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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

Archivo de la categoría ‘Discos’

Vampire Weekend y la horchata

Están en todas partes: portadas de revistas musicales, blogs especializados, radios no comerciales… y cómo no, también en boca de los entendidillos del indie, que son ciento y la madre (y un poco pesados, también). Se llaman Vampire Weekend, son neoyorquinos y hacen, a grandes rasgos y para entendernos, pop delicado con elementos de la música africana. También cabe en sus canciones algún que otro sintetizador ochentero, arreglos de cuerda, dejes de reggae y ska… Una propuesta singular que se ha consolidado con su segundo disco, el inspiradísimo Contra.

Hoy os hablo de Vampire Weekend con la excusa de una noticia curiosa: el primer tema de su segundo disco, Horchata, ha llamado la atención del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Chufa de Valencia. Suena un poco a coña, pero es real. Al enterarse de la creciente popularidad del grupo, los miembros del citado consejo no han perdido el tiempo y se han puesto en contacto con la banda para invitarles a probar la refrescante bebida durante su próxima visita a España, a finales de febrero. Y ellos han contestado que «encantados».

Me imagino que cuando los chicos de Vampire Weekend escribieron líneas como la inicial «In december, drinking horchata», no pensaron más que en buscar una bebida que rimase -más o menos- con otras palabras del tema, como «balaclava» (un pasamontañas) o «aranciata» (una bebida de naranja). Y sin embargo, la cosa ha servido como reclamo turístico más que aprovechable para unos señores de la ciudad del Turia, que estarán dando palmas con las orejas ante la publicidad gratuita que les brinda el grupo, aunque no tengan ni pajolera idea de quienes son esos americanos con pinta de empollones. Y yo que me alegro, porque bien buena que está la horchata. Me flipa la horchata. Viva la horchata.

Los cargamentos de horchata gratis, a la dirección del periódico, a nombre de Dani Cabezas, por favor.

(Dios. He escrito tantas veces horchata que ya me suena hasta raro… horchata, horchata, horchata, ¿horchata?).

Los discos en directo

He pasado la Nochevieja en esa espectacular ciudad llamada Berlín, y os puedo asegurar que esta ola de frío que estamos sufriendo se queda a la altura del betún al lado de la que soportan cada invierno los amigos teutones. Eso sí, ellos las llevan con estoicismo a base de jägermeister, cerveza templada y vino caliente (bastante asqueroso, por cierto).

Como no podía ser de otra forma, el turismo por las tiendas de discos estaba marcado en rojo en la inexistente agenda del viaje. Los puntos neurálgicos en los que mi billetera ha sufrido más han sido básicamente dos: la tienda de rock, punk y hardcore del barrio de Kreuzberg Core Tex y un mercadillo cuyo nombre he olvidado, situado al norte de la ciudad. Discos a cascoporro.

Entre las joyas con las que me he hecho a un precio más que razonable (Berlín sigue siendo, aunque cada vez menos, una ciudad barata), vinilos de Beastie Boys, Bad Religion, Detroit Cobras o The Bellrays, entro otros. También un par de recopilatorios de garage y rockabilly (este último con una de las portadas mas explícitas de mi colección), y un disco de rarezas y temas en directo de Queens of the Stone Age, una de mis bandas del alma. Y aquí llegamos al tema a debatir.

Los discos en directo no me convencen. Nunca he terminado de verle el sentido a ponerme uno en casa. Si quiero disfrutar de un directo, prefiero que sea viendo a la banda ante mis ojos. Muchos dirán que un álbum en directo condensa toda la energía del grupo y es un fiel reflejo de lo que es en realidad una banda. Y así es. Y sin embargo, que no, que no me convencen.

Como todo, siempre hay excepciones. A propósito de este tema hablaba recientemente con mi amigo Paco de «Kick Out the Jams», el incendiario debut de MC5, grabado en directo en Detroit en 1969. Un disco que casi todos los fans del rock and roll tenemos en casa. Y sin embargo, un disco que me hubiera encantado poder disfrutar en versión de estudio. Sin público, sin exceso de ruido, con todos sus matices y arreglos bien definidos. «Kick Out the Jams» es, junto al mencionado vinilo de QOTSA, uno de los pocos directos que integran mi colección. Y en principio, no tengo intención de hacerme con muchos más. Llámalo manía.

¿Te gustan los discos en directo? ¿Cuáles son tus preferidos? Cuéntamelo en los comentarios. O simplemente deja tu spam, que ya si eso me encargo yo de borrarlo.

Queens of the Foo Zeppelin

Llegó el día. Una apisonadora sónica de dimensiones titánicas está a punto de arrollarnos sin piedad a base de atronadores riffs, baterías furiosas y melodías crudas, de esas que se adhieren al cerebro como sanguijuelas sedientas de sangre. El disco de rock más esperado del año aterriza mañana en las tiendas de EE UU y Canada (o lo que es lo mismo, en su Google, Emule o Torrent más cercano). Su nombre: Them Crooked Vultures. Su traducción: la unión de Josh Homme (Queens of the Stone Age), Dave Grohl (Foo Fighters) y John Paul Jones (Led Zeppelin). Agárrense los machos.

Hacía tiempo que no depositaba tantas expectativas un lanzamiento discográfico. Ni el de Chenoa, oyes. Es más, algunos de los discos más esperados de grupos grandes han terminado este año en pequeña decepción, como en el caso de Wilco, o en sonados chascos, como el de Green Day. De hecho, muchas de las grandes alegrías de la temporada han venido de la mano del producto nacional: ahí están las imprescindibles referencias de bandas como The Unfinished Sympathy, Los Coronas o The New Raemon. Pero de eso ya hablamos otro día.

Esta vez no puede haber decepción posible. De una unión así sólo cabe esperar un disco con mayúsculas. Porque no hablamos de un grupo formado de manera puntual o anecdótica, sino de un proyecto nacido hace ya cuatro años y cuyas pocas actuaciones en directo han cautivado a la crítica. ¿Que muchos supergrupos son un fiasco? Así es. Pero algo me dice que el debut de Them Crooked Vultures no entrará en esa categoría. Es más, es posible que estemos ante uno de los discos del año. Y lo digo habiendo oído sólo un par de temas. Así de chulo que es uno.

Aire

Hubo un tiempo en el que un servidor renegaba abiertamente de todo lo que oliese a música electrónica. Eran tiempos de ignorancia, porque cerrarse a lo desconocido sólo denota garrulismo. Y no sólo de rock vive el hombre.

Muchos y variados fueron los discos que me hicieron cambiar de opinión. Pero si tuviera que elegir un top 10 de aquellos que me abrieon definitivamente las orejas, en un lugar destacado se encontraría, sin duda, el Moon Safari de los franceses Air, nuestros protagonistas de hoy.

Aquello no tenía nada que ver con los sonidos que me habían hecho vibrar hasta entonces. Daba igual escuchar la inicial La Femme d’argent, que la sublime All I need o la deliciosa clausura del álbum, Le Voyage de Pénélope. La práctica totalidad de los cortes del segundo disco del dúo francés te transportaban a un paraíso de calma espacial y única. En un principio, la asociación fue clave: aquello era música para follar. Sin más. Pero pese a que la música de Air era ideal para el universo coital, no tardé en darme cuenta de que sus posibilidades de uso iban mucho más allá. Era un disco perfecto para escuchar de viaje en el coche, o en el metro con cascos, o simplemente de fondo en casa, permaneciendo en un sutil segundo plano. Era un disco de esos que, simplemente, te apetece escuchar de vez en cuando.

Tras la soberbia banda sonora de Las vírgenes suicidas, la carrera de Air fue decayendo poco a poco. Talkie Walkie era bueno, pero ni de lejos se acercaba a la genialidad de sus primeras obras. Tras él llegó un flojito Pocket Symphony. Les vi en directo y me dejaron frío. Y así, poco a poco dejé de hacerles caso.

Ahora, como esperando una nueva oportunidad por parte de los fans que, como yo, hace tiempo que pasan un poco de ellos, llegan con un nuevo disco debajo del brazo. Love 2 ve la luz hoy mismo y, por lo que he tenido la oportunidad de escuchar, mantiene intacta la esencia del dúo. No podía ser de otra manera. La de Air es una propuesta imprescindible en la escena europea, pese a que sus días de máxima inspiración parezcan estar cada vez más lejanos en el tiempo. Y cada uno de sus nuevos lanzamientos merece, como mínimo, una escucha detallada.

La consagración definitiva de Tokyo Sex Destruction

Han pasado ya siete largos años desde que una joven banda de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, irrumpiese en el panorama indie estatal con su primer disco. En «Le Red Soul Comunnitee», los catalanes Tokyo Sex Destruction desgranaban una apisonadora de rock and roll, punk y garage con una fuerte carga de rabia y mala leche, pero siempre con el espíritu festivo y bailongo del soul por bandera. Entonces, algunas voces les reprocharon sus similitudes estéticas, estilísticas e ideológicas con la propuesta de los suecos The (International) Noise Conspiracy. Pero ellos siguieron a lo suyo, centrándose en tocar y madurar su sonido a base de conciertos sudorosos en los que llevaban los tópicos del rock and roll a cotas casi esperpénticas.

Ahora, cuando entre aquellos primeros días y este miércoles han mediado cuatro discos y miles de conciertos (estamos hablando de la banda independiente que más ha girado fuera de nuestras fronteras), Tokyo Sex Destruction regresan a la actualidad con un nuevo decálogo de actitud y energía, «The Neighbourhood». En él apuestan más que nunca antes por la melodía y, por qué no decirlo, por una rabia más contenida, sin perder por ello ni un ápice de personalidad y elegancia. Más negro y soul que nunca antes, «The Neighbourhood» suena brillante, redondo y tremendamente sexual. Enorme. Para que luego haya quien diga que en este país no hay buenas bandas.

Durante las próximas semanas, los chicos de TSD se darán una vuelta por la geografía española para presentar su nuevo trabajo. Y yo, como no podía ser de otra forma, os recomiendo su directo encarecidamente. He aquí las fechas:

-Viernes 9 de octubre, Puerto de Santa María (Monkey Week)

-Sábado 10 de octubre, Badalona (Estraperlo)

-Viernes 16 de octubre, Barcelona (La 2)

-Sábado 17 de octubre, Valencia (Magazine)

-Domingo 18 de octubre, Castellón (Four Seasons)

-Sábado 7 de noviembre Madrid (Ramdall)

Ayer conocí a Shakira

Lo he conseguido. Ayer hice realidad los lúbricos sueños de millones de machos del planeta: ayer conocí a Shakira. Ya me puedo retirar del periodismo. He tocado techo.

¿Y qué tal fue la cosa? Pues nada. Muy maja y dulce ella. Y bastante más guapa de lo que me esperaba, la verdad. Un poco tapón, también es cierto. Pero no hemos venido aquí a hablar de su físico (aunque se haga un poco difícil tras ver su vídeo). No. Hemos venido a hablar de su música. O mejor dicho, de su nueva música.

Partiendo de la base de que las canciones de Shakira siempre me dejaron bastante indiferente, la realidad es que nunca me pareció de lo peor. Musicalmente sus discos son aceptables, a pesar de esa manera de jadeocantar tan irritante que gasta. Y algunas canciones hasta tienen su gracia. Es así.

Pero ah, amigos. Llega la hora de ver qué se ha marcado la colombiana en su nuevo disco. El single, como todos sabréis, es «La loba» («She wolf», en su versión anglosajona»). ¿Y qué nos encontramos? Un ritmo discotequero de medio pelo, con una cutre guitarra funk y un bajo insulso más visto que el tebeo. Una letra ridícula y una melodía que ni fu ni fa. Vamos, que no da ni una. Y para rematar la faena, un vídeo al más puro estilo «soy un poco zorra y me mola mazo», en ese rollo tan yanki que llevan cientos de grupos MTV formados por chicas neumáticas. En fin, decir barato y chusco es quedarse corto.

El resto del disco salva los muebles sin pena ni gloria, empleando numerosos y efectistas elementos de la música oriental (a veces rozando el sonido Bollywood) y ritmos caribeños de los que tanto, tanto me gustan. Poca cosa reseñable y mucho para olvidar. Pero peta seguro, eso sí. Porque es Shakira. Y aunque nunca me gustó su música, no deja de parecerme un poco penoso que haya pasado de ser algo mínimamente digno, aun siendo comercial, a convertirse en un producto tan cutre y de medio pelo como este. Pero qué se le va hacer.

Con todo, lo peor de esto es que no puedo sacarme «Loba» de la cabeza. Oh, dios.

Sobredosis de Billy Corgan

Si te gustan Smashing Pumpkins, estás de enhorabuena. Aunque también es posible que en los próximos meses acabes más que harto de la banda liderada por el excéntrico calvoroto que ves a tu izquierda. Y es que el amigo Billy Corgan ha anunciado, a través de su blog, que el próximo álbum de Smashing Pumpkins constará de 44 canciones. Ni una más, ni una menos.

Lo más singular del nuevo álbum de las Calabazas, que llevará por título «Teargarden by Kaleidyscope», no será su extensísima duración, sino su manera de ser distribuido. A partir de Halloween (31 de octubre), Corgan irá colgando, una a una, las 44 canciones del disco, que podrán ser descargadas por los fans de manera «completamente gratuita, sin necesidad de dar ningún email y tantas veces como se quiera». Cuando el proceso concluya, los amantes del disco físico podrán adquirirlo en las tiendas en una edición de lujo.

Hay que decirlo alto y claro: Smashing Pumpkins son hoy una mera caricatura de lo que fueron antes de separarse en 2000, por no hablar de lo lejos que están de aquella banda que firmó el sobresaliente «Siamese Dream». Tras su reunión, crearon una gran expectativa con «Zeitgeist» para luego marcarse un pufo de dimensiones titánicas. Vamos, que probablemente encarnen mejor que nadie el dicho aquel de que una retirada a tiempo es una victoria. Y aunque siempre hay que otorgar el beneficio de la duda (la banda lo merece), la realidad es que no tengo puestas demasiadas esperanzas en el nuevo álbum.

En el aspecto extramusical, lo primero que le surge a uno es aplaudir este tipo de iniciativas por su gratuidad. Pero en segundo lugar me asalta una reflexión, quizá algo contradictoria con lo anterior pero absolutamente sincera, de la que probablemente se ha hablado (y se hablará) en este blog. Iniciativas como ésta, ya sea en su versión Radiohead o en la del propio Corgan, se las pueden permitir con gusto (y rentabilidad) aquellos grupos que cuentan con una base de fans consolidada y una cuenta corriente con muchos ceros. A veces me veo en la tesitura de tener que recordar a algunos lo que cuesta grabar un disco. No es una mera cuestión de dinero, sino también de tiempo y mucho, mucho esfuerzo. Y eso, a veces, debería valorarse de otra manera. Aunque sólo sea a la hora de tener en cuenta lo mucho que hay detrás de una mierda de archivo en mp3.

Thom Yorke, de nuevo sin Radiohead

Han pasado ya más de tres años (el tiempo vuela). Me hallaba yo pasando mis vacaciones de verano en ese paraíso cercano que es Lisboa, entre cuestas infernales, emblemáticos tranvías e insistentes negros ofreciéndote marihuana de calidad paupérrima -me lo ha contado un amigo que la probó, el muy primo-. Mientras paseaba, las canciones de un disco se repetían en mi cabeza de manera cíclica, hiponótica, casi obsesiva. Aquel álbum era el debut en solitario del vocalista de Radiohead, «The Eraser». Con él, Thom Yorke demostró que es capaz de construir grandes canciones sin la ayuda de Johnny Greenwood, el gran cerebro de la banda de Oxford. Un álbum claustrofóbico, doliente y poderosamente adictivo. También algo irregular, aunque sin duda más que disfrutable para los que seguimos atentamente las peripecias del genial grupo inglés, que somos unos pocos.

Ahora, y a pesar de haber asegurado que su aventura en solitario no tendría continuación en forma de un nuevo disco, Yorke saca a la luz un single con dos cortes que se quedaron fuera de las sesiones de «The Eraser». Se trata de «Feeling Pulled Apart By Horses» y «The hollow Earth», en los que vuelve a apostar por la electrónica al más puro estilo «Kid A», otorgando a su inimitable voz el protagonismo más absoluto. La cara B del single -que se puede adquirir en 12 pulgadas en esta tienda online– ya tiene videoclip.

Cien por cien Thom Yorke, cien por cien «The Eraser».

La ciudad subterránea

Es la eterna canción del indie patrio: por una parte, ciertos medios encumbran a grupos que valen poco o nada; por otra, esos mismos medios no hacen ningún caso a grupos de enorme calidad. Pero ah, amigos. De cuando en cuando, la justicia cósmica hace su trabajo y, por fin, ciertos grupos obtienen el reconocimiento que merecen, un premio a la tenacidad y el trabajo bien hecho. Y cuando ese momento llega, los que amamos la música aplaudimos. Plas plas.

Dorian es uno de esos grupos. Los catalanes (aunque dos de sus miembros residen en Madrid) llevan dejándose la piel desde 2002 con una propuesta de tecno pop con sintetizadores, guitarras y letras en castellano tan única como atípica en nuestro país. Tras debutar con «10.000 Metrópolis» (2004) y convertirse en uno de los primeros grupos en crecer gracias a myspace, dieron un salto de gigante con «El futuro no es de nadie» (2006). Gran parte de la culpa la tuvo un hit que corrió como la pólvora por las pistas de media españa, el pegadizo «Cualquier otra parte».

Ahora, Dorian publican su tercer largo, «La ciudad subterránea», producido a cuatro manos por Dive Divosso (7 Notas 7 Colores) y Álex Ferrer (The Requesters). En él dan con su mejor sonido y sus canciones más redondas hasta la fecha. Un álbum grabado tras una maratoniana gira de 132 conciertos en el que priman los temas orientados a la pista, pero manteniendo intacta su esencia oscura y reflexiva a través de unas letras absolutamente personales. Pequeñas verdades pronunciadas de manera desgarradoramente sencilla y honesta por parte de Marc Gili, cantante, guitarrista y letrista del cuarteto. «Paraísos artificiales», «Verte amanecer», «Estudios de mercado»… En una entrevista que saldrá publicada en este diario en los próximos días, el propio Marc me comentaba que la gente les ha dicho que no existe un single concreto, pues todos lo son en potencia. Siempre es un buen síntoma. Y siempre es una alegría verles de vuelta y comprobar su excelente estado de forma.

Antes de que cuente diez…

… el nuevo disco de Fito triunfará otra vez.

Esa es la conclusión a la que llego después de escuchar, un par de semanas antes de que salga a la venta, el nuevo disco de Fito y Fitipaldis. Nada nuevo bajo el sol y, al mismo tiempo, igual de correcto y bien facturado que siempre.

El clásico sonido de la banda es el eje principal de un álbum del que destacan temas como Qué necesario es el rock and roll o el que da título al álbum, primer single que ya suena en las radios. Un par de temas a medio tiempo (Catorce vidas son dos gatos, Que me arrastre el viento), una versión de La Cabra Mecánica y un cierre instrumental son otros de los ingredientes de un disco cortito (diez canciones) grabado el pasado verano junto a algún que otro músico de renombre. Como sustento, las siempre personales letras de un Fito que sigue en buena forma.

La fórmula mágica de Fito Cabrales consiste en facturar rock and roll para todos los públicos. Desde la fan de Amaia Montero al ex punki descafeinado. Desde el pijo a la choni poligonera. Prácticamente cualquiera se puede sentir identificado con sus letras y atraído por su sonido y sus canciones. Y eso no está exento de mérito. Porque el hecho de que, con la música que hace, sus discos sean potencialmente vendibles para casi cualquier sector sociológico le convierte en un artista que dignifica como pocos la música que suena en las radiofórmulas de este país.

Y además, me cae de puta madre.