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El día en que no se editen libros de ilustradoras

Por Carmen García Huerta

‘Dionaea Muscipula. Tiene usted una sonrisa encantadora’ es parte de la muestra de la artista que puede verse en la La Fábrica, de Madrid, hasta el 30 de mayo.

¿Qué hacemos con las ilustradoras? Me refiero a ellas porque yo lo soy, pero muy posiblemente esa pregunta se pueda aplicar a otros campos profesionales. Soy ilustradora y la poca sociología que yo pueda aventurar se limita a mi pequeña parcelita. Llevo ya un porrón de años dedicándome a lo mío, y no sé si lo que ocurre ahora es mejor o peor que lo de antes. Porque hace unos años yo era ilustradora en general; es verdad que, como en todo, éramos menos chicas, pero nunca sentí que mi trabajo fuera percibido distinto por tener mano femenina, y yo no producía nada deliberadamente desde mi condición de mujer. Y aquí pregunto, hombre: ¿te imaginas produciendo desde tu condición de varón? Aposta, quiero decir. ¿A que tú tampoco puedes? ¿A que te sientes universal y no peculiar? Yo también. Sin embargo, ahora resulta que soy ilustradora, pero muy acabado en «A»…

 

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Time is Up! Tendamos puentes por las personas refugiadas

Por Berta de la Dehesa 

Cuando todos los cauces se han explorado. Cuando las formas del sistema van en contra de los derechos fundamentales. Cuando ya percibimos que todo está yendo mal y no hay voluntad política de cambio, solo queda una posibilidad de acción: crear.

Un grupo de alemanes, españoles, holandeses, italianos, marroquíes y sirios nos unimos por coincidencias de la vida alrededor de un espacio que nunca debió existir, un campo de refugiados. ¿Cómo cambiar esta realidad? ¿Cómo evitar que esto exista? Vivimos, observamos, estudiamos, comprendimos la realidad y la denunciamos. La denunciamos a las instituciones, a los gobiernos, al Parlamento Europeo, ninguna respuesta, ninguna propuesta.

Ante tanta frustración a veces dan ganas de tirar la toalla, ¿para qué seguir gritando? Hay que buscar nuevas formas.

Estamos cansadas de palabras, tantas noticias manipuladas, tantos discursos políticos, tantas  discusiones en el bar. Cambiemos de acción, construyamos.

Erijamos un símbolo que represente nuestro sueño. Una estructura mitad física mitad imaginada que cruce todas las fronteras: “Si las fronteras son líneas imaginarias que separan los países, nosotras preferimos imaginarnos puentes que los unan”.

Mapa de actividades dentro de la iniciativa #Sickofwaiting, que tienen lugar este fin de semana.

El 30 de septiembre más de treinta ciudades se han unido a esta propuesta y ya van apareciendo muchísimos puentes: cantados, de cartón, actuados con el cuerpo, poéticos… pero entre todos ellos, dos creaciones son el germen de este intento de reformulación de nuestro imaginario. Dos medios puentes conectados por nuestras ganas de estar juntos.

En Atenas, el corazón de la protesta, nacerá un puente diseñado por Buenaventura Visconte di Modrone y Edoardo Giancola, dos arquitectos italianos que buscan nuevas formas y sentidos. Trabajaremos con el Athens Makerspace, uniendo así manos de diversas nacionalidades: italianas, griegas, sirias, españolas… levantaremos la estructura en la que todo el mundo está invitado a dejar su huella. Un lienzo de 75m2 para plasmar nuestros deseos, nuestras frustraciones y la espera. Esa que, como si de una tortura se tratara, va minando la capacidad de proyectar un futuro.

Desde allí, sobrevolando Europa, llegaremos Madrid donde se levantará la otra mitad del puente. Ana Caos, una artista comprometida con una forma de vida sostenible que preserve un mundo en el que todos podamos vivir, finalizará este puente materializando las cifras de la vergüenza. Esta creación nos pone delante la falta de compromiso del gobierno español que, en dos años, no ha sido capaz de asumir ni siquiera un 12% de las personas a las que se comprometió a acoger. Su propuesta de cuerdas que todos iremos atando, nos muestra en dos colores las personas que han llegado y las que quedan esperando al otro lado. Cada nudo, cada cuerda que sumamos a la estructura, nos conecta con cada persona afectada y a su vez nos ayuda a  trazar ese puente que nos unirá a todos.

Os invitamos a participar, a hacer red, a conectarnos: busca el evento más cercano en www.sickofwaiting.org  Ya empieza a no bastar con creer en un mundo mejor, ha llegado el momento de crearlo.

Berta de la Dehesa  ha estado trabajando como voluntaria en un campo de refugiados en Ioannina, Grecia y es una de las impulsoras del movimiento #SickOfWaiting

Ana Magdalena Bach o el talento de las mujeres

Por Silvia Martínez Valero Silvia Martínez Valero

Desde que nuestros caminos se cruzaron en una clase de música hace años, Ana Magdalena Bach ha estado en bastantes ocasiones en mi mente; muchas más desde que descubrí lo que voy a contaros. Ana Magdalena fue una soprano alemana, segunda esposa de Johann Sebastian Bach, con quien tuvo doce hijos y a cuyo lado se mantuvo hasta su muerte. Admiro la música clásica, pero lo cierto es que pienso que los grandes compositores debieron de ser unos pésimos compañeros de vida y de hogar y, por ello, Ana siempre me pareció algo así como una santa. Cual fue mi sorpresa cuando me enteré de que un estudio demostraba que algunas de las obras de este famosísimo compositor fueron escritas por ella –que siempre había poseído talento musical–. Quizá sea ya un poco tarde, pero creo que se merece que esto se sepa.

Juan Sebastián y Ana Magdalena Bach. Imágenes de archivo

Juan Sebastián y Ana Magdalena Bach. Imágenes de archivo

Al principio se pensaba que había compuesto el aria de Variaciones Goldberg y el primer preludio de El clavicordio bien temperado: Libro I, pero posteriormente se ha descubierto que el asunto va más allá. No solo estas obras eran creaciones suyas, sino que algunas de las más famosas de Johann podrían serlo también, sobre todo las que se encuentran compuestas en el período final de la vida del compositor. Las pruebas radican en su mayor parte en estudios caligráficos realizados por la Universidad Charles Darwin de Australia y que demuestran que tanto por el estilo caligráfico de las notas como por la falta de la “tranquilidad” que produce el estar simplemente copiándolas, lo más lógico es pensar que fuera ella su más legítima autora. Pensad por un momento en todo lo que esto implica; ¿no os sentís sobrecogidos? Ana Magdalena habría tenido no solo que cuidar de su marido y su enorme prole, sino también que encontrar en aquellos tiempos lugar para su pasión: la música, la única amiga que le estuvo de verdad agradecida en vida.

En este momento puedo imaginarla cansada pero firme y fuerte, ayudando a su marido con sus tareas y sus obras y componiendo por las noches las suyas propias, sin que le desanimara el hecho de no obtener reconocimiento. Supongo que esa es una de las cosas que más me gustan de Ana Magdalena: que no se quedó revolviéndose en el rencor –son múltiples las pruebas de que amaba de verdad a su marido– ni se negó a compartir su don con el mundo.

Apuesto a que jamás habría imaginado que tantos años después de su muerte alguien estaría hablando de ella. Seguramente tampoco pensó que fuera a ser reconocido su esfuerzo. Sin embargo, quien lea esto no podrá evitar –para bien o para mal, para criticar o compartir lo que os cuento–pensar unos segundos en Ana.

Tal vez así, segundo a segundo, reciba parte del mérito que le habría correspondido en vida.

Silvia Martínez Valero es una joven estudiante y constructora de historias.