Tu blog Tu blog

Este es tu altavoz

Entradas etiquetadas como ‘solidaridad’

Es una vergüenza decir que no llevemos a nuestros mayores a los hospitales

Por Belén Pereira

Hoy es mi tercer día de teletrabajo y pienso: “Tengo suerte porque hay muchos que no podrán”. Acabo de ver las noticias: abuelos, padres, personas muriendo. He visto solidaridad, aplausos a sanitarios, personal de supermercados, policía, transportistas

Pero la solidaridad está “entre los pobres “. Países como Alemania, Holanda, países nórdicos sólo nos quieren para venir de vacaciones, no quieren nuestros abuelos, padres, sanitarios

Ellos llevaron a una niña a contar al Parlamento Europeo que el mundo se moría, yo quiero que llevemos a un abuelo (online) y les cuente que se están muriendo y después morirá nuestra economía.

Un anciano sentado en un banco en un parque

Vergüenza me da que algún personaje haya llegado a decir que cuidamos demasiado a nuestros mayores, que no les llevemos a los hospitales. ¿Acaso no tienen padres ni abuelos?

Todos sabemos que si esto hubiera pasado en cualquiera de estos países ya estaríamos los españoles, italianos, portugueses… dándolo todo. Pero es «aquí» y «ahora» y las ayudas sanitarias serán en unos quince días y de la económicas ni hablamos. Vergüenza me da solo escucharlo.

Vergüenza me daría tener un representante de mi país así, por eso quiero enviar un mensaje a las personas que viven allí. Yo creo en las personas y sé que ellos pueden lograr que los sordos escuchen y los ciegos vean. Decirles que yo adoro a mis padres, a mi suegra, mi hijo adora a sus abuelos y que seguramente ellos también harían lo que fuera por su familia.

Dicen que esta pandemia cambiará el mundo y que sale a flote qué persona o personaje es cada uno.

¿Y si en vez de parecer jugamos a ser?

Por J. David Collazo

Imagen del Día de Cáncer de Mama (Gobierno de Aragón).

Las mujeres de hoy son las mismas de ayer y las mismas de mañana aunque no se celebre su “día especial. Hay enfermos de cáncer hoy, los había ayer y los habrá mañana aunque también tengan su “día especial” en el calendario. Los sin techo lo son cada día, no sólo cuando publican alguna noticia lacrimógena en los medios, los explotados siguen ahí, y los refugiados, y tantos otros que recordamos un par de veces al año. Entonces nos vestimos de solidarios y empáticos, y al final hasta lo parecemos. Un lacito por aquí, un perfil comprometido por allá, una frase bonita, un regalito y a darnos la palmadita en la espalda…

¿Y si en vez de parecer jugamos a ser? Hay quien no tiene palabras bonitas esos días marcados, quien no tiene gestos conmovedores o quien parece huraño y poco comprometido por no expresarlo públicamente porque cumple con hechos el resto de días.

El caso de Nadia provoca rabia e indignación

Por Tamara González

Nadia y su padre (Facebook Fernando Blanco).

Nadia y su padre (Facebook Fernando Blanco).

Nada te hace creer más en la bondad humana que las manifestaciones solidarias. Sin embargo, cuando las supuestas buenas causas, en las que uno se implica, resultan esconder algo oscuro, se abren paso otros sentires: la rabia y la indignación.

Tras conocerse el fraude de los supuestos tratamientos de la pequeña Nadia Nerea, uno puede llegar a cuestionarse cada nuevo acto de participación o ayuda que se le presente. Pese a ello, quiero pensar que las estafas son excepciones y que los logros conseguidos y la satisfacción de haber contribuido en algo positivo superan al miedo y al enfado ante posibles nuevos engaños. Si en esta vida no nos mojáramos, nuestros corazones se secarían.

¡Renunciad al postureo!

Por Santiago Morante

Estamos asistiendo, a principios del siglo XXI, al surgimiento de una sociedad preocupada por altos valores morales: ecologismo, solidaridad y respeto al diferente, pero sólo el tiempo que lleva hacerse una foto con el póster de un refugiado en los huesos; luego se nos pasa la solidaridad y nos vamos a por una hamburguesa.
Las causas solidarias importan lo justo como para representar la pantomima de turno. La gente se tira un cubo de agua helada en la cabeza y así cura la esclerosis. Se hacen una foto con un cartel que diga «Bring our girls back» y así presionan muy duramente a Boko Haram para que libere a las niñas a las que secuestró. Corren en carreras en contra del cáncer, para después echarse un cigarrito por lo bien que lo han hecho.
La australiana Amanda Bisk en Instagram (Amanda Bisk/Lofficiel).

La australiana Amanda Bisk en Instagram (Amanda Bisk/Lofficiel).

Las cosas solamente importan de cara a la galería. La de la red social, concretamente. Si no aparece en las redes sociales, no ha pasado, y viceversa. Hay que conseguir que pasen cosas para poder hacerles una foto. Es como si la sociedad quisiera demostrar algo, pero aún no he deducido qué.

Eres aquello en lo que puedes demostrar con fotos que participaste. Estás muy concienciado con el cuidado del medio ambiente si el Día de la Tierra bajaste el brillo del ordenador para que gastase menos. Luego pusiste un mensaje en tu perfil «Ayudando a la tierra. Cuidemos de ella». Ya está, ya eres ecologista.
No digo que la gente no tenga principios, faltaría más, pero al menos que renuncien a fingir que las cosas les importan más de lo que en realidad les importan. Que renuncien, en definitiva, al llamado «postureo».
Se busca iconizarlo todo, estar donde está pasando lo importante, poder decir que se estaba presente en tal o cual acto que acabó siendo recordado, hacerse la foto en el lugar en el que pasó, para luego colgarlo en la red. Los periodistas cubren manifestaciones buscando una foto que pueda convertirse en símbolo. Se busca la foto que pueda ser portada del periódico pero que también sirva como referente de la manifestación. Si se cubre una noticia sobre refugiados, se busca la imagen del niño llorando que sirva de icono.
Podemos ver muchas caras de la sociedad pop. Por ejemplo, tenemos la cultura de las celebrities, aupadas al olimpo de la sociedad por Hollywood, la industria musical y las revistas de moda. Personas que por hacer su trabajo y ganar mucho dinero por ello se convierten en referentes de vestimenta, de peinado, de modales e incluso de valores morales. Esperamos un comportamiento modélico de estas personas solamente porque son millonarias.
El máximo exponente del mundo de las celebrities lo tenemos en las «It girl». Esta selecta comunidad está compuesta principalmente por mujeres jóvenes sin trabajo definido que se han convertido en iconos de estilo por ser famosas. Ya ni siquiera hace falta tener méritos para ser un referente.
Incluso las personas formadas han sucumbido a esta moda. Así tenemos a los iconos tecnológicos y científicos. Si te pregunto quién dirigía Motorola en los años 80, lo más probable es que no lo sepas, a pesar de que inventaron el primer teléfono móvil del mundo. Sin embargo, si te pregunto quién dirigía Apple cuando sacaron el primer IPhone, seguro que lo sabes. Los Steve Jobs, Mark Zuckerberg y compañía han convertido en iconos lo que antes no pasaba de persona de relevancia en el sector. Idolatramos a estas personas, convirtiéndolas en techno-celebrities. Se hacen camisetas con sus caras, se llevan pegatinas de sus empresas en los portátiles, se les piden fotos y autógrafos, y se idolatran sus productos. Cada frase de un icono puede convertirse en una cita histórica.
Existen marcas que han conseguido crear “productos icono”, aquellos que se compran por motivos emocionales, más que racionales. Los llamados hipsters no son más que escaparates de productos icono. Han iconizado una determinada marca de café, un determinado móvil, unas determinadas marcas de ropa, una serie de compañías en definitiva.
Existen incluso lo que podríamos denominar hipsters científicos, aunque la sociedad los llame geeks. Siguen exactamente los mismos patrones que el resto de la sociedad pop, pero desplazados al espectro científico. Han destacado unos científicos por encima de otros, convirtiéndolos en figuras de referencia, casi en símbolos que identifican a gente que piensa como ellos. Los  científicos más destacados dan charlas multitudinarias retransmitidas en directo por internet, donde aplican una gruesa capa de espectáculo sobre la ciencia y la convierten en cultura pop, grandiosa por fuera, pero con poco contenido por dentro.
No me malinterpretéis, no estoy en contra de la divulgación científica, todo lo contrario, soy un gran partidario. Creo que la ciencia debería formar parte de la cultura de las personas, que debería ocupar espacios en la televisión y que debería formarse a todas las personas en unos conocimientos básicos sobre cómo funciona el mundo. Lo que creo que se ha ido de las manos es la iconización de los científicos. Valoramos más a aquellos con grandes dotes comunicativas. Eso es marketing. Hemos iconizado la ciencia.
Los medios de comunicación han favorecido la germinación de la sociedad pop, rindiéndose a memes, a virales o a cualquier contenido multimedia con muchas visitas en cualquier portal de internet. Si un niño acaricia a un perrito y lo ve mucha gente en YouTube, los informativos abren con la noticia. Lo demás puede esperar.
Todas las sociedades han tenido sus iconos, su jerga y sus modas. Pero la sociedad actual genera más elementos icónicos de los que se pueden absorber, seguir o incluso entender. Puede que sea cuestión de adaptación, que la sociedad madure y acabe filtrando la información. O puede que los iconos acaben dictando las pautas sociales y todos tengamos que tirarnos un cubo de agua para no quedarnos atrás.

Solidaridad en Barcelona

Por Sandra Paré Rakosnik

Banco de alimentos (Archivo).

Banco de Alimentos (Europa Press).

Me siento orgullosa y feliz de la gran solidaridad que existe en Barcelona y en otras ciudades de este país, en esta larga y penosa crisis para algunas familias que no han tenido suerte porque el paro se ha aposentado en ellas o por otras circunstancias y se encuentran sin recursos para tirar adelante.

Me hace feliz comprobar la gran cantidad de ayudas que reciben estas asociaciones y por su perfecto repartimiento al entregar los alimentos en los centros de recogida.

Me hace feliz las felicitaciones que han recibido del extranjero admirándoles por la solidaridad del pueblo y por la gran cantidad de voluntarios para repartir los alimentos.

Solidaridad navideña

Por María José Viz Blanco

Reyes Magos.

La Navidad es, por antonomasia, la época del año en la que florece la solidaridad.

España es un país solidario. Prueba fehaciente de ello es que es líder mundial en donaciones y trasplantes de órganos. Es algo de lo que tenemos que sentirnos muy orgullosos, por ser demostración de un alto grado de generosidad y altruismo. Si hay una época del año que se considere solidaria por antonomasia esa es, sin duda, la Navidad. Hay una gran sensibilización hacia el sector de la población que más sufre, en estas fiestas que ahora terminan. Quisiera hacer mención de dos gestos solidarios –entre los innumerables que abundan, cualquier día y en cualquier lugar- que tienen que ver con el final de las fiestas navideñas, concretamente con la festividad de los Reyes Magos.

En vísperas de la cabalgata, unos vándalos quemaron las carrozas que se iban a usar para la misma en el pueblo malagueño de Arriate. Casi de inmediato, un aluvión de ofrecimientos de ayuda surgió de puntos muy distantes de la geografía española, lo cual produjo asombro en los felices y desbordados paisanos. Por supuesto, la ilusión de la noche mágica por excelencia llegó al pueblo. En A Coruña, los Reyes Magos de Oriente visitan, en la mañana del día 5, a los niños enfermos del Hospital Materno Infantil Teresa Herrera que no pueden estar en sus casas en estas fechas. Sus Majestades, acompañados de una parte de los integrantes de la Agrupación Musical Albéniz, recorren las habitaciones y los artistas van tocando y cantando populares villancicos. Todos los que han podido vivir esta hermosa experiencia resaltan la expresión en las caritas de estos pequeños pacientes, entre sorprendidas y asustadas, esbozando una tímida sonrisa.

Es mayor la satisfacción del que da que la del que recibe. No lo opino yo sola: millones de españoles demuestran continuamente ser unos grandes altruistas. Ni que decir tiene que debemos seguir cultivando esa faceta tan positiva del ser humano, ese lado noble que todos tenemos, aunque comencemos con pequeños gestos que son igualmente importantes para el conjunto de la sociedad.

Los refugiados ya no están de moda

Refugiados en un tren en Macedonia. (EFE)

Refugiados en un tren en Macedonia. (EFE)

Por Eva Rodríguez Táboas

Recuerdo cuando, a principios de septiembre, la fotografía de aquel niño sirio ahogado en Turquía inundaba las portadas de todos los diarios. De la misma forma, los comentarios de apoyo a los inmigrantes sirios en las redes sociales no tardaron en llegar en forma de tsunami: la gente estaba embargada por un sentimiento solidario nunca antes visto. Pero como pasa con un tsunami, así como vino, así se fue.

Pasaban las semanas y parecía que la crisis de refugiados se había solucionado, los informativos dejaron de emitir imágenes sobre ellos y la gente ya no tenía tiempo para defenderlos a través de las redes sociales. Pero los olvidados reaparecieron en pantalla y yo me preparé para presenciar otro aluvión solidario en Internet.

Ya llevo dos días agazapada en las redes y nada de nada, parece ser que están ocupados divulgando otras cosas más importantes. Cierto, lo que realmente está acaparando sus esfuerzos y energías es la subida a sus perfiles de selfies, los cuales les reportarán un número considerable de “Me gusta” y eso es muy buen alimento para el ego.

Muchos se aventuraron a clamar que la solidaridad demostrada en las redes era un claro síntoma de que nuestra sociedad no estaba perdida y que pensaba diferente a los gobiernos clasistas europeos; yo me aventuré a decir que todo era “postureo” para alimentar la soberbia. Y mientras yo me ganaba la fama de insensible, los refugiados se ganaron un sitio en las publicaciones antiguas de los perfiles. Es una pena que de “Me gusta” y de compartir no se sobreviva.

El drama de los refugiados o la hipocresía en primera persona

Por María E. Bolaños

Cada día, desde hace mucho, vemos las avalanchas de personas que buscan una vida decente. Huyen de una guerra tolerada por una comunidad internacional con parálisis. Únicamente reacciona cuando se les pone cara y nombre, como el suceso del niño Aylan. Y es que somos una sociedad hipócrita.

Foto de los refugiados en la frontera entre Serbia y Croacia . (Antonio Bat /  EFE)

Foto de los refugiados en la frontera entre Serbia y Croacia . (Antonio Bat / EFE)

Los problemas sólo los vemos cuando nos tocan en primera persona. Exigimos solidaridad, igualdad, justicia, libertad y vida digna cuando queremos que otros sean solidarios, y así sucesivamente. El mundo, porque ya hay que hablar en términos planetarios, sigue guiado por manos invisibles, por fuerzas que dominan y que no admiten ser dominadas.

Puede ocurrir que un día seamos uno de nosotros el que esté varado en una playa, boca abajo. Y no pasará nada, porque seguirá habiendo muchos otros que cierren los ojos. Las personas somos la solución, nunca el problema. Y esto tampoco lo entiende mucha gente.

Simplemente solidarios

Por Ángel Villegas Bravo

No siempre se ven cosas desagradables, acciones incívicas y actitudes egoístas. Este fin de semana ha sido especialmente gratificante para mí; en las proximidades de mi domicilio se ha abierto un local de una ONG, que se ocupa en ayudar al pueblo sirio; a las gentes que huyen de la guerra y de las calamidades, y que en algunos lugares están siendo tan maltratadas o mal recibidas. Por lo que yo he visto son, en su mayoría, gente joven que ofrece su trabajo y su tiempo gratis para recolectar, empaquetar y distribuir esa ayuda que tanto necesitan esos exiliados.

Foto de una niña siria a la espera de subir a un ferry que le lleve a Grecia. (EFE)

Foto de una niña siria a la espera de subir a un ferry que le lleve a Grecia. (EFE)

Y en un par de ocasiones, unos pocos minutos que he estado en este local, han acudido bastantes personas que se informaban de cuándo, cómo y qué se podía llevar para ayudar a esas otras personas que se han visto obligadas a dejar sus casas y su tierra, a causa de una guerra que dura ya varios años ante la impasibilidad del resto del mundo.

Los dispuestos a ayudar no se planteaban si entre los que huyen podía, o no, haber algún infiltrado; no preguntaban sobre religiones o credos, ni quién iba a pagar el coste de la acogida. Solo les importaba ayudar a quienes tanto lo necesitan. Simplemente eran solidarios.

Falsa solidaridad con los discapacitados

Por Julio Avezuela Marqués

Este verano, con mi madre de 83 años y minusválida, he vuelto a comprobar cómo es discriminado este colectivo. En su pueblo de Ávila se inauguraba una casa parroquial, el párroco decidió enseñársela a los vecinos y fuimos a verla. El edificio tiene dos plantas y una silla eléctrica para que suba la gente imposibilitada. Pedimos al señor cura que dejase subir a mi madre en esta y nos contestó: “No tengo la llave para que funcione, además es muy complicada de usar».

Foto de un salvaescaleras. (WIKIMEDIA)

Foto de una instalación salvaescaleras. (WIKIMEDIA)

Nuestra sorpresa fue mayúscula, pero no es el primer caso que nos sucede. En Madrid muchos edificios oficiales —y no oficiales— disponen de dicha silla para personas discapacitadas pero no la tienen en uso, poniéndote cualquier disculpa para no poder usarla. ¡Señores! Si la tienen utilícenla, y si se rompe arréglenla. Si no la quieren utilizar no la pongan pero no hagan el paripé para quedar bien e ir de solidarios cuando en el fondo son unos hipócritas.