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#Mujeres: ¿la mitad del cine?

 Por Carlota Álvarez Basso

Si las mujeres somos más que la mitad es lógico y natural que las que así lo quieran puedan expresarse a través del cine como medio artístico, al igual que en la literatura o en las demás artes. Sin trabas ni cortapisas, con la misma visibilidad y opciones que sus colegas masculinos en cuanto a temáticas y estilos. No tienen por qué enclaustrarse en el terreno de lo doméstico y limitarse a tratar las problemáticas de género, ni a sólo poder narrar historias que acontezcan a personajes femeninos.

Mujeres al mando de la cámara. Imagen de Sharegrid.

Más allá del derecho a la expresión individual, ya sabemos que el cine vehícula modelos de comportamiento y en múltiples ocasiones fija poderosamente, actitudes y pautas de conducta que se convierten en arquetipos. La propia historia del cine está plagada de modelos de femme fatal, seductoras viudas negras, perversas manipuladoras, acaso vestales o iconos eróticos cuando no brujas histéricas sino pobres víctimas o amas de casa dedicadas a sus labores con absoluta dedicación y naturalidad, como si ello fuese parte constitutiva de su propia naturaleza.

Es obvio decir, pero hace falta repetirlo, que las mujeres pueden narrar ya sea mediante películas de ficción, experimentales como Maya Deren, Germaine Dulac, o con forma y estructura de documental, no olvidemos que una de las grandes directoras de documentales, además de fotógrafa y actriz fue Leni Riefensthal o la recientemente reconocida con un Oscar, la francesa Agnès Varda, que ha circulado de un formato al otro con absoluta libertad.

Las creadoras tienen derecho a contar la Historia y sus historias, de otra manera. Como mujeres, necesitamos que así lo hagan y para ello que también estén en el mundo del cine. Las que irán al cine como espectadoras, al margen de contemplar denuncias y críticas a situaciones o comportamientos que esperamos queden en el olvido, querrán asimismo ver a sus congéneres disfrutando de su autonomía, ejerciendo todas las profesiones posibles, amando sin un predecible castigo, ganando competiciones, liderando como heroínas sin por ello ser quemadas en la hoguera. No se trata de alterar la historia retroactivamente pero sí de incluir en ella nuevos ángulos y puntos de vista diversos.

En cuanto la industria, como en todas las otras ramas y profesiones, es obvio que las mujeres deben percibir salarios en condiciones de igualdad a los hombres. En el caso particular de la industria cinematográfica, las actrices han sido y son promocionadas (no hablaremos hoy aquí de a qué precio para algunas) pero las directoras han obtenido reconocimiento en mucha menor medida, porque todavía siguen siendo una minoría. Sin embargo, esta ausencia de visibilidad es aún mayor en los casos de otras profesionales tales como productoras, guionistas, directoras de fotografía, operadoras de cámara, compositoras de bandas sonoras, montajistas, y para casi todas las jefaturas de equipo que pueden ser desempeñadas por mujeres (producción, sonido, dirección de arte) además de en los procesos finales (efectos especiales, etalonaje, etcétera.), porque también su acceso a dichos roles es limitado.

Hemos iniciado el Festival Cine Por Mujeres porque queremos mostrar películas hechas por mujeres para todos los públicos, convertirnos en punto de encuentro de las profesionales, reivindicar sus trayectorias y ver lo que nuestras hermanas quieren contarnos.

Carlota Álvarez Basso codirige el Festival Cine Por Mujeres.

Silencio, se rueda (sin ellas)

Por Hada Torrijos

Las desigualdades existentes suponen un obstáculo a las mujeres para alcanzar las mismas oportunidades en la realización de proyectos cinematográficos.

Dar voz a quienes se la han negado es una cuestión de tomar conciencia sobre la situación que vive la mujer en la industria actual del cine. Los últimos datos apuntados este octubre en la SEMINCI –Festival Internacional de Valladolid– por la directora Coral Cruz revelan que ninguna de las diez películas más taquilleras de este año ha sido dirigida por una mujer.

Nuestro cine, el hecho por y con mujeres, se suele quedar en los márgenes, en la realización de pequeñas producciones y se decide invertir más presupuesto en largometrajes de directores ya consolidados y, me atrevo a decir, muchas veces cuenten la historia que cuenten. La actriz y directora Leticia Dolera, una de esas luces entre tanta oscuridad, sostenía en una entrevista para El Mundo que “siempre se desconfía más de una historia que va a contar una mujer”. Nos toca reivindicar nuestra capacidad para sacar adelante proyectos de gran envergadura porque, si me disculpan, no creo que sea talento de lo que escaseamos.
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La discriminación debe de ser esto

María Pazos Por María Pazos Morán 

El otro día estuve en la proyección de cortos organizada por la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA). Quedé muy agradablemente sorprendida por la alta calidad y por los interesantísimos contenidos. Quedé también algo deprimida por el hecho de que la sala no estuviera a rebosar. En el coloquio, todas las directoras corroboraban las dificultades con las que se encuentran cada día, sobre todo para realizar largometrajes que sí exigen presupuestos elevados.

mujeres cine

Mujeres en cine. Imagen de TrasTando

Una de ellas contaba su experiencia y sus reflexiones. Un productor le dijo que era una chica guapa y simpática, y entonces ella se preguntó si eso le daría más o menos posibilidades de conseguir realizar su proyecto que a un hombre feo. Después, otro le dijo que su proyecto era muy interesante, pero que mejor fuera a Atresmedia, porque allí había muchas mujeres que la iban a comprender mejor. Entonces ella se dijo: ‘la discriminación debe de ser esto… hasta ahora no la había experimentado’.

Me enterneció este relato de toma de conciencia. ¿Cómo van a comprender los hombres, cómo les va a doler lo mismo, si nunca se ven en esas situaciones que hacen despertar a las mujeres? Porque, compañera, no es que no hubieses experimentado la discriminación antes; es que aún resultaba invisible para ti.

A la salida fui con unas amigas a tomar algo y una de ellas nos contó sobre las actividades de un centro municipal para la igualdad de género: yoga, seminarios sobre el deseo, sobre otras formas de amor….  Yo dije que a otros niveles ocurre lo mismo, y que no comprendo que no se de prioridad a los problemas acuciantes ni se dediquen los esfuerzos de las unidades de igualdad a potenciar medidas efectivas para acabar con las discriminaciones.

En realidad, expliqué, sí lo comprendo; lo que pasa es que a esas unidades, institutos, centros… «de la igualdad», se les dan cuatro perras para que hagan lo que puedan, siempre con la condición de que no den la lata, o sea que dejen al estatus-quo tranquilo.

Por ejemplo, respecto al tema que teníamos reciente, ¿cuáles son las medidas para que las cineastas puedan progresar sin encontrarse con estos escollos insalvables? ¿Qué revisión de la política de subvenciones? ¿Se han planteado comisiones de evaluación paritarias, por ejemplo? ¿Se revisará el problema de que para conseguir un 25% de subvención tienes que tener el otro 75% ya conseguido?  No creo; lo más que he oído ha sido que iban a poner ‘discriminación positiva‘, o sea que a igualdad de calidad iban a dejar pasar caballerosamente a la mujer solo por ser mujer.

No hace falta aclarar que esa medida introducida en la Ley del Cine es una trampa. Varios años más tarde seguimos en la misma situación. O peor, porque ahora se dirá que, a pesar del favoritismo hacia las películas de mujeres, es imposible avanzar. Y es que esta medida les hace quedar muy bien pero no tiene ningún efecto, porque siempre pueden alegar que exactamente igual, lo que se dice exactamente igual, no eran los dos proyectos presentados. Por supuesto, lo han adivinado: el proyecto del feo era  mejor.

Mi amiga me dijo que estaba dolida por lo que yo había dicho. Luego que era broma y que yo no tengo sentido del humor. Me quedé pensando… mira que a mí me encanta reírme pero, ¿debería tomarme estas cosas a broma? No es la primera vez que me siento así. Hace 30 años mis amigos me llamaban ‘Marujita Malos Tratos’ debido a mi preocupación por la violencia de género. Ahora ya no pasa eso, por supuesto. Ahora el diagnóstico lo asume hasta el gobierno. Pero el problema está cuando se señalan estos mecanismos que consisten en ‘hacer como que se hace’.

Por favor, que nadie se sienta aludida. No se trata de juzgar a las personas sino de comprender. Comprender para actuar. ¿Me he puesto demasiado seria?

María Pazos Morán es licenciada en Matemáticas por la UCM y máster en Estadística por la Universidad de Harvard. Actualmente trabaja en el Instituto de Estudios Fiscales (Ministerio de Economía y Hacienda, España), desde donde coordina la línea de investigación ‘Hacienda Pública e Igualdad de Género’. Una de las personas promotoras del llamamiento urgente ante la reforma fiscal que prepara el Gobierno. Su último libro publicado es ‘Desiguales Por Ley‘. Pertenece a la PPIINA y al Fórum de Política Feminista