Por Belén Pereira
Hoy es mi tercer día de teletrabajo y pienso: “Tengo suerte porque hay muchos que no podrán”. Acabo de ver las noticias: abuelos, padres, personas muriendo. He visto solidaridad, aplausos a sanitarios, personal de supermercados, policía, transportistas…
Pero la solidaridad está “entre los pobres “. Países como Alemania, Holanda, países nórdicos sólo nos quieren para venir de vacaciones, no quieren nuestros abuelos, padres, sanitarios…
Ellos llevaron a una niña a contar al Parlamento Europeo que el mundo se moría, yo quiero que llevemos a un abuelo (online) y les cuente que se están muriendo y después morirá nuestra economía.

Un anciano sentado en un banco en un parque
Vergüenza me da que algún personaje haya llegado a decir que cuidamos demasiado a nuestros mayores, que no les llevemos a los hospitales. ¿Acaso no tienen padres ni abuelos?
Todos sabemos que si esto hubiera pasado en cualquiera de estos países ya estaríamos los españoles, italianos, portugueses… dándolo todo. Pero es «aquí» y «ahora» y las ayudas sanitarias serán en unos quince días y de la económicas ni hablamos. Vergüenza me da solo escucharlo.
Vergüenza me daría tener un representante de mi país así, por eso quiero enviar un mensaje a las personas que viven allí. Yo creo en las personas y sé que ellos pueden lograr que los sordos escuchen y los ciegos vean. Decirles que yo adoro a mis padres, a mi suegra, mi hijo adora a sus abuelos y que seguramente ellos también harían lo que fuera por su familia.
Dicen que esta pandemia cambiará el mundo y que sale a flote qué persona o personaje es cada uno.