Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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¿Hay alguien en el PP más miserable que Rajoy?

Ya se que hoy es viernes y 13 -un día señalado para la mitad yanqui de mi familia- y, quizás por eso, Rajoy perdió la olla. Espero que pida diculpas a la Policía y a la Guardia Civil, pues se juegan la vida protegiendo «milagrosamente» a gente tan deslenguada como él mismo.

Me ha dado mucha vergüenza leer lo que ha dicho quien aspira a gobernar mi país, y a quien yo tenía por persona más sensata que quien le nombró a dedo.

¿Habrá bebido Rajoy del mismo vino que hizo que Aznar despreciara a los que no pueden conducir por él?

Menos mal que la vicepresidenta, Fernández de la Vega, ha salido al paso llamando «ruin» a Rajoy.

Ya sabemos la música política que va a sonar por aquí hasta las elecciones generales.

¡Abróchense los cinturones!

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Y prepárense para oir («raca, raca, raca», como diría Peridis) miles de veces los lemas en los que el PP puede basar su expectativa de victoria electoral. Me imagino -esto no es información sino análisis- que estos podrían ser algunos de los banderines de enganche de su Santa Cruzada:

1.-

«España se rompe»

Y se rompe, según el PP, por Cataluña y no por Andalucía, con un Estatuto tan parecido. Ahí está la portada de El Mundo de hoy sobre el «entreguismo» del PSOE y la de El País tachando de «incoherente» al PP)

2.-

«Zapatero se rinde ante ETA»

La torpe y miserable declaración de Rajoy sobre la «milagrosa» actuación policial, debido a que Zapatero «ha rebajado la democracia a la altura de los asesinos», es una prueba de ello.

3.- «

La España laica (y roja) contra la Santa Madre Iglesia católica»

Ahí tenemos a los obispos trabucaires (¡Ay, si Tarancón levantara la cabeza!) trincando la pasta del Estado con una mano, pero disparando con la otra a discrección contra la asignatura obligatoria «Educación para la Ciudadanía» y contra otras leyes del Estado. No les importa ir a su infierno con tal de ganar las elecciones y rellenar el cepillo.

4.-

«Desentierran, por revanchismo, la Memoria Histórica de la guerra civil y el franquismo»

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Los hijos de los vencedores de la guerra civil no acaban de entender que los hijos de los vencidos (y yo soy, sin rencor, uno de ellos) quieran enterrar bien, con dignidad, a sus muertos. Los delitos de tortura no deberían prescribir, pero en España hemos perdonado (aunque no olvidado) a los torturadores fascistas. Por favor, que el «gallo negro» no saque tanto pecho y no tense demasiado la cuerda…

5.-

«Han roto el «consenso» de la transición»

Tiene gracia. Es como si los actuales líderes del PP hubieran colaborado en algo, alguna vez, para alcanzar aquel «consenso» constitucional, liderado por Fernando Abril Martorell y Alfonso Guerra. ¡Pero si el joven Aznar se reía de la Constitución y los buenos demócratas del PP están arrinconados!

En fin, intuyo que la Cruzada electoral del PP va a tratar de crispar y polarizar a la sociedad española hasta el borde de la Ley (alguno de ellos, incluso, la pisará con la chulería y el descaro de quienes no creen en la democracia).

El objetivo de la crispación derechista es obvio:

mantiene a sus bases en permamente estado de movilización y, por eso, no dejarán de votar.

En cambio, la crispación y el miedo hace que los del centro y la izquierda se desmovilicen, muestren asco por la política y se queden en casa a la hora de votar.

Cuanta más porquería eche el PP sobre los ideales y las prácticas más nobles de la democracia, mayor beneficio cree que recogerá en las urnas. Por eso, en mi estado cabreo actual, pienso que vamos a oír frases peores que las de hoy y que vamos a ver los espectáculos políticos más ruínes y bajos de nuestra corta vida democrática.

Así, los demócratas, escandalizados, no se moverán y los jóvenes que nunca han votado pasarán del triste panorama de una política tan envilecida y tan llena de mierda.

Y toda esta «santa cruzada» puede pasar ante los ojos del bueno de Zapatero como si nada. Se mirará al espejo y, sin gracia para contraatacar ni para escuchar a sus críticos más leales (no serviles), podría morir políticamente por una infección de autocomplacencia o por un ingenuo ataque de buen talante.

Y eso no sería lo peor.

Como ven, hoy, viernes y 13, no me siento yo muy católico.

Mañana será otro día.

Aznar en portada: ¡mira como tiemblo!

Hace un mes y pico me pregunté en este blog si los presidentes de grandes empresas nombrados por Aznar eran intocables. Llegué a pensar que el presidente Zapatero pecaba de cierta inguenuidad al considerar intocables a los miembros de esta quinta columna del PP incrustada, por decisión discrecional de Aznar, en los poderes económicos reales de España.

De vez en cuando, el ex presidente Aznar cabalga de nuevo en la portada de su diario favorito. Hoy lo hace dando una palmada en el hombro y jaleando al presidente de Endesa,

Manuel Pizarro, a quien alaba por su actuación frente a las «zancadillas de los poderosos«. Pizarro fue puesto ahí por Aznar y ha sido respetado en su cargo -no sabemos por qué- por un bisoño Zapatero.

Los accionistas de la nobleza eléctrica siempre han sido muy sensibles a las sugerencias del poder político, que tiene en sus manos el futuro de un sector tan estratégico y de beneficios tan garantizados por el Estado.

Si el Gobierno socialista no utiliza su poder de convicción para neutralizar a claros enemigos políticos que se deben a quien les nombró, sabrá por qué lo hace. Yo no.

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¿Información u opinión? Pedro J. nos da gato por liebre

El Mundo titula a cuatro columnas, en portada, una opinión interesada como si se tratara de una información sobre hechos que han ocurrido. A esto se le llama en castellano dar gato por liebre.

Cuando Pedro Jota titula «… para compensar las cesiones a ETA…» está dando por hecho que Zapatero ha cedido ante ETA , ha dado concesiones a la banda terrorista.

Como opinión de El Mundo, expresada en su comentario editorial de la página 3, o en un artículo o análisis con tipografía en cursiva, podría valer este titular, por falsos que sean los hechos que da por supuestos sin prueba alguna.

Pero darlo como títular de una información, en el lugar más informativo del diario y con tipografía correspondiente al relato de hechos y no de opiniones es, simplemente, engañar al lector.

Con esta portada tan deplorable, desde el punto de vista puramente profesional, yo supendería hoy al director de El Mundo en un examen de primer curso de Periodismo.

¡Lástima de profesión!

Nostálgicos del Trono y del Altar

JUAN GOYTISOLO 09/07/2007

La lectura del reciente Foro de Debate de El Mundo en torno a la figura del cardenal-arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, me llenó de estupor. Tras dar la bienvenida al ilustre prelado, el director del diario madrileño le pidió disculpas por haber podido ofender a la Iglesia con motivo de una entrevista publicada en sus páginas con el escritor Álvaro Pombo, en el que éste zahería su beligerancia antilaica y su anatema contra el matrimonio homosexual. El homenaje de pleitesía a quien mejor encarna posiciones que en otros tiempos eran denominadas ultramontanas y que hoy lo son de integristas tiene al menos el mérito de dejar las cosas claras: para algunos la sociedad española, liberada al fin de siglos de tutela eclesiástica, debería someterse de nuevo a los preceptos y prerrogativas que la actual jerarquía religiosa añora y reclama en su peculiar guerra santa contra el «laicismo radical» y la, en verdad inocua, asignatura de Educación para la Ciudadanía, en la que «Dios no cuenta» y «la dimensión trascendente del ser humano queda reducida a la esfera de lo privado».

¿Disculpas? ¿Cabe excusarse con una institución que jamás lo ha hecho por los crímenes y brutalidades que jalonan su larga y poco piadosa historia? ¿Se ha disculpado la Iglesia por los tormentos y hogueras del Santo Oficio que acabaron con la vida de decenas de millares de españoles, acusados de judaizantes, luteranos, sodomitas, hechiceros y una larga lista de herejías reales o supuestas? ¿Por la condena de quienes se arriesgaron a pensar por su cuenta y a vivir de acuerdo con su naturaleza y creencias? ¿Por su reiterada excomunión de liberales, masones, republicanos, comunistas, etcétera, desde el absolutismo fernandino hasta hace unas cuantas décadas? ¿Por su intervención directa en las guerras civiles del XIX que frenaron la modernización de España y por su vergonzoso apoyo al pronunciamiento militar contra la República, calificada nada menos que de Cruzada en la Carta Colectiva del Episcopado de 1937? ¿Por el exterminio planificado de «los rojos» por ese mismo dictador católico a quien recibían bajo palio en sus tiempos y que acuñaba con su asenso las famosas monedas de «Caudillo de España por la Gracia de Dios»?

El actual e imparable proceso de apertura de la sociedad hispana eriza los cabellos de nuestros santos tonsurados. Sus iglesias se vacían, un creciente número de jóvenes se proclaman agnósticos y, pese a las apariciones carismáticas de los dos últimos Pontífices y la espectacular mercadotecnia a su servicio, la grey se aleja de ellos y no atiende a sus diatribas contra el funesto radicalismo que «niega la libertad religiosa». Podrían dar un ejemplo de humildad y de espíritu evangélico, pero no lo dan. Llenan sus arcas con el dinero del Estado, esto es, del bolsillo del contribuyente, ya sea católico o no, y no obstante de eso sueñan en el retorno a la alianza del Trono y el Altar. Presiden bodas principescas y de celebridades del orden de la hija del ex presidente Aznar en El Escorial, mientras privan de la facultad de decir misa a quienes se inspiran en las enseñanzas de Jesús de Nazaret en la medida en que su ejemplo pone al descubierto el fariseísmo propio y el afán de acumular poder y más poder.

Las leyes adoptadas en la actual legislatura responden a las realidades del cambio social y a las expectativas de la gran mayoría de españoles que les da la espalda. La simplificación de los procedimientos para abortar, la legalización del divorcio, la ley de parejas de hecho y el matrimonio homosexual no son los cuatro jinetes del Apocalipsis que amenazan, según ellos, los fundamentos de la sociedad. Quiebran tan sólo la sujeción de la conciencia de los fieles a los mandamientos de la Iglesia de Roma a través del confesonario y de la imposición de preceptos de imposible cumplimiento, como pueden ser el celibato de los clérigos y la castidad de los jóvenes. ¡No importa que el anatema contra los anticonceptivos condene a millones de africanos a una muerte lenta, víctimas del «monstruo de las dos sílabas», si sus sufrimientos en este bajo mundo le redimen de sus pecados (o de los de sus padres) y facilitan su acceso a la gloria eterna en el Más Allá!

Las tesis de Huntington sobre el choque de civilizaciones no concierne por ahora a nuestros dómines. La Iglesia de Roma no busca la confrontación con el islam: secretamente, lo admira y envidia. ¿Cómo se las arregla para mantener la fe de sus fieles y para congregarlos en sus templos en tanto que los suyos cierran por falta de público y las ovejas de su antiguo rebaño se entregan al hedonismo más descarado? El culpable es el laicismo, ese laicismo que permite vivir a cada cual conforme a su conciencia.

El proselitismo expansivo de las iglesias evangélicas en Iberoamérica, con la consiguiente deserción de una parte de la propia grey, agrava su angustia y dispara todas las alarmas. ¿Por qué las otras creencias se robustecen y la suya amengua? Y, en vez de proceder a un examen de su vida y conducta y a corregir su muy poco cristiana ostentación de riqueza, nuestros obispos vuelven la mirada hacia atrás. A la bendita época de Fernando VII y del generalísimo Franco, a esos centenares de mártires beatificados por Juan Pablo II en Valencia, a quienes el actual arzobispo de la ciudad, Agustín García-Gasco, quiere erigir un templo a imitación del excavado en el Valle de los Caídos. Pues, al tiempo que truenan contra la Ley de Recuperación de la Memoria Histórica de las víctimas de Franco, se aferran al recuerdo de las persecuciones religiosas evocadas machaconamente durante 40 años por los servicios de propaganda del Régimen y cuyo testimonio se perpetuaba (y a veces se perpetúa aún) en las lápidas que ornaban (u ornan) las fachadas de sus templos.

Lo que aprendieron duramente los españoles de derechas o de izquierdas tras 150 años de guerras civiles -acabar de una vez por todas con los hechos, situaciones y doctrinas que las provocaron- choca frontalmente con el programa de Rouco, Cañizares y de los portavoces de la cadena episcopal. Si no hay clima de guerra civil, habrá que inventarlo. España agoniza, vuelven los tiempos en los que será necesario defender los principios que sustentan con peligro de sus personas (y de las de los demás). Tales dislates, repetidos a diario, no responden, para desdicha suya, a realidad alguna. Los españoles nunca han vivido tan bien como hoy, aunque quizá el porcentaje de quienes salvan su alma haya descendido un tanto desde los tiempos felices de Arias-Salgado. La tolerancia y el respeto a la libre conciencia de los ciudadanos no matan a nadie. Son los fanáticos e intolerantes de toda laya quienes manchan sus manos de sangre. Menos de la suya, claro, que de la de los demás.

Juan Goytisolo es escritor.

Víctimas de la AVT: enreda que algo queda

Cualquier extranjero razonable que aterrice en España, y lea las portadas de nuestros dos principales diarios de pago, puede pensar que aquí estamos todos locos. Y no le faltará razón, si se dedica a leer en lugar de viajar y hablar con la gente normal.

Las portadas de hoy son de espanto en lo que se refiere a la sucia campaña de lavado de cara del trío Pinocho (Aznar-Acebes-Zaplana) por haber intentado engañar sin éxito a todos los españoles, atribuyendo (sin datos) la autoría de la masacre del 11-M a ETA para raspar unos votos espurios en el 14-M.

Sólo estudiando las encuestas en las que un alto porcentaje de norteamericanos acusan Bush, a la CIA, al FBI e incluso al Estado de Israel de estar implicados en el atentado del 11-S contra las Torres Gemelas , podemos comprender la persistencia de los conspiranoicos españoles en atribuir el atentado del 11-M a ETA sin ningún dato real que lo avale. Claro que los informes que El Mundo lanza a sus creyentes sobre ETA y 11-M sólo pueden basarse en la fe y no en la razón.

En su primera página, El Mundo premia hoy a la AVT (la «Asociación de Víctimas del Terrorismo» de Alcaraz y el PP)y le da tres columnas, arriba, de salida. En el sumario dice que:

hubo un «intento deliberado de ocultar las pruebas que apuntaban a ETA»

En El País, el jucio del 11-M de ayer no dio más que para un pequeño sumario, dentro de otras noticias, abajo, en la columnita de entrada:

Un abogado de la AVT exculpa a la trama que facilitó los explosivos y al supuesto autor material Jamal Zougam

Ni calvo ni con tres pelucas.

Ambos diarios son, hoy, como la noche y el día en lo que se refiere al juicio del 11-M. En su vano intento de exculpar a Aznar de la mentira masiva que le ha expulsado por la gatera de la historia, Pedro Jota y sus predicadores olvidan, a veces, que los mandos policiales que había en España en el 11-M y meses siguientes había sido nombrados por el Gobienro del PP y estuvieron a las órdenes del ministro Acebes hasta que el nuevo Gobierno de Zapatero tomó el mando. Pero su máxima parece ser «enreda que algo queda».

Me aburren. Pero no podemos perderlos de vista porque nos pueden meter en un lío.

Me ha sorprendido la foto de tantos sabios reunidos en Valencia pidiendo a la ONU acciones contra el calentamiento global.

Ahora tengo que salir a hacer un recado, pero en cuanto pueda me gustaría comentar una conversación perturbadora que, sobre este asunto del cambio climático, escuché el viernes en la cena que siguió a la boda de mis amigos en Cabo de Gata

Oí preguntas como éstas:

¿Y si el calentamiento global que parece amenazarnos fuera una maravilla para el ser humano como fue en ocasiones anteriores?

¿Acaso usaban abrigos durante el calentamiento global que ocurrió en el Imperio romano?

¿Qué tiene de malo que vuelvan a cultivar viñas en Gran Bretaña?

(Continuará…)

¿»Apoyan» contra ETA o «escenifican»? ¿En qué quedamos?

El País y El Mundo difieren un poco en el sujeto de portada de hoy («Todos los partidos…» y «Zapatero y todos los grupos…») pero difieren completamente en el verbo («apoyan» y «escenifican«) y en los complementos («con firmeza» y «sin concretar nada«).

¿En qué quedamos?

¿Apoyan todos los grupos, de verdad, a Zapatero contra ETA, como dice El País, o lo hacen de boquilla, y «sin concretar nada», como dice El Mundo?

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Teniendo en cuenta que El Mundo y la muy católica COPE funcionan, a menudo, como correa de transmisión del Partido Popular , me echo a temblar. Si la información sobre la que se apoya Pedro Jota para meter la cuchara en su titular de portada (falsamente informativo) es de buena fuente, podemos pensar que la tregua «escenificada» por Rajoy al salir de La Moncloa y en el Congreso es una tregua trampa. Y eso no es bueno para nadie, salvo para ETA.

Ojalá los hechos desmientan, como tantas veces ocurre, a Pedro Jota y la tregua anunciada por Rajoy, para apoyar al Gobierno en su lucha contra ETA, sea sincera. No olvidemos que, aunque le deba obediencia, Rajoy no es Aznar. Que sepamos, Rajoy no mintió del 11 al 14-M, como sí lo hicieron Aznar, Acebes y Zaplana sobre ETA en el 11-M, para ganar tiempo y votos. En esa tropelía, Rajoy me parece que está limpio y algún día podría gobernar España sin que la gente legal tuviera que avergonzarse de él.

Desde luego, si Rajoy no apoya, de verdad, a Zapatero en su lucha para derrotar a ETA -y sólo «escenifica» ese apoyo como sugiere El Mundo– vamos listos.

Me gustaría que lo de El Mundo de hoy fuera, simplemente, otra mentira más…

No sería tan raro.

¿Quién les dijo que si era ETA ganaban?

LUIS ARROYO en El País

14/06/2007

Aquella mañana del 11-M alguien en Génova predijo que si la autora del atentado era ETA, el PP ganaría tres días después. Por eso las llamadas a los directores de periódico y a los embajadores para decirles que era ETA, la exigencia de una condena explícita de la ONU, programas en televisión sobre ETA, y la insistencia de Acebes en la «línea prioritaria» que, según decía, era ETA. Aún hoy sentimos los efectos de aquel error primigenio: los estrategas mediáticos siguen buscando conexiones, cada vez más pintorescas, entre ETA y los yihadistas; Acebes y los «peones negros» dicen que quieren saber «la verdad», y Rajoy les da la razón con ambigüedad. Y cuando los fiscales fulminan, como hicieron el lunes y el martes en el juicio del 11-M, la «teoría de la conspiración» derivada de aquella obsesión original con ETA, al día siguiente se les acusa de vilipendiar a la prensa y a los políticos que la promovieron. El beneficio para los promotores es que dos o tres de cada diez ciudadanos dudan y desconfían. Pero el coste de poner en solfa a la Justicia, a los fiscales, a los policías, a parte de la prensa, a parte de las víctimas, a los servicios secretos, al Gobierno…, es demasiado elevado para justificar un pecado original que quienes nos dedicamos a la comunicación detectamos hace tiempo.

El error originario fue dar más importancia a los hechos que a las percepciones y a lo racional que a lo emocional. No es el huracán Katrina lo que hace descender la aprobación de Bush, sino la torpeza de su respuesta inicial. Y a la inversa: no son los recursos desplegados por Schroeder para resolver los efectos de las inundaciones en Alemania en 2002 lo que le ayuda en la reelección, sino que calzara unas botas de lluvia, se pusiera al mando y visitara zonas afectadas. No fue la dirección de los bomberos de Nueva York -muy controvertida, por cierto- lo que convirtió a Giuliani en el «alcalde de América», sino su dominio de los símbolos del liderazgo y su valiente presencia en la Zona Cero a los pocos minutos del ataque.

La puesta en escena no es sólo marketing. Consiste en ofrecer a los ciudadanos el marco adecuado, la metáfora necesaria, como nos pide Lakoff, el pensador de moda entre los progresistas, en su librito No pienses en un elefante. En crisis exógenas los ciudadanos recurren a la narrativa de héroes y villanos. En los ataques terroristas, en principio, el villano es el terrorista y el héroe el Gobierno. La necesidad de una guía se hace apremiante, e incluso en casos como el de Beslán, cuando Putin responde brutalmente a los secuestradores y niños mueren en la «liberación», el villano es el terrorista y no el Gobierno.

Este fenómeno se llama «rally ‘round the flag»: cuando hay amenaza nacional, los ciudadanos se unen en torno a sus líderes, adoptan un «patriotismo de emergencia», aplazan las disputas ideológicas y apoyan (en principio) a quien les gobierna. El marco del padre -estricto o protector, en la descripción de Lakoff- se aplica al instante. El efecto suele generar, si se gestiona bien, un incremento en los índices de aprobación de los líderes.

El atentado del 11-M, por tanto, no tenía por qué influir por definición en el resultado electoral en una dirección negativa para el Gobierno del PP. La dirección contraria era tan probable o más que la que finalmente tomaron los acontecimientos. Lo que los ciudadanos esperaban era coraje y sensibilidad. El Gobierno de Aznar y Rajoy apareció acobardado y arrogante ante los ciudadanos. Empeñado en que si eran los islamistas los ciudadanos les castigaríamos por el apoyo a la guerra de Irak, la comunicación fue marrullera y engañosa.

Veamos qué podría haberse hecho. Primero, aprovechar el caudal de apoyo público que nace naturalmente en esas situaciones: Aznar lo despreció y estuvo solo. Rechazó reunir el Pacto Antiterrorista, cortó la comunicación con la oposición y forzó un eslogan en la manifestación que los demás tuvieron que aceptar.

Segundo, mostrar fuerza, cercanía y confianza. En la fase de eclosión de la crisis, se observa el carácter. Aznar y Rajoy resultaron débiles, lejanos y mentirosos; a la defensiva. Basta recordar aquella sorpresa en la noche de reflexión. Ese hombre que entraba a la hora del Telediario, y que al tiempo que intentaba transmitir la potencia y la solvencia de un líder («Me llamo Mariano Rajoy y soy candidato a la presidencia del Gobierno…»), denunciaba las manifestaciones «gravemente antidemocráticas» a la puerta de sus sedes. La imagen era tristemente coherente con la de sus compañeros de partido, que últimamente tenían que entrar en los auditorios por la puerta de atrás.

Tercero, al comenzar una crisis se exige buena disposición. Habría bastado algún guiño: por ejemplo, aplazar el debate sobre responsabilidades y ofrecer una comparecencia parlamentaria. Es cierto que los líderes que apoyaron la guerra de Irak cayeron en aprobación (Blair, Bush, Durão), o en elecciones (Berlusconi, Santana Lopes), pero del 11 al 14 no se dirimía una decisión política, sino una cuestión de carácter.

Cuarto, durante una crisis se dice lo que se sabe, sin enredar. Acebes tardó nueve horas y media en informar de la aparición de la furgoneta en Alcalá, doce en hablar sobre la bolsa con el artefacto desactivado, seis para contarnos la detención de los sospechosos y cinco para la aparición del vídeo reivindicativo. Sólo dos horas tardó en llamar mentiroso a Otegi, y diez minutos en desacreditar la llamada de ETA. Y mientras Acebes se aferraba a lo inverosímil (ETA), otras fuentes avanzaban lo verosímil (los yihadistas). En ausencia de información oficial creíble, los medios desplazaron su atención hacia la propia actitud del Gobierno. Y cuanto más hablaba Acebes, peor para él, paradójicamente.

Y quinto, la arrogancia se paga. Puedes ser tenaz, pero no arrogante. No debes situarte contra las víctimas. Ni siquiera cuando te gritan en la calle o cuando se manifiestan frente a tu casa. Las maniobras de autoexculpación se penalizan y se premian la buena disposición y la humildad.

Es dudoso que con una comunicación de crisis responsable y limpia el PP hubiera ganado las elecciones (los sondeos de aquellos días indicaban empate y una mejora del PSOE durante la campaña), pero se empeñaron en demostrar lo mismo que durante años, a propósito del Prestige, del Tireless, del Yakovlev o de la guerra de Irak: arrogancia y opacidad. Los ciudadanos perdonan uno y cien errores, pero cuando hay que demostrar carácter exigen líderes fuertes, cercanos y fiables. Justo lo contrario de lo que vimos aquellos cuatro días.

Luis Arroyo es sociólogo, autor de Los cien errores de la comunicación de las organizaciones, y director del Gabinete del secretario de Estado de Comunicación.

FIN

Me entristece tanto ver lo bajo que están cayendo algunos colegas y algunos periódicos, en el tratamiento desinformativo y en sus opiniones sobre la catástrofe y el juicio del 11-M, que me cuesta hacer comentarios sobre el asunto sin enfurecerme… o sin avergonzarme de mi antigua profesión.

¡Qué lástima!

«Prisión», en El Mundo; «fulminante detención», en El País

Ya se que, con frecuencia, confundimos deseos o sueños con realidades. Otras veces, gracias precisamente a la persistente persecución de nuestros deseos, anticipamos realidades de ensueño. Y así algunos sueños se hacen realidad.

Ahora me pasa algo parecido con estos terroristas descerebrados de ETA. Pienso, deseo y sueño con que más de uno de ellos, o de quienes les justifican y/o apoyan, se habrá sentido decepcionado con la vuelta a las sucias armas, al asesinato cobarde, a la extorsión vil, al terror fascista de la minoría que quiere imponer sus ideas (¿ideas?) metiendo el miedo en el cuerpo a los demócratas.

Mis amigos demócratas vascos gozaron de un enorme alivio con la tregua de ETA («se notaba la alegría por las calles») hasta que estalló la bomba de Barajas. Tan grande fue su gozo hace un año como ahora lo es su decepción.

Conozco algunos que rozan las posiciones de Batasuna y que creían llegado el momento de integrarse pacíficamente en la vida política. Ahora pueden pensar que ETA les ha traicionado, les ha quebrado una ilusión, les ha cerrado una salida. Josu Jon Imaz, el presidente del PNV más alejado de Sabino Arana, el racista que lo fundó, lo ha explicado muy bien. El el Pais Vasco se conocen todos.

El año pasado se miraban a la cara de una forma y, a partir de ahora, de van a mirar de otra.

¿Quién, en el seno de cada familia vasca, va a pestañear primero?

La policía es importante, fundametnal para detener a los criminales, pero no basta para acabar con ETA. Eso lo sabe hasta el mismísimo José María Aznar. Por lo tanto también lo sabrá Rajoy.

Sólo cuando los terroristas (sector «militar» y sector «político») empiecen a perder apoyo social -o sea, votos y botas, en las urnas y en las calles- entonces se plantearán seriamente el abandono del terror. Creo que, en esta ocasión, con la ruptura d ela tregua, ETA se ha dejado muchos pelos en la gatera. Ojalá.

Esta tarde, algún terrorista de ETA, de esos eternos adolescentes inmaduros, captados por el poder que les da sentir una «pipa» en la mano, habrá estado pendiente de las noticias para saber si «La Real» baja o no a Segunda División. Serán capaces hasta de echar alguna lágrima de rabia si pierde o de alegría si gana.

Esas bestias, incapaces de defender sus ideas con palabras y sin recurrir el ventajismo tahur de las armas, tienen momentos en los que pueden parecernos seres humanos que tienen madres y padres. Si lloran porque «La Real» baja a Segunda, aún nos queda alguna esperanza.

Más de un etarra o batasuno estará jodido por la ruptura de la tregua. Lo sienten, pero aún no lo dicen. Les puede costar muy caro y no tienen tanto valor como les suponemos, a veces, cuando comenten sus fechorías por la espalda.

¿Quien será el primero de Batasuna que se atreva a robar el polvorín de ETA para rendirlo y entrar pacíficamente en la vida política en igualdad de condiciones que los demás seres humanos?

Otegui no tuvo agallas -siempre se quedó en un cobarde quiero y no puedo- y ya se le ha pasado el arroz.

¿Quien sustituirá a Otegui con capacidad y valentía para entregar el polvorín de ETA?

Atentos.

Las cuatro columnas de ambos diarios van dedicadas a Otegui y a Batasuna. Esta es la tercera noticia de primera página de El Mundo:

Alierta tendrá que sentarse en el banquillo al anular el TS el archivo del caso

Por más que busco la noticia del presidente de la Telefónica, no la veo por ninguna parte en la portada de El País.

¿Se les habrá escapado? No, porque la dieron las agencias. Está en la página 85 de El País, a una columna. El Mundo, en cambio, amplia su noticia de primera a cuatro columnas en la página 43 y con foto.

¿A qué se deberá esta diferencia tan notable en el tratamiento de la misma noticia de Alierta en el banquillo por el diario de Pedro Jota y el de Polanco?

Hoy, en la portada del International Herald Tribune salen dos españoles fotografiados: Nadal y Alonso. Lo nunca visto. Sin caer en el nacionalismo facilón, ¿no es para estar orgullosos de estos paisanos deportistas?

Recuerdo cuando viajábamos al extranjero, en tiempos de la ominosa dictadura franquista, y no sabíamos cómo explicar muy bien por qué el aliado de Hitler y de Mussolini se mantenía tantos años y tan ricamente en el poder oprimiendo a todos los demócratas mediante el terror.

A mi me daba vergüenza ser español, en el extranjero, durante la dictadura. En cambio, el otro día, en París, me noté envidiado por ser español. Hasta por el taxista. Lo nunca visto. Claro que Nadal había ganado esa tarde un partidazo de tenis en el Roland Garros.

Mañana será otro gran día para el tenis español. Gane o pierda, Nadal es el nº 2 del mundo. Y Alonso el número 1 en Fórmula 1.

Con estos embajadores en la portada del Herald Tribune, no es extraño que el siquiatra Rojas Marcos destaque la autoestima española en su articulo de hoy en El País.

Autoestima española

LUIS ROJAS MARCOS en El País

09/06/2007

En un vuelo reciente a España desde Nueva York, me tocó de compañera de asiento una señora muy cordial que antes de abrocharnos los cinturones ya me había interrogado sobre el motivo del viaje. Al mencionarle que iba a dar una conferencia sobre la autoestima, la inquisitiva mujer exclamó: «¡Pues de eso en España andamos fatal!». Quise indagar en qué basaba tan contundente afirmación y me dijo sin vacilar: «Mire, vivimos rodeados de maltratadores y terroristas». Sorprendido, le pregunté si conocía a muchos de estos desalmados. La afable señora deliberó unos minutos y respondió con extrañeza: «Ahora que me paro a pensar, la verdad es que a mi alrededor no hay maltratadores, y tampoco conozco a ningún terrorista». Seguidamente, los dos guardamos silencio.

Mi compañera de viaje había reaccionado con lo que llamamos en psiquiatría pensamientos automáticos. Estos pensamientos se forjan con prejuicios o generalizaciones irreflexivas y suelen derivar en juicios tan negativos como desacertados. Para hacerle justicia a mi interlocutora, explicaré que al despedirnos me comunicó con emoción: «¡La culpa de lo que le dije la tienen los telediarios!». Deduje que después de razonar se percató de que había confundido la noticia o lo aberrante con la vida normal o lo habitual.

La realidad es que la autoestima de los españoles, hombres y mujeres, mayores y pequeños, se sitúa actualmente entre las más saludables y elevadas del planeta. Ésta es la conclusión a la que llegan, con singular consistencia estadística, estudio tras estudio. Expertos como Michael Argyle y Ruut Veenhoven, de las universidades de Oxford y Erasmus de Rotterdam respectivamente, ya revelaron esta tendencia positiva en los años noventa. En 2000, un sondeo Demoscopia elaborado mediante entrevistas a domicilio señalaba que seis de cada diez españoles decían sentirse bien consigo mismos, además de confiar en un mundo cada vez más sano, libre y feliz. Dos años más tarde, la agencia oficial Eurobarómetro mostraba que la población española, junto con la holandesa, obtenía la cota más alta en bienestar psicológico. En 2006 este mismo organismo documentó que el 84% de los españoles afirmaba estar muy o bastante satisfechos con su vida, cuatro puntos por encima del resto de los europeos. Entre los jóvenes, el termómetro de la autoestima también marca niveles superiores a la mayoría de los países de la UE, como reflejó el informe Juventud en España 2004 y confirmó recientemente Unicef.

Es verdad que todos conocemos paisanos que viven hundidos en el autodesprecio y hasta piensan que no merecen vivir. Pero incluso si usamos la tasa de suicidios como indicador del estado emocional de un pueblo -algo que propuso el respetable sociólogo francés Émile Durkheim-, la proporción de estas trágicas despedidas en España se encuentra entre las más bajas de Occidente (según Eurostat, en 2005 se contabilizaron 6,6 suicidios por cada 100.000 habitantes en este país, mientras que la media en el resto de Europa y Estados Unidos rozaba 11 muertes).

Es cierto también que una alta autovaloración no es siempre un dato beneficioso. Como ocurre con el colesterol, existe una autoestima «buena» o socialmente constructiva y otra «mala», o narcisista, que se basa en el dominio sobre los demás. ¿Quién no se ha topado con algún déspota de ego inflado que practica el abuso de poder? Estos verdugos prepotentes son minoría, pero mantienen su capital de amor propio a costa de robárselo a otros, y hacen estragos en el ámbito social, laboral, escolar o familiar.

La autoestima, entendida por la valoración que hacemos de la idea de nosotros mismos, es subjetiva. No podemos medirla como el pulso o la temperatura del cuerpo. El único método para estudiarla es preguntar. Además es personal; a la hora de autovalorarnos no distinguimos entre mí y mío, y, de acuerdo con nuestras prioridades, ponemos en la balanza desde la habilidad para relacionarnos hasta nuestras posesiones, pasando por el físico, la aptitud para el trabajo o para desempeñar nuestro papel familiar o social, los talentos, los logros o los fracasos. También sopesamos el grupo social al que pertenecemos y las opiniones que creemos tienen de nosotros los demás. Al autovalorarnos, casi todos nos protegemos excluyendo del cómputo los problemas que consideramos fuera de nuestro control o los infortunios inevitables.

La buena autoestima de los ciudadanos es un dato de gran relevancia que debemos celebrar. Pocas cosas son más determinantes en la vida de las personas que cómo se sienten consigo mismas. Una autoestima sana suele ir de la mano de la participación constructiva en la sociedad, de la capacidad para adaptarnos a los cambios y superar la adversidad y de la satisfacción con la vida en general.

Siempre me ha llamado la atención el hecho de que mientras los estadounidenses tienden a presumir sin reparos de autovalorarse generosamente, mis paisanos españoles no suelen hablar, y mucho menos vanagloriarse, de su probada autoestima. Creo que esta actitud se debe, en parte, a que en España, tradicionalmente, la percepción favorable de uno mismo se ha teñido de ignorancia o de egocentrismo. Otro condicionante es la exaltación de la modestia, bien como virtud espiritual o por aquello de que «la uña que sobresale es la que recibe los golpes». Finalmente, no puedo evitar volver a la anécdota del principio para expresar mi convencimiento de que los pensamientos automáticos derrotistas, que tanto abundan en este Reino, nos roban continuamente la conciencia de nuestro alto y saludable bienestar emocional.

Luis Rojas Marcos es profesor de psiquiatría de la Universidad de Nueva York.

FIN

«Maniobrar» y «sonsacar»…¡qué finura de verbos!

Aznar: ¿consejero o especulador? ¿ficha o lo fichan?

Pedro Jota Ramírez sigue dedicado, en cuerpo y alma, erre que erre, a apuntalar la teoría de la conspiración, para lavar la cara de su amigo José María Aznar, el de la mentira masiva sobre ETA en el 11-M. Y lo da a cuatro columnas, arriba.

Sin embargo, del nuevo sabroso empleo de su amigo Aznar no da ni una línea en su portada. Ni siquiera para felicitarle. ¡Qué ingratitud!

Para saber de qué va este asunto de Aznar (¿consejero o especulador?) hay que leer la portada de El País que lo da arriba, a una columna, o las páginas interiores de El Mundo.

Pedro Jota manda hoy en su portada, y sólo él, como es habitual, con nuevas dudas acerca del tipo de explosivo utilizado por los terroristas de la matanza de Atocha.

Algunas de esas dudas técnicas son razonables, y pueden estar causadas quizás por las chapuzas cometidas por la policía de Aznar y Acebes. Eran gobernantes indignos, que parecían más preocupados por ganar torticeramente las elecciones del 14 de marzo de 2004 que por investigar las pistas de los verdaderos autores de la mayor masacre terrorista de la historia de España.

Y también -cómo no- causadas quizás por las posteriores chapuzas de la policía mandada, meses después de la matanza de Atocha, por el Gobierno de Zapatero.

Pero de lo que no cabe duda, pase lo que pase en el juicio del 11-M, es que, con los datos que tenían entonces, los del trío Pinocho (Aznar-Acebes-Zaplana) nos mitieron deliberadamente, durante los tres días previos a las elecciones generales, para ganar tiempo y alejar de las urnas el fantasma de la invasión ilegal de Irak. Y reconozco que, en este asunto, no puedo ser neutral, por más que lo intento.

Aún no se me ha pasado el cabreo provocado por aquellas mentiras que me obligaron a conectarme a la BBC de Londres -como en los tiempos de la dictadura de Franco– para saber lo que estaba pasando en mi país.

Como El Mundo no da nada de Aznar en su portada no podemos hacer análisis comparativo alguno de este asunto más que decir que para El País es noticia de primera página y para El Mundo , en cambio, no lo es.

La cobertura interior sí merece cierta atención gráfica y tipográfica.

Por la simple elección y el tamaño de las fotos que ilustran la información aznarí ya podemos saber, sin miedo a equivocarnos, de pie cojea cada diario.

La foto (grande, a dos columnas) de El Mundo nos muestra a un Aznar activo, convincente, con gesto decididamente parlamentario o mitinero, al vibrante estilo de don Emilio Castelar. La foto nos puede servir, incluso, de boceto modélico para una estatua de líder decimonónico.

El texto del titular va de acuerdo con la foto. No es Aznar quien ficha por el fondo sino al revés. Es el fondo de capital riesgo quien le busca y ficha a Aznar «como consejero«.

El sumario mejora el efecto de la foto:

La firma financiera londinense destaca su trayectoria política y sus «logros económicos»

En la columna de salida, escoltando la foto castelarina de Aznar, El Mundo lleva este titular:

Dow Jones estudia la oferta de Murdoch

El grupo Dow Jones es propietario del Wall Street Journal, el diario económico conservador más influyente del mundo.

Sabemos que José María Aznarya es consejero del magnate australiano Rupert Murdoch, el pretendiente de Dow Jones. Lo que no sabemos es si consiguió este influyente cargo también por sus «logros económicos» o como premio de consolación por su apoyo incondicional al presidente George Bush, amigo de Murdoch, en la invasión ilegal de Irak. Quizás también por haber perdido el poder como consecuencia de ese apoyo a Bush … y por su mala cabeza en la gestión informativa de la matanza terrrorista de Atocha.

Si el imperio de Murdoch (con Aznar en su Consejo de News Corporation) compra el Wall Street Journal , ya puede Polanco echarse a temblar.

Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…

Y quien dice Polanco, dice Vocento (ambos están en Bolsa) o el conde de Godó…o el mismísimo Lara, que no es ni conde ni uno de los siete infantes de su mismo nombre pero tiene tele y periódicos.

Como vemos hoy, Aznar cabalga de nuevo.. y a lomos de otro Consejo que, según El País, es de armas tomar. En realidad, cabalga a lomos de un descomunal «Centaurus» que es el nombre del sospechoso fondo de capital riesgo.

En el titular a tres columnas de El País, es Aznar (como sujeto principal) quien ficha (y no al revés) por el fondo de inversiones (¡ay!) e s p e c u l a t i v a s.

¿ESPECULATIVAS?

En el texto de El País, elaborado al alimón por dos redactores de postín desde Londres y Madrid, se citan ejemplos poco edificantes de la historia reciente de Centaurus Capital , que actúa desde las Islas Caimán que tanto honor hacen a su tenebroso nombre y al recuerdo caribeño de las botellas de «ron, ron, ron, la botella de ron…» (Esto, naturalmente, sólo vale para aquellos que no soportan que les digan lo que tienen o no tienen que beber antes de conducir el coche o el barco).

En los ejemplos que cita El País aparecen pistas y rastros de los amigos y compañeros de pupitre que Aznar colocó, a nuestra costa, al frente de las grandes empresas publicas de España (Telefónica, Tabacalera, Aldeasa, Terra, etc.) y de empresas privadas españolas como Recoletos, Campofrío, FCC, etc.

Como verán, la foto pequeña, y elegida con escaso afán de neutralidad, de un Aznar de mirada perdida, entre atontado, gaznápiro e iluminado, que pone El País no tiene ni comparación con la grandeza castelarina de la que da El Mundo.

¡Dónde va a parar!

¡Tiembla Polanco!

Aún no he digerido la «Guerra Civil» del pobre Aznar

Algo habrá hecho

FÉLIX OVEJERO LUCAS en El País

24/05/2007

Hace unas semanas el nombre de Fernando Savater apareció entre los amenazados por ETA. Días más tarde, nos enteramos de que unos etarras detenidos tenían instrucciones para atentar contra los miembros del PP y de no hacerlo contra miembros del resto de los partidos, salvo algunos militantes del PSOE que discrepan de la línea oficial. La reacción inmediata de muchas personas fue la de expresar su solidaridad. Este mismo periódico se llenó de cartas al director mostrando su apoyo a la persona que, en muchas cosas, nos invitó a pensar limpiamente.

Buena cosa. Hace unos cuantos años, los asesinatos o las listas de amenazados se sellaban con aquella justiciera apostilla de «algo habrán hecho». No está de más recordar los supuestos morales implícitos en el retintín: ETA administraba justicia; algo peor: era infalible. Para quienes crean que esa historia es antigua les convendrá saber que todavía resuenan en boca de un entrevistado, en tiempo presente, en un reportaje reciente de TV3 sobre Terra Lliure: «En un determinado momento las cosas se tienen que parar y, por tanto, hacía falta un cierto nivel de violencia respecto a esa gente».

Aunque con el tiempo la apostilla se abandonó, hay un hilo que conduce desde aquel «algo habrán hecho» hasta una extendida crítica a los que se descalifica como «provocadores». Un hilo que se prolonga en la justificación de bastantes dejaciones de sus obligaciones por parte de las autoridades porque «no hay que provocar o dar excusas a los radicales». Que las expresiones son vecinas lo ilustra su impecable sustituibilidad como delirante disculpa de las agresiones sexuales: «algo habrán hecho ellas» funciona sin pérdida de información como «es que van provocando».

El ejemplo nos recuerda algo más. Si nos repugna la disculpa es porque no estamos dispuestos a aceptar como justificación de la barbarie el comportamiento de las víctimas. No hay nada que entender moralmente en las razones de los agresores sexuales. Exactamente lo que no sucede cuando, en el caso de ETA, se da curso a la mercancía de «la provocación», sea para recriminar los comportamientos «provocadores» sea para justificar la propia disposición ambigua y contemporizadora. Dicho en plata: en tales casos se asume que hay algo de justicia en la causa de ETA, que las apelaciones «a la opresión del pueblo vasco» no son desatinos completos. La misma convicción, por cierto, late en la exigencia de «respuestas políticas» ante «el conflicto», «respuestas políticas» que naturalmente no consisten en la crítica política de los supuestos de nacionalismo.

Sin duda, las reacciones de estos días son otra cosa. Lamentan la suerte de los señalados. Con todo, hay algo llamativo en la mayor parte de ellas: son apolíticas. No difieren de la que a veces se transmite a los enfermos, las víctimas de un terremoto o de una hambruna. Pareciera que a los afectados les haya caído una desgracia. Gente con mala suerte.

Pero no, no son unos desgraciados. No es verdad que tengan mala suerte. En realidad, se lo han buscado. Les resultaría muy fácil escapar a su infortunio. Bastaría con que cambiaran de opinión para que su mala suerte desapareciera. Entonces podrían pasear por la calle sin escolta, opinar «libremente». Como les sucede a tantos otros. Entre ellos, a muchos de los que expresan su solidaridad. Podríamos decir que está en su mano ser libres, que, aunque estén oprimidos, son libres de ser libres. Una curiosa paradoja, sin duda.

Como acostumbra a suceder, por detrás de la paradoja hay asuntos de hondura. En este caso dos ideas distintas de libertad. Según la primera, popularizada por Isaiah Berlin, hay libertad cuando no hay interferencia, cuando nadie restringe mis cursos de acción mediante una acción u omisión deliberada. Soy libre si nadie me impide hacer lo que quiero hacer. Por ejemplo, soy libre de viajar si nadie me lo prohíbe. Para esta concepción, la máxima libertad vendría a ser la de Robinson Crusoe: como no hay nadie con él, nadie se entromete en su vida. Una idea demasiado exigente, que nos impediría calificar como plenamente libre a una sociedad que encarcela a los asesinos. Pero también una idea demasiado pobre, que llevaría a considerar como libre al siervo cuyo amo, generoso, le deja hacer lo que quiere, por más que siempre esté en su mano la posibilidad de impedírselo.

La otra idea es la de libertad como ausencia de dominación. En este caso, hay libertad cuando no se está sometido a la voluntad arbitraria de otro. Las interferencias justificadas, no arbitrarias, no menguan la libertad. Por eso no es menos libre una sociedad que encarcela a los criminales. Antes al contrario, hay libertad porque no pueden imponer su voluntad. A la vez, el esclavo con un amo consentidor, sigue siendo un esclavo. Es una persona sometida a los caprichos de su amo.

Hay una interesante asimetría entre las dos ideas de libertad. La de Robinson se puede disfrutar en soledad. No es política. Unos pueden ser libres, aunque otros no lo sean. Mientras nadie se entrometa con ellos, lo serán. La libertad de uno puede aumentar con independencia de la de los demás. Cierto es que cuando llega compañía la cosa se complica. Hay que establecer leyes, acuerdos, resignarse a perder parte de la libertad. Pero como es inevitable, lo único que queda es minimizar las intromisiones, reconciliar los encontronazos. Al final, para juzgar si la sociedad es libre, se echan las cuentas, una suerte de balance total de la libertad.

Para la otra idea, una sociedad no es libre si alguien no lo es. Lo de Marx en el Manifiesto Comunista: «La libertad de cada uno es la condición de la libertad de todos». Si alguien puede, según le plazca, impedir a algún otro hacer o decir lo que quiere, no hay libertad. La libertad de uno aumenta con la de los demás. La propia «libertad» de quienes hacen lo que quieren será una libertad consentida. Los consienten. Les perdonan la vida, por pensar lo que piensan. No son libres de querer cosas distintas de las que quieren. Incluso ellos mismos tendrán razones para dudar de si lo que dicen creer lo creen honestamente o es porque es lo que les dejan creer. Tal vez deberían empezar a preguntarse si «algo habrán hecho» para que les perdonen la vida.

Según esta segunda idea, no hay más libertad en el País Vasco ahora que cuando eran más los amenazados. Mientras haya uno solo que no pueda expresarse libremente, no hay libertad para nadie. La lucha por la libertad es por la libertad de cada uno. Incluidos, por cierto, esos ciento cincuenta mil que se marcharon en los últimos años, una «realidad» con no menos peso ontológico -por no hablar del moral- que los votantes de HB que tantas veces se invocan.

Para quienes creen que la libertad importante es la segunda, muchas de las cartas a Fernando Savater, antes que otra cosa, entristecen. Sobre todo porque no llegaron para los otros amenazados. Savater no tiene un problema personal. Si tal fuera, sería un imbécil porque su solución ya la sabe: hacer como esos otros a los que les perdonan la vida.

¡Ah, por cierto!, un purismo: la idea libertad de Robinson es la del liberalismo. La otra es la del republicanismo. Según dicen, la fuente de inspiración filosófica del presidente de Gobierno. Pero, la verdad, me cuesta creerlo.

Félix Ovejero Lucas es profesor de Ética y Economía de la Universidad de Barcelona.

Hoy voy a la carrera. He metido aquí la foto de Ronald Regan con Felipe González porque han sido los dos políticos que más me han impresionado de todos los que he conocido personalmente.

(Queda excluido de la comparación Fernando Abril Martorell que siempre será para mi el número 1. Es una lastima que muriera tan joven.)

¡Que falta nos hace ahora un personaje como Abril!

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“Zapatero acusa”, en El Mundo y “Aznar acusa”, en El País

En España, el que no acusa es porque no quiere. El verbo está de moda.

Desde luego, los directores de nuestros principales diarios tradicionales de pago no se rompen los sesos a la hora de buscar verbos para sus titulares de primera página.

El Mundo manda, arriba, a cuatro columnas, con “Zapatero acusa”:

Zapatero acusa al PP de “meter miedo” y Rajoy le reprocha pactar con radicales

En la página 13, El Mundo recurre de nuevo al verbo acusar, a tres columnas:

Llamazares acusa a Rajoy de hacer “demagogia” con el agua

El País utiliza en portada el mismo verbo pero con distinto sujeto, a tres columnas, abajo:

Aznar acusa en un mitin a Zapatero de llevar a España a la guerra civil