Entradas etiquetadas como ‘collage’

Un fresco desconocido de Max Ernst, en la pared de un bistró parisino

Max Ernst - Le Sénégal, 1953

Max Ernst – Le Sénégal, 1953

«Antes de descender, un buceador nunca sabe lo que va a sacar a la superficie», decía Max Ernst (1891-1976), un «inventor artístico», como prefería ser considerado, que se dedicó a sembrar el mundo de hallazgos: inventó el frotagge (la reproducción de texturas colocando el papel sobre el objeto) y desarrolló con un estilo propio el collage, el grattage, la decalcomanía y la oscilación, que consistía en dejar que un hilo de pintura cayera sobre el lienzo desde una lata agujereada.

Ernst enseñó el procedimiento de pintura automática a Jackson Pollock, que lo tomó como referencia para la técnica del dripping, la salpicadura más o menos al azar que convirtió al estadounidense en multimillonario, aunque seguía siendo infeliz y buscó el sentido de la vida en el fondo de las botellas de whisky hasta que se mató a los 44 años por conducir borracho.

Más dionisíaco y menos meditabundo, Ernst —nacido en Alemania— disfrutó lo suficiente, hizo el gamberro con los dadaístas, luego se apuntó a la vanguardia más intelectual del surrealismo, cultivo amistades, se casó cuatro veces, ilustró libros y escapó por los pelos de ser enviado a un campo de exterminio nazi. Los colaboracionistas franceses ya lo tenían encerrado, pero la intervención de la irresistible mecenas Peggy Guggenheim, que era estadounidense pero universal, logró que dejaran salir de Europa al artista.

Ernst dejó una obra que va de lo exquisito a lo alocado y se sigue vendiendo muy bien en las subastas. El dibujo Le Sénégal que abre la entrada permitirá comprobarlo de nuevo.

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¿Se llevan bien los artistas plásticos y las portadas de discos?

El primer disco con portada de la historia © Alex Steinweiss - Taschen

El primer disco con portada de la historia © Alex Steinweiss – Taschen

Las carpetas discográficas son uno de los grandes soportes para el arte del siglo XX. Más agradecidas, por aquello del tamaño, cuando se trata de vinilos y en trance de desaparición física dado el avance de la música comercializada en forma de archivo de ordenador, líquida y sin forma, siguen siendo una carnada visual dificil de evitar cuando se trata de diseños imaginativos, valientes, procaces, rebeldes o complementarios hasta la perfección con la música que envuelven.

Las cubiertas de discos han tenido, en realidad, un muy pequeño recorrido: el primer disco de la historia envuelto tal como lo conocemos es el de la imagen de arriba. Fue editado en 1940 y, como una parábola, ha tenido más duración el diseño, que fue el primer paso para la jubilación de las groseras bolsas de estraza, que la música: una omitible selección de éxitos, Smash Song Hits, de Richard Rodgers y Lorenz Hart, interpretados por la Imperial Orchestra.

El diseñador fue un pionero, un muchacho de 23 años enamorado del cartelismo europeo de vanguardia, el modernismo y el art decó: Alex Steinweiss, el inventor de las portadas de discos.

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Pantalones vaqueros e intimidad en los collages de denim de Ian Berry

'Material Life' - Ian Berry - Foto: Catto Gallery, London

‘Material Life’ – Ian Berry – Foto: Catto Gallery, London

Sin pintura ni blanqueadores. El inglés Ian Berry (Huddersfield, 1984) utiliza sólo denim —la tela resistente de los pantalones más versátiles— para sus cada vez más ambiciosos collage. Su estudio está repleto de vaqueros clasificados según su tono, él se agacha a arrancar o cortar pedazos para crear la sombra adecuada.

La epifanía llegó hace ya más de una década, durante una sesión de limpieza en la casa familiar, cuando se paró a contemplar una pila de vaqueros viejos. El marco nostálgico y las vivencias que guardaban las prendas lo empujaron a investigar qué se podía llegar a hacer con aquellos pantalones. De la curiosidad pasó a la devoción. Entonces se dedicaba a la publicidad y participaba en campañas para grandes marcas, pero la seguridad del nuevo camino artístico lo empujó a dejar el trabajo.

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El encanto didáctico de las ilustraciones enciclopédicas

'Wonders of the Human Body'

‘Wonders of the Human Body’ (‘Maravillas del cuerpo humano’) – Cutaway World

«Cuando una lente enfoca los rayos de luz y después pasa a crear la imagen sobre la pantalla, los rayos se cruzan y ponen la imagen del revés. Pero cuando esto pasa en nuestro ojo, el cerebro interpreta la imagen del derecho, ya que desde muy pequeños empezamos a aprender la verdadera posición de las cosas». El texto lo acompañan dos ilustraciones explicativas que comparan el ojo con una vieja cámara de fuelle, ambos capturan la imagen de un bucólico puente de madera que une las dos orillas de un riachuelo. Todo es sencillo y a la vez esclarecedor.

En los cortes transversales, perspectivas, diagramas, progresiones y visiones de rayos equis reside el encanto didáctico de las antiguas ilustraciones enciclopédicas y publicitarias que recopila el microblog Cutaway World, traducible por Mundo diagrama, en referencia a las imágenes cortadas que permiten ver el interior de lo que se explica.

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El ‘Arabesco negro’ de Goude y Grace Jones, una foto-ilusión diez años antes de Photoshop

"Nigger Arabesque", 1978  © Jean-Paul Goude

«Nigger Arabesque», 1978 © Jean-Paul Goude

Cuando Jean-Paul Goude hizo la foto Nigger Arabesque (Arabesco negro), en la que Grace Jones —una de las especies vivas más perturbadoras de la fauna terrestre— parece contradecir al mismo tiempo varias leyes de la física, faltaban diez años para que fuera comercializada la versión de Photoshop 1.0, primera aproximación al programa de manipulación y postproducción de imágenes de la empresa Adobe al que ahora echamos mano con una naturalidad casi biológica. Esa espontaneidad es muy celebrada en las juntas de dirección de la empresa, que tiene un ingreso neto anual de unos 3.000 millones de euros.

La «ilusión creíble» de Goude, un buscador de extravagancias antes de que la extravagancia fuese un filtro o una herramienta de software, fue fruto de un trabajo meticuloso, artesanal y, suponemos al ver las fotos del making off de la sesión, bastante placentero. Incluso Jones, que todavía no era la mujer caníbal que llegaría a ser, disfruta la guasa del montaje previo y bastante casero.

"Nigger Arabesque", 1978 © Jean-Paul Goude

«Nigger Arabesque», 1978 © Jean-Paul Goude

La foto final, en la que Jones podría ser una mutación engendrada por un cruce entre una estatuilla de ébano de arte étnico africano y una muñeca de silicona con aire entre art noveau y new wave, es el resultado de un corta y pega de los de antes, de manos manchadas, tijera, cuchilla y cinta adhesiva transparente.

El negativo previo a la impresión —una obra de arte en sí mismo, una declaración sobre la belleza de la fragmentación— es un collage de más de una veintena de retazos de diferentes tomas que recomponen la silueta de la modelo: las extremidades  y el cuello se han alargado, la pierna derecha está recolocada en un ángulo gimnástico…

Eliminar el cubo de metracrilato transparente y los caballetes blancos en los que Jones se apoya, borrar el fondo y sustituirlo por el decorado limpio de la imagen última fueron problemas menores después de ajustar el puzzle de la figura.

Grace Jones © Jean-Paul Goude

Grace Jones © Jean-Paul Goude

Goude, que era pareja de Jones en la época de la foto, siguió jugando con el cuerpo sorprendente y polimórfico de la modelo jamaicana durante unos cuantos años más.

En aquella época, Jones era más grande que la vida: no la imaginabas como una mujer de 175 centímetros —su altura exacta—, sino como la quintaesencia de la poderosa negritud que siempre prendó como la mejor carnada en el imaginario y los sueños de los pálidos, una reina o acaso una diosa o una simple bestia que nunca acudiría a la simpleza de la palabra para dominarte.

Al fotógrafo francés sólo le hicieron falta manos, tijeras, entrega e imaginación para convertir a la modelo en material y objeto de fantasía, ese don milenario predigital y, pese a las apariencias provocadas por  la intoxicación de silicio que padecemos, consustancial al ser humano.

Jose Ángel González

Parecen fotos del espacio, pero están hechas con lo que hay por casa

'Nebula with gas streams' - Navid Baraty

‘Nebula with gas streams’ – Navid Baraty

La imagen que encabeza este texto no está tomada en el espacio. La nebulosa manchada de corrientes de gas nos transporta al silencio espacial, al poder de un escenario capaz de hacernos coscientes de nuestra pequeñez, a la certeza de que en realidad nada de lo que suceda en la Tierra es lo suficientemente relevante, porque el universo no nos necesita.

Derrumbar la poética espacial es, en este caso, muy fácil. Sólo hace falta mencionar que la imagen es una mezcla de pelo de gato, ajo en polvo, harina, comino y cúrcuma. El collage casero es obra del fotógrafo Navid Baraty, autor de una serie de imágenes que podrían proceder de una sonda espacial, pero en realidad están construidas con elementos groseramente cotidianos.

'Planet with moons', obra de Baraty hecha con agua, nata, leche de coco, colorante alimentario, sal, canela y bicarbonato

‘Planet with moons’, obra de Baraty hecha con agua, nata, leche de coco, colorante alimentario, sal, canela y bicarbonato

La travesura se llama WANDER Space Probe, traducible por Sonda espacial PASEO, una serie de galaxias de bicarbonato, nebulosas de maquillaje y tiza, cuerpos celestes de nata y colorante alimentario… El proceso para crearlas es extremadamente sencillo: Baraty dispone los elementos de manera pictórica, esparciéndolos, restregándolos o añadiéndoles colorante, agua y leche. Todo lo hace sobre la superficie transparente (y protegida) de un escáner. Al escanear la imagen, surge la magia espacial.

En sus trabajos le gusta «moldear la manera en que la gente piensa sobre la Tierra» y despertar la curiosidad innata en el ser humano. Describe las obras como «exploraciones cósmicas de una sonda espacial imaginaria» y le gusta darle al experimento el tono sofisticado y serio de la ciencia.

Al explicar el proyecto, no entran en su glosario la leche de coco, la canela, el café o almidón de maíz, sino que habla con soltura y convencimiento usando términos como materia densa, cubit o estrella de neutrones. «WANDER usa detectores electrónicos especiales para grabar ondas de luz a lo largo del registro del espectro electromagnético. Estas imágenes brutas de WANDER son transmitidas a la tierra en forma de cubits (bits cuánticos) a una velocidad casi instantánea a través del entrelazamiento cuántico«.

El supuesto fin de la sonda, según el fotógrafo, es «capturar imágenes nunca antes vistas que existen en estos extraños mundos», construidos con lo que hay a mano en una vivienda cualquiera. El éxito de la misión sólo depende del modo en que se presenten los ingredientes.

Helena Celdrán

'Nebula', obra de Navid Baraty hecha con maquillaje, aceite de oliva, tiza, talco, sal y agua

‘Nebula’, obra de Navid Baraty hecha con maquillaje, aceite de oliva, tiza, talco, sal y agua

'Icy planet', obra de Navid Baraty hecha con nata, agua, colorante alimentario, gel de sílice,azúcar, canela y comino

‘Icy planet’, obra de Navid Baraty hecha con nata, agua, colorante alimentario, gel de sílice,azúcar, canela y comino

'Ghostly anomaly', obra de Baraty hecha con mantequilla, colorante alimentario y sal

‘Ghostly anomaly’, obra de Baraty hecha con mantequilla, colorante alimentario y sal

'Spiral galaxy', obra de Navid Baraty hecha con curry, bicarbonato, tiza, sal, azúcar y canela

‘Spiral galaxy’, obra de Navid Baraty hecha con curry, bicarbonato, tiza, sal, azúcar y canela

Cuando la moda se incrusta en la realidad

Kalen HollomonPractica el ejercicio de introducir la fantasía en la realidad, de jugar con una silueta de papel hasta trampear la perspectiva y hacerla coincidir con el tamaño de lo circundante. Una modelo en una postura forzada y supuestamente sofisticada comparte el asiento de un vagón de metro con un hombre trajeado y con gesto entre cansado y pensativo. Otra modelo, con una mancuerna en una mano y vestida con un atuendo imposible, posa sentada en un centro comercial dando la espalda a un McDonald’s. Una cancha de tenis parece haberse instalado en la calzada de una calle cualquiera.

Kalen Hollomon vive y trabaja en Nueva York, la ciudad que le sirve de gigantesco lienzo para los collage en los que inserta recortes absurdos en la ya de por sí abigarrada realidad de la metrópolis. Siempre con el mundo de la moda en mente, el artista altera escenarios cotidianos en composiciones efímeras que sólo perviven en fotos. La recién iniciada serie, que sigue creciendo, se puede contemplar en la cuenta de Instagram del autor.

Kalen HollomonLas «combinaciones heterodoxas» son tan cómicas como amargas, Hollomon sabe coquetear con el surrealismo y también señalar con el dedo sin ningún decoro. El inevitable choque entre el mundo real y el universo idealizado de las pasarelas le han servido como base para otros trabajos: en hipotéticos anuncios para grandes marcas como Chanel o Dolce & Gabbana, nombra protagonistas a una empleada del hogar entrada en años o a un hombre del rural de Paquistán o la India. En fotos modificadas, sustituye las piernas de un hombre oriental de cuarenta y tantos años por las de una modelo ataviada con una falda transparente de tul.

«Me preocupara lo que subyace bajo la superficie», dice Hollomon en su página web. Las extrañas visiones de los collage son más que una distorsión traviesa y con ellas pretende «explorar la intersección entre la percepción humana y la concienciación«, que quien las contempla se plantee cuestiones relacionadas con «reglas sociales aprendidas, identidad, el trasfondo de las situaciones cotidianas y la percepción».

Helena Celdrán

Kalen Hollomon

Kalen Hollomon

Kalen Hollomon - 'Chanel'

Kalen Hollomon - 'Dolce & Gabbana'

Kalen Hollomon

Kalen Hollomon

Kalen Hollomon

Kalen Hollomon

Los ‘collage’ aterradores de Katrien De Blauwer

"Film Noir" © Katrien De Blauwer

«Film Noir» © Katrien De Blauwer

Los collages de la belga Katrien De Blauwer me trasladan por un par de razones al universo psicópata de Patricia Highsmith, la novelista que escribía sobre los seres humanos, como dijo uno de sus críticos con acierto, con la misma frialdad que emplearía una araña para escribir sobre las moscas.

Por un lado, como es deducible por la obra que abre esta entrada, una de las piezas de la serie Film Noir, a De Blauwer le gusta buscar la anormalidad que reposa, latente y esperando, entre las rendijas de la normalidad. Por otro, como la novelista, es partidaria de la posibilidad de «desarrollar un argumento a medida que vas tomando notas» porque «el mundo está lleno de ideas germinales».

La artista confiesa en una entrevista que busca dialogar con su propio yo interior y entra en una especie de estado de trance cuando se pone a trabajar en un collage —un proceso que, como media, le ocupa unas cuatro horas y que ejecuta con «obsesiva rutina diaria» (también hay ecos de Highsmith en esta forma neurótica de trabajo)—. «Quiero encontrar mi propio idioma y escucharlo», dice.

La narrativa que nace del proceso es de terror frío, de amargura, de brusquedad atonal… No es necesario gritar para demostrar que estás asustado.

 

He llegado hace poco a la obra de De Blauwer. Reconozco que tenía arrinconado el collage entre mis aficiones y que siempre mantuve cierto recelo por los artistas que lo ejecutan para demostrar un dominio extremo del ensamblaje, como si el recorte y el posterior encaje de las piezas formasen parte de una mecánica donde la perfección técnica tuviese el carácter de cualquier maquinación de ingeniero. No me gustan quienes manchan el arte como los ingenieros manchan el mundo natural. El arte ha de ser negro y emocional o no ser.

Segados con ánimo de guillotina y contrapuestos casi siempre en parejas o tríos, los elementos que combina la artista son esenciales, simples como manchas que incluso rozan la abstracción. También le agradezco esa sencillez de planos primitivos, sajados por una tijera y combinados con intuición áspera. En sus cuadernos de recortes, que también muestra en la web, mancilla las páginas en blanco con el pegado de imágenes, casi siempre en blanco y negro, que construyen una narración de la que se deduce, y es necesario que cite de nuevo a Highsmith, que «vivimos en una sociedad de detritus».

 

Intuitiva antes que cerebral, los collage de De Blauwer son un marasmo de llamadas de socorro, una cartografía sin rutas de escape señaladas

Son, por lo demás, admirablemente táctiles incluso en un medio tan insensible a las yemas de los dedos como Internet. Pese al bimorfismo de las pantallas, el papel tiene nudos, abcesos y roturas que puedes palpar.

De las muchas y admirables series de trabajo que expone en su web, opto como favorita por De Mort Naturelle, donde un anzuelo aterrador parece esperarnos flotando, con apariencia de bondad, sobre el agua clara del mar en calma.

Ánxel Grove

Un poema lanzado en paracaídas sobre el París del nazismo

Edición clandestina de "Liberté", 1942  (Coll. Musée de la Résistance nationale)

Edición clandestina de «Liberté», 1942 (Coll. Musée de la Résistance nationale)

Concebido en 1940 con el ímpetu del amor y la rabia por Paul Éluard, escritor clandestino, exdadaísta, exsurrealista y ahora, tras lo visto en la España del golpe de Estado franquista («coge el fuego con los dedos y pinta con la llama», recomendó a su íntimo Pablo Picasso cuando ambos asistieron a la carnicería), y en la Francia ocupada por los nazis, el poema Liberté fue editado por el maquis y repartido ilegal y bravamente entre los ciudadanos franceses de la zona ocupada por el ejército de Hitler.

Éluard, fichado como hombre a batir por la Gestapo, vivía escondido y entregó el manuscrito a su mujer para que lo trasladara a los impresores que colaboraban con la resistencia. Ella no figuraba entre los buscados, era suficientemente hermosa como para no levantar sospechas y, además, había nacido en un pueblo de la Alsacia alemana y lo demostraba con un gruñente acento germano.

Odiaba a los nazis tanto como su pareja y afrontó la tarea con la que se jugaba la vida: escondió la cuartilla con las estrofas en una caja de bombones porque la poesía, cuando es de acero, se lleva bien con el chocolate, y trasladó los versos de combate a la imprenta.

En 1942 miles de copias de Liberté fueron lanzadas en paracaídas sobre París por aviones ingleses. No siempre cae fuego desde el cielo y esta fue la lluvia redentora que recibieron los ciudadanos sometidos:

En mis cuadernos de escolar
en mi pupitre en los árboles
en la arena y en la nieve
escribo tu nombre.

En las páginas leídas
en las páginas vírgenes
en la piedra la sangre y las cenizas
escribo tu nombre.

En las imágenes doradas
en las armas del soldado
en la corona de los reyes
escribo tu nombre.

En la selva y el desierto
en los nidos en las emboscadas
en el eco de mi infancia
escribo tu nombre.

En las maravillas nocturnas
en el pan blanco cotidiano
en las estaciones enamoradas
escribo tu nombre.

En mis trapos azules
en el estanque de sol enmohecido
en el lago de vivas lunas
escribo tu nombre.

En los campos en el horizonte
en las alas de los pájaros
en el molino de las sombras
escribo tu nombre.

En cada suspiro de la aurora
en el mar en los barcos
en la montaña desafiante
escribo tu nombre.

En la espuma de las nubes
en el sudor de las tempestades
en la lluvia menuda y fatigante
escribo tu nombre.

En las formas resplandecientes
en las campanas de colores
en la verdad física.
escribo tu nombre.

En los senderos despiertos
en los caminos desplegados
en las plazas desbordantes
escribo tu nombre.

En la lámpara que se enciende
en la lámpara que se extingue
en la casa de mis hermanos
escribo tu nombre.

En el fruto en dos cortado
en el espejo de mi cuarto
en la concha vacía de mi lecho
escribo tu nombre.

En mi perro glotón y tierno
en sus orejas levantadas
en su patita coja
escribo tu nombre.

En el quicio de mi puerta
en los objetos familiares
en la llama de fuego bendecida
escribo tu nombre.

En la carne que me es dada
en la frente de mis amigos
en cada mano que se tiende
escribo tu nombre.

En la vitrina de las sorpresas
en los labios displicentes
más allá del silencio
escribo tu nombre.

En mis refugios destruidos
en mis faros sin luz
en el muro de mi tedio
escribo tu nombre.

En la ausencia sin deseo
en la soledad desnuda
en las escalinatas de la muerte
escribo tu nombre.

En la salud reencontrada
en el riesgo desaparecido
en la esperanza sin recuerdo
escribo tu nombre.

Y por el poder de una palabra
vuelvo a vivir
nací para conocerte
para cantarte
Libertad

El poema, uno de los más famosos del siglo XX —ocuparía el primer lugar de no ser por otra danza de los macabros tiempos del nazismo, la Fuga de la muerte de Paul Celan—, sufrió una última corrección de manos del autor, que lo había escrito inicialmente pensando en la chica de la caja de bombones.

Éluard explicó así el cambio: «Pensé revelar para concluir el nombre de la mujer que amaba, a la que estaba dedicado el poema. Pero me di cuenta de que la única palabra que tenía en mente era la palabra libertad. Por lo tanto, la mujer que amaba, que encarnaba un mayor deseo, se estaba confundiendo con mi aspiración más sublime».

La libertad y el amor son la misma cosa. Casi siempre.

Henri Martinie - Nusch y Paul Éluard, 1935

Henri Martinie – Nusch y Paul Éluard, 1935

Nusch Éluard, la mujer de la caja de bombones, había nacido en 1906 con el nombre de Marie Benz. Conoció a Éluard, once años mayor, en 1930 en un encuentro casual en una calle parisina.

Ella, arruinada y hambrienta, añoraba el mundo innaccesible que poblaba los escaparates. Él  paseaba seguramente agotado por las secuelas de la turberculosis con la que había salido de las trincheras de la I Guerra Mundial. Era ya un escritor conocido —había publicado Capital del dolor, dedicado a Elena Ivanovna Diakonova, para el mundo Gala, su primera mujer y desde 1924 amante y musa de Salvador Dalí («canto la gran alegría de cantarte, / la gran alegría de tenerte o no tenerte»)—,

Las derivas suelen tener una intuitiva razón de ser. Desde el mismo día del encuentro formalizaron la pareja, aunque no se casaron por el registro hasta 1934. Ella, como para borrar el pasado —los años de acróbata en circos de mala muerte y el obligado ejercicio de la prostitución en Berlín—, se rebautizó: nunca más sería María Benz sino Nusch Éluard.

A partir de entonces, la belleza de la muchacha —tenía 24 años cuando conoció a Éluard—, que podía ser grave o descocada, chispeante o vamp, se cotizó al alza entre la tribu artística del París loco de entreguerras.

Man Ray, Dora Maar, Joan Miró, Matisse y Picasso la retrataron en fotos y cuadros. Nusch era una mujer cúbica o un espíritu angélico, una bruja o un hada. Fascinaba a todos, se quitaba la ropa con la candidez de una ninfa, participaba en las orgías, se desmelenaba y repartía joie de vivre.

 

Pero las dentelladas del lobo de la guerra destrozaron el espíritu de los tiempos. Los Éluard no tenían dinero y sufrían de mala salud. Él no terminaba de reponerse de unos pulmones rotos y a ella le asaltó un insomnio pernicioso. Se sigueron queriendo, pero la vida clandestina era demasiado dura.

Al final de la guerra, Éluard fue bendecido como un héroe en todos los salones e invitado a las muchas conmemoraciones que celebraban la victoria. Durante una de sus ausencias de París, el 28 de noviembre de 1946, Nusch murió de un infarto cerebral en una calle de la ciudad. Paul sobrevivió seis años: en 1952 falleció de un ataque al corazón.

¿Qué nos queda de Nusch Éluard? ¿Una musa deshinbida y sensual? ¿Un rostro que pedía a gritos un retrato?

Cuando el insomnio quebró su voluntad visitó a un todavía joven psiquiatra, Jacques Lacan, que le recomendó que escribiera como forma de liberación y escape. Le pareció redundante hacer lo que tan bien hacía su marido y optó por dedicarse a los collages. Entre 1936 y 1937 hizo media docena, pero los abandonó y dejó en cualquier parte. Tras la muerte de Paul Éluard fueron atribuidos falsamente al escritor por sus herederos hasta que, en los años setenta, un experto descubrió que habían sido realizados por Nusch, tal vez con algún consejo de Picasso.

 

Quizá los seis collages fuesen la única respuesta posible de Nusch al insuperabale poema Libertad.

También los fotomomtajes pronuncian, en una letanía, un sólo nombre.

También despertarían la misma sensación de pasmosa y astral liberación si lloviesen hasta el suelo desde el vientre de un avión.

Ánxel Grove

Todos los tonos de luz de un día en un bucle animado

"Glassy Sunset" - Fong Qi Wei

Podrían ser ilustraciones, óleos o acuarelas de paisajes urbanos en los que el pintor hace estudios de luz y experimenta con la mezcla de colores al más puro estilo de los pintores suizos Paul Klee y Johannes Itten, dos revolucionarios de las teorías del color que en los años de la I Guerra Mundial consideraban las tonalidades como un cosmos lleno de normas y principios que había que descifrar.

Fong Qi Wei sigue la estela de la fascinación por los cambios lumínicos y las infinitas combinaciones del color y lleva la idea al presente: fotografía durante varias horas el mismo paisaje y luego unifica todas las imágenes dándoles movimiento en gifs animados. Klee e Itten no podrían apartar la mirada de esas visiones cambiantes.

Time in Motion (Tiempo en movimiento) es la nueva serie de trabajos del artista de Singapur. Las imágenes (que se pueden ver aquí en alta resolución y en movimiento) combinan panorámicas de paisajes tomadas en diferentes momentos del día en piezas que «no son impresiones y tampoco vídeos», sino «una animación en bucle» que define como «un constante resplandor de… tiempo».

En Glassy Sunset el sol se proyecta en los cristales reflectantes de un edificio que con el movimiento parece más una cuadrícula de gráficos de barras; en Shanghai Freeway Sunrise los círculos concéntricos de luz sobre las fotos de una autopista de Shanghái parecen tragar automóviles y alumbrado público conforme el cielo se aclara. Las visiones en cambio constante crean abanicos lumínicos que cuesta relacionar con la realidad.

El proyecto es una continuación de Time is Dimension (El tiempo es dimensión), en el que experimentaba con la idea en fotografías estáticas que él mismo realizaba. Las sesiones duraban todo el día, Fong necesitaba componer un archivo de imágenes que contuviera cada pequeño matiz de luz para luego rehacer el paisaje. Con el propósito de «estimular la mente» y a la vez «provocar sentimientos» en el espectador, el artista une ahora en una misma visión todas las horas del día y quiere convertir así «el pasado, el presente y el futuro en meros términos».

Helena Celdrán