Godín: se van los que deben quedarse, se quedan los que deben irse

Godín, llorando este mediodía en su despedida (EFE).

Con un nudo en la garganta, los atléticos hemos confirmado hoy lo que tanto nos temíamos: que Diego Godín se va del club.

El uruguayo ha dejado claro que por él no ha sido. Ha dicho que hubiera permanecido en el equipo toda su vida. Lo que ha ocurrido es que la oferta del Inter era irrechazable, sobre todo tras esperar mucho tiempo a que el Atleti presentara una oferta de renovación que recompensara tantos años de entrega y ser protagonista y líder en una de las mejores etapas de la historia del club. Y como sospechábamos muchos, el club no la presentó.

Tenemos un estadio puntero, logotipo muy pintón para apps y para vender ropa en Asia y una invitación (¡gracias, oh, dioses de los grandes clubes, por permitirnos recoger las migajas de vuestro pantagruélico banquete!) para la primera edición de la Superliga Europea Chachi No Apta Para Pobres. Pero todo eso de nada vale si no tienes la capacidad de quedarte con tipo como Godín hasta que cuelgue las botas. Y no hablo de capacidad económica, que seguro que influye, sino de saber tratar las leyendas. Y esa precisamente es de las cosas que, tradicionalmente, peor se le da al Atlético de Madrid.

Lo más triste de todo esto es que tras la despedida, el abrazo, secarnos las lágrimas, volver a entrar en casa y cerrar la puerta, miraremos dentro y veremos que los que se quedan son, en realidad, los que deberían irse. Y no me refiero precisamente a ningún jugador ni miembro del equipo técnico.

#GraciasGodín.

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