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Entradas etiquetadas como ‘twitter’

Alineados por «la ballena azul»

Por Bárbara R.

El juego de la ballena azul (Youtube).

Estamos creando una sociedad en la que generalizamos desgracias tan grandes como los suicidios, porque simplemente se han convertido en algo habitual de nuestros días.

Hace unos meses conocimos el horrible juego que circula entre los jóvenes de nuestra sociedad. “La ballena azul” toma su nombre porque hace referencia a los suicidios colectivos de algunas ballenas, que buscan la orilla para encontrar la muerte. Dentro de la mitología griega se decía que estas se suicidaban porque Neptuno, dios de los mares, las había expulsado.

Este juego online se ha extendido por lugares como Twitter, Facebook, en el que los participantes tienen que superar 50 retos en 50 días, lastimándose ellos mismos, los cuales poco a poco se tornan más macabros, hasta culminar el juego dando su vida por él.

¿De verdad queremos crear una sociedad de alineados por los medios en la que nuestros jóvenes, sean controlados mentalmente por las redes sociales y cualquier persona pueda ejercer un control sobre sus vidas manipulándolos como les venga en gana, a veces, con las peores intenciones?

El autor de este juego macabro nos ha dejado la perla de que nuestros vulnerables adolescentes “son residuos biológicos sin ningún valor”.

¡Renunciad al postureo!

Por Santiago Morante

Estamos asistiendo, a principios del siglo XXI, al surgimiento de una sociedad preocupada por altos valores morales: ecologismo, solidaridad y respeto al diferente, pero sólo el tiempo que lleva hacerse una foto con el póster de un refugiado en los huesos; luego se nos pasa la solidaridad y nos vamos a por una hamburguesa.
Las causas solidarias importan lo justo como para representar la pantomima de turno. La gente se tira un cubo de agua helada en la cabeza y así cura la esclerosis. Se hacen una foto con un cartel que diga «Bring our girls back» y así presionan muy duramente a Boko Haram para que libere a las niñas a las que secuestró. Corren en carreras en contra del cáncer, para después echarse un cigarrito por lo bien que lo han hecho.
La australiana Amanda Bisk en Instagram (Amanda Bisk/Lofficiel).

La australiana Amanda Bisk en Instagram (Amanda Bisk/Lofficiel).

Las cosas solamente importan de cara a la galería. La de la red social, concretamente. Si no aparece en las redes sociales, no ha pasado, y viceversa. Hay que conseguir que pasen cosas para poder hacerles una foto. Es como si la sociedad quisiera demostrar algo, pero aún no he deducido qué.

Eres aquello en lo que puedes demostrar con fotos que participaste. Estás muy concienciado con el cuidado del medio ambiente si el Día de la Tierra bajaste el brillo del ordenador para que gastase menos. Luego pusiste un mensaje en tu perfil «Ayudando a la tierra. Cuidemos de ella». Ya está, ya eres ecologista.
No digo que la gente no tenga principios, faltaría más, pero al menos que renuncien a fingir que las cosas les importan más de lo que en realidad les importan. Que renuncien, en definitiva, al llamado «postureo».
Se busca iconizarlo todo, estar donde está pasando lo importante, poder decir que se estaba presente en tal o cual acto que acabó siendo recordado, hacerse la foto en el lugar en el que pasó, para luego colgarlo en la red. Los periodistas cubren manifestaciones buscando una foto que pueda convertirse en símbolo. Se busca la foto que pueda ser portada del periódico pero que también sirva como referente de la manifestación. Si se cubre una noticia sobre refugiados, se busca la imagen del niño llorando que sirva de icono.
Podemos ver muchas caras de la sociedad pop. Por ejemplo, tenemos la cultura de las celebrities, aupadas al olimpo de la sociedad por Hollywood, la industria musical y las revistas de moda. Personas que por hacer su trabajo y ganar mucho dinero por ello se convierten en referentes de vestimenta, de peinado, de modales e incluso de valores morales. Esperamos un comportamiento modélico de estas personas solamente porque son millonarias.
El máximo exponente del mundo de las celebrities lo tenemos en las «It girl». Esta selecta comunidad está compuesta principalmente por mujeres jóvenes sin trabajo definido que se han convertido en iconos de estilo por ser famosas. Ya ni siquiera hace falta tener méritos para ser un referente.
Incluso las personas formadas han sucumbido a esta moda. Así tenemos a los iconos tecnológicos y científicos. Si te pregunto quién dirigía Motorola en los años 80, lo más probable es que no lo sepas, a pesar de que inventaron el primer teléfono móvil del mundo. Sin embargo, si te pregunto quién dirigía Apple cuando sacaron el primer IPhone, seguro que lo sabes. Los Steve Jobs, Mark Zuckerberg y compañía han convertido en iconos lo que antes no pasaba de persona de relevancia en el sector. Idolatramos a estas personas, convirtiéndolas en techno-celebrities. Se hacen camisetas con sus caras, se llevan pegatinas de sus empresas en los portátiles, se les piden fotos y autógrafos, y se idolatran sus productos. Cada frase de un icono puede convertirse en una cita histórica.
Existen marcas que han conseguido crear “productos icono”, aquellos que se compran por motivos emocionales, más que racionales. Los llamados hipsters no son más que escaparates de productos icono. Han iconizado una determinada marca de café, un determinado móvil, unas determinadas marcas de ropa, una serie de compañías en definitiva.
Existen incluso lo que podríamos denominar hipsters científicos, aunque la sociedad los llame geeks. Siguen exactamente los mismos patrones que el resto de la sociedad pop, pero desplazados al espectro científico. Han destacado unos científicos por encima de otros, convirtiéndolos en figuras de referencia, casi en símbolos que identifican a gente que piensa como ellos. Los  científicos más destacados dan charlas multitudinarias retransmitidas en directo por internet, donde aplican una gruesa capa de espectáculo sobre la ciencia y la convierten en cultura pop, grandiosa por fuera, pero con poco contenido por dentro.
No me malinterpretéis, no estoy en contra de la divulgación científica, todo lo contrario, soy un gran partidario. Creo que la ciencia debería formar parte de la cultura de las personas, que debería ocupar espacios en la televisión y que debería formarse a todas las personas en unos conocimientos básicos sobre cómo funciona el mundo. Lo que creo que se ha ido de las manos es la iconización de los científicos. Valoramos más a aquellos con grandes dotes comunicativas. Eso es marketing. Hemos iconizado la ciencia.
Los medios de comunicación han favorecido la germinación de la sociedad pop, rindiéndose a memes, a virales o a cualquier contenido multimedia con muchas visitas en cualquier portal de internet. Si un niño acaricia a un perrito y lo ve mucha gente en YouTube, los informativos abren con la noticia. Lo demás puede esperar.
Todas las sociedades han tenido sus iconos, su jerga y sus modas. Pero la sociedad actual genera más elementos icónicos de los que se pueden absorber, seguir o incluso entender. Puede que sea cuestión de adaptación, que la sociedad madure y acabe filtrando la información. O puede que los iconos acaben dictando las pautas sociales y todos tengamos que tirarnos un cubo de agua para no quedarnos atrás.

Ahora sí se acuerdan de los periodistas secuestrados

Por Joaquín Antonio Ruiz Hurtado

Los tres periodistas españoles tras ser liberados desde Siria (Diego Crespo /EFE).

Los tres periodistas españoles tras ser liberados desde Siria (Diego Crespo /EFE).

Enervado, me hacen hervir la sangre estos políticos. El sábado se conoció la noticia de la liberación de tres periodistas españoles tras diez meses secuestrados e inmediatamente los líderes de los partidos políticos salen a tuitear sus falsas felicitaciones cuando en todo ese tiempo no han dicho ni mu.

Menudos hipócritas que juegan hasta con la desgracia de los demás.

Y ahora a gastarse nuevamente nuestro dinero y a recibir otra vez subvenciones. Triste y vergonzoso.

Narcisos del selfie

Por Fernando Carmona

Reza el mito griego que existió un joven apuesto y viril llamado Narciso, quien se enamoró tanto de su reflejo, proyectado en un lago cristalino, que terminó matándole. O como bien dice mi final predilecto de esta tragedia: Narciso fue condenado a vivir para siempre, enamorado de su imagen sin llegar nunca a conocerse a sí mismo. Después de esta brevísima y humilde introducción a la mitología me pregunto: ¿Qué sería de Narciso si viviera en el actual apogeo de los selfies? Tal vez pasaría horas y horas subiendo fotos a Instagram (que no poseo) y Twitter (que no sé usar). Y es que tal vez nos encontremos ante nuestro lago cristalino y no nos demos cuenta. Tal vez sin quererlo estamos destinados a vivir enamorados de nuestro reflejo cual espejo y morir sin conocernos a nosotros mismos, morir dejándonos llevar por la corriente, morir pareciendo sin ser.

(ARCHIVO)

(ARCHIVO)

Curiosamente la palabra selfie (la más utilizada en el año 2013, 2014 y lo que va de 2015) proviene de self que significa: uno mismo o a sí mismo. ¿Cómo puedo ser yo mismo si me dejo llevar por las masas, sus tendencias, sus modas y sus estereotipos? ¿Tenemos tanto miedo de mirarnos a nosotros y no al reflejo? Quiero ‘ser-fiel’ en vez de ‘selfier’ (si se me permite el término), no quiero sacarme una foto a mí mismo con una Cannon para seguir un canon de belleza impuesto. No quiero demostrar, alardear, exponer ni copiar la identidad de otros ni la mía. No quiero ser etiquetado ni mucho menos encasillado. Quiero ser libre y sobre todas las cosas quiero ser fiel a mí mismo. El selfie no es más que un retrato fictício o el reflejo de lo que queremos que los demás vean; es un grito de auxilio que clama por aceptación, es irreal y superficial. Los likes en Facebook, Twitter o Instagram no son más que la aceptación por parte de los otros espejos al reflejo de tu espejo.

Bien lo dijo Óscar de la Borbolla: «Nadie logra abstraerse de las caricias masturbatorias de un adulador profesional». Dejemos los selfies, las modas, los estereotipos y los cánones de belleza de un lado. En lugar de ‘selfier’ es mejor ser-fiel a uno mismo y aceptarse tal cual sin enamorarse de un reflejo fictício. Para concluir dejemos de alimentar «las caricias masturbatorias colectivas» porque si Narciso existiera en la actualidad viviría día a día ahogándose en su propio selfie.

¿Quién se encarga de guardar los ‘tuits’ para luego airearlos?

Por Francisco Javier España Moscoso

Vaya fin de semana movidito a cuenta del ‘tuit’ antisemita e irrespetuoso con las víctimas del terrorismo que le han cazado a Guillermo Zapata, hasta este lunes concejal de Ahora Madrid. Aunque me queda una duda y, antes de que llegue a ser existencial, quisiera aclararla.

Imagen del perfil de Twitter en un smartphone. (FORBES).

Imagen del perfil de Twitter en un smartphone. (FORBES).

¿Quién se encarga de guardar los tuits para luego airearlos?, porque me queda tan lejos un comentario vertido en las redes sociales en 2011, que solo la existencia de una bien engrasada policía política, podría explicar que se archivase lo dicho por un, entonces, ciudadano anónimo.

Ahora bien, esos mismos que hoy se rasgan las vestiduras no se indignaron con la crueldad de los ‘tuits’ que llenaron las redes cuando se suicidó la ex concejal del PSOE de Barakaldo, Amaia Egaña, horas antes de que la fueran a desahuciar; ni tampoco pusieron el grito en el cielo cuando el ahora portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, le dijo a las familias de los represaliados del franquismo que solo se acordaban de sus muertos cuando había financiación.

En fin, que parece que este gran hermano tecnológico que es internet se ha vuelto selectivo. ¡Ah! Puestos a no olvidar, recordemos que así funcionaba la Gestapo.

Mamarrachadas y lindezas en las redes

Por Alejandro Prieto

Un móvil navega por la aplicación Twitter. (FORBES)

Un móvil navega por la aplicación Twitter. (FORBES)

En mayor o menor grado y con más o menos asiduidad, las personas actuamos bajo la batuta de la impertinencia o nos pronunciamos de manera impulsiva y sin recapacitar. Es decir, tendemos a cagarla.

Ello es algo que, hasta hace unos años, no solía propagarse más allá del círculo o ámbito en el que se manifestaba la tontería, el error o la estupidez. Sin embargo, la aparición de las redes sociales ha hecho posible que las salidas de tono e impertinencias se ramifiquen y difundan a una velocidad trepidante, dando lugar a posteriores aclaraciones, disculpas y, en raras ocasiones, a la asunción de responsabilidades. A saber si es una cuestión de prisa por llegar a la meta con ventaja, de un desbocado afán de protagonismo o de una compulsiva necesidad de expresar en voz alta mamarrachadas y lindezas, pero parece que lo ocurrido con la utilización de servicios como Twitter, en determinados casos, es como para hacérselo mirar.

Inteligencia twittera

Por Agustín Arroyo Caro

Twitter, como red o plataforma social, parece que se ha elevado a la categoría de santuario nodular e imprescindible para comunicarse sobre todo entre los jóvenes. En 140 caracteres poco se puede decir. Es verdad que pensadores o intelectuales como La Rochefoucauld, La Bruyere u Oscar Wilde, por ejemplo, en una sola frase podían encerrar una sintética e incuestionable sabiduría. La floración incontenible de chorradas, banalidades, fruslerías y frases inanes, fruto de un pensamiento débil, pueblan Twitter y banalizan el pensamiento profundo. Si la gente leyese más libros y periódicos podría enriquecer el volátil e insustancial pensamiento twittero. TwitterLa reproducción cuasi ilimitada de mensajes y opiniones en píldoras en Twitter no puede cambiar la realidad y la facticidad mostrenca de la dureza de la vida diaria y de la Historia humana. Los políticos quieren controlar, incluso, el pensamiento débil y dicen cosas en Twitter para demostrar o aparentar que están al loro de la opinión pública más extensa o popular. Es solo una pose o máscara fútil que no desenmascara sus verdaderas intenciones muy arraigadas y planificadas con todas las consecuencias. Muchos, en vez de hacer pintadas en la tapias o en los retretes, escriben en Twitter; es más accesible y adictivo. Es una moda efímera como todas las modas pasajeras. Muchas veces una ostensible pérdida de tiempo.

La educación y la buena educación

Por Julio Domingo Jiménez Ledesma

A estas alturas, de todos será ya sabida la noticia de que unos universitarios se han negado a saludar al ministro Wert durante un acto de entrega de premios en los que ellos eran los ganadores. “Para protestar por los recortes de educación”, dice la gente, pero más bien me parece que en lo que se ha recortado es en “buena educación”. Y es un defecto demasiado extendido entre el español de a pie. Ante todo en esta vida hay que ser educados, así me han educado a mí, e intento ser educado incluso con aquellas personas a las que no aguanto, entre las que se incluye el citado ministro. Dejándolo en ridículo en directo ante media España no vas a quedar por encima de él, sino que se va a demostrar lo barriobajero que puedes llegar a ser.

Así pues expresé mi oWertpinión al respecto, educadamente, a través de un tuit. “Y no me parece bien que esos universitarios le hayan negado el saludo a Wert. En esta vida, ante todo, hay que ser educado.” En las contestaciones a dicho tuit, como se suele decir, me han dicho de todo menos bonito. Y ello me ha llevado a preguntarme. ¿Dónde ha quedado la buena educación? ¿También la han recortado y no nos hemos dado ni cuenta? ¿Dónde ha quedado el debatir civilizadamente sin mentar a la madre de ninguna de las dos partes? Porque, señores, en esta vida hay que ser educado ya seas ministro o panadero. Si no estás de acuerdo con alguien, insultándolo o dejándolo en ridículo no vas a conseguir nada. De hecho le vas a dar la razón a él. El tiro por la culata, vamos.

Y no, no soy un viejo carcamal de 70 años que añore los años del franquismo (como me dijeron en uno de los citados tuits), sino un universitario más como los premiados con matrículas de tercera y cuarta convocatorias que no ve un duro de becas, el primero que le diría cuatro cosas a Wert si lo tuviera delante de mí, pero cuatro cosas sin perder la buena educación. Al fin y al cabo, es lo único en lo que no nos pueden recortar.