Entradas etiquetadas como ‘roles de género’

Papás con delantales

Por Magela Demarco

En España, cada 19 de marzo se celebra el Día del Padre. Por eso quiero aprovechar esta fecha para hablarles de Un papá con delantal, un libro editado por Bellaterra para niñas, niños y adult@s. El proyecto surgió como respuesta a las desigualdades diarias que solía ver tanto fuera de mi círculo como dentro de mi propia familia e incluso en mí misma. 

Lee el resto de la entrada »

#Mujeres: ¿la mitad del cine?

 Por Carlota Álvarez Basso

Si las mujeres somos más que la mitad es lógico y natural que las que así lo quieran puedan expresarse a través del cine como medio artístico, al igual que en la literatura o en las demás artes. Sin trabas ni cortapisas, con la misma visibilidad y opciones que sus colegas masculinos en cuanto a temáticas y estilos. No tienen por qué enclaustrarse en el terreno de lo doméstico y limitarse a tratar las problemáticas de género, ni a sólo poder narrar historias que acontezcan a personajes femeninos.

Mujeres al mando de la cámara. Imagen de Sharegrid.

Más allá del derecho a la expresión individual, ya sabemos que el cine vehícula modelos de comportamiento y en múltiples ocasiones fija poderosamente, actitudes y pautas de conducta que se convierten en arquetipos. La propia historia del cine está plagada de modelos de femme fatal, seductoras viudas negras, perversas manipuladoras, acaso vestales o iconos eróticos cuando no brujas histéricas sino pobres víctimas o amas de casa dedicadas a sus labores con absoluta dedicación y naturalidad, como si ello fuese parte constitutiva de su propia naturaleza.

Es obvio decir, pero hace falta repetirlo, que las mujeres pueden narrar ya sea mediante películas de ficción, experimentales como Maya Deren, Germaine Dulac, o con forma y estructura de documental, no olvidemos que una de las grandes directoras de documentales, además de fotógrafa y actriz fue Leni Riefensthal o la recientemente reconocida con un Oscar, la francesa Agnès Varda, que ha circulado de un formato al otro con absoluta libertad.

Las creadoras tienen derecho a contar la Historia y sus historias, de otra manera. Como mujeres, necesitamos que así lo hagan y para ello que también estén en el mundo del cine. Las que irán al cine como espectadoras, al margen de contemplar denuncias y críticas a situaciones o comportamientos que esperamos queden en el olvido, querrán asimismo ver a sus congéneres disfrutando de su autonomía, ejerciendo todas las profesiones posibles, amando sin un predecible castigo, ganando competiciones, liderando como heroínas sin por ello ser quemadas en la hoguera. No se trata de alterar la historia retroactivamente pero sí de incluir en ella nuevos ángulos y puntos de vista diversos.

En cuanto la industria, como en todas las otras ramas y profesiones, es obvio que las mujeres deben percibir salarios en condiciones de igualdad a los hombres. En el caso particular de la industria cinematográfica, las actrices han sido y son promocionadas (no hablaremos hoy aquí de a qué precio para algunas) pero las directoras han obtenido reconocimiento en mucha menor medida, porque todavía siguen siendo una minoría. Sin embargo, esta ausencia de visibilidad es aún mayor en los casos de otras profesionales tales como productoras, guionistas, directoras de fotografía, operadoras de cámara, compositoras de bandas sonoras, montajistas, y para casi todas las jefaturas de equipo que pueden ser desempeñadas por mujeres (producción, sonido, dirección de arte) además de en los procesos finales (efectos especiales, etalonaje, etcétera.), porque también su acceso a dichos roles es limitado.

Hemos iniciado el Festival Cine Por Mujeres porque queremos mostrar películas hechas por mujeres para todos los públicos, convertirnos en punto de encuentro de las profesionales, reivindicar sus trayectorias y ver lo que nuestras hermanas quieren contarnos.

Carlota Álvarez Basso codirige el Festival Cine Por Mujeres.

Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras

Por Damaris Ruiz

Soy nicaragüense, con casi 40 años y al menos en esta etapa de mi vida me acompaña y acompaño a una niña. Una niña que quiero ver crecer en un mundo donde las mujeres tengamos derechos sin tener que pelearlos diariamente, donde podamos caminar o hablar sin temor, donde hagamos y no pidamos permiso, donde asumamos que lo correcto lo definen nuestros valores. Además, es muy importante decir que tengo varios trabajos, pero solamente uno de ellos se corresponde con aquellos en los que solemos pensar cuando mencionamos la palabra trabajo.

Manifestación del Paro de Mujeres 2017 #NosotrasParamos en Nicaragua. Imagen de Milagros Guadalupe.

Salgo con cierta frecuencia fuera de mi país y muy a menudo otras mujeres me preguntan: ¿cómo lo haces? ¿cómo quedó tu niña? Pensándolo bien, creo que los dedos de una mano me bastarían para contar cuántos hombres me hacen la misma pregunta. Son múltiples las alternativas que vamos construyendo las mujeres para poder estar donde queremos estar, la tenacidad y el diálogo con otras nos van dando las fuerzas necesarias. Y sí a veces me pregunto ¿lo estoy haciendo bien? Pero también me toca escuchar de manera recurrente ¿y no has considerado un trabajo donde tengas que viajar menos y estar más en casa?

Cuando digo que nuestros trabajos son múltiples es porque si me pongo a sacar cuentas, por un lado uno de mis trabajos me demanda entre 8 y 10 horas diarias, pero por otro lado, mientras hago este trabajo estoy pensando y conectada con la escuela, la alimentación, los pagos y en su caso, las medicinas. Por supuesto antes de salir de casa, toca hacer todo lo que ya sabemos y al regresar también. A todo esto debemos sumar el tiempo para la interacción con las personas que cuidamos, su educación y la afectividad, que es algo tan fundamental para la vida de cualquier ser humano. Todos estos son trabajos y sentimos que a veces los tiempos no dan y eso que en mi caso, el papá de mi hija asume una buena parte de lo que corresponde.

La dicotomía entre presencia y ausencia física en mi caso particular, y que estoy segura les ocurre a muchas mujeres,  la resuelvo o al menos encuentro alternativas en la solidaridad que vamos tejiendo entre las propias mujeres. Nuestras madres, hermanas y amigas, terminan siendo parte de las redes de cuidados que construimos alrededor de aquellas personas que más importan en nuestras vidas.

¿Y los hombres? ¿Y las empresas y los Estados? Sin pretender generalizar, al menos en mis entornos más cercanos algo se está moviendo. El ejercicio de la masculinidad centrada en el padre-salvador-proveedor de ciertos hombres esté cambiando, aunque aún es insuficiente. Los trabajos que sostienen la vida y que sostienen las economías no deben seguir siendo única responsabilidad de las mujeres y los hombres no pueden seguir sintiéndose como actores secundarios o que “ayudan” a las mujeres.

Por supuesto, aunque es fundamental, no es suficiente con que los hombres participen de manera plena en la corresponsabilidad de estos trabajos. Las empresas se benefician con un sistema de cuidados que exonera a los hombres de sus responsabilidades familiares: esto garantiza que una parte importante de sus tiempos sean exclusivos para el mercado. Para revertirlo, las empresas deben pagar los impuestos necesarios y asegurar condiciones para que hombres y mujeres puedan participar en igualdad de condiciones en los mercados remunerados. Los Estados que se ahorran presupuesto al dejar en manos de las mujeres y familias todas las responsabilidades de cuidados deben invertir en políticas de protección social de calidad, en la región de América Latina y el Caribe tiene deudas enormes.

Una de las consignas feministas más fuerte del Paro Internacional de Mujeres fue “Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”, da para mucha reflexión y un mensaje directo para el sistema actual es un ¡Basta! Exigimos que todo sea pensado con nosotras. Es profundamente desigual que seamos siendo las mujeres las principales responsables de los trabajos de cuidados.  #NosotrasParamos #DigamosBasta

Damaris Ruiz es Coordinadora Regional de Derechos de las Mujeres para Oxfam en América Latina y el Caribe 

La igualdad empieza en el colegio

Laura Martínez ValeroPor Laura Martínez Valero

“A las mujeres de mis clases de Ingeniería:

Aunque siempre es mi intención trataros como iguales en nuestras interacciones, permitidme desviarme para decir que en realidad vosotras y yo no somos iguales”.

Así empieza la carta de Jared Mauldin, un estudiante de último curso de Ingeniería Mecánica en Estados Unidos, a sus compañeras de clase. Pese a este inicio tan radical, la misiva no es lo que parece. Se trata de una denuncia de la desigualdad de oportunidades que sufrimos las mujeres. Desigualdad que proviene en gran medida por la educación y los mensajes que seguimos transmitiendo a las niñas desde pequeñas.

“No he vivido en una sociedad que me decía que no me ensuciara o que me llamaba ‘mandón’ cuando exhibía mis habilidades para el liderazgo (…).

No fui bombardeado con imágenes y eslóganes diciéndome que mi verdadero valor estaba en mi apariencia y que debería abstenerme de ciertas actividades porque podría ser considerada demasiado masculina”.

Os recomiendo el texto, que ya se ha vuelto viral en Facebook (podéis consultarlo aquí). Pero lo que realmente me gustaría abordar es lo que hay detrás: ¿se educa a los niños y niñas para que tengan las mismas oportunidades?

"Me gustan las historias donde las mujeres se salvan a sí mismas" Neil Gaiman. (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

«Me gustan las historias donde las mujeres se salvan a sí mismas» (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Al igual que otras muchas mujeres y hombres, sigo pensando que no. Pongo un ejemplo, muy sencillo. Yo misma me he sentido diferente por haber querido hacer actividades que no se consideraban ‘de chicas’ (como jugar al fútbol o al baloncesto en lugar de hacer el nada competitivo baile de fin de curso en el colegio, que es lo que le tocaba a las niñas). Habrá quien dirá que esto no tiene nada que ver con la desigualdad de oportunidades, pero si a una niña se le ponen impedimentos para que desarrolle su propia identidad (como ser competitiva o querer hacer deporte) esto le influirá en el resto de facetas de su vida. La actriz Jennifer Lawrence lo sabe bien. Cuando unos piratas informáticos hackearon Sony y desvelaron los contratos con los actores y actrices, Lawrence descubrió que sus compañeros de reparto masculinos de ‘La gran estafa americana’ habían cobrado mucho más que ella:

“Estaba enfadada conmigo misma. Fallé en las negociaciones porque me rendí demasiado pronto. (…) Estaría mintiendo si no dijera que hubo un elemento de querer agradar a los demás que influyó en mi decisión de cerrar el acuerdo sin peleas. No quiero parecer difícil o malcriada. Éste es un elemento de mi personalidad contra el que he estado luchando durante años, y basándome en las estadísticas, creo que no soy la única mujer con este problema. ¿Estamos socialmente condicionadas a comportarnos de esta manera? ¿Tenemos el hábito de intentar expresar nuestras opiniones para no ofender o asustar a los hombres?«.

Tranquila Jennifer, yo tampoco he querido ser difícil y he cedido en muchas ocasiones. No te eches la culpa por algo que te han inculcado. Creo fervientemente que la educación es el único camino para romper estos roles tan desiguales y que se debe incluir activamente a los niños, no sólo a las niñas, para lograrlo. Por ello, me anima conocer propuestas como Conectando Mundos de Oxfam Intermón, que este año bajo el nombre ‘Caminos de igualdad’ invita a estudiantes de entre 6 y 17 años a trabajar por el cambio hacia una sociedad igualitaria, rompiendo estereotipos de género y reconociendo las desigualdades por motivo de género.

Os animo a que la compartáis con todos los profesores/as que conozcáis. Las inscripciones estarán abiertas hasta el 15 de enero. ¡A construir igualdad se empieza desde el colegio!

Laura Martínez Valero trabaja en el equipo de comunicación de Oxfam Intermón y participa en el proyecto Avanzadoras. Cree firmemente en el Periodismo Comprometido.

Creencias que marcan y arrastran

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hace pocos días participando en un congreso sobre trauma, una compañera psicóloga dijo ante un público de más de doscientas personas, principalmente mujeres, que las mujeres ya podíamos tener cuidado por el daño que causábamos y podíamos generar en nuestras hijas e hijos.

A mí dicho comentario me llegó como una cuchillada, y me molestó, por esa sensación de seguir perpetuando modelos de familia y de género que marcan y dañan a mujeres y hombres, ¿hasta cuándo? Freud ya puso la diana de la responsabilidad de la enfermedad mental en la madre mirando bastante poco la actuación de los padres; que además de pene para engendrar, tienen y poseen otras cualidades y aspectos que marcan la personalidad de niñas y niños.

Imagen del proyecto Ducati Man Igale, donde varios mecánicos imitan la presentación fotográfica de una modelo. Más fotografías y análisis en Mutua Motera

Imagen del proyecto Ducati Man Igale, donde varios mecánicos imitan la presentación fotográfica de una modelo. Más fotografías y análisis en Mutua Motera

¿Ha pasado casi un siglo, y tan poco hemos avanzado? ¿Seguimos las mujeres mirándonos y siendo observadas críticamente? ¿Sigue la sociedad cargando sobre las madres el peso y la responsabilidad de la familia? Para mí claramente sí. Se sigue repitiendo el modelo donde la mujer tiene la responsabilidad del cuidado, del afecto y del dar, y el hombre permanece en un lugar más alejado, enfocado en el aspecto profesional, perdiéndose parte de lo que es esa relación íntima con los hijos.

Esto me hace pensar muchas cosas, pero sobre todo la gran maleta que seguimos arrastrando llena de creencias falsas que nos perjudican:

Algunas de ellas son respecto a que la madre es la única figura de apego y de protección para el bebé, dejando al hombre en un lugar más periférico, cuando el hombre puede ser una figura íntima de cuidado, y de seguridad aunque no amamante.

Otras son las referentes a que la mujer debe ser sumisa, pendiente de los demás, cuidadora de los otros, sin grandes aspiraciones, “dadora”, pendiente de su apariencia física, espectadora de las acciones del hombre, pasiva, etc, y el hombre todo lo contrario; el estar activo, el buscar el poder, la fortaleza, la autoridad, etc.

He llevado muchos grupos de mujeres adultas y de tercera edad hace años, y lo cierto es que no encuentro muchas diferencias de lo que me comentaron en su día de lo que creían que debían ser, y lo que muchas chicas jóvenes señalan que consideran que tienen que ser y comportarse ‘como mujeres’.

De hecho, los modelos de mujeres que están en los medios de comunicación siguen reforzando esto. Baste ver un capítulo de una serie aparentemente inofensiva que ven actualmente niños, y niñas, para apreciar esos matices. Podréis escuchar las frases de estas adolescentes, vestidas y maquilladas para ‘triunfar’ en una sociedad donde lo que brilla es la apariencia. Así en esta canción de Violetta una chica rivaliza con otra mientras le grita… ‘Mi corazón es todo lo que yo tengo’, ‘Si es por amor es todo lo que soy’

Mientras tanto al hombre se le sigue impidiendo expresar emocionalmente, y se le impone una coraza de fortaleza señalando que significa varonilidad.

Seguramente hace unas semanas visteis este corto que compartía nuestra compañera Catalina Villa: Mayoría oprimida de la cineasta francesa Eléonore Pourriat, que relata un día de un hombre que vive en una sociedad donde se han invertido los roles de género. Refleja situaciones cotidianas que las mujeres viven, sin embargo en este caso el que las experimenta es un hombre, que además es padre.

Eliminar los estereotipos asignados tanto a hombres como a mujeres nos corresponde a toda la sociedad. Hay que redefinirnos hacia lo que deseamos ofrecer al mundo, y a las próximas generaciones, no limitándonos sino sumando. Redefinir lo que es poder, y los valores para hombres y mujeres que tienen sentido para construir una sociedad más igualitaria, más justa, y sobre todo más libre para decidir.

Me encuentro cada vez más hombres que me dicen que no quieren ser como sus padres que estuvieron en una posición alejada, distante emocional, y que aunque se hayan separado de sus parejas ellos quieren dar a sus hijas e hijos el cuidado, afecto y protección que echaron en falta. Damos pasos hacia adelante y retrocedemos en otros. Vamos a ritmo lento, a veces en una dirección oscilante. No hay que bajar la guardia.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.

Transgénero: jugar a ser quien soy

Por Mayte Mederos Mayte Mederos firma

Desde que tengo memoria ando a vueltas con mi aspecto. Los años 60 nos imponían a las niñas vestiditos cortos y rebecas caladas, y yo miraba con envidia los pantalones rectos y los zapatos con cordones de mi hermano. En algún momento supe que no me convenía expresar el desconsuelo que sentía hacia su pelo corto, y aprendí que no debía silbar ni caminar con las manos en los bolsillos. Otra cosa es que fuera capaz de cumplirlo.

 

'Del lazo a la corbata', una historia fotográfica. Imágenes de Mayte Mederos.

‘Del lazo a la corbata’, una historia fotográfica. Imágenes de Mayte Mederos.

De mi infancia a hoy he hecho un largo camino para reafirmar mis gustos, no siempre con éxito, luchando contra la incomprensión y dejando mucha frustración por el camino. Y lo bueno de curtirme en el activismo es que de repente he pasado de ser un ‘chicazo’ a tener ‘expresión de género’. ¡Toda una mejora!

Ironías aparte, lo cierto es que mi aspecto genera dudas en el personal. Visto con ropa masculina y llevo el pelo corto, pero luego mis maneras y mis cuerpo son de lo más ‘femme’. El momento cumbre del año es cuando en la playa, con un bañador de chico, mis pechos reconstruidos evidencian las cicatrices de las mastectomías que me dejó el cáncer. Entonces es cuando alguien llega a la conclusión de que evidentemente soy un transexual haciendo el tránsito. Hacia qué género no se sabe: pero en algún punto del camino.

A mí me divierte jugar con el género. He llegado hasta aquí porque algo dentro de mí me lo pide desde que nací, pero ahora que me permito ser yo misma, me doy cuenta de toda la construcción social que hay alrededor de esto y me encanta transgredirla, provocar, buscar mis propias sendas.

Pero al mismo tiempo me doy cuenta de que hay muchísima confusión, dentro y fuera del mundo LGBTI, con conceptos que son fundamentales si queremos entender la nueva amalgama de realidades diversas con las que convivimos.

Y esto es lo que en ningún manual nos cuentan de forma sencilla:

El primer concepto básico es el sexo, que tiene que ver con los órganos genitales y los cromosomas, que en nuestro caso nos hacen nacer hembras.

El segundo es la identidad, que está en el cerebro, y que hace que nos sepamos mujeres, ya hayamos nacido hembras (biomujeres) o machos (mujeres transexuales).

El tercero es la orientación, que está en el corazón y que tiene que ver con el sexo hacia el que te sientes atraída física, emocional, espiritual y románticamente. La orientación nos divide en mujeres lesbianas, bisexuales y heterosexuales.

Y el cuarto es la expresión del género, que basándonos en los roles tradicionales de género se refiere a nuestro aspecto externo, que puede transitar entre lo femenino y lo masculino, pasando por la androginia.

Estos cuatro aspectos son independientes entre sí. Por eso, que una mujer sea transexual no significa que no pueda ser lesbiana, porque la identidad y la orientación no van unidas.

Y por último, hay un concepto que para mi gusto da una vuelta más de tuerca, y es el transgénero: personas que no se consideran ni hombres ni mujeres, con independencia de sus características biológicas.

En este último nos englobamos quienes no nos sentimos reflejadas en lo que la sociedad asigna a las mujeres. A mí me dieron una mochila al nacer que traía vestidos rosas, sumisión, profesiones ‘femeninas’, maternidad sin cuestionamiento, ser cuidadora y ganar menos que mis compañeros hombres en el trabajo.  Así que me salí del pentagrama, y busqué otra escala en la que moverme, que casualmente coincide con la que socialmente se asigna a los hombres. Y elijo ropa andrógina, corbatas, tirantes, estar donde me corresponde en el trabajo por mi valía, sentarme sin cruzar las piernas. Pero también opto por la maternidad elegida, por mi delantal rosa de flores y por disfrutar de toda la gama del yin en mis expresiones amorosas y afectivas.

Bajarnos del carro de los mandatos impuestos es de lo más liberador. Si con los años una ya disfruta de morderse la lengua cada vez menos, aún más ilusión hace salirse del tiesto y jugar a ser cambiante como las lunas, seductora y seducida, dejando en la arena una huella que no se parece a la de ayer, ni a la de la de mañana, y a veces a ninguna otra.

Y es que soy Mayte, y soy transgénero.

 

Mayte MederosCoordinadora del Área de Familias Diversas de Algarabía, la asociación LGBTI de Tenerife, es madre de familia numerosa y autora del blog Avatares de una amazona.

 

¿Pero no se había dicho ya todo sobre Eurovisión?

Por Mayte Mederos Mayte Mederos firma

Menuda se ha montado en Eurovisión. Cuando algunas ya pensábamos que este festival estaba más muerto que vivo, va y se arma la marimorena. No lo vi en directo (ni pensaba hacerlo, para ser sincera), pero el domingo las redes se incendiaron de tal manera que no me quedó más remedio que enterarme. Y supongo que a buena parte del público europeo le pasó lo mismo. Así que, en la playa como estábamos, empezaron a sonar en mi móvil los acordes de Rise like a Phoenix. Y mis peques se arremolinaron para ver el vídeo, y me decían, sin dar crédito: ¡pero mami, esa mujer tiene barba!

'Triunfo en Eurovisión.' Collage de @TrasTando.

‘Triunfo en Eurovisión.’ Collage de @TrasTando.

Lo primero que sentí, además de resultarme chocante como a mi prole por la falta de costumbre, fue el orgullo de que se visibilizara la diversidad. El derecho del cantante a expresarse como más le guste. Y más cuando leí que tras su barba postiza –que podría haber sido simplemente un gancho- había una lucha pública por el derecho a ser sexualmente diferente.

Pero este sentir no es unánime en la comunidad LGTBI, y las asociaciones trans se han sentido ofendidas. En palabras de la activista Mar Cambrollé, presidenta de la Asociación de Transexuales de Andalucía (ATA), ‘La vida de las personas trans dura más que una canción. El derecho a la propia imagen y libre desarrollo de la identidad para muchas personas solo cabe en un escenario. Cárceles de bambalinas llenas de aplausos y aforo completo para ver a la mujer barbuda, paradojas de libertad atadas en corto; porque en el momento en que el tacón baja del escenario… se apagan las luces y la correa ahoga el cuello’.

Como ella misma dice, ‘no juzgo al personaje, sino a la comunidad gay que aplaude el espectáculo como un paso adelante en la visibilidad, sin tener en cuenta el daño colateral del mensaje confuso que se da a la sociedad. Y juzgo a los medios, que ni en la muerte de una persona trans la nombran con su sexo real sino con el que nació, y sin embargo han tratado a Tom Neuwirth como mujer en todo momento, en un doble juego interesado’.

Desde los colectivos surgen voces divergentes con la comunidad trans. En opinión de Carlos Savoie, presidente de Algarabía Tenerife, ‘Las personas transexuales deberían dejar de ver el travestismo como enemigo, porque no ridiculiza la transexualidad sino los roles de género, precisamente para criticarlos. Y además la feminidad no es exclusiva de las mujeres. Hay que diferenciar entre transexualidad (que está relacionada con la identidad de género, lo que la persona siente que es -hombre o mujer-) y la expresión del género (mostrar masculinidad o feminidad), en donde el travestismo transita entre estas dos últimas’.

¿Y qué opina un travesti del mundo del espectáculo como Tavi Gallart, que además estuvo a punto de ir a Eurovisión en 2001 con una puesta en escena también rompedora para el momento? ‘Le estamos dando demasiada importancia. Conchita Wurst no existe, es una creación. Tom Neuwirth es un artista performántico que crea un cabaret que no tiene nada que ver con la sexualidad, sino con la expresión. Intentar catalogarlo es inútil, no creo que haya que darle más vueltas sino entenderlo como arte, como una creación en la que se juega con los géneros, dejando ver que todo es válido. Es un acto de libertad’.

Yo, por mi parte, me quedo pensando  en todo lo que ha dado de sí Eurovisión este año. Si no fuera un concurso musical, diría que ha tenido más debate político de lo que se atisba en la propia campaña electoral europea.

 

Mayte Mederos, Coordinadora del Área de Familias Diversas de Algarabía, la asociación LGBTI de Tenerife, es madre de familia numerosa y autora del blog Avatares de una amazona.

Delgadas, delicadas y calladas

Por Camino Quirós CamQC

Princesas, hadas, cocinitas de juguete, guapas, muñecas, cochecitos, maquillaje, madres, vestidos, rosa, lazos… Delgadas, delicadas y calladas. Somos, en parte, lo que hemos aprendido a ser. Somos, por tanto, lo que nos han enseñado a ser. ¿Y cómo nos enseñan a ser?

En la sociedad en la que vivimos, regida por un modelo patriarcal que estipula unos marcados roles de género, se pierden las diferencias individuales para tratar de encasillarnos dentro de la cuadrícula que resulta cómoda para los que tienen el poder. Este intento de fabricar mujeres tradicionales se traduce en un bombardeo silencioso de mensajes sobre cómo debemos ser, desde la publicidad en los medios de comunicación, pasando por el cine, la música, las calles con sus pintadas y sus carteles, el sistema educativo, las aulas, el deporte, la política, el sistema laboral, hasta la propia familia.

¿Quieres decir que una mujer puede abrirlo?

¿Quieres decir que una mujer puede abrirlo? Anuncio de ketchup de los años 50 en Estados Unidos

Hablamos de violencia simbólica. Uno de los tipos de violencia machista que no aparece en las leyes, que la sociedad no conoce. Un ataque casi imperceptible, un modelado invisible; “la violencia que no se ve”. Es decir, la violencia simbólica constituye una forma de agresión que resulta difícil de identificar y distinguir, porque está inmersa en lo cotidiano y, a través de sus mensajes, naturaliza situaciones que no son en absoluto naturales, como la falta de respeto a las mujeres o el ejercicio de poder sobre ellas.

El gran problema radica en que cuando algo es habitual, socialmente se confunde con lo normal, y de esta manera ciertas estrategias del modelo patriarcal que se expresan muy sutilmente para perpetuar los estereotipos sobre las mujeres, se hacen invisibles. Cuando algo no se ve, no se nombra, por lo que aparentemente no existe, y la lucha por erradicar un agravio sin forma tangible se torna en una tarea llena de obstáculos.

Los mensajes de la violencia simbólica hacia las mujeres cuentan con un gran repertorio desde el cual se nos transmiten, llegando a una profundidad peligrosa, sin que apenas nos demos cuenta, las reglas sociales sobre cómo debemos ser, cómo debemos actuar, cuáles han de ser nuestros objetivos en la vida y por consiguiente, aquello que no está aceptado dentro de la categoría de mujer tradicional. De esta manera, desde que nacemos se nos lanza como camino a seguir el color rosa, los lazos, los vestidos, los juguetes para niñas, la delicadeza, la sumisión, la resignación, los zapatos de tacón, el cuerpo de revista del corazón, el maquillaje, determinado estilo de vestir, el amor romántico, encontrar un príncipe azul, casarse, ser madre.

La sociedad patriarcal nos obliga a la fuerza a jugar con sus normas, exponiéndonos sin hacer ruido a otros tipos de violencia machista, tratando de crear mujeres que encajen en sus roles, vulnerables al poder de los hombres, sumisas, que aguanten.

Mirando más allá de lo normal –habitual- se puede evitar caer en la trampa oculta y ver realmente qué quiero ser y no qué quieren que sea.

 

Camino Quirós Chacón es psicóloga experta en violencia de género, terapeuta EMDR, especialista en trauma y apego. Con consulta propia en León y colaboradora de las asociaciones Simone de Beauvoir y Aspacia.