semanas puede parecer una medida positiva, pero lo que en realidad pretenden es que los padres no lleguen a quedarse solos con la criatura. Es una ‘trampa’, pues deja a los padres en una función de ‘ayuda’, sin que se responsabilicen del cuidado en solitario.

Con la propuesta de la PPiiNA, incluida en las reivindicaciones de la Huelga Feminista del #8M, dos semanas a disfrutar obligatoriamente de forma simultánea y cuatro más a disfrutar simultáneamente o no, en función de la decisión de las/os progenitores, permite que la/el bebé pueda permanecer en casa durante más tiempo. Los padres cuidarán en solitario, lo que facilitará el cambio de roles y la eliminación sexual del trabajo.

Ángeles Briñón García es bloguera, experta en igualdad de género y forma parte de Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles. 

 

Tazas de café para un mundo más igual

Por Lula Gómez

“¿Un cafecito?”, esta invitación habitual que se repite en prácticamente todo el planeta puede representar mucho más que un espacio de charla agradable con el cálido brebaje. Para Agnes Nagmara, granjera, casada y madre de cinco hijos, este cultivo que llama a socializar le ha cambiado la vida. Ahora, esta mujer de Uganda tiene un sueldo, dispone de su dinero y cuenta con un espacio de trabajo donde –con o sin café- comparte historias.

Ser caficultura, producir el famoso grano con el que desayunamos a diario, le ha empoderado. Cuando Agnes se casó, recibió una pequeña plantación de café. Fue entonces cuando se dio cuenta de que las mujeres de su comunidad se llevaban la peor parte de aquel cultivo que para el músico Guiseppe Verdi era un bálsamo para el corazón y el espíritu. Lejos de disfrutar esas bondades, ellas lo cultivaban, secaban, tostaban y acicalaban, mientras que ellos, sus compañeros, lo comerciaban y obtenían los beneficios. Ahora, ellas cuentan con la autonomía asociada a una independencia económica. ‘Me siento genial porque después de trabajar, recibo dinero, lo llevo a la mesa con mi marido y discutimos qué hacer con él’. Aparte, el trabajo remunerado, le ha reportado otros bienes a la comunidad: las niñas y los niños de la comunidad ahora pueden ir a la escuela. Pero hay más.

Para Agnes Nagmara, caficultura ugandesa, el comercio justo es sinónimo de desarrollo. Foto: Pablo Tosco.

Cooperativa, que viene de la palabra cooperar, ha sido otro de los conceptos que esta mujer africana ha incorporado en su día a día. ‘Hemos dejado de estar encerradas en nuestras casas. Ahora, cuando vamos a trabajar, hablamos y compartimos ideas. ¿Que qué hacemos con los beneficios, que quién sabe cómo cultivar miel, que por cuánto te has comprado este vestido, qué quién baja a la capital…? Hemos desarrollado una amistad para la que antes no teníamos espacio’, explica.

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El día en que no se editen libros de ilustradoras

Por Carmen García Huerta

‘Dionaea Muscipula. Tiene usted una sonrisa encantadora’ es parte de la muestra de la artista que puede verse en la La Fábrica, de Madrid, hasta el 30 de mayo.

¿Qué hacemos con las ilustradoras? Me refiero a ellas porque yo lo soy, pero muy posiblemente esa pregunta se pueda aplicar a otros campos profesionales. Soy ilustradora y la poca sociología que yo pueda aventurar se limita a mi pequeña parcelita. Llevo ya un porrón de años dedicándome a lo mío, y no sé si lo que ocurre ahora es mejor o peor que lo de antes. Porque hace unos años yo era ilustradora en general; es verdad que, como en todo, éramos menos chicas, pero nunca sentí que mi trabajo fuera percibido distinto por tener mano femenina, y yo no producía nada deliberadamente desde mi condición de mujer. Y aquí pregunto, hombre: ¿te imaginas produciendo desde tu condición de varón? Aposta, quiero decir. ¿A que tú tampoco puedes? ¿A que te sientes universal y no peculiar? Yo también. Sin embargo, ahora resulta que soy ilustradora, pero muy acabado en «A»…

 

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