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Entradas etiquetadas como ‘refugiados’

¡Queremos acoger a los refugiados!

Por Cari Maroto

Familia de refugiados en Grecia (OXFAM INTERMÓN)

Acabo de leer la entrevista que hizo 20 minutos a Ahmad, joven refugiado sirio que ha encontrado protección y acogida en España, y podrá reanudar sus estudios.

Cientos de organizaciones se han unido por primera vez en Madrid ante la pasividad del gobierno. No podemos dejar que Ahmad, Cheija, y las personas refugiadas sigan viviendo en el horror, en condiciones inhumanas y arriesguen sus vidas en el mar, mientras Europa y España se convierten en una fortaleza y limitan el derecho de asilo.

La ciudadanía queremos acoger ya. Es urgente. Tenemos que decirlo alto y claro y exigirlo al gobierno de España y a la Unión Europea. ¡Respeten sus derechos humanos! ¿A qué esperan? Si los gobiernos no actúan, nosotros seguiremos saliendo a las calles, ¡no os quedéis en casa!

 

¿Y si en vez de parecer jugamos a ser?

Por J. David Collazo

Imagen del Día de Cáncer de Mama (Gobierno de Aragón).

Las mujeres de hoy son las mismas de ayer y las mismas de mañana aunque no se celebre su “día especial. Hay enfermos de cáncer hoy, los había ayer y los habrá mañana aunque también tengan su “día especial” en el calendario. Los sin techo lo son cada día, no sólo cuando publican alguna noticia lacrimógena en los medios, los explotados siguen ahí, y los refugiados, y tantos otros que recordamos un par de veces al año. Entonces nos vestimos de solidarios y empáticos, y al final hasta lo parecemos. Un lacito por aquí, un perfil comprometido por allá, una frase bonita, un regalito y a darnos la palmadita en la espalda…

¿Y si en vez de parecer jugamos a ser? Hay quien no tiene palabras bonitas esos días marcados, quien no tiene gestos conmovedores o quien parece huraño y poco comprometido por no expresarlo públicamente porque cumple con hechos el resto de días.

Sobre los refugiados: no podemos seguir negando la vida a esos seres humanos detrás de esas vallas

Por Pryscila Veras Milhomem

Desde hace algunos meses se han estudiado medidas contra los refugiados que me avergüenzan como ciudadana europea. Estamos frente una emergencia humanitaria y no podemos seguir ignorando la pérdida de tantas vidas inocentes. No podemos seguir negando la vida a esos seres humanos detrás de esas vallas. No podemos seguir destruyendo los sueños de miles de niños que tienen toda la vida por delante. No podemos seguir mirando la realidad a través de nuestras gafas etnocéntricas preocupándonos tan solo por nuestro propio bienestar.

Un niño refugiado afgano sostiene una pancarta en la que puede leerse "no nos golpeen" (Georgi Licovski/EFE).

Un niño refugiado afgano sostiene una pancarta en la que puede leerse «no nos golpeen» (Georgi Licovski/EFE).

Cuando tenía doce años vine a España desde un país del tercer mundo en búsqueda de una vida mejor. En aquel entonces no hablaba el mismo idioma, no tenía la misma cultura y tampoco tenía los papeles en regla. Pero tras diez años lo que sí tengo es el orgullo de poder decir que estoy en el último año de carrera (Direcciones de Relaciones Públicas y Marketing), tengo un trabajo a jornada completa y me independicé a los 18 años. Lo que sí tengo es el agradecimiento por la oportunidad que me dieron, pero no puedo evitar preguntarme por qué a los refugiados no.

Detrás de esas vallas que vemos a diario en las noticias existen personas que huyen de tragedias diarias, bombardeos y ataques sistemáticos como los que sufrió Bruselas la semana pasada. Detrás de esas vallas existen seres humanos que como yo hace diez años no hablan el mismo idioma, no tienen la misma cultura o religión, pero lo que sí tienen son ganas por sobrevivir y nosotros no somos quién para juzgar quién merece vivir o no en este mundo.

Debemos propocionarles el derecho de tener una vivienda digna, la seguridad de saber que van a tener un plato de comida siempre que tengan hambre. Debemos proporcionarles el derecho a la vida, el cual la Unión Europea dejó en el olvido tras el acuerdo con Turquía.

Ante esta situación, si algún ser humano se siente superior, que esta superioridad sea de bondad, de empatía o de compasión, pero jamás una superioridad étnica.

«Yo no soy racista. Estoy en contra de toda forma de racismo y segregación, toda forma de discriminación. Yo creo en los seres humanos, y que todos los seres humanos deben ser respetados como tales, independientemente de su color.» Nelson Mandela.

 

 

La Unión Europea, muy malherida

Por Martín Sagrera Capdevila

Campamento de refugiados en Idomeni, Grecia (Orestis Panagioutou/EFE).

Campamento de refugiados en Idomeni, Grecia (Orestis Panagioutou/EFE).

Los atentados de Bruselas apuntan al corazón de la Unión Europea. Coinciden con los días en que muchos cuestionan como nunca el que la UE tenga corazón, dado el trato ilegal e inhumano que da a quienes, con cruel ironía, llama –cuando hace todo lo que puede para que no lo sean- “refugiados”.

Estas son personas de carne y hueso, hombres, mujeres y niños que huyen para salvar sus vidas de largas y muy sangrientas guerras, ocasionadas en gran parte por los intereses estratégicos y las armas vendidas a sus asesinos por distintos países de la Unión. Países que, bajo la batuta alemana, han arruinado el Estado social de muchos de sus propios territorios, y han coartado sus libertades democráticas.

¿Tendrán de nuevo los jefes de la UE el valor de invitar al pueblo, como en París, a manifestarse sin miedo contra el terrorismo, mientras que ellos cometen la increíble bajeza de hacerse la foto en un lugar seguro e intentar hacer creer después que estaban con sus conciudadanos? Muy, muy malherida está la UE, máxime cuando esos políticos -y los poderes fácticos que los manejan- montan mil grandes embustes para desprestigiar e incluso eliminar los movimientos sociales que intentan en distintos países salvar los valores humanos que parecían ya consolidados en Europa.

 

La humillación de los aficionados del PSV: Hay pobreza, aunque los medios traten de ocultarlo

Por Jorge de Lalama Seoane

Aficionados del PSV increpando a un grupo de mujeres que pedían limosna en la Plaza Mayor madrileña (Twitter: Miquel_R)

Aficionados del PSV increpando a un grupo de mujeres que pedían limosna en la Plaza Mayor madrileña (Twitter: Miquel_R)

Mucho se indignan los medios cuando un grupo de holandeses tira unas monedas al suelo a unos indigentes a los vitores de «olé» y mucho se esfuerza la Policía en ocultar la miseria de Madrid a los turistas.

Pero es que hay pobreza por todas partes, legiones de indigentes que en su día tuvieron un trabajo, hasta estudiaron una carrera universitaria, salpican la capital; debajo de los puentes, en los cajeros automáticos, en la Plaza de España, familias enteras en la Plaza Mayor, asentamientos en el Parque Tierno de Galván.

Los medios prefieren dirigir su mirada a la pobreza de otros países, a los refugiados que huyen de la guerra, mientras nos dicen que aquí no pasa nada. Los europeos no son tontos y ven la pobreza y la miseria cuando vienen a Madrid, por mucho que se empeñen en ocultarla. 

 

Ayuda a los refugiados sirios: a favor y en contra

Nosotros no estamos pasando las penurias de la guerra, pero tampoco lo estamos pasando precisamente bien

Por María Teresa Pérez

Emigrantes tratando de cruzar la frontera entre Grecia y Macedonia (EFE).

Emigrantes tratando de cruzar la frontera entre Grecia y Macedonia (EFE).

¿Generosidad?, ¿humanidad?… ¿Es posible en una Europa en crisis?

Hace varios años vivimos una época de vacas gordas, pero desde que nos empezó a azotar la crisis hemos visto cómo mucha gente se ha quedado sin trabajo, familias que malviven con lo que pueden y para colmo ha salido a la luz una corrupción desbocada. Todo ello hace que nuestras arcas públicas están más vacías que llenas.

Ahora, por la terrible guerra en Siria están huyendo miles y miles de familias camino de Europa y en muchos lugares se les cierran las fronteras.

Nosotros de mil amores podríamos acogerlos, el problema es que si ni siquiera tenemos para atender bien a nuestra gente, ¿cómo lo haríamos? La situación de Europa, y mucho más la de España, no es la boyante de años atrás.

La cosa sería muy distinta si al menos los corruptos devolvieran el dinero saqueado pero «una cosa piensa el burro y otra el que lo monta»: nadie devolverá un céntimo.

¡Qué más quisiéramos que ayudar y ayudar! Y ese significa dar comida, techo y trabajo. Pero hay situaciones en las que no se trata de no querer, sino de no poder.

Suponemos que son buenas personas y muchas de ellas bien preparadas. Y que deben repartirse entre los países de la Unión Europa, sobre todo entre los que estén en mejor situación. Nosotros podríamos acoger a algunos, pero que tengan en cuenta que lo haríamos con mucho sacrificio y que entre nosotros también hay mucha gente que no está pasando las penurias de una guerra, pero que tampoco lo está pasando precisamente bien.

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Es deleznable el cierre de fronteras a personas que huyen de la masacre

Por Karima Muhammad

«¿Unión Europea? Pues sí. Y parece ser que llevan muy en serio dicha unión ya que, por lo que podemos ver, todo lo que acontezca en Europa merece ser objeto de digno eco y nos transformamos en seres ultra humanitarios, véase Charlie Hebdo o los atentados de París.

Pero… ¿qué pasa cuando pasa fuera de nuestras fronteras? Pues que esa humanidad y empatía se nos va por los poros. Es del todo deleznable que se cierren las fronteras a personas que huyen de la masacre y la barbarie; a niños muriendo de frío y hambre; a madres dando a luz en barrizales y un largo etcétera.

¿Esta es la Unión Europea de la que tanto presumimos en los noticieros internacionales? Es intolerable que en pleno siglo XXI se utilicen varas de doble medir en tragedias humanas. Sí, porque la vida da muchas vueltas y puede que mañana seas tú el pobre exiliado en busca de una vida que ni si quiera podríamos decir mejor, pero sí muchísimo más tranquila.

 

Alambradas y muros

Por Olga Santiesteban

Varios refugiados haciendo cola dentro de las instalaciones del parque olímpico de Atenas (Yannis Kolesidis/EFE).

Varios refugiados haciendo cola dentro de las instalaciones del parque olímpico de Atenas (Yannis Kolesidis/EFE).

Muchos de nosotros recordaremos sin duda, especialmente los de mi generación, la canción ‘libre’ del desaparecido y recordado cantante Nino Bravo, pero lo que igual no conocemos es su verdadero significado y la historia que hay detrás de ella.

Nos habla de un joven de la antigua Alemania del este, el primero que murió al intentar cruzar el recién construido Muro de la vergüenza, acribillado por los soldados que lo vigilaban, convirtiéndose en todo un símbolo para todos los que buscaban una vida mejor, huyendo de miserias, horror y dictaduras.

Aquellas fotos dieron la vuelta al mundo, exactamente las mismas que ahora vemos con los que buscan esa vida mejor, igual que nuestro joven alemán. Parece que después de los años que han pasado no hemos aprendido nada, seguimos levantando muros y alambradas con actitudes y declaraciones que rozan en muchos casos el odio y la xenofobia, impropias en algunos países (en muchos, no tanto) comprometidos supuestamente con los derechos humanos.

Les invito a todos ellos a repasar la letra de dicha canción; alambradas que son trozos de metal, caminar felices sin cesar detrás de la verdad, para saber lo que es la libertad y quedar tendido en el suelo sonriendo y sin hablar, con flores carmesí que brotan en su pecho sin cesar. La única diferencia que hay es que esa foto cambia del blanco y negro al color.

No se puede perder nunca la solidaridad entre los pueblos porque por muchos muros y alambradas que levantemos seguirán caminando en busca de esa libertad.

 

 

 

Son ya muchos meses presenciando el dolor de los refugiados sin poder hacer nada

Por Amparo Domínguez

Patera.

Patera rescatada frente a las costas de Gran Canaria. (SALVAMENTO MARÍTIMO)

Después de la entrevista a miembros de Reporteros Sin Fronteras en la presentación de un manual de autoprotección, me han venido a la cabeza las imágenes que me llenaron de preocupación. Primero presencié el desastre de una embarcación de refugiados yéndose a pique, con varios muertos, padres gritando desgarradoramente y niños empapados con agua helada a estas alturas del invierno y llorando sin comprender nada. Acto seguido salieron imágenes de niños felices jugando con sus padres, con sus trineos en la nieve tan esperada.

Hiladas las imágenes sentí como un choque brutal. Como de culpabilidad de esa felicidad, tan legítima por otra parte. Y al oír la entrevista y los problemas de estos reporteros y fotógrafos, he pensado si no habrá ya media humanidad en su situación: con síndrome postraumático. Con posibles enfermedades mentales sin darnos cuenta. Yo tengo que retirar mi vista, cambiar de canal si me da tiempo. Y me queda algo extraño en el cuerpo. Como un vacío, como una incomprensión, como un asomo de culpabilidad al no poder hacer nada, absolutamente nada, por remediar tanta violencia. Y a esos bomberos voluntarios, detenidos por ayudar, quizá presa también ellos de ese mismo estrés, sin poder medir milla más, milla menos, en su afán de salvar vidas.

Imagino que todo eso se nos quedará en el subconsciente y algún día dirá «aquí estoy». Son ya muchos meses, muchos años, presenciando el dolor humano sin poder hacer nada. Desayunamos, comemos, cenamos, nos despertamos, nos dormimos y, si en medio de la noche ponemos la radio por saber qué hora es, siempre hay un ser humano que sufre. La sensibilidad es tan grande que he ido desterrando, por insoportable, toda escena de violencia. Se me saltan las lágrimas al ver un animalito maltratado, me da igual un toro que un galgo. Ya no tolero ni una película donde se desaten esos instintos bárbaros. Aún sabiendo su mentira. Pero me delata la verdad, me recuerda la realidad. Ya no soportamos tanto dolor. ¿No sería posible, por lo menos, acudir a una terapia donde se nos cure este síndrome constantemente lacerando nuestras vidas? ¿Nuestras almas? ¿Que a la vez que nos pasan esas imágenes se nos den pautas para asimilarlas? Si es que es posible que lleguemos a conseguirlo.

No quiero renunciar a mi derecho a estar informada, a disfrutar de mi tiempo como yo quiera. Conozco personas que han decidido no poner televisión ni radio, retiradas desde hace tiempo de la prensa escrita. Pero es tal el bombardeo que ya no te puedes evadir. Porque es demasiado dura la realidad y demasiado abundante el dolor. Quizá todos debamos comprar el libro de auto protección editado por Reporteros Sin Fronteras buscando alguna ayuda. Y favoreciendo la suya.

Los refugiados ya no están de moda

Refugiados en un tren en Macedonia. (EFE)

Refugiados en un tren en Macedonia. (EFE)

Por Eva Rodríguez Táboas

Recuerdo cuando, a principios de septiembre, la fotografía de aquel niño sirio ahogado en Turquía inundaba las portadas de todos los diarios. De la misma forma, los comentarios de apoyo a los inmigrantes sirios en las redes sociales no tardaron en llegar en forma de tsunami: la gente estaba embargada por un sentimiento solidario nunca antes visto. Pero como pasa con un tsunami, así como vino, así se fue.

Pasaban las semanas y parecía que la crisis de refugiados se había solucionado, los informativos dejaron de emitir imágenes sobre ellos y la gente ya no tenía tiempo para defenderlos a través de las redes sociales. Pero los olvidados reaparecieron en pantalla y yo me preparé para presenciar otro aluvión solidario en Internet.

Ya llevo dos días agazapada en las redes y nada de nada, parece ser que están ocupados divulgando otras cosas más importantes. Cierto, lo que realmente está acaparando sus esfuerzos y energías es la subida a sus perfiles de selfies, los cuales les reportarán un número considerable de “Me gusta” y eso es muy buen alimento para el ego.

Muchos se aventuraron a clamar que la solidaridad demostrada en las redes era un claro síntoma de que nuestra sociedad no estaba perdida y que pensaba diferente a los gobiernos clasistas europeos; yo me aventuré a decir que todo era “postureo” para alimentar la soberbia. Y mientras yo me ganaba la fama de insensible, los refugiados se ganaron un sitio en las publicaciones antiguas de los perfiles. Es una pena que de “Me gusta” y de compartir no se sobreviva.

La excepción como argumento de la injusticia

Por I. G. M.

Hay una costumbre en cualquier debate que se puede escuchar en plazas; bares, redes sociales y, a veces, en parlamentos, que hace que él mismo deje de ser limpio y se convierta en un debate tramposo: argumentar que una excepción justifica el hecho de cometer una injusticia.

Se pueden poner bastantes ejemplos:

No se puede ayudar más a los parados porque hay algunos que tienen mucha cara y aprovecharían para vivir a costa de todos nosotros. Hay que privatizar los servicios públicos porque hay algunos funcionarios que no dan palo al agua. La sanidad pública no debe atender a los inmigrantes porque hay algunos que vienen a hacer turismo sanitario. No se puede ayudar a los desahuciados porque hay algunos a los que les ha ocurrido porque no quieren trabajar y se aprovechan. Hay que hacer pagar las medicinas a los abuelos porque hay algunos que las piden sin control, y acumulan muchas en su casa.

(EFE)

(EFE)

El último de estos ejemplos se viene escuchando durante estos días: No hay que dejar entrar a los refugiados a Europa porque entre ellos hay algunos terroristas del ISIS. Esta forma de verlo, mezclada con el miedo, puede ser, sin duda, un generador de odio; no hacia algunos terroristas, sino hacia todos los refugiados. Cada persona construye su opinión como quiere, pero sólo hago una observación; es curioso ver que estos argumentos suelen perjudicar a los que menos tienen y suelen ser lanzados (directa o indirectamente) por los responsables de impedir que estas excepciones se produzcan.