Entrada gratuita Entrada gratuita

"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

Archivo de la categoría ‘Columnas’

‘Marzo negro’

A modo de protesta por el reciente cierre de Megaupload y la posible aprobación de la ley SOPA en EE UU, Anonymous convoca estos días a los internautas a un ‘marzo negro’ en el que, piden, no se compre ningún disco, libro o videojuego ni se vaya al cine. El planteamiento da por hecho que todos los artistas son enemigos y, por tanto, culpables, una premisa absurda que recuerda mucho a aquella de la que partía el canon digital de la SGAE o la propia SOPA, pero a la inversa. Un dato: en España, el 80% de los discos se publican a través de sellos independientes. La gran mayoría de sus artistas malviven a base de sangre, sudor y lágrimas. No tienen mansiones en Miami. Muchos tocan por una cantidad irrisoria o incluso pierden dinero. Los más afortunados sobreviven a base de giras maratonianas en furgoneta. Son tan currantes como el que más. Si los apoyos a la ley SOPA provienen principalmente de las grandes multinacionales del entretenimiento, así como de otra serie de empresas cuyo nombre se puede consultar en la Red, sólo ellas deberían ser, en todo caso, el objetivo de los ataques. Porque un ciudadano informado debe ser un ciudadano crítico, pero también un ciudadano ético. El resto sólo es activismo barato de sofá.

Sigue este blog en Facebook.

Balance

Son estos días tiempos de balance, también en el mundo de la música: se habla de los mejores discos del año, de los conciertos que quedarán grabados a fuego en nuestra memoria, de los músicos que ya no están y también de los que piden paso a base de talento. Hay quien dice que la industria atraviesa una crisis sin precedentes. Y así es. Nunca antes hubo semejante incertidumbre entre todos los que formamos parte de esto de alguna u otra manera: artistas, periodistas, discográficas, promotores, aficionados y demás actores de este circo estamos a verlas venir, tratando de reinventar entre todos un modelo que cambia más deprisa de lo que nosotros mismos somos capaces de asimilar. Pero no es menos cierto que somos afortunados testigos de un tiempo de especial efervescencia creativa en el que el acceso a la música  es más universal que nunca. Todo esta ahí, a distancia de clic. Hace no tantos años, imaginar algo similar hubiera sido un hermoso sueño para cualquier melómano.

Podríamos pedirle al 2012 buenos discos y mejores canciones, pero no será necesario: estarán ahí, como siempre han estado, pase lo que pase.

Ayudemos a Dan Melchior

Que la música nos ayuda a vivir está fuera de toda duda. Pero en ocasiones tal evidencia cobra una significación literal. El músico inglés Dan Melchior (en la imagen), conocido tanto por su carrera en solitario junto a la banda de garage rock The Broke Revue como por sus colaboraciones junto a artistas como Billy Childish, entre otros, envió hace unos meses a sus fans una petición desesperada de ayuda para pagar el costoso tratamiento de su mujer, enferma de cáncer. Los españoles han respondido. Se ha puesto en marcha la web ayudemosadanmelchior.wordpress.com y se han organizado una serie de conciertos para recaudar fondos en Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca y Donosti, además de diversas subastas benéficas y un fanzine. Una manera de devolverle a un músico parte de lo que él ha regalado a sus fans en forma de canciones.

Los datos de los conciertos son los siguientes:

Madrid Jueves 22.12. Sala La Faena: Fabuloso Combo Espectro, Mochuelo, Los Nitxos y Berlinetta. Entrada 6 euros + fanzine 3 euros.

Barcelona Jueves 22.12. Sala Moog: Beach Beach, Ohios, The Missing Leech y Brainf*ck. Entrada 6 euros + fanzine 3 euros.

Palma de Mallorca Jueves 29.12. Sala Sa Possessió: Saltamartí, Poal, Son and the Holy Ghosts y Gerard Armengol. 5 euros. Concierto, fanzine y cena solidaria.

Donosti Viernes 6.01. Sala Ondarra Club: The Great Destroyers + Bandas por confirmar. Precio por confirmar + fanzine 3 euros.

Falsos músicos

El pasado verano tuve la suerte de conocer Senegal en un viaje de prensa junto a un grupo de músicos. Viajábamos para cubrir el Festival Afroflamenco, que reunía sobre un escenario al ex Ketama Antonio Carmona y a Youssou N’Dour, la figura más internacional de la música senegalesa. Al entrar en el país, en el control de pasaportes, un sudoroso funcionario me preguntó por mi profesión. «Journalist», le dije sin pensarlo demasiado. Comenzó entonces un rosario de preguntas sobre las intenciones de mi visita. Cuál era mi hotel. En qué consistía mi trabajo en España. Qué tipo de medio era 20 Minutos. Qué labor iba a desempeñar exactamente en Dakar. Cuando finalmente, y no sin ciertas reservas, me dejó pasar, un compañero me dio un consejo: «en este tipo de viajes di siempre que eres músico o artista. Te pondrán muchos menos problemas que si te identificas como periodista». Hoy he recordado aquella anécdota al leer que dieciséis ciudadanos de Mali han sido detenidos por intentar entrar en España haciéndose pasar, precisamente, por músicos. Como en todo, fingir serlo también es mucho más fácil si perteneces a este otro lado del mundo.

Sigue este blog en Facebook.

Música, ética y política

El pacifista sudafricano Desmond Tutu solía decir que optar por la neutralidad en un caso de injusticia supone tomar partido por el opresor. Estos días, el cantaor jerezano José Mercé ha sido objeto de críticas por su actuación en Jerusalén con motivo de la conmemoración del inicio de relaciones diplomáticas entre España e Israel. Él ha declarado, y no sin razón, que lo suyo es el flamenco y no la política. Y pese a todo, la noticia vuelve a poner encima de la mesa un debate que colea desde tiempos de los Beatles. ¿Debe un artista participar en conciertos organizados por y para gente cuyas prácticas políticas y sociales son, cuanto menos, reprochables? A algunos les trae sin cuidado. Ahí están los casos de Mariah Carey actuando en privado para Gadafi, una propuesta que rechazó, por ejemplo Jennifer López. Otros, como Bono de U2, están dispuestos a estrechar la mano de políticos de cualquier pelaje sin reparar lo más mínimo en su historial. Y algunos, pocos, ponen sus convicciones por encima de su bolsillo.

El fin de (este) Internet

Estados Unidos debate estos días una iniciativa legal de la que apenas se está hablando en España y que, sin embargo, podría cambiar radicalmente el panorama de la Red de redes. La llamada ley SOPA (Stop Online Piracy Act) plantea la posibilidad de cerrar cualquier sitio web, tanto dentro como fuera de EE UU, sospechoso de alojar contenidos protegidos por las leyes de coyright de aquel país. Una especie de ley Sinde global elevada al cubo que ha contado con el beneplácito de Hollywood y que ha puesto en pie de guerra a los gigantes de Internet. Google, Facebook, AOL, eBay, Twitter o Yahoo, entre otros, han hecho un frente común de oposición a un proyecto que cuenta con el decidido apoyo de una veintena de congresistas de ambos partidos. La ley cuenta, además, con calculadas ambigüedades que pueden resultar de lo más peligrosas. Entre otras, la facultad de cerrar sitios que tengan una «alta probabilidad» de alojar dicho tipo de contenidos, lo que convierte la mera sospecha en motivo principal para cerrar una web. Al mismo tiempo que el Congreso debate la ley SOPA; el Senado hace lo propio con la Protect IP Act, una iniciativa prima hermana de aquella que trata de prevenir las amenazas a la propiedad intelectual y que se explica de manera clara y concisa en decenas de vídeos como este que estos días circulan por la Red.

De salir adelante, tanto la ley SOPA como la Protect IP Act significarían el principio del fin de Internet tal y como lo hemos conocido hasta ahora y el inicio de una nueva era de mayor control y vigilancia gubernamental sobre la Red. Es de sobra conocido que, cuando se habla de Internet, EE UU es el laboratorio de pruebas de todo lo que antes o después llegará al resto del mundo. Permanezcan atentos a sus pantallas.

Listas

La drástica e imparable caída de las ventas de discos ha provocado situaciones que rayan el absurdo. Entre las más llamativas está la cifra de discos que hoy en día es necesario vender para entrar en las listas de ventas. Y es que lo que en su día fuera referencia fundamental para evaluar el impacto de un disco entre el público ha quedado reducido a mero chiste. Actualmente, el top 100 de los álbumes más vendidos alberga, en su mitad inferior, discos que han despachado la friolera de 60 o 70 copias. Con razón, cuando las discográficas anuncian a bombo y platillo que tal o cual banda ha entrado en la lista de marras uno no sabe si reír o echarse a llorar por el morro que le echan algunos al asunto. Algo similar ocurre con las ventas necesarias para certificar un disco de Oro, que no paran de rebajarse año tras año. Llegará un momento en el que alguien se dé cuenta de un galardón como ese empieza a carecer de sentido.

Hubo un tiempo en que España era el séptimo mercado musical del mundo (también la séptima economía, ¿recuerdan?). Hoy, quizá sería más útil elaborar una lista de las canciones más escuchadas en Youtube o las descargas más exitosas en megaupload. Así podríamos decir, con la cabeza bien alta, que somos líderes en algo.

Las ‘mixtapes’ del siglo XXI

El colectivo de creativos británicos Stupid ha encontrado una curiosa manera de actualizar el olvidado concepto de mixtapes, lo que en España vinimos a llamar «cintas de varios» durante los ya lejanos años 80 y 90. La idea consiste en una tarjeta regalo con un código QR, esa especie de código de barras inventado hace unos años que remite a una web desde un móvil y cuya utilidad, más allá de lo puramente comercial, aún no está demasiado clara (salvo en Japón, donde, ya se sabe, son gente tirando a rara). El receptor de la tarjeta acerca su teléfono al dibujito de marras y accede a una lista de Spotify creada para la ocasión. He aquí un clarificador vídeo explicativo:

La idea parece buena, y sin embargo, carece del encanto de aquellas inolvidables cintas de varios que grabábamos y decorábamos con especial mimo y dedicación.

Creo que echo de menos aquellos cassettes. Será que me estoy haciendo viejo.

La espiral del silencio

La politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann enunció en 1977 una de las teorías más sencillas y, al mismo tiempo, certeras que recuerdo haber estudiado en la carrera de Periodismo. En su libro La espiral del silencio desarrollaba la teoría del mismo nombre en virtud de la cual los individuos tienden a dejarse arrastrar por las opiniones mayoritarias, silenciando las suyas propias en caso de ser contrarias a aquellas por temor al rechazo del resto de la sociedad. Aunque Noelle-Neumann tomaba las ideas políticas como  campo de pruebas y ejemplo para sus estudios, su teoría es perfectamente aplicable al mundo de la música y las siempre cambiantes tendencias que giran en torno a ella: cuando los grandes gurús de la crítica encumbran a una banda, los medios especializados del resto del planeta y el cada vez más nutrido sector de los modernos sin criterio ni seso les siguen a pies juntillas. El resto, callan y otorgan. Y así, de manera ciertamente sorprendente, pocos se atreven a poner en duda el talento del que se ha establecido como un grupo intocable: si todo el mundo dice que son tan buenos, por algo será. No encuentro otra explicación que la espiral del silencio para el hecho de que determinadas bandas arrastren a miles de personas.

(Ilustración: María Gil)

Sigue este blog en Facebook.

Un tipo normal

A pesar de que mi relación con él no va más allá de una distendida entrevista y un par de amigos comunes, puedo afirmar sin temor a equivocarme demasiado que se trata de alguien muy cercano al concepto que tengo de «persona normal». Tranquilo, afable y comedido. Un tipo que simplemente se dedica a hacer canciones. Buenas canciones. Pero sí, al fin y al cabo un tipo absolutamente normal en todos los sentidos. Sin embargo, tan pronto comenzó su concierto se produjo el delirio entre el nutrido sector femenino del auditorio. Llovían los piropos, los comentarios sobre todos y cada uno de los detalles de su indumentaria y, sobre todo, los sonoros aplausos a cada una de sus muy normales frases entre canción y canción del repertorio. «¡Me encanta, tía!», decía una ya no tan joven groupie situada a mi lado. «Es que es taaan personaje…».

Subirse a un escenario otorga al músico un aura de magnetismo que provoca evidentes distorsiones en la percepción de algunas. Será que la música altera los sentidos. Será que tendemos a la idolatría barata. Será que, realmente, la estupidez humana no conoce límites.