Entradas etiquetadas como ‘Robert Mapplethorpe’

¿Se llevan bien los artistas plásticos y las portadas de discos?

El primer disco con portada de la historia © Alex Steinweiss - Taschen

El primer disco con portada de la historia © Alex Steinweiss – Taschen

Las carpetas discográficas son uno de los grandes soportes para el arte del siglo XX. Más agradecidas, por aquello del tamaño, cuando se trata de vinilos y en trance de desaparición física dado el avance de la música comercializada en forma de archivo de ordenador, líquida y sin forma, siguen siendo una carnada visual dificil de evitar cuando se trata de diseños imaginativos, valientes, procaces, rebeldes o complementarios hasta la perfección con la música que envuelven.

Las cubiertas de discos han tenido, en realidad, un muy pequeño recorrido: el primer disco de la historia envuelto tal como lo conocemos es el de la imagen de arriba. Fue editado en 1940 y, como una parábola, ha tenido más duración el diseño, que fue el primer paso para la jubilación de las groseras bolsas de estraza, que la música: una omitible selección de éxitos, Smash Song Hits, de Richard Rodgers y Lorenz Hart, interpretados por la Imperial Orchestra.

El diseñador fue un pionero, un muchacho de 23 años enamorado del cartelismo europeo de vanguardia, el modernismo y el art decó: Alex Steinweiss, el inventor de las portadas de discos.

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La justicia llega tarde para Sam Wagstaff, novio y educador de Mapplethorpe

Polaroids de Robetr Mapplethorpe, 1972-1973. Izquierda: Wagstaff. Derecha: autorretrato de Mapplethorpe. Gift of The Robert Mapplethorpe Foundation to the J. Paul Getty Trust and the Los Angeles County Museum of Art

Polaroids de Robetr Mapplethorpe, 1972-1973. Izquierda: Sam Wagstaff. Derecha: Autorretrato de Mapplethorpe © The Robert Mapplethorpe Foundation to the J. Paul Getty Trust and the Los Angeles County Museum of Art

Entre las dos Polaroid transcurrieron solo unos meses. El hombre en ropa interior de la izquierda, Sam Wagstaff, tenía más o menos 50 años y era tan millonario como lo había sido en la cuna —el dinero llegaba por ambas líneas consanguíneas: el padre, superabogado y la madre, judía polaca, ilustradora de confianza de Harper’s Baazar—.

El chico encuerado de la derecha, Robert Mapplethorpe, de 25, pretendía convertirse en fotógrafo, en artista, comerse el mundo, ser un nuevo Elvis

Se conocieron en una fiesta licenciosa en uno de esos lofts de Nueva York donde entrabas por una cualquiera de estas dos condiciones: ser bello o ser un poco menos bello pero tener mucho cash.

Se acostaron juntos la misma noche y fueron amantes durante quince años. Ambos murieron de sida con una diferencia que fue caritativa para el sentimiento de pérdida de Robert: Wagstaff en 1987 y Mapplethorpe en 1989.

Los dos decesos ocurrieron en invierno, pero la nieve solo parece haber caído sobre la memoria de Wagstaff.
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Documental y ‘biopic’ sobre Robert Mapplethorpe, el ‘James Dean siniestro’

Izquierda, James Dean en una foto de promoción de 'Rebelde sin causa', 1955 - Derecha, Autorretrato de Robert Mappelthorpe, 1980 © Robert Mapplethorpe Foundation

Izquierda, James Dean en una foto de promoción de ‘Rebelde sin causa’, 1955 – Derecha, Autorretrato de Robert Mapplethorpe, 1980 © Robert Mapplethorpe Foundation

Más de una vez han sido citadas las similitudes entre este par de galanes y el twist que los emparenta pese a la brecha de los calendarios.

James Dean, cuyo segundo nombre era apropiado para la vida fosfórica que llevó: Byron, vivió tan rápido como el Porsche 550 Spyder al que llamaba Pequeño Bastardo y entre cuya dinámica carrocería plateada murió por un multitraumatismo el 30 de septiembre de 1955, a los 24 años, tras estrellarse por exceso de velocidad contra el coche mucho menos glamuroso que conducía un chico proletario llamado Donald Turnupseed. El conductor superviviente montó una empresa eléctrica y vivió hasta los 63. Nunca dijo una palabra a los periodistas que le abordaban en cada efeméride.

El organismo de Robert Mapplethorpe aguantó algunos años más, aunque no demasiados: colapsó a los 42, el 9 de marzo de 1989, por complicaciones derivadas del virus del sida. Al contrario que Dean, tuvo tiempo para encargar a una periodista de prestigio la redacción de una biografía oficial sin aristas, disfrutar de una fortuna ganada gracias a la especulación artística y montar una fundación para que sus herederos paguen menos impuestos.

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Fotografías duplicadas con Play-Doh

Winogrand - Derecha: versión de Eleanor Macnair

Coney Island, New York, 1952 © Garry Winogrand – Derecha: versión de Eleanor Macnair

La historia empezó como todas, al menos las divertidas: con un reto. La inglesa Eleanor Macnair aceptó el desafío de dos de sus amigos, los editores Gordon MacDonald y Clare Strand. Quizá la noche, que todo lo convierte en posible; quizá el lugar, un pub, una de esas capillas civiles que alojan tanto milagro pagano; quizá la cerveza, cuya luz, como decía la canción, puede guiarnos, llevaron a la primera a recoger el lance que le propusier0n sus amigos: reproducir fotografías famosas en Play-Doh, una de las marcas de pasta de moldear más veteranas y utilizadas por quienes tienen ganas de juego.

Ahora, un año después de la noche en que los dados empezaron a rodar y las manos a amasar, Macnair ha logrado culminar más de un centenar de reproducciones de imágenes clásicas, famosas, icónicas, de culto… Las ha ido colgando en su microblog, Photographs rendered in Play-Doh, una especie de galería fotográfica de sensibilidad preescolar. Lo anoto como cumplido: nada mejor como homenaje que revertir la seriedad en recreo.

'Woman' 1971 © Akira Sato - Derecha: versión de Eleanor Macnair

‘Woman’ 1971 © Akira Sato – Derecha: versión de Eleanor Macnair

Patti Smith, 1979 © Robert Mapplethorpe - Derecha: versión de Eleanor Macnair

Patti Smith, 1979 © Robert Mapplethorpe – Derecha: versión de Eleanor Macnair

Los retadores de Macnair, cuya editorial tiene uno de los lemas más bonitos del sector —«sosteniendo lo insoportable y apoyando lo insustancial»—, acaban de editar en libro Photographs rendered in Play-Doh [144 páginas y un PVP de 19,9 libras esterlinas], publicado en cinco versiones, cada una encuadernada con uno de los colores-matriz de Play-Doh.

El libro recopila el trabajo de emulación de algunas de las fotos favoritas de Macnair y de otras que le propusieron online. La artista sólo ponía dos condiciones para aceptar: nada de porno y tampoco retratos de personas muertas. El éxito popular del blog y el suave encanto del juego de reducir fotos a pequeños murales de masilla hizo que algún fotógrafo de fama se animase a participar: Martin Parr, a quien le encantó la idea, solicitó una reproducción de una de las imágenes de su famosa serie sobre el decadente centro de veraneo inglés de Brighton.

 'Guinevere Van Seenus with cigarettes', Paris, 1996 © Paolo Roversi - Derecha: versión de Eleanor Macnair

‘Guinevere Van Seenus with cigarettes’, Paris, 1996 © Paolo Roversi – Derecha: versión de Eleanor Macnair

'Christine Keele', © Lewis Morley, 1963 - Derecha: versión de Eleanor Macnair

‘Christine Keele’, © Lewis Morley, 1963 – Derecha: versión de Eleanor Macnair

Pese al carácter banal de las obras en Play-Doh o acaso por esa misma intención, la colección es anticonvencional y ajena a los escrúpulos del arte fotográfico. Los fotógrafos, al menos algunos, suelen padecer en ocasiones de grandilocuencia y pomposidad. Como los ingenieros, los arquitectos, los abogados o los periodistas, creen manejar un material gnóstico y tener derecho a interpretarlo como filosofía. ¿Cuántas veces hemos leído que la fotografía es «un secreto», la «esencia de la vida», «memento mori«, una «violación»? ¿Cuántas veces se han usado esas justificiones semióticas para disfrazar a fotos carentes de vida?

Con una inversión tan insignificante —la artista gastó un presupuesto de 20 libras esterlinas, unos 26 euros, en masilla— como enorme es el amor puesto en el proyecto, en Photographs rendered in Play-Doh hay fotos inolvidables (el niño-mariposa de Jerome Liebling, el retrato de Tily Losch de E.O. Hoppé, una de las portada de Vogue del maestro Erwin Blumenfeld…)  pero esta vez despojadas de su carga funeraria y amasadas como artículos y escenarios de juego.

Con la honestidad entre divertida y tímida de quien no ha rechazado todavía que cualquier movimiento vital ha de ser un acercamiento al recreo del  alma, Macnair dice: «Siento un amor simple y naíf por las fotos y espero reflejar ese sentimiento en la colección. Es mi extraño homenaje a la fotografía».

Ánxel Grove

'The Butterfly Boy', New York 1949 © Jerome Liebling - Derecha: versión de Eleanor Macnair

‘The Butterfly Boy’, New York 1949 © Jerome Liebling – Derecha: versión de Eleanor Macnair

Sin título, Kolobrzeg, Poland, July 26 1999 © Rineke Dijkstra - Derecha: versión de Eleanor Macnair

Sin título, Kolobrzeg, Poland, July 26 1999 © Rineke Dijkstra – Derecha: versión de Eleanor Macnair

'Abdullahi Mohammed with Gumu', Ogere – Remo, Nigeria, 2007, from 'The Hyena & Other Men' © Pieter Hugo - Derecha: versión de Eleanor Macnair

‘Abdullahi Mohammed with Gumu’, Ogere – Remo, Nigeria, 2007, from ‘The Hyena & Other Men’ © Pieter Hugo – Derecha: versión de Eleanor Macnair