Un fresco desconocido de Max Ernst, en la pared de un bistró parisino

Max Ernst - Le Sénégal, 1953

Max Ernst – Le Sénégal, 1953

«Antes de descender, un buceador nunca sabe lo que va a sacar a la superficie», decía Max Ernst (1891-1976), un «inventor artístico», como prefería ser considerado, que se dedicó a sembrar el mundo de hallazgos: inventó el frotagge (la reproducción de texturas colocando el papel sobre el objeto) y desarrolló con un estilo propio el collage, el grattage, la decalcomanía y la oscilación, que consistía en dejar que un hilo de pintura cayera sobre el lienzo desde una lata agujereada.

Ernst enseñó el procedimiento de pintura automática a Jackson Pollock, que lo tomó como referencia para la técnica del dripping, la salpicadura más o menos al azar que convirtió al estadounidense en multimillonario, aunque seguía siendo infeliz y buscó el sentido de la vida en el fondo de las botellas de whisky hasta que se mató a los 44 años por conducir borracho.

Más dionisíaco y menos meditabundo, Ernst —nacido en Alemania— disfrutó lo suficiente, hizo el gamberro con los dadaístas, luego se apuntó a la vanguardia más intelectual del surrealismo, cultivo amistades, se casó cuatro veces, ilustró libros y escapó por los pelos de ser enviado a un campo de exterminio nazi. Los colaboracionistas franceses ya lo tenían encerrado, pero la intervención de la irresistible mecenas Peggy Guggenheim, que era estadounidense pero universal, logró que dejaran salir de Europa al artista.

Ernst dejó una obra que va de lo exquisito a lo alocado y se sigue vendiendo muy bien en las subastas. El dibujo Le Sénégal que abre la entrada permitirá comprobarlo de nuevo.

Ernst retratado por su amigo Wols en torno a 1935-1936 © VG Bild-Kunst, Bonn 2014

Ernst retratado por su amigo Wols en torno a 1935-1936 © VG Bild-Kunst, Bonn 2014

La pieza, de aire primitivista, será subastada en Bonhams el 2 de marzo. Forma parte de la venta de Arte Impresionista y Moderno que la empresa celebrará en Londres. Esperan que sea adquirida por entre 400 y 600.000 libras esterlinas (entre 462 y 694.000 euros), lo cual no está nada mal para una obra sobre una pared.

Le Sénégal fue pintado en 1953, en un momento de enorme cambio para Ernst, que acababa de regresar a Europa por primera vez tras la II Guerra Mundial. Visitó a Danie Oven, un amigo senegalés dueño de un bistró en la rue Grands Degrés parisina. En la pared del pequeño restaurante pintó el fresco, obra que marcó el comienzo de lo que se conoció como su «segunda fase francesa», un período caracterizado por la espiritualidad y el ritual.

Como muchos otros surrealistas, Ernst tenía un gran interés en el arte primitivo. Drante los doce años que pasó en los EE UU, encontró esperanza, como dijo, en la «tenacidad de tribus nativas que se aferraron a su individualidad». Para los indígenas americanos, escribió, «el tiempo existe, suspendido», descripción que podría referirse a la figura de Le Sénégal, que flota sobre un fondo polvoriento.

Ernst frecuentaba el Museo de los Indios Americanos de Nueva York, donde tomó muchos apuntes. Antes de regresar a Europa dio una serie de conferencias en la Universidad de Hawai sobre «Las huellas de la influencia de las llamadas artes primitivas sobre el arte de nuestros tiempos».

Ernst y Tanning en el diserto de Arizona, en un fotomontaje de Lee Miller

Ernst y Tanning en el diserto de Arizona, en un fotomontaje de Lee Miller

La pasión del artista por la cultura nativa americana culminó en el desierto de Sedona, en Arizona, donde vivió, entre 1946 y 1953, con su cuarta esposa, la también pintora Dorothea Tanning.

Los amarillos y rojos del paisaje vacío también están presentes en Le Sénégal, al igual que el esquematismo de las pinturas rupestres y dibujos que Ernst encontró en sus frecuentes visitas a las cuevas del desierto.

En esa época declaró: «La pintura no es un pasatiempo decorativo o la invención plástica de la realidad. Cada vez que pinto quiero experimentar la invención, el descubrimiento y la revelación«.

Ernst pintó dos frescos en la pared del bistró parisino de su amigo. La segunda, la obra hermana de Le Sénégal está ahora perdida.

 Jose Ángel González

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