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¿Se llevan bien los artistas plásticos y las portadas de discos?

El primer disco con portada de la historia © Alex Steinweiss - Taschen

El primer disco con portada de la historia © Alex Steinweiss – Taschen

Las carpetas discográficas son uno de los grandes soportes para el arte del siglo XX. Más agradecidas, por aquello del tamaño, cuando se trata de vinilos y en trance de desaparición física dado el avance de la música comercializada en forma de archivo de ordenador, líquida y sin forma, siguen siendo una carnada visual dificil de evitar cuando se trata de diseños imaginativos, valientes, procaces, rebeldes o complementarios hasta la perfección con la música que envuelven.

Las cubiertas de discos han tenido, en realidad, un muy pequeño recorrido: el primer disco de la historia envuelto tal como lo conocemos es el de la imagen de arriba. Fue editado en 1940 y, como una parábola, ha tenido más duración el diseño, que fue el primer paso para la jubilación de las groseras bolsas de estraza, que la música: una omitible selección de éxitos, Smash Song Hits, de Richard Rodgers y Lorenz Hart, interpretados por la Imperial Orchestra.

El diseñador fue un pionero, un muchacho de 23 años enamorado del cartelismo europeo de vanguardia, el modernismo y el art decó: Alex Steinweiss, el inventor de las portadas de discos.

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‘El amor duele’, un botiquín de primeros auxilios para la ruptura sentimental

'Love Hurts' - Melanie Chernock -  Foto: Luke Nilsson

Una vela y una caja de cerillas, una pequeña botella de vodka que recuerda al recipiente de un jarabe, una tableta de chocolate negro… El pequeño maletín blanco tiene todo lo que uno necesita para una sesión de autocompasión.

Desde el principio supo que no quería «hacer un kit de la tristeza». Melanie Chernock, diseñadora afincada en Nueva York, propone un acercamiento humorístico a la ruptura sentimental con Love Hurts (El amor duele), un botiquín de primeros auxilios «para los corazones rotos».

El proyecto comenzó como un ejercicio para la escuela de diseño, que pedía a sus alumnos que idearan un cuaderno de actividades. Chernock pensó que sería más interesante «hacer un kit de actividades» y escogió la experiencia del desamor para presentar una serie de productos sencillos «bien empaquetados en un set compacto».

El botiquín contiene —además de la vela y las cerillas, el vodka y el chocolate— caramelos en forma de corazón con mensajes de rabia y consuelo a modo de analgésicos, un bote de jabón líquido para darse un baño de espuma, y los inevitables pañuelos de papel necesarios para todo disgusto.

Además, la diseñadora incluye un CD con una selección de canciones relacionadas con el amor, el desamor, la esperanza y el desconsuelo. Entre el ‘grandes éxitos’ del botiquín están Things Ain’t Like They Used To Be de los Black Keys, Heroes de David Bowie, Piece of My Heart interpretada por Janis Joplin y True Love Will Find You in the End de Daniel Johnston.

Helena Celdrán

Love Hurts - detalle- foto Luke Nilsson

Love Hurts - chocolate - foto Luke Nilsson

Love Hurts - pastillas

Love Hurts - foto Luke Nilsson

Love Hurts - lista de canciones - foto Luke Nilsson

46 años esperando un nuevo disco de David Bowie

Primer y último David Bowie

Primer y último David Bowie

David Bowie acaba de morir a los 69 años de un cáncer. Esta pieza fue publicada cuando editó su penúltimo disco, a los 66.

Casi cuarenta y seis años entre una y otra carpeta de dos álbumes discográficos, el primero y el último de David Bowie.

El enfrentamiento de imágenes conlleva en ocasiones adagios que, en mi caso, logran amansar la rabia que siento contra  la perversión de considerar lo joven como forzosamente bello, correcto y moral, esa actitud de «no tengo arrugas, tú sí tienes, por tanto estoy suficientemente preparado» (nunca suelen añadir para qué).

Junio de 1967 y marzo de 2013. Casi 46 años y casi nada ha cambiado: ahora, como entonces, seguimos esperando disco de David Bowie. No importa que sea viejo.

Máscara de resina de la cara de Bowie, 1975

Máscara de resina de la cara de Bowie, 1975

A unos días de que se ponga a la venta The Next Day —cuya carpeta también es un guiño contra la petulancia de la dictadura de lo juvenil— les propongo un recorrido arbitrario por algunos rincones (intentaré que no sean demasido conocidos) de la quebrada geografía de Bowie, un tipo de confianza, un alacrán, uno de los grandes activistas de la emoción, un arrugado (66 años) que todavía ruge pese al problema coronario de 2004.

En las letras del nuevo álbum («aquí estoy, no exactamente muriendo») sigue hablando, en la quebrada y alienígena sintaxis que aprendió del enculador de mozalbetes William S. Burroughs, de lo que no queremos ver en estos «tiempos de terror»: un hombre «azotado en las calles» por una «multitud idiota y aullante», un sacerdote «rígido por el odio» que exige «diversión de mujeres vestidas como hombres» y «putas con cuerpos empapados en papel», los momentos congelados como espejos, «cuando todo el mundo ve lo que hay al final de cada tenedor»…


Primer encuentro con el vinilo. La primera vez que Bowie apareció en un disco fue al frente de David Jones and the King Bees en el single con Liza Jane en la cara A y Louie, Louie Go Home en el reverso. El disco fue publicado en junio de 1964, cuando Bowie, que todavía mantenía como nombre artístico el del registro civil, tenía 17 años. Tras unos cuantos singles decidió adoptar el apellido Bowie porque David Jones llamaba a la confusión con Davy Jones (de los Monkees).

En Súper 8, en 1965. Imágenes mudas tomadas en Londres con una cámara de cine. El flamante David Jones, que ya luce maneras irrestibles y la sonrisa más bella del universo, aparece en las cercanías de un estudio de grabación. En este blog dan más detalles de la película.

Primer trato con el celuloide. En 1967 David Bowie actuó por primera vez en una película, iniciando una promiscuidad cinematográfica de años —en su currículo como actor en la Internet Movie Database le atribuyen 31 títulos—. El debut fue en The Image, un cortometraje dirigido por Michael Armstrong, un director de cuarta categoría que por entonces estaba empezando. Bowie, que tenía 20 años y todavía se debatía entre la música y las tablas, interpreta a una misteriosa aparición que hostiga a un escritor torturado.

Primer papel sobre las tablas. Tras el fracaso de su primer disco con la identidad que todos conocemos —David Bowie, 1967—, el joven músico, desencantado y bastante perdido, intentó entrar en el monasterio budista Samye Ling, en Escocia. Los monjes le convencieron de que no lo intentase con el camino del dharma y Bowie se inscribió en un curso de teatro del mimo Lindsay Kemp, que le enseñó a «liberar el cuerpo». Debutó con la compañía de Kemp en diciembre de 1967  en Oxford en el montaje Pierrot in Turquoise or The Looking Glass Murders. Una cadena regional de televisión grabó la obra, a la que pertenece el fragmento del vídeo anterior [el resto, aquí, aquí y aquí]. Bowie usaría las artes del disfraz que le enseñó Kemp en la composición de algunos de sus personajes escénicos.

Compositor mercenario. En tanto su carrera como solista no terminaba de despegar, Bowie compuso para otros cantantes. En 1968 firmó un buen tema para Billy Fury, Silly Boy Blue. El compositor recuperó el tema en Toy, el disco grabado en 2001 y colgado en Internet en 2011.


Anunciando helados. La desesperación del joven músico era de tal calibre que se ofreció para participar en anuncios publicitarios, como éste de los helados Lyons Maid en el que aparece fugazmente. Cuando lo intentó con Kit Kat le dijeron que no.

Estrella pop. En 1969 protagonizó otra maniobra vergonzosa con el clip Love You Til Tuesday, que fue repartido discrecionalmente entre los medios británicos para intentar vender a una nueva estrella del pop.

El mejor rock. Tanta pasión y movimientos fallidos se condensaron en 1972 en el mejor rock sobre la faz de la tierra. Hay grabaciones de la época, algunas con mala imagen pero electricidad de sobra, en este impagable canal de YouTube.

David & Lulu. En 1974 Bowie —con su hombre de confianza entonces, el guitarrista Mick Ronson— produjo un single para Lulu, la más pija de las cantantes pop del Reino Unido. Bowie, que también hace coros y toca el saxo, obligo a Lulu a fumar un cigarrilo tras otro para que su voz sonara con más aristas y The Man Who Sold the World fuese, como él deseaba, una pieza de «cabaret vamp«.

Fotos: Brian Duffy

Fotos: Brian Duffy

Aladdin Sane (1973). Para algunos es el mejor disco de Bowie. Álbum casi conceptual dedicado a la locura y el miedo a padecerla —el título puede leerse también como A Lad Insane, Un muchacho loco—, la archifamosa foto de portada, la única coloreada en la hoja de contactos, y los menos conocidos descartes son de Brian Duffy, un tipo bastante trastornado que, en 1979, quemó todos sus negativos en un arranque de furia meditada.

Entra el Duque. Vale la pena emplear media hora de vida en ver el capítulo del show televisivo de Dick Cavett emitido el 4 de diciembre de 1974. Flaco como un alambre, colmado de cocaína y paranoide perdido, Bowie presenta una de las primera apariciones públicas de The Thin White Duke (El Delgado Duque Blanco), uno de sus personajes más estrafalarios y peligrosos. Las canciones que interpreta en directo arden con fuego funk.

Plenitud. Dos de los mejores vídeos que pueden encontrarse en Internet de la última gran época de Bowie, coincidente con la trilogía de BerlínLow, Heroes y Lodger, editada entre 1977 y 1979—. Ambos son de actuaciones en 1978 y muestran a un artista en plenitud acompañado por un grupo sin fisuras con dos guitarristas de primera: Carlos Alomar y Adrian Belew.

Foto de promoción de "El hombre elefante"

Foto de promoción de «El hombre elefante», 1980

Elephant Bowie. En 1980 Bowie interpretó durante tres meses en un teatro de Broadway a Joseph Merrick, El hombre elefante, a cuya vida David Lynch había dedicado una película un poco antes. Los críticos consideraron que la interpretación de Bowie, que no se ayudó de prótesis de caracterización ni maquillaje, fue excelente. En este vídeo pueden verse extractos de la obra y una entrevista con Bowie sobre el papel.

Bowie canta a Brecht, 1982

Bowie canta a Brecht, 1982

Brectht & Bowie. En 1981 Bowie se atrevió a poner voz a cinco canciones de Baal, el primer libreto teatral (1918) escrito por Bertolt Brecht, que narra la historia de un ominoso músico ambulante capaz de amar y odiar con la misma intensidad. Las piezas fueron editadas en un extended play en 1982, pero Bowie las había intrerpretado previamente como actor principal de una producción dramática de la BBC. Aquí puede verse completa (algo más de una hora).

"All Saintrs", 2001

«All Saintrs», 2001

Instrumental. Una de las piezas más bellas de la discografía de Bowie es All Saints, un disco de bases instrumentales que el músico preparó en 1993 como regaló particular para sus amigos y que en 2001 fue editado comercialmente. Algunas piezas son turbadoras. Escuchen, por ejemplo, Some Are, compuesta por Bowie, Brian Eno y Phillip Glass.

Chaque jour une vie nouvelle. Cada día una nueva vida, eslogan del anuncio (paródico) de la marca de agua mineral Vittel que Bowie protagonizó en 2003.

Megamix via Radio Soulwax. Los reyes del mashup audiovisual también están colados por Bowie. Los sesenta minutos de este homenaje son brillantes.

Para terminar con el puzzle, republico un pequeño fragmento de El alien es humano, la entrada que dedicamos a Bowie cuando cumplió 65 años:

Corazón roto. El 25 de junio de 2004, Bowie sufrió un colapso tras una actuación en Scheesel (Alemania). Era un ataque al corazón causado por un trombo en una arteria. Más de un año después regresó a los escenarios para cantar la versión de Starman (…) Alguien le comparó, no sin razón, con Frank Sinatra. Los pantalones excesivamente cortos, las pantorrillas sin calcetines, el vendaje en el antebrazo… eran conmovedores y tristes. El alien, por primera vez, parecía humano.

Ahora, en el salvaje The Next Day, canta: «Mejor estar muerto que estar colocado«. Amén.

Ánxel Grove

Willie Nelson y la guitarra Trigger se retirarán juntos

Trigger

Trigger

La guitarra se llama Trigger (Gatillo) en honor al caballo palomino del vaquero cantante Roy Rogers. Es un modelo N-20 de Martin, la marca de guitarras que ha escrito la historia con mayor precisión que las estilográficas más escrupulosas.

Como demuestran los costurones de la madera mellada, la existencia de Trigger ha sido un continuado alboroto. Está en el mundo desde 1969, fue salvada de un incendio al año siguiente (junto con una partida de marihuana), está agujereada de tanta canción, fue escondida en un zulo para hurtarla de las pesquisas de los inspectores de Hacienda que tramitaban un embargo…

El dueño de la guitarra no tiene mejor pinta que el instrumento: Willie Nelson, un tipo de 79 años, cuyo aspecto alguna vez ha sido definido con bastante justicia como similar al de «Jesucristo en un mal día».

Nelson —que en España es confinado al papel de cantante de música country sin otro motivo que el desconocimiento de una obra esencial— editó hace pocos meses un nuevo disco, Heroes. No es comprable a sus mejores obras —Shotgun Willie (1973), Red Headed Stranger (1975), The Great Divide (2002), por citar sólo mis favoritos—, pero supera con creces en honestidad y sentimiento a tanto disco vacío que puebla la sección de novedades.

Willie Nelson

Willie Nelson

Hay muchas razones para admirar a Nelson. La menor de ellas es haber compuesto, desde que empezó a cantar, hace 56 años,  unas tres mil canciones —entre ellas algunas que difundieron otros artistas, como Crazy, que Patsy Cline elevó a lamento sobre la locura de amar y Julio Iglesias pervitió hasta el delito criminal—, inspirado a buena parte de los forajidos del country, sobre todo a su gran colega Waylon Jennings (escuchen esta maravilla a dúo: Mammas Don’t Let Your Babies Grow Up to Be Cowboys, un canto de indignación primaria contra los médicos, abogados, ingenieros, periodistas y otros miserables licenciados) y defendido con el ejemplo una forma de vida libérrima y cercana al anarquismo.

Nacido en la Gran Depresión y criado por sus abuelos tras la fuga, cada uno por su lado, de los padres, Nelson fue un niño recogedor de algodón a quince céntimos la hora y aprendió la ingratitud de los hombres hacia los granjeros, primer y más endeble eslabón de la cadena del capitalismo dirigido desde y para las grandes ciudades. No olvidó aquella lección: en 1985 montó, con Neil Young y John Mellecamp (y la inspiración de Bob Dylan, primero que enunció la idea), la organización Farm Aid para ayudar a los granjeros sometidos a amenazas de embargo por los bancos.

El autobús-vivienda de Nelson

El autobús-vivienda de Nelson

Aunque tiene tres casas, Nelson pasa en su autobús más tiempo que en ninguna. Se siente bien sobre ruedas, aparcando en terrenos baldíos y llevando un horario no sujeto a condiciones. El vehículo se mueve con biodisel de soja comercializado por BioWillie, la empresa de combustible verde montada por el músico en 2004. La compañía gestiona dos plantas de producción y sendas gasolineras.

Otra de las campañas públicas de Nelson tiene que ver con la legalización de la marihuana, por cuya posesión y consumo ha sido detenido varias veces. Es consejero de la National Organization for the Reform of Marijuana Laws (Organización Nacional para la Reforma de la Legislación sobre la Marihuana) y en 2010, tras la última detención policial, fundó el partido político TeaPot Party, cuyo lema es: «Grávala fiscalmente,  regúlala y legalízala». Hace poco rechazó una invitación del Green Party estadounidense para presentarse como vicepresidente a las elecciones generales de este año. «No quiero ser un partisano. Pase lo que pase, además, las grandes corporaciones van a seguir arruinando la democracia», declaró.

Nelson fumando marihuana en el autobús

Nelson fumando marihuana en el autobús

No todo ha sido alegría en la vida de este tipo indomable que cultivó durante décadas una afición desmedida por el alcohol —su primogénito, Billy, también alcohólico, se suicidó en 1991 al sentirse incapaz de afrontar los desastres de la vida— y dilapidó con bastante locura la fortuna que ha ganado con la música («hay poca diferencia entre tener 10 millones y un millón, sólo necesito un par de zapatos, un colchón y un techo«).

Consumido pero incansable, Nelson ha prometido que no se retirará de los escenarios. Eso sí, ha puesto límite a su permanencia en la tierra. Dejará el mundo cuando lo decida su guitarra: «Cuando Trigger se vaya me voy yo».

Ánxel Grove

El no-músico silencioso y lento en un mundo rápido y barato

Brian Eno

Brian Eno

Antes de empezar a leer, escuchen. Quizá deban cerrar los ojos para intentar olvidar el condicionante: es la música de un sistema operativo de Microsoft. Escuchen sólo el sonido, la campana reverberante: una galaxia, una puerta de entrada, una palmada que nace del silencio y conduce al silencio, océanos de tiempo

De milagros similares a la música de Windows 95 -una microsinfonía de poco más de tres segundos- es capaz Brian Eno, el no-músico al que hoy dedicamos la sección Cotilleando a…

Aunque prefiere el segundo plano a la habitual presencia absoluta de los músicos-artistas, el toque Eno puebla el mundo. Este tipo tranquilo, de sedoso sentido del humor y casi ninguna educación musical, es una de las presencias activas más perdurables en la música de los últimos cuarenta años.

No es un músico: es un mediador entre el azar y la intuición, entre el alma de la máquina y el espíritu de los hombres.

Brian Eno

Brian Eno

Eno es el ambient humano, la electrónica educada, el chill out sin marca de fábrica, el gospel de los edificios de cristal, el blues de gotas de suero que puebla los hospitales, la cadencia melancólica de los aeropuertos, el te deum que por azar cantan los satélites cuando surcan la noche, la sombra de los reptiles escribiendo una canción sobre la arena, el sueño de que todos recemos en la misma mezquita, el exorcismo que nos devuelve la condición de africanos que merecemos, la seductora y cierta posibilidad de que un par de grabadoras jueguen entre sí y contigo…

Si desean ustedes la biografía detallada del personaje y la persona, vayan a una e-enciclopedia o visiten EnoWeb, el site extraoficial: ya les dije que a Eno le gusta permanecer en la penumbra del background y debe ser a estas alturas del Reich 2.0 el único músico del mundo que no tiene una web propia para venderse.

Sólo voy a perfilar aquí, con el ánimo de quien escribe palabras momentáneas en la pantalla del atardecer, media docena de las muchas razones que me empujan al amor por Brian Eno. No esperen nada que se parezca a la por otro lado ficticia objetividad. Estoy prendado de la música de Eno desde los años setenta. Nunca he dejado de amarle y me ha correspondido con sorpresas inesperadas.

"Another Green World", 1975

"Another Green World", 1975

1. Un disco. Recuerdo todavía -y en mi estado de progresivo extravío la viveza del recuerdo tiene carácter de portento- el asombro estupefacto, de despierta serenidad, de la primera escucha de Sky Saw, Sombre Reptiles, Golden Hours, St. Elmo’s Fire, In Dark Trees y el resto de canciones de Another Green World (1975). Editaron el disco, el tercero de Eno en solitario, poco antes de la muerte de Franco y había en la música un presagio emocional y básico, como si intuyeras que algunas hienas merecen la putrefacción. Era un tiempo de exigencias que ahora quizá parezcan  disparatadas: un afán de verdad inmutable, un código de corrección moral, una legislación no escrita para todo movimiento o deriva personales… Por extensión, la música que escuchábamos algunos era discutida por los comisarios políticos del marxismo, el troskismo, el maoísmo, el nacionalismo y los demás ismos adocenantes cuya militancia tenía a punto los disfraces de las hienas de recambio de la Hiena Generalísima. Como David Bowie, Lou Reed, King Crimson y Can, Eno era sospechoso de diletancia y aburguesamiento. Algunos le metían en el saco del glam rock por una pobre lectura del atuendo de pavo real que llevaba encima en los años con Roxy Music. Otros ni siquiera consideraban aceptables sus canciones de sinuosa indiferencia. Yo (no me quiero considerar especial, pero es lo que hay: les invito a comprobar el malogrado estado por exceso de uso de mis copias en vinilo de aquellos discos) y otros como yo entrevimos un futuro en el que, por vez primera, sobraban las guitarras eléctricas, las baterías y el canon, suficientemente meneado para dejarlo descansar, de Elvis Presley.

Diagrama del 'enoloop'

Diagrama del 'enoloop'

2. Un género. Después de predecir el ambient, la música de amoblamiento del siglo XX -que ya había bosquejado con su cómplice habitual Robert Fripp en No Pussyfooting (1973)- Eno desarrolló la idea  en Discreet Music (1975), su primer disco como programador de un sistema capaz de crear piezas aleatorias, con escasas variaciones de tempo y forma pero en perpetuo cambio. Estaba inventando la música generativa, que requiere una intervención limitada del ejecutante. A la idea de buscar un sonido que, lejos de invadir el ambiente, se amoldase a él y lo rellenase sin agresividad llegó durante la convalecencia posterior a un accidente de coche. Puso un disco de música de arpa del siglo XVIII y, con esfuerzo, porque le costaba moverse, se tendió en cama. El volumen estaba muy bajo, casi en el nivel de lo inaudible. Dejó que sonará así durante un tiempo y, cuando recuperó la fuerza suficiente, regresó al tocadiscos y subió el nivel. Esa intervención, accidental y discreta, también efímera e irrepetible, le hizo percibir de una manera diferente la música, entender cómo el instrumentista podía limitarse a la adaptación casual a un sistema. Para componer música generativa, de la cual un buen ejemplo serían las campanas de viento, no se requieren conocimientos académicos musicales sino una intuición anímica (o animal), que se ha desarrollado desde entonces en decenas de programas de software. Eno colaboró en el diseño del pionero, el mítico Koan, raíz del actual Noatikl.

David Byrne (izquierda) y Brian Eno

David Byrne (izquierda) y Brian Eno

3. Una fiesta. Después de varios volúmenes de música de ambiente (para aeropuertos, dark, transferida transocénicamente por vía telefónica…), Eno, cuya curiosidad es enorme y sin compuertas, giró la vista al sur y descubrió que todo aquello que le interesaba procedía de África: la cualidad fractal de la música, su engarce natural con la geodesia, la necesidad de apertura y vías de escape ajenas a códigos -la improvisación, en suma-, el ritmo sexual y holístico de tóxica capacidad sobre el cuerpo y la mente… Dicen que de la revelación tuvieron la culpa un viaje a Ghana en 1981 y el descubrimiento de una canción grabada por Miles Davis en 1974, He Loved Him Madly [parte 1 | parte 2], un vuelo libre y melancólico en homenaje a Duke Ellington, con matices africanos y dodecafonistas. Desde entonces toda la obra de Eno ha sido un intento de recrear al menos una porción de la primitiva naturalidad con que fluyen los músicos africanos y del Cercano y Medio Oriente. Aunque sabe que nunca lo conseguirá («creo que todo lo que hago nace de mi incomprensión hacia África»), ha entregado algunas descargas que no desentonarían en cualquier club de latón y ladrillo vista de Lagos. Con una salvedad diferencial: Eno ha añadido espacio a la africanía. Sin menoscabo del cuerpo tangible (carne y tambor), ha convertido el trance tribal en una música moderna, no condicionada por lo étnico. En manos de Eno lo negro se expande cromáticamente. Mi disco favorito de esta etapa es el ardiente My Life in the Bush of Ghosts, que coeditó en 1981 con su admirador y discípulo David Byrne, líder de los Talking Heads, bautizados, no por casualidad, con un anagrama de una canción de Eno, King’s Lead Hat. Obra de prodigiosa pegada y producción extrema (el mix y el sampling llevados a la categoría de instrumentos polirrítmicos), My Life... ha sido copiado, recreado y vuelto a copiar por todos los DJ del planeta. Es el primer disco del baile de la nueva era y permanece incólume al paso del tiempo. Su huella es notable, por ejemplo, en el hip-hop de Public Enemy y los experimentos más radiacles del noise bailable. En 2006 fue reeditado con nuevas mezclas y partes inéditas que los autores colocaron bajo dominio público para permitir que sean manipuladas y utilizadas por cualquiera (hay una deliciosa web para jugar a rehacerlas).

Eno (en el centro) con U2

Eno (en el centro) con U2

4. Un tipo humilde e infatigable. Aunque no le gusta ser considerado un productor al uso y prefiere que sus dotes sean utilizadas como tratamientos (otros llaman a su bouquet particularísimo enosificación), la capacidad colaborativa de Eno es asombrosa. Logró renovar a David Bowie cuando éste buscaba un sonido europeo para plantarle cara al funk de imitación de finales de los años setenta y Eno le produjo dos catedrales de hielo, Low y Heroes, ambos editados en 1977; colaboró con John Cale (ex The Velvet Underground) en su mejor disco, Fear (1974), y con el talento anárquico (por radical) de Robert Wyatt en casi toda su discografía; echó una mano a artistas de vanguardia o pop por simple placer y sin cobrar (la lista es enorme: Jon Hassell, Cluster, Harold Budd, Philip Glass, Laurie Anderson, Roberto Carnevale, Devo, Ultravox, Depeche Mode…), desarrolló proyectos de música visual (77 Millions Paintings es uno de los más bellos), compuso bandas sonoras, editó una suerte de I Ching para creadores con un mazo de cartas que sugieren movimientos (The Oblique Strategies)… Finalmente se integró como quinto componente de U2 desde The Unforgettable Fire (1984), cuando el grupo de Bono se vió en la necesidad de transformar el sonido épico de sus inicios. También ha producido -y quizá sean los dos grandes patinazos en una carrera inmaculada- los discos de Coldplay Viva la Vida or Death and All His Friends (2007) y Mylo Xyloto (2011).

Eno en una protesta contra la guerra de Iraq (enero, 2010)

Eno en una protesta contra la guerra de Iraq (enero, 2010)

5. Implicado. La misma prodigalidad que muestra en lo musical la exhibe como civil. Nunca se ha escondido en la campana de cristal de lo artístico para evadir los dilemas y aberraciones sociales. Es la cara visible del movimiento antibélico del Reino Unido y ha sido el portavoz habitual de los manifestantes contra la guerra de Iraq. En una de las protestas más secundadas, en 2006, le tocó escribir el discurso final. Hizo notar que los 2.000 millones de habitantes del planeta que no tienen agua potable podrían acceder a ella con una inversión de una quinta parte del coste de la guerra. Eno escribe columnas de opinión en The Observer, el dominical de The Guardian [dos ejemplos: 1 | 2], envía cartas abiertas a parlamentarios y ministros y participa en debates mediáticos. Es uno de los artistas internacionales que demandan un boicot cultural a Israel por su política exterior sangrienta. También es fundador de la fundación Long Now, que promueve el cambio de paradigma hacia un pensamiento «más lento y de calidad» para sustituir al «rápido-barato» imperante. Proponen, como primera media, adoptar un calendario realista basado en cinco dígitos: 2011 sería, por ejemplo, 02011, y defender los idiomas en peligro de muerte (Rosetta Project).

Brian Eno a los 12 años

Brian Eno a los 12 años

6. La persona. Brian Peter George St. John le Baptiste de la Salle Eno nació el 15 de mayo de 1948. Es un hombre melancólico, con tendencia a no confiar en sí mismo, insomne, solitario, inseguro y con miedo a los aviones y las fotografías. Colecciona fósiles, habla francés, le gusta la radio de onda corta, no sabe conducir y aborrece los ordenadores («hay poco de África en ellos»). Es un ávido lector de libros (de papel, por supuesto) y le encanta la pintura de Francis Bacon. Musicalmente es una amalgama. Cuando le preguntaron qué discos se llevaría a una isla desierta eligió el doo-wop Duke of Earl, de Gene Chandler; Alu Jon Jonki Jon, de Fela Kuti; Sunday Morning, de The Velvet Underground & Nico, y los himnos gospel de su adorada Dorothy Love Coates. Todas esas canciones, dijo, «son formas cotidianas de drogas alucinógenas».

Ánxel Grove

El alien es humano

David Bowie retratado por Lord Snowdon, 1978

David Bowie retratado por Lord Snowdon, 1978

David Bowie acaba de morir a los 69 años de un cáncer. Esta pieza fue publicada cuando estaba a punto de cumplir 65.

La foto es la de un paradigma.  178 centímetros de elegancia, donaire e inteligencia.

David Bowie es algo más que un multiartista. Su gesto deviene en símbolo de decadencia, astucia, sensibilidad y glamour. Es uno de los iconos del siglo XX y, pese al desgaste causado por los watios de la fama, supo transformarse y ser inesperado con un fragor arriesgado e impropio de las megaestrellas.

Encantador y fascinante, el más plural de todos los creadores pop de la segunda mitad del siglo XX, parece haberse retirado sin anuncio previo.

El ataque al corazón del que se acaban de cumplir siete años rompió la carrera de un tipo que en enero celebrará 65 y no ha dejado casi nada por hacer desde que debutó en 1964.

El año que viene se reeditarán todos sus discos y el inmenso catálogo de música inédita que atesora Bowie, prolífico hasta niveles que incluso parecen temerarios.

Entre tanto, este parece un buen momento para reivindicar su obra y abordar un Cotilleando a… David Bowie.

David Jones, 1955

David Jones, 1955

1. Cicatrices. Los padres de Bowie habían sufrido. Haywood Stenton Jones (1912-1969) soñaba cada noche con un infierno de munición y carne lacerada. Como fusilero real en la II Guerra Mundial había combatido en África y Francia. Padeció durante toda su vida de estrés postbélico. Trabajaba en Barnardo, una red de casas de acogida para niños huérfanos. La madre, Peggy Burns (1913-2000), era cerillera en el Ritz Cinema. En la familia Burns había una tradición de enfermedades mentales severas, sobre todo de tipo sicótico. David Robert Jones, nacido el 8 de enero de 1947, adoraba a su padre y sentía que su madre era desapegada y fría. Vivían en el número 40 de la calle Stafield, en Brixton, un barrio del sur de Londres en el que también había crecido Charlie Chaplin. Bowie ha mitificado su infancia, tiñéndola de enfrentamientos entre pandillas en los baldíos sembrados por los escombros de los bombardeos nazis. Lo cierto es que era un chiquillo faldero que pocas veces salía de casa. En 1953 la familia se mudó a la cercana zona de Bromley. David fue admitido en el coro del colegio y en el cuerpo de baile, donde destacó especialmente por sus movimientos de reptil.

Bowie y George Underwood, su mejor amigo en la escuela técnica, 1962

Bowie y George Underwood, su mejor amigo en la escuela técnica, 1962

2. Dios se llamaba Little Richard. Su interés por la música nació de un regalo paterno: una colección de singles que Haywood  trajo a casa en 1956. Incluía todo lo necesario para encender la llama: Frankie Lymon and the Teenagers, The Platters, Fats Domino, Elvis Presley, Little Richard. «Cuando escuché  Tutti Frutti tuve la impresión de haber oído la voz de Dios», diría Bowie años más tarde. Empezó a recibir clases de música. Como estudiante seguía siendo malo: no obtuvo la nota suficiente para entrar en un instituto y se matriculó en diseño gráfico en la escuela técnica de Bromley, donde le cayó en gracia al profesor de Arte, Owen Frampton, padre del alumno Peter Frampton, que sería una de las caras bonitas del rock middle of the road de los setenta. El mejor amigo de Bowie era George Underwood. Ambos querían ser estrellas, ambos se peinaban como teddy boys. En la primavera de 1962, en un arranque de furia porque Bowie intentó seducir a una chica a la que pretendía Underwood, éste le pegó a su colega un tremendo directo en el ojo izquierdo. El golpe afectó a los músculos que contraen la pupila, que quedó dilatada permanentemente, dando la apariencia de tener un color diferente al del otro ojo. La mirada de alien sería muy bien explotada por Bowie en el futuro.

The King Bees, 1964 (Bowie, en el centro. Underwood, a la derecha)

The King Bees, 1964 (Bowie, en el centro. Underwood, a la derecha)

3. Nombre de tratante de esclavos. Bowie (que todavía no había cambiado su nombre artístico y se presentaba por la filiación de nacimiento: David Jones) se rodó en grupos de todo pelaje desde los 15 años. Fue mod, quiso aprovechar el impacto en el Reino Unido del blues negro e hizo versiones de The Who y The Kinks. Su primera grabación apareció en single en junio de 1964: Liza Jane, un arreglo de una canción tradicional del folk inglés con el añadido de un riff de guitarra robado a Howlin’ Wolf. Apareció firmada por David Jones and The King Bees. Fue un desastre, aunque el músico la recuperó con un arreglo decoroso para su álbum maldito Toy, un disco que archivó en 2001 y colgó en Internet diez años más tarde. El primer disco como solista salió tres años después, un sencillo con The Laughing Gnome como canción estrella: una indigestión de sicodelia, cabaret y estilo vocal acelerado en el estudio en plan The Chipmunks. El consiguiente álbum no mejoró el percal. Lo firmaba David Bowie, que apareció por primera vez como marca artística. Tomó prestado el apellido del personaje que interpreta Richard Widmark en la película El Álamo, James Bowie, un tratante de esclavos y mercenario buscafortunas del siglo XIX que inventó el cuchillo de pelea que lleva su nombre.

Primera actuación de David Bowie, 16 de agosto de 1969

Primera actuación de David Bowie, 16 de agosto de 1969

4. Ignición. Tenía sueños de grandeza y demasiado afán por demostrar sus talentos para llegar rápido a la cima. El batacazo de las primeras grabaciones sumió a Bowie en una profunda depresión. Entonces encontró a tres personas que le cambiarían la vida: el bailarín, actor y performer Lindsay Kemp, que le dió clases de interpretación y danza, le hizo abrir los ojos a la necesidad de dejar aflorar los sentimientos y le presentó a la bohemia londinense, donde abundaban los gays, travestis y toxicómanos; el manager Ken Pitt, que hizo escuchar a Bowie por primera vez a la Velvet Underground, y el productor Tony Visconti, un sagaz y competente mago del sonido con el que no dejaría de colaborar hasta 2003. Cuando editó la canción y el álbum Space Oditty (1969), alejados de la confusión pasada, contenidos, tensos, poblados por seres alienados e incapaces de entenderse, Bowie dio un aviso de lo que nos esperaba: una obra que se mantuvo en la vanguardia durante cuatro décadas y situada a la misma altura que las de los Beatles y los Rolling Stones por influencia e impacto en la cultura pop.

Bowie y Angie se casan. Entre ambos, mamá Peggy. Marzo, 1970

Bowie y Angie se casan. Entre ambos, mamá Peggy. Marzo, 1970

5. Angie y la mansión victoriana. La primera esposa de Bowie, Angela Barnett (1949), era una modelo de medio pelo y una mala actriz, pero jugaba con la extravagancia -olía meados de gatos para, decía, «refinar el olfato»-, cierto cosmopolitismo, sexualidad deshinibida y un carácter de armas tomar. Se casaron en 1970 tras un noviazgo relámpago y se establecieron en la mansión victoriana de Haddon Hall, centro social del todo Londres durante la década siguiente. Jugaban al escándalo con maneras infantiles (convocvaban con urgencia a la prensa para confesar gustos sexuales), bebían vino blanco y empezaron a consumir cocaína. Su influjo en la carrera de Bowie fue casi siempre perverso -le obligó a despedir al agente Pitt, por ejemplo- y, tras el divorcio, en 1980, se ha dedicado a escribir biografías con detalladas escenas de sexo y depravación. Su página web (Angie Bowie) es un ejemplo de la calaña del personaje. Es un rumor infundado, por cierto, que la canción de los Rolling Stones Angie esté basada en su figura. Es verdad que tuvo una gran influencia en la creación del personaje más memorable de su marido, Ziggy.

Ziggy Stardust and The Spiders from Mars en la BBC (a la derecha de Bowie, Mick Ronson), julio, 1972

Ziggy Stardust and The Spiders from Mars en la BBC (a la derecha de Bowie, Mick Ronson), julio, 1972

6. «Vienen a por vuestras hijas. ¡Y también a por vuestros hijos!. El 6 de julio de 1972, el programa de la BBC Top of the Pops emitió el que sería un momento de epifanía generacional: la actuación de Ziggy Stardust and the Spiders From Mars interpretando Starman. La prensa sensacionalista publicó al día siguiente titulares de este calibre: «No han venido sólo a por vuestras hijas. ¡También quieren a vuestros hijos!». Bowie había creado el glam rock: andrógino, equívoco y polisexual. El alter-ego del cantante, Zyggy Stardust, homenaje a Iggy Pop, era una especie de vaquero galáctico, maquillado como una reinona y dispuesto a escenificar una felación con el mastil de la guitarra de Mick Ronson (1946-1993). Las canciones eran bellas, de melodías irresistibles, letras sci-fi y arreglos musculosos. Bowie sufrió problemas personales graves con Ziggy: llegó a sentir que el personaje invadía a la persona y que se estaba volviendo loco. «Fuera del escenario era como un robot en manos de otro ser», dijo años después.

Cocainómano, 1974

Cocainómano, 1974

7. Años blancos. Convertido en estrella planetaria, autor de tres discos perfectos en sucesión –The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972), Aladdin Sane (1973) y Diamond Dogs (1974)-, a Bowie se le fue de las manos la fama. Consumía cocaína en cantidades groseras (esta entrevista de 1974 bordea lo patético), estaba convencido de que necesitaba un exorcismo -lo intentó con varios gurus de pacotilla-, perdió peso hasta padecer problemas para moverse, se interesó morbosamente por el ocultismo, la magia negra y los nazis, dejó de componer y de tener amigos… Cuando intentó reencarnarse, eligió un personaje peligroso, The Thin White Duke (El delgado duque blanco), un desaprensivo, paranoico y frío mutante que predicaba el ultraconservadurismo y era incapaz de hilvanar dos frases consecutivas con sentido. Se pasó al funk gélido y grabó un par de discos en los que hay algunos restos de genio pero mucho material de relleno: Young Americans (1975) y Station to Station (1976). En 1978 intentó suicidarse tomando una sobredosis de somníferos, pero no fue capaz y se tiró escaleras abajo. Se rompió la nariz.

Estudios Hansa, Berlín

Estudios Hansa, Berlín

8. «El lugar donde están todas las chicas y todas las drogas».  Durante una temporada se recluyó en una villa cerca del lago Ginebra (Suiza) para tratar de calmar a los demonios. Pintó acuarelas y escribió canciones otra vez. En un giro inesperado y casi milagroso, su trazo musical se enfocó en el minimalismo. En una visita a Berlín conoció los estudios Hansa, cuartel central del experimentalismo alemán. En el destartalado edificio grabó, con el productor Brian Eno, los mejores discos de su carrera, la trilogía berlinesa: Low (1977), Heroes (1977) y Lodger (1978), obras que cambiaron el curso de la música pop del siglo XX y que predecían el ambient, el trance y el synth-pop. Mientras el mundo pasmaba con los eructos del punk, Bowie proponía la edificación de un paisaje sonoro sobre la decadencia de Europa. En estos años fue también el productor y coautor de las dos obras magnas de Iggy Pop como solista, The Idiot y Lust for Life, ambos editados en 1977.

Con Iman Abdul Majid, 1990

Con Iman Abdul Majid, 1990

9. Hombre de mundo. Actor, multimillonario, casado (1992) con la top-model Iman, propietario de una empresa de especulación bursátil, el paso por el mundo de Bowie desde finales de los setenta ha sido el de una megaestrella más. Musicalmente nada de su producción reciente tiene interés. Ha tanteado con el noise y la electrónica y ha salido siempre malparado o, aún peor, ridiculizado. Compró varias mansiones mundo adelante (Nueva York, Los Ángeles, las Bermudas, Londres), pero se estableció legalmente en Irlanda para escapar de sus obligaciones fiscales en el Reino Unido. «Quiero hacer música tan poco comprometida que me quede sin audiencia», dijo con bastante sinceridad en una entrevista. En 1997 celebró su 50º cumpleaños durante una actuación en Nueva York. Le acompañaron gran parte de sus hijos musicales: Robert Smith (The Cure), Frank Black, Dave Grohl… El gran ausente fue Iggy Pop, con el que nunca ha vuelto a relacionarse, pese a que llegaron a ser hermanos de sangre, amantes y colaboradores. Tampoco acudió Mick Ronson, el extraordinario guitarrista que le ayudó a construir a Ziggy Stardust. Había muerto de cáncer el año anterior en 1993. Organizaron un festival póstumo en Londres pero Bowie se negó a tocar porque se trataba de un show «demasiado modesto» para él.

10. Corazón roto. El 25 de junio de 2004, Bowie sufrió un colapso tras una actuación en Scheesel (Alemania). Era un ataque al corazón causado por un trombo en una arteria. Más de un año después regresó a los escenarios para cantar la versión de Starman del vídeo de arriba. Alguien le comparó, no sin razón, con Frank Sinatra. Los pantalones excesivamente cortos, las pantorrillas sin calcetines, el vendaje en el antebrazo… eran conmovedores y tristes. El alien, por primera vez, parecía humano.

Ánxel Grove