Este el tema del programa de radio “L’ofici de viure” – referente en temas de crecimiento personal– al que me han invitado. Empiezo hoy por explorar la primera mitad de la ecuación: la reactividad.
REACTIVIDAD
Cuando nos pasa algo y reaccionamos estamos siendo reactivos. Fíjate en los típicos experimentos en los que añades el «reactivo» a algo y zás, todo se transforma como por arte de magia. Reaccionar no es malo en sí mismo. Vas por el bosque y te encuentras a un animal salvaje, el impulso de echar a correr te puede salvar la vida.
En psicología el control del impulso es una de las características que caracteriza el proceso de maduración humano. Si reaccionas mucho, implica que no eres capaz de controlar tus impulsos, sino que los impulsos te dominan.
Según el Budismo, la reactividad entendida como impulsividad está vinculada a tu percepción sesgada. Llegas al mundo con un determinado tipo de ignorancia que distorsiona tu percepción de la realidad. Sin embargo la tomas como veraz y allí empieza un ciclo de causa y efecto que alimenta tu reactividad primordial y tus problemas.
UN EJEMPLO DE CELOS
Tomemos el ejemplo que estás con tu pareja en una fiesta y ella se encuentra con una ex pareja. Observas su comportamiento y te sobreviene un ataque de celos. Piensas que está siendo más amigable de la cuenta y que está fuera de lugar. También estás dolido pues hace unos días que la sientes distante, aunque no estás seguro de ello pues tu has estado absorbido por tu trabajo y quizás esto nuble tu percepción. Tus celos te invitan a decirle que es hora de irse, pero encuentras las fuerzas para no hacerlo.
Haces bien de dudar pues bajo un estado reactivo, la interpretación de los hechos tiende a confirmar la emoción que uno siente en base una percepción sesgada. En el otro extremo podrías decirte pues reprimo mi impulso y no hago nada. Sin embargo la emoción que sientes es real y contiene una inteligencia. ¿Cómo puedes escucharla sin dejarte llevar por ella?
CUESTIONA TU INTERPRETACIÓN DE LOS HECHOS
La vía para salir de la reactividad está en acercarte a ella con compasión y curiosidad. En lugar de poner el foco en los otros o en lo que sucede, pon el foco en ti mismo, en cómo te sientes. Desvela tu interpretación de los hechos y no te la creas. También puedes compartirla. En el caso del ejemplo podría ser algo como: “He visto cuan contenta estabas de encontarte con Juan y he sentido celos. Soy consciente que he estado ocupado estas semanas y que echo de menos tiempo para nosotros.” Al compartir desde este espacio honras tu emoción sin dejarte llevar por ella ni asumir que tu versión de los hechos es correcta.
IMPULSO AMIGO
Dejarte llevar por tu reactividad asemeja a cuando entras en una habitación en cuyo suelo hay una cuerda enrollada, sin embargo, al estar poco iluminada tú ves una serpiente. Te entra miedo y te alejas. Sin embargo, al acercarte a tu reactividad, a tus impulsos, recibiendo la emoción, cuestionando tu interpretación de los hechos y tal vez compartiéndola, la luz de tu consciencia ilumina la situación. Y al hacerlo ves que no es una serpiente sino una cuerda. Se disipa tu miedo y puedes por fin actuar de acorde a lo que es.
¡Oh! vaya… no dije nada sobre la proactividad. Si te interesa conocerla y descubrir cómo desarrollar esta capacidad, te lo cuento en el próximo post 😉