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Cristóbal Colón y por qué consolidarte en el trabajo es clave para ser feliz

“Soy Cristóbal Colón, vengo del manicomio con catorce enfermos mentales y queremos montar una empresa” No, no es un chiste, es un caso real que se estudia desde hace años, en las principales escuelas de negocios. Cristóbal Colón es psicólogo y cofundador de La Fageda, la empresa que fabrica y vende 100 millones de deliciosos yogures al año. Cuando uno asiste a una conferencia de Cristóbal Colón es fácil dejarse cautivar por la sabiduría, pragmatismo y audacia del orador. Una de las conceptualizaciones más interesantes es su perspectiva sobre el trabajo: “El trabajo podría ser una herramienta fundamental de rehabilitación para personas con discapacidad psíquica”. Más allá de la capacidad rehabilitadora del trabajo, según constato cada día en mi práctica de coaching, el trabajo es una dimensión que no solamente nos mantiene cuerdos, sino como demuestran estudios de desarrollo adulto es una de las claves para llegar a la madurez en plena forma, junto con la capacidad de intimidad y el sentido de identidad.

CONSOLIDARSE ES LA CUESTIÓN

Según estudios de desarrollo adulto, es tan importante trabajar, como consolidarse en el trabajo. Consolidarse, tiene que ver con mantener un hilo conductor coherente en relación al trabajo durante la mayor parte de la vida adulta. Para consolidarse en el trabajo hacen falta , según Vaillant1, cuatro requisitos: comprometerse, contentarse, compensación y competencia. Vamos a verlos:

(Oppo find x5, UNSPLASH)

COMPROMETERSE

Cuando doy charlas sobre propósito personal, una pregunta frecuente es cómo estar seguro que uno ha dado con la actividad que responde a su propósito, como si dar con el propósito se tratase de descubrir el Santo Grial. Aunque aquello en lo que trabajamos es relevante, lo es más el cómo trabajamos y nuestro grado de compromiso con el mismo.

En la vida tienes que elegir, mojarte, también en el trabajo. Lo contrario es dudar todo el tiempo y cambiar a menudo de trabajo rompiendo el hilo conductor entre un trabajo y otro. Para comprometerse en el trabajo es necesario sacrificar alternativas posibles y dar el cien por cien de uno mismo allí donde estés.

CONTENTARSE

Todos los trabajos tienen periodos más difíciles, otros más monótonos, algunos enriquecedores. Contentarse consiste en aceptar los altos y bajos de cualquier trabajo y esforzarse en lo que uno hace como si de ello dependiese la salvación de la humanidad porque créeme, de ello depende parafraseando a Joan Maragall2.

COMPENSACIÓN

La compensación por trabajar tiene muchas formas. La compensación económica es relevante pero no la más importante, como demuestra el trabajo de voluntariado. El trabajo nos da una rutina que ordena nuestra vida. El trabajo enriquece nuestro sentido de identidad a través de una profesión y/o por pertenecer a una organización con un fin más allá de nosotros mismos. Y fundamental, trabajar nos entreteje en una matriz de relaciones significativas con otras personas.

COMPETENCIA

Ser competente tiene que ver con un buen desempeño en el trabajo. Significa aprender «el cómo» desempeñar cierto trabajo y esforzarse en la mejora constante. Da igual que seas conductor de autobús, comercial, o músico, es la práctica la que hace la excelencia. La práctica sostenida nos permite conocer en profundidad una organización, una profesión, un sector, un cliente. Y esa profundidad tiene valor. Es esa profundidad la que te permite consolidarte en tu trabajo, y más adelante ser generativo, es decir, “guiar de forma altruista a las generaciones venideras”3.

Cristóbal Colón y las personas que trabajan en La Fageda lo tienen claro: su trabajo es mucho mucho más que un trabajo. Si eres del género humano, no te engañes, estás en el mismo club. Por esta razón, consolidarte en el trabajo no es solamente la solución a muchos de tus males, sino también una de las claves para ser feliz.

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(1) “Aging Well” (2002) de George E. Vaillant

(2) Poema «Elogio del vivir»

(3) “Outliving the Self: Generativity and the Interpretation of Lives” (1984), John Kotre

 

¿Empiezas una relación íntima estable? Asúmelo, discutir es vuestra tarea fundamental

En el universo no existen dos planetas de igual masa, diámetro y composición. Los planetas están en movimiento entre sí y es la tensión  gravitacional lo que los mantiene en órbita. Los humanos, como cuerpos terrestres – y cósmicos- que somos, también funcionamos de una guisa similar. Cuando entramos en relación, la distinta naturaleza y estadio evolutivo de cada uno determinan la forma y el tipo de la dinámica de la relación.

Pablo, a quien acompaño a través del coaching, me comentaba en sesión: “desde que empezamos a salir hace dos años me dejado llevar bastante por Luis – su pareja-, pero ahora con la paternidad a la vista, siento que no puedo seguir así y que tengo que empezar a expresar más mis deseos y necesidades. El problema es que cuando lo hago, Luis se enfada” me decía contrariado.

INTIMIDAD

Entablar una relación íntima – de pareja o de amistad – solo es posible cuando hemos desarrollado una identidad mínimamente autónoma, es decir, saber quién soy, mis valores y lo que quiero. Con la intimidad, al reconocernos como un ser diferente, nos abrimos a otra persona. En este abrirnos pueden suceder dos cosas contrapuestas. La primera es que uno de los dos, afloje su identidad para fundirse en el otro, lo que resulta, por muchos motivos, un grave error. La segunda opción y la deseable, es que el sentido de identidad de ambos se expanda y transforme para incluir a la relación.

Hombre y mujer discutiéndose

(Afif Kusuma, UNSPLASH)

DISCUTIR PARA CRECER

¿Pero cómo ocurre esta expansión de identidad? Pues a través de la confrontación y la tensión. Cada persona es un planeta con una particular forma de funcionar o cultura familiar. Para expandir el propio sentido de identidad es necesario confrontar y explorar conjuntamente la cultura familiar de cada uno para crear una que funcione para la relación.

Al comentario de Pablo en referencia al enfado de Luis le dije “Me parece normal que se enfade. Discutiros es vuestra tarea principal ahora que la relación se ha vuelto estable. Pelear sin dejar de amaros”. Cuando hablo de discutir, me refiero al proceso de crear la propia cultura de pareja/familia a través de conversaciones. Este proceso, que en parejas que funcionan está siempre vivo, no es un proceso fácil, ni relajado, pero es imprescindible para que la relación funcione y sus miembros florezcan en ella.

CUIDADO CON EL CORTOCIRCUITO

El problema de la necesidad de discutir para generar una nueva cultura familiar es que nos pilla desprevenidos. Nadie nos avisa que esta va a ser una de nuestras tareas al entrar en una relación comprometida y que está bien que así sea. Por esta razón, cuando surgen las peleas, y sube la tensión en relación, nos atacan todo tipo de pensamientos del estilo: “esto no a funcionar”, “si fuese el amor de mi vida no sería tan difícil”, “otra vez una pelea…vamos de mal en peor”…que pueden cortocircuitar el proceso.

Cuando te encuentres en esta situación, te animo a soltar cualquiera de los pensamientos anteriores y en su lugar tomar la perspectiva: “estamos frente a una oportunidad de crecimiento mutuo, que sentará las bases para todo lo que vendrá. Voy a hacerlo lo mejor que pueda.” Porque así es. Encarar las diferencias y tensiones cuando es el momento es como tener a la relación en el gimnasio haciendo pesas: la intimidad se os dará cada vez mejor. Además, contar con una relación sólida y auténtica es de las cosas que más sentido dan a la vida y un ingrediente básico para llegar a la madurez de forma generativa.

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Sentido de identidad: una de las tres encrucijadas clave para ser feliz

Cuando de niño le preguntaban a John Lennon qué quería ser de mayor, contestaba “feliz”. Entiendo la felicidad como plenitud vital siempre en transformación. Pero como demuestran estudios de desarrollo humano, la plenitud vital no se obtiene buscándola directamente, sino enfocándonos en dimensiones que de forma indirecta conducen a ella, con su particular sabor en cada etapa vital.

En mi artículo anterior exploraba dos formas contrapuestas de llegar a madurez y más allá: siendo generativo, es decir “invirtiendo los propios esfuerzos en formas de vida y trabajo que sobrevivirán a uno”. O bien estancado, con una vida pequeña, limitada y motivación casi nula. El camino que lleva a uno u otro destino, está marcado por tres encrucijadas clave: sentido de identidad, intimidad, consolidación del trabajo.

SENTIDO DE IDENTIDAD

El sentido de identidad es la respuesta a la pregunta: ¿Quién eres? ¿Qué valores, preferencias políticas, gustos musicales y pasiones encarnas? El sentido de identidad es importante porque nos permite relacionarnos con el otro y con el mundo sin fundirnos en él. Como yo sé quien soy, me puedo compartir y me puedo acercar a ti sin miedo y con curiosidad.

Como constato cada día en mi práctica de coaching el desarrollo adulto no es lineal y cuenta con múltiples barreras. Tener un carácter excesivamente complaciente, empezar a vivir en pareja de muy joven, vivir con los padres demasiados años y otras circunstancias nos pueden llevar a cometer dos de los errores más comunes que impiden el sentido de identidad propio. El primero es adoptar el plan de vida que tus padres han diseñado por ti, el que te ha vendido la sociedad, o el que ha marcado tu pareja. El segundo error es adoptar el sentido de identidad de tus padres o pareja, es decir sus valores, gustos, preferencias políticas, hábitos…sin cuestionarlos.

(Noah Silliman, UNSPLASH)

Lo fascinante del desarrollo adulto es que si queremos, y encontramos una buena guía, podemos recuperar hasta cierto punto, el eslabón perdido de nuestra evolución. En el caso del sentido de identidad, ¿Cómo se puede conseguir? Pues con la distancia. La separación es crucial porque nos permite distinguir lo que somos del resto. Cuando hablo de separación hablo de separación sostenida del sustento económico, residencial, ideológico y social de tu familia de origen. Si todavía vives con tus padres, puedes (y tienes) que independizarte para saber quién eres. Aunque pierdas en nivel de vida, esto no es nada comparado con lo que vas a perder si no lo haces: tu propio sentido de identidad, la fuerza de tu unicidad.

Si tu identidad está fundida a la de tu pareja, una práctica para remediarlo es preguntándote a menudo, ella piensa así, pero ¿Cuál es mi opinión, deseo o preferencia? En situaciones de convivencia como la anterior, tomar distancia física ayuda. Cambiar de habitación o irse a dar un paseo para literalmente aclarar las ideas propias. Otra práctica que recomiendo a las personas que acompaño que están desarrollando su sentido de identidad y su pareja tiene una personalidad arrolladora es practicar el acercarse al otro y expresar la forma distinta que uno tiene de percibir o de comprender cierto asunto. Al hacerlo vamos desarrollando el músculo de sentirnos cómodos en la diferencia.

El proceso de generar un sentido de identidad propio no es cómodo, ni divertido. Tampoco tiene porque ser terrible. Sin embargo requiere un esfuerzo. En cualquier caso es imprescindible para crecer y evolucionar como personas y dar con la felicidad a la que aludía Lennon: la plenitud vital que tú, como cualquier otro ser, también anhelas.

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¿Estancado o generativo? Dos formas opuestas de llegar a la tercera edad

Observar los ciclos de vida de las personas, comprenderlos y discernir las encrucijadas relevantes siempre me ha fascinado. Por esta razón no es casual que acompañar a personas a mayores niveles de plenitud vital sea mi vocación, que practico cada día a través del coaching.

Al considerar el ciclo de vida de una persona, existen dos dimensiones: el total de años vividos y la calidad de los mismos. Las dos no van juntas. Todos conocemos a personas que vivieron plenamente dejando la vida a una edad temprana y otras que vivieron muchos años pasando con desgana por este mundo. En términos generales tenemos dos tipos de llegada y travesía del periodo de los 65-80 años y más allá. Entre los dos existen todo tipo de grises que en aras a hacer el artículo relevante, no voy a incluir. Siguiendo la teoría del psicólogo Erik Erikson, aplicada por el psiquiatra G.E.Vaillant en su famoso estudio de 268 hombres a lo largo de varias décadas1, a la tercera edad se llega de dos formas mutuamente excluyentes:

ESTANCAMIENTO

La primera forma es llegar a estas franjas de edad sintiéndose estancado. Por ejemplo Nora dejó de trabajar de secretaria a los cincuenta años de edad, cuando su esposo falleció de un trágico accidente. Mientras que hasta el momento había compaginado la crianza de sus dos hijos y el trabajo, al estar en un momento emocional difícil a raíz de la perdida y el hecho de disponer de una renta con la que subsistir decidió salir del mundo laboral. A los pocos años llegaron los nietos y sus hijos se apoyaron en ella intensamente. Sin desarrollar aficiones ni amistades profundas, cuando los nietos fueron mayores, su vida se vació sustancialmente. Nada la motivaba especialmente, y ocupaba gran parte del tiempo leyendo y viendo la tele.

GENERATIVIDAD

La segunda forma de llegar a la tercera edad es siendo generativos. Azucena es un claro ejemplo de generatividad2, entendida como la capacidad de “invertir los propios esfuerzos en formas de vida y trabajo que sobrevivirán a uno”. Azucena también tuvo dos hijos y quedó viuda a los cincuenta y pocos. Sin embargo no dejó de dar clases de historia en el instituto, a la vez que criaba a sus hijos. Cultivó amistades cercanas, a la vez que participaba en la esfera cultural de forma creciente, a medida que sus hijos se hacían independientes. Al jubilarse, Azucena entró formar parte como voluntaria del consejo de un ente cultural, organizando actividades y foros de todo tipo, que sumaban a su ya activa vida social y cultural. La llegada de los nietos fue otra alegría para Azucena, entre las muchas que disfrutaba.

Mujer leyendo con lupa

(Clement Falize, UNSPLASH)

TRES ENCRUCIJADAS CLAVE

¿Cuál es la diferencia entre Nora y Azucena? La respuesta no es una sola, sino una combinación de tres factores clave3. Tres  dimensiones que cada uno tiene que cultivar, para llegar a la tercera edad con integridad: sentido de identidad, capacidad de intimidad y consolidación en el trabajo.

Te cuento como tomar o reconsiderar cada una de estas encrucijadas en mi próximo post 😉

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(1) “Triumphs of Experience: The Men of the Harvard Grant Study” (2012), George E. Vaillant

(2) “Outliving the Self: Generativity and the Interpretation of Lives” (1984), John Kotre

(3) Adaptado de “Aging Well” (2002) de George E. Vaillant