Por María E. Bolaños
Cada día, desde hace mucho, vemos las avalanchas de personas que buscan una vida decente. Huyen de una guerra tolerada por una comunidad internacional con parálisis. Únicamente reacciona cuando se les pone cara y nombre, como el suceso del niño Aylan. Y es que somos una sociedad hipócrita.
Los problemas sólo los vemos cuando nos tocan en primera persona. Exigimos solidaridad, igualdad, justicia, libertad y vida digna cuando queremos que otros sean solidarios, y así sucesivamente. El mundo, porque ya hay que hablar en términos planetarios, sigue guiado por manos invisibles, por fuerzas que dominan y que no admiten ser dominadas.
Puede ocurrir que un día seamos uno de nosotros el que esté varado en una playa, boca abajo. Y no pasará nada, porque seguirá habiendo muchos otros que cierren los ojos. Las personas somos la solución, nunca el problema. Y esto tampoco lo entiende mucha gente.