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Cadera, catedrático y catedral, tres palabras con un mismo origen etimológico: ‘una silla’

Cadera, catedrático y catedral, tres palabras con un mismo origen etimológico: 'una silla'

Conocemos como ‘catedrático’ (o catedrática) a aquella persona dedicada generalmente a la docencia (normalmente universitaria o de enseñanza media) y que ha alcanzado el más alto rango o status.

Por su parte una ‘catedral’ es una edificación monumental dedicada al culto religioso, siendo la iglesia principal de una diócesis y, por tanto, sede del obispado.

Y la ‘cadera’ es la parte de nuestra anatomía que está compuesta por dos partes salientes y formada por los huesos superiores de la pelvis.

Estos tres términos tienen un mismo origen etimológico (una silla o asiento), aunque los dos primeros (de ahí su similitud) provienen de una vía diferente que el referido a la parte de la anatomía humana.

‘Catedrático’ proviene del latín medieval ‘cathedraticus’ cuyo significado era ‘el que ocupa la silla o asiento’. El asiento al que se hace referencia es la ‘cátedra’, una silla o butacón elevado desde donde el maestro daba antiguamente la lección a sus alumnos o discípulos. El término cátedra a su vez provenía del latín clásico ‘cathedra’, cuyo significado era ‘silla, asiento’ y hasta ahí llegó desde el griego ‘kathédra’καθέδρα– de idéntico significado.

La ‘catedral’ recibe dicho nombre ya que era la edificación religiosa y principal en la que se encontraba el asiento del obispo de una diócesis (territorio en el que éste tiene su jurisdicción religiosa) y en el que se sentaba durante los oficios.  El término, al igual que el anterior, también proviene del latín clásico ‘cathedra’ y éste del griego ‘kathédra’.

Pero por su parte, el término ‘cadera’, proviniendo prácticamente del mismo origen etimológico, tuvo un viaje más que los dos vocablos anteriores, pasando desde al griego ‘kathédra’ al latín clásico ‘cathedra’ y desde ahí al latín vulgar ‘cathegra’ antes de convertirse en el castellano ‘cadera’. Y es que recibió ese nombre ya que es la parte de nuestra anatomía que se articula para que tomemos asiento, con la que nos podemos sentar, de ahí que tenga una etimología casi idéntica con otras palabras que, a simple vista, parece que no tengan nada que ver con ésta.

 

 

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Fuentes de las imágenes: Wikimedia commons / chagiajose (Flickr) / Wikimedia commons

¿Por qué a una persona lista se le suele decir “sabes más que Lepe”?

¿Por qué a una persona lista se le suele decir “sabes más que Lepe”?

El Lepe mencionado en esta expresión no tiene nada que ver con la famosa población onubense; popularmente conocida por sus ricas fresas, su magnífico paisaje y los divertidos chistes que la nombran. El dicho «sabes más que Lepe» tiene su origen en Don Pedro de Lepe y Dorantes, natural de Sanlúcar de Barrameda y que ejerció como Obispo de la diócesis de Calahorra y la Calzada (La Rioja) durante el siglo XVII.

Don Pedro de Lepe fue considerado como uno de los hombre más cultos de su tiempo, gracias a todas las aportaciones que realizó a través de sus escritos, entre los que se encuentran un conocido catecismo católico y numerosísimas cartas pastorales en las que explicaba su visión de la religión y de cómo tanto religiosos como seculares habían de aproximarse a ella. Su vasta y reconocida cultura, sirvió para que su apellido acabase convirtiéndose en sinónimo de conocimiento y sabiduría.

La expresión se suele aplicar a personas ingeniosas y de amplia cultura, aunque también se utiliza con cierto tono negativo refiriéndose a alguien que sabe más de la cuenta o que se pasa de listo.

Es común encontrar algunas variantes de la expresión que le dan un tono jocoso y exagerado al dicho: «saber más que Lepe, Lepijo y su hijo», «saber más que Lepe y Lepillo», «saber más que Lepe, Lepico y su hijo» [en Andalucía] y la menos usada «ser más listo que Lepe y sus cincuenta hijos». En algunas fuentes podemos encontrar que sus apellidos varían entre «Lope y Dorantes» o «Lepe Orantes», siendo el más común y más utilizado «de Lepe y Dorantes».

 

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Fuente de la ilustración: ©Marta Contreras marta-contreras.blogspot.com.es

¿En qué parte de la cabeza tenemos la crisma?

Posiblemente habréis oído en más de una ocasión  aquello de “¡Como te caigas te vas a romper la crisma!”.

Esta sencilla y popular frase ha hecho creer a muchísimas personas que la ‘crisma’ formaba parte de nuestra cabeza. Pero no es así.

El crisma (que no ‘la’) es el aceite consagrado que se utiliza en la iglesia católica para ungir en la frente en actos como el sacramento del bautismo, la confirmación, la consagración de obispos y otros actos de índole religioso.

La palabra crisma proviene del latín chrisma, y a la vez éste del griego khrisma.

El “santo crisma”, como es llamado, es aceite de oliva mezclado con bálsamo y es consagrado por el obispo cada Jueves Santo.

Debido al uso continuado en el lenguaje popular de la palabra crisma, cómo sinónimo de cabeza, acabó aceptándose, incluso por la RAE, para llamarla así coloquialmente. De ahí que tengamos ligado el concepto de “partirse la crisma” con “romperse la cabeza”.

 

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