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Copiando a Picasso en 3D y creyéndose artista

El Picasso, a la izquierda, y la versión de Omar Aqil

El Picasso, a la izquierda, y la versión de Omar Aqil

El paquistaní Omar Aqil, un virtuoso de los programas de generación de imágenes en tres dimensiones, se ha propuesto, en el proyecto MIMIC, recrear con herramientas de software obras de Picasso. Al afanoso joven de Lahore no le van las apuestas bajas.

Define su trabajo como «experimentos visuales que utilizan el arte del pasado». Como la intención conlleva cierta grosería en la autosuficiencia —por otra parte tan común entre los informáticos, sean programadores o simples expertos—, enseguida se apresura a anotar la obviedad: que Picasso es «uno de los más grandes e influyentes artistas del siglo XX».

Aún aceptada la nota de humildad, Aqil empeora el asunto explicando que eligió seis obras de Picasso, para «ver cómo funcionan al volver a crearlas como imágenes en 3D modernas». En mi tiempo a ese juego se le llamaba copiar.

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El ‘Arabesco negro’ de Goude y Grace Jones, una foto-ilusión diez años antes de Photoshop

"Nigger Arabesque", 1978  © Jean-Paul Goude

«Nigger Arabesque», 1978 © Jean-Paul Goude

Cuando Jean-Paul Goude hizo la foto Nigger Arabesque (Arabesco negro), en la que Grace Jones —una de las especies vivas más perturbadoras de la fauna terrestre— parece contradecir al mismo tiempo varias leyes de la física, faltaban diez años para que fuera comercializada la versión de Photoshop 1.0, primera aproximación al programa de manipulación y postproducción de imágenes de la empresa Adobe al que ahora echamos mano con una naturalidad casi biológica. Esa espontaneidad es muy celebrada en las juntas de dirección de la empresa, que tiene un ingreso neto anual de unos 3.000 millones de euros.

La «ilusión creíble» de Goude, un buscador de extravagancias antes de que la extravagancia fuese un filtro o una herramienta de software, fue fruto de un trabajo meticuloso, artesanal y, suponemos al ver las fotos del making off de la sesión, bastante placentero. Incluso Jones, que todavía no era la mujer caníbal que llegaría a ser, disfruta la guasa del montaje previo y bastante casero.

"Nigger Arabesque", 1978 © Jean-Paul Goude

«Nigger Arabesque», 1978 © Jean-Paul Goude

La foto final, en la que Jones podría ser una mutación engendrada por un cruce entre una estatuilla de ébano de arte étnico africano y una muñeca de silicona con aire entre art noveau y new wave, es el resultado de un corta y pega de los de antes, de manos manchadas, tijera, cuchilla y cinta adhesiva transparente.

El negativo previo a la impresión —una obra de arte en sí mismo, una declaración sobre la belleza de la fragmentación— es un collage de más de una veintena de retazos de diferentes tomas que recomponen la silueta de la modelo: las extremidades  y el cuello se han alargado, la pierna derecha está recolocada en un ángulo gimnástico…

Eliminar el cubo de metracrilato transparente y los caballetes blancos en los que Jones se apoya, borrar el fondo y sustituirlo por el decorado limpio de la imagen última fueron problemas menores después de ajustar el puzzle de la figura.

Grace Jones © Jean-Paul Goude

Grace Jones © Jean-Paul Goude

Goude, que era pareja de Jones en la época de la foto, siguió jugando con el cuerpo sorprendente y polimórfico de la modelo jamaicana durante unos cuantos años más.

En aquella época, Jones era más grande que la vida: no la imaginabas como una mujer de 175 centímetros —su altura exacta—, sino como la quintaesencia de la poderosa negritud que siempre prendó como la mejor carnada en el imaginario y los sueños de los pálidos, una reina o acaso una diosa o una simple bestia que nunca acudiría a la simpleza de la palabra para dominarte.

Al fotógrafo francés sólo le hicieron falta manos, tijeras, entrega e imaginación para convertir a la modelo en material y objeto de fantasía, ese don milenario predigital y, pese a las apariencias provocadas por  la intoxicación de silicio que padecemos, consustancial al ser humano.

Jose Ángel González

Tanya, la profesora de yoga que levitaba para su marido

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

«Elevarse en el espacio sin intervención de agentes físicos conocidos». La acción de levitar y poner en solfa la dictadura de la gravedad tiene origen etimológico en el término latino levitas: ligero o liviano, quizá dos de las más bellas palabras conocidas. El viejo Borges recomendaba pasar por el mundo con los pies descalzos y anheló el flote supremo de la ligereza en el poema Instantes:

Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

De unos años a esta parte, con la proliferación de la fotografía digital y sus herramientas de magia —y toda magia es una patraña, no por bella menos engañosa—, las fotos de personas levitando han adquirido condición de subgénero.

Introduzan levitating people (personas levitando) en el buscador de imágenes de Google y comprueben cómo quedan reducidos a chanza los trances místicos de los ancianos lamas tibetanos o los signum dei de José de Cupertino, que hacía «vuelos públicos» ante grandes auditorios y se desplazaba hasta 25 metros.

Todos podemos levitar —en este post hay más ejemplos, elegidos esta vez con cierta gracia formal— y demostrar al mundo cómo volamos con una impecable imagen donde los trucos no están a la vista, aunque todos sepamos que subyacen y se reducen a un conocimiento de nivel medio del uso de los softwares de tratamiento de imagen y la ayuda de un ventilador o un amigo con capacidad pulmonar contrastada para que sople y consiga dar a la melena un aire cinético.

Tutorial para levitar / Pinterest

Tutorial para levitar / Pinterest

Lo que sucede en la imagen que abre esta entrada es otra cosa y nada tiene que ver con capas, borradores, clonados y otras herramientas de pantomima electrónica.

En la foto aparece Tanya Binde, una profesora de yoga, actriz y bailarina nacida en Letonia. Está planeando sobre la ribera de un arroyo, a quizá poco más de un metro del suelo, con el cuerpo extendido, los brazos en cruz como alas y los dedos extendidos.

La imagen la hizo su madrido el fotógrafo, también letón, Gunārs Binde (1933) y forma parte de la serie The Flight (El vuelo), realizada en 1992. En las fotos no hay trucos ni de fotomontaje —la superposición de imágenes—, ni de retoque —la manipulación de negativos o copias impresas para, por ejemplo, borrar elementos de sujección—.

Todo lo que vemos sucedió «en directo» y sin manipulación, aseguran los implicados. Yo les creo.

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

No hay razones para dudar que las fotografías de los Binde muestran a una mujer ligera que ha sido detenida en el aire. El artificio, una intervención inocente comparada con el andamiaje de las levitaciones digitales, está en la liviandad natural de la modelo, su estudiada coreografía —con el arte de las caídas muy trabajado— y el uso de una rapidísima velocidad de disparo en la cámara.

En el el encierro de un estudio, Richard Avedon había logrado lo mismo en 1967, cuando (casi) detuvo en el aire a Veruschka —pese a la intensa luz del plató, que permite obturaciones supersónicas, el movimiento de la top model es perceptible—.

Aún antes, en 1963, Melvin Sokolsky colocó a Simone D’Aillencourt dentro de una bola de plástico que flotaba sobre el Sena y volaba sobre las calles de París, pero esta vez el trucaje, como contaron fotógrafo y modelo, jugaba un papel protagonista: la burbuja colgaba de un cable que fue borrado a posteriori y la chica ni siquiera estaba dentro de la estructura —la retrataron más tarde y la introdujeron con técnicas de fotomontaje—.

Las imágenes de Tanya volando son sólo un apunte de espectacularidad en la obra documental y poética de uno de los grandes fotógrafos europeos de la segunda mitad del siglo XX, Gunārs Binde, olvidado por la desgracia de ser de un país que perteneció al imperio soviético.

Jose Ángel González

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

© Gunārs Binde

El bolígrafo de los 16 millones de colores

Scribble Pen

Scribble Pen

Capaz de capturar en su memoria el color de cualquier objeto o superficie, el Scribble (término de la lengua inglesa traducible por garabato o por garabatear) es un aparato entre ensoñador y útil, con el toque infantil y caprichoso que tienen esa clase de objetos tecnológicos llenos de promesas revolucionarias.

El lápiz electrónico, con punta disponible en varios grosores, graba en su memoria el color con sólo entrar en contacto físico con el elemento («una pared, una fruta, un libro o una revista, una pintura o incluso el juguete de un niño») y almacena la tonalidad exacta en forma de datos para que luego el usuario pueda pintar —con uno de los modelos, el que contiene cartuchos de tinta— sobre papel y con el otro modelo sobre una tableta electrónica. Una aplicación para smartphones y tabletas permite al usuario crear una «biblioteca» de colores para clasificarlos y utilizarlos de nuevo. La información se puede importar a los ordenadores y todo es compatible con programas de tratamiento de imagen como el Photoshop o el Corel.

'Scribble Ink'

Los inventores —Mark Barker y Robert Hoffman, de Scribble Technology, una pequeña empresa emergente de las miles que inundan la californiana ciudad de San Francisco— aseguran que el ingenio puede captar hasta 16 millones de colores, que el bolígrafo mágico equivale a tener de manera virtual «una gigantesca caja de rotuladores». Predicen que el bolígrafo despertará el interés de cualquiera que necesite un «amplio acceso» al color y mencionan a artistas, diseñadores gráficos, decoradores interiores, diseñadores de moda, educadores y padres que desean que sus hijos «piensen más allá de la caja de ceras»…

Desde el 11 de agosto, fecha de lanzamiento de la campaña de microfinanciación en la plataforma Kickstarter para hacer el proyecto realidad, el Scribble ha recaudado 366.566 dólares (273.559 euros) cuando sus creadores sólo pedían 100.000 (74.627 euros). La inesperada avalancha hizo que Scribble Technology tuviera que cancelar temporalmente el 15 de agosto la recepción de dinero por petición de Kickstarter, que le ha pedido a la empresa un vídeo más informativo sobre el producto.

Helena Celdrán

Scribble

Scribble Stylus

Scribble Ink

Scribble Stylus

¿Dejarías que un desconocido manipulara tu foto de perfil de Facebook?

Cuatro fotos de perfil 'versionadas' en 'Selfless Portraits'

«Únete a extraños de todo el mundo dibujándose unos a otros las fotos de perfil de Facebook». Selfless Portraits (Retratos desinteresados) es un proyecto en el que cualquiera que tenga cuenta en la red social puede participar.

La foto enviada será recibida por otro usuario para que la versione como desee: con una pintura, una versión libre, un retoque fotográfico, la imagen de un dibujo animado que se parezca al modelo original… Para completar el proceso, el emisor de la foto recibirá otra imagen y deberá hacer lo mismo.

Sus creadores —los artistas y publicistas estadounidenses Ivan Cash y Jeff Greenspan— definen la iniciativa como «un proyecto de colaboración artística» para «crear un puente de unión que cubra el hueco entre la tecnología y la humanidad«. Todos los usuarios se ven las caras con detenimiento, estudian a la persona, la asocian a un nombre y dedican tiempo a interpretarla en un pequeño testimonio gráfico. El proceso, según Cash y Greenspan «fomenta gestos pequeños y creativos entre extraños de todo el planeta».

Amarildo de Sao Paulo (Brasil) convertido en el tatuaje de Joey de California (EEUU)

Amarildo de Sao Paulo (Brasil) convertido en el tatuaje de Joey de California (EEUU)

La galería de la página da la posibilidad de ver las aportaciones filtradas para primar las más recientes y las más populares. Además, el buscador permite clasificar las parejas de imágenes según la procedencia del modelo y del artista. El vistazo se convierte rápidamente en adictivo al contemplar versiones espontáneas e inesperadas: hay caricaturas rápidas, obras abstractas, imágenes saturadas de luz o con filtros de Photoshop, garabatos inseguros pero bien intencionados.

Entre las versiones más sorprendentes hay una que destaca por su excentricidad. Se trata del retrato de Amarildo de Sao Paulo (Brasil), con gafas de sol y un cigarrillo en la boca mirando a la cámara de brazos cruzados. Ni en sus sueños más locos imaginó que su rostro terminaría tatuado en la nalga izquierda del californiano Joey Jordan.

Sucedió el 28 de agosto. Jordan decidió que la foto que recibiera sería la que se tatuaría. Confesó su intención a Ivan Cash, que documentó en este vídeo el proceso en San Francisco (California- EE UU). «Me llamo Joey Jordan, tengo 24 años. Hoy me tatuaré en el culo a un desconocido seleccionado al azar», declaró el protagonista. «Creo que Amarildo realmente se asombrará. Pienso que él no tenía ni idea de que esto fuera tan siquiera una opción».

Helena Celdrán

Fabian (Baden-Württenbeg, Alemania) retratado por 'Chapusón' (Galicia)

Fabian (Baden-Württenbeg, Alemania) retratado por ‘Chapusón’ (Galicia)

Giselle de Pernambuco (Brasil) retratada por Tamara de California (EE UU)

Giselle de Pernambuco (Brasil) retratada por Tamara de California (EE UU)

Luna (Viena, Austria) retratada por Viv (Victoria, Austalia)

Luna (Viena, Austria) retratada por Viv (Victoria, Austalia)

Ian de Escocia y el dibujo animado que escogió para él Minas, de Gerais (Brasil)

Ian de Escocia y el dibujo animado que escogió para él Minas, de Gerais (Brasil)

Aayusha (Maharashtra, India) y una amiga retratadas por Armada (Lisboa, Portugal)

Aayusha (Maharashtra, India) y una amiga retratadas por Armada (Lisboa, Portugal)

Ikerne del País Vasco retratada por Mickelle de Míchigan (EE UU)

Ikerne del País Vasco retratada por Mickelle de Míchigan (EE UU)

Kim de Singapur retratada por Shaun de California (EEUU)

Kim de Singapur retratada por Shaun de California (EEUU)

Danilo (Sao Paulo, Brasil) retratado por Paula (Nueva Jersey, EE UU)

Danilo (Sao Paulo, Brasil) retratado por Paula (Nueva Jersey, EE UU)

Fotos con dos mujeres juntas que nunca han estado juntas

"Head to Head" © Kelli Connell

"Head to Head" © Kelli Connell

En la medida en que el fotógrafo retrata lo que le interesa, subyuga o llama la atención, cada foto desprende una imagen de quién eres y, por tanto, es una forma de autorretato. La idea, sugerida por la psicolog ía fotográfica, es vieja y está algo ajada tras las vueltas de tuerca de Cindy Sherman y sus juegos de identidades o Sophie Calle y el douleur exquise de dejarse llevar por la accidentada vida de los otros sin oponer resistencia.

Lo que propone Kelli Connell (1974) es, a diferencia de los complejísimos montajes de Sherman, muy modesto. Al contrario que el juego de máscaras de Calle, no implica a terceros. Es autorretrato impuro, manipulado.

Connnell, una fotógrafa estadounidense de especial tozudez, ha empleado los últimos diez años de su vida en un sólo cuerpo de trabajo. Lo llama Double Life (doble vida).

"Luckylous" © Kelli Connell

"Luckylous" © Kelli Connell

A un ritmo bastante lento (su página web muestra 50 fotos entre 2002 y 2012, a una media de apenas cinco por año), Connell ha reconstruido situaciones admisibles, razonables, creibles y realistas a partir de la manipulación de fotografías con el programa de software Adobe Photoshop.

En todas las imágenes, nada extraordinarias, cargadas de la acaso milagrosa normalidad de la vida cotidiana (un baño íntimo, el atardecer a través del ventanal, los preludios del amor, la espera en el asiento de un vehículo, la limpieza de la vajilla…) aparecen dos mujeres. Son idénticas porque son la misma mujer. Ambas son Kenny Connell.

La fotógrafa hace montajes digitales, muy bien falseados, pero montajes, con ella misma interpretando los dos papeles de una pareja de mujeres que convive en el territorio imposible de los retratos. Está inventando no solamente la historia, algo de lo que toda foto es culpable, sino presentando la mentira como verdad.

"This Morning" © Kelli Connell

"This Morning" © Kelli Connell

En algunos subgéneros fotográficos -el documental, la street photography, los candid shots, la foto periodística, la de naturaleza y vida salvaje…- esta manipulación descarada de la imágen es imperdonable y se castiga con el descrédito en el gremio y variados insultos en los forillos.

En la serie de Connell, que no me atrevo a colocar en ninguna categoría (aunque ella habla de una exploración «autobiográfica» y de roles sexuales), la intervención radical, la manipulación, parece venir a cuento, no molestar.

«Utilizar el ordenador como herramienta para crear una situación verosímil no es demasiado diferente a aceptar una foto como objeto de verdad«, dice Connell en su declaración de intenciones.

"Sunlight Flat" © Kelli Connell

"Sunlight Flat" © Kelli Connell

Admirada y celebrada por los colectivos de lesbianas de los EE UU por explorar el «espacio» vital en el que se desenvuelve una pareja de mujeres y dedicarse a sugerir las paradojas de la retórica de la imagen y el retrato en el complicado juego de la identidad, Connel no desea que sus fotos –editadas el año pasado en un libro– sean vistas como los excelentes ejercicios de Photoshop que también son.

«Quiero que mis imágenes tengan las mismas técnicas sutiles que hacen que una foto documental sea potente. Quiero que Double Life sea una documentación real de dos mujeres en escena«, dice.

Cada foto es una forma de autorretrato. En el caso de Kelli Connell, es obvio, el autorretrato es una ficción: ahí hay dos mujeres y nunca han estado juntas al mismo tiempo.

Ánxel Grove