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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

Archivo de la categoría ‘Tecnología e Internet’

Rock band para Wii

El próximo 22 de junio llegará a la consola de Nintendo el esperado Rock Band. Un juego con el que se da un paso más allá en la intención de emular las sensaciones que produce sentarse ante una batería, armarse con una guitarra o tomar un micrófono para imitar a nuestros ídolos. El precio (unos 110 euros) incluirá los distintos instrumentos, guitarra inalámbrica, la batería que veis en la imagen y un micrófono, así como 63 canciones que aún no han sido reveladas.

El lanzamiento de Rock Band me produce cierta curiosidad. Desde que tengo la consola de Nintendo siempre pensé en la posibilidad de que se publicara algún título que emplease los wii mandos para aprender a tocar la batería, una tarea en la que ando metido. Pero parece que el juego va un poco más allá, al incluir los tres periféricos.

Sin embargo, todo este tipo de juegos, también el Guitar Hero, me producen un sentimiento extraño. Al ver la destreza que demuestran algunos jóvenes (y no tan jóvenes) con la réplica de la guitarra en sus manos, me pregunto si no están desaprovechando su talento. Si algunos de ellos dedicasen un tiempo similar al que emplean delante de la consola a tocar una guitarra real (o cualquier otro instrumento), quizá se sorprenderían de los resultados. Al fin y al cabo, no hace falta ser ningún as de la técnica para dar forma a una canción con gancho.

Es posible que Rock Band para Wii incurra en ese mismo planteamiento: diversión para todos los públicos por encima de utilidad de cara a aprender, aunque sea un poco, a tocar un instrumento. Evidentemente no es posible aprender con una guitarra de plástico y botoncitos en vez de trastes, pero quizá sí con una batería como la de la imagen, aunque sea a un nivel rudimentario.

Sea como sea, si meto ese bicharraco en el salón de mi casa de 30 metros cuadrados, lo llevo claro. Casi mejor alquilar un local por horas para hacer un poco de ruido con instrumentos de verdad.

El que inventó los móviles con altavoz

Debía tener un mal día. O ganas de jodérnoslo a los demás.

De un tiempo a esta parte, no hay vagón de metro sin su particular individuo/a que, con uno de estos cacharros infernales en la mano, nos deleita al resto con su chicharra. No falla.

Todos hemos sido adolescentes, así que sabemos que la vergüenza (y a menudo el respeto) no forman parte de su vocabulario habitual. Al fin y al cabo es lo que toca. Yo era el primero al que las abuelas del barrio dedicaban bonitas palabras cuando pasaba junto a sus perros-patada con el patín. Y cosas peores. Así que no voy a ir ahora de marqués por la vida.

Pero esto es diferente. No comprendo qué tipo de planteamiento puede llevar a una persona a pensar que los demás estamos interesados en oír su música petarda (lo de oír es un decir, porque suenan como el culo). Y es que hay algo mágico en escuchar música con cascos. En ver cómo todo gira alrededor de una canción que en ese momento te pertenece. Pero exteriorizarlo a todo volumen en un lugar público resulta odioso, casi obsceno. Creo que nunca lo haría. Ni aunque volviera a tener 15 años.

Zapatero y la cultura

El lunes vi la mayor parte de la entrevista que Iñaki Gabilondo realizó al presidente del Gobierno. Como este es un blog de música y no de política, me voy a abstener de comentar muchos aspectos de la entrevista, y sólo me voy a centrar en lo referente a sus palabras sobre el canon digital, un tema que salió a raíz de una pregunta realizada por un telespectador.

Zapatero defendió el canon como un acto de patriotismo. Su argumento giró en torno a que todo país que se precie debe proteger su cultura y a sus artistas. Un par de apuntes al respecto:

– La SGAE no representa a la cultura de este país, por mucho que nos intenten convencer de lo contrario. Sus más acérrimos defensores, ya sean Ramoncines o Anabelenes, sólo se representan a sí mismos, incluso cuando algunos de ellos publican un vídeo de apoyo a Zapatero en pleno uso de su libertad individual.

– Tratar de proteger la cultura musical de un país es una noble misión, sin duda. Pero ésta no debe pasar por imponer un canon preventivo e injusto cuyos beneficios van a parar a una organización que sólo vela por los intereses de una parte del colectivo de artistas, y que ha dado repetidas muestras de estar dando palos de ciego en su estrategia de agarrarse como buenamente puede a un barco que se hunde a marchas forzadas.

– Una vez más, los que de un modo u otro amamos la música y conocemos parte de sus entresijos nos vemos obligados a gritar, alto y claro, que no está en peligro. Pese a que vivir de la música es complejo, la creación musical vive un excelente estado de forma: los conciertos y festivales se reproducen como setas, los grupos independientes (igualmente depositarios de la cultura, ó más, que Ana Belén o Ramoncín) apuestan cada vez más por la autoedición, la autopromoción y la autodistribuición… y sobreviven a base de trabajo duro. La cultura sigue su curso natural y se abre paso. Así que, por favor, dejen de decirnos que está en peligro. Si quieren protegerla, dedíquense a promover locales de ensayo, salas de conciertos (en Madrid hace falta alguna que otra), ayudas para grabar o cualquier otra medida que estimen oportuna, que para eso son póliticos.

En una cosa sí tenía razón Zapatero. Resulta ridículo (cuando no indignante) que el PP se autoproclame ahora el máximo opositor al canon y defensor de la cultura libre. Hágannos un favor: no nos tomen el pelo. Todos sabemos cómo se las gasta la derecha en política cultural.

Sentido común

Ayer fuimos testigos de la penúltima batalla de la guerra abierta entre los defensores del derecho a compartir música para uso privado y los organismos que dicen defender los derechos de autor. Promusicae, la asociación de productores y editores de música de España, interpuso en 2005 una denuncia contra Telefónica por negarse a publicar los datos de varios usuarios que habían empleado redes P2P para bajarse música. Ayer, el Tribunal de Justicia de la UE se pronunció al respecto dando la razón a Telefónica (y a los internautas) con una sentencia que concluye que «el derecho comunitario no obliga a los Estados miembros a divulgar datos personales con objeto de garantizar la protección efectiva de los derechos de autor, en el marco de un procedimiento civil».

La sentencia reabre el debate sobre la delgada frontera en que confluyen dos derechos, el de la propiedad y el de la intimidad. Desde las partes implicadas se podía interpretar el fallo de muy distinta manera, y así ha sido. Los internautas se han mostrado satisfechos, al estimar que la resolución “remarca” que bajarse música no es delito. Desde Promusicae también se felicitan a través de una nota de prensa, pues afirman que la sentencia deja abierta la posibilidad de que sea la legislación de los propios países de la Unión la que persiga a los usuarios de las redes P2P por vía civil o incluso penal. Todos contentos.

Los melómanos de a pie como yo entendemos esta sentencia como un triunfo del sentido común y un portazo en la cara de quienes quieren socavar la libertad individual. Malgastar tiempo y dinero en perseguir al que se baja música para disfrutarla en su casa, coche o mp3 es un absurdo, y vuelve a demostrar la falta de ideas y capacidad de evoluciónde la que adolecen organismos como la SGAE o la propia Promusicae, sin olvidar a las grandes discográficas. Sigo siendo un ferviente defensor de la compra de música original, pero ello no es incompatible con el derecho a acceder, a través de Internet, a discos que de otra forma difícilmente llegaría a conocer. ¿Tan difícil es de entender?

Empezar bien el año

La noche del 31 de diciembre hay quien va a macrofiestas, quien se queda en casa viendo la gala especial de fin de año por la tele o quien se baja al bar más cercano a tomarse unas copas. Las tres opciones pasan por empezar el año con una buena ración de pachanga: Chenoas, Paulinas y Melendis se mezclan sin compasión ni cautela. Y al día siguiente, a la resaca física del alcohol se une la mental, fruto de largas horas de exposición a la caspa sonora de tal calibre.

Para los que detestamos los planes más típicos de nochevieja, este año había una alternativa cuanto menos orginal. Radiohead ofrecía, a partir de la medianoche, una actuación en directo a través de su web. Scotch Mist recoje todos y cada uno de los temas de In Rainbows a lo largo de 52 minutos grabados en varias sesiones, algunas en un local y otras incluso al aire libre. Una especie de programa especial de televisión para celebrar la llegada del nuevo año.

Nunca me llamó demasiado la atención eso de ver un concierto por Internet. De hecho, hace falta ser bastante freak de Thom Yorke y compañía para sentarse delante del ordenador a la una de la mañana (hora española) y ver al genio del ojo pipa entonar sus nuevos temas. Afortunadamente, podemos verlo a toro pasado pinchando aquí. El resultado es más que notable. Con sobriedad, eficiencia y precisión milimétrica, el quinteto británico ejecuta todos los episodios del álbum, desde los más irregulares (que los tiene), a los más álgidos. Una pista fidedigna de lo que pueden dar de sí las próximas actuaciones de la banda.

Espero que hayáis empezado el año con buen pie.

Comprar música por Internet

El 80% de los consumidores europeos desconfía de las compras por Internet. Los datos dicen que más de 22 millones de personas fueron estafadas a través de la Red el pasado año. Al mismo tiempo, y quizá de manera paradójica, el número de personas que adquieren online algún tipo de producto no para de crecer.

Estoy seguro de que hay internautas que han sufrido verdaderas injusticias, pero también creo que parte de los estafados pecaron de ingenuidad. La Red es tan grande que por pura estadística ha de albergar un alto porcentaje de gente sin escrúpulos, y conviene ser cauto para evitar caer en trampas absurdas. Todos conocéis esos «phishings» de supuestos bancos que te piden todos tus datos en un mail plagado de faltas de ortografía. Aunque no lo parezca, la gente cae.

Cuando se trata de comprar música, que es lo que nos interesa, conviene dejarse aconsejar por la experiencia ajena. Las opciones son múltiples. Más allá de la oferta digital de Itunes y similares (prefiero bajar un disco sin pagar y si me gusta, comprármelo original), plataformas como Ebay, tiendas on-line, distribuidoras o directamente los sellos discográficos son una apuesta segura en la mayoría de los casos. No conozco a nadie que haya tenido problemas con ninguna de ellas, aunque me consta que Ebay ha dado algún quebradero de cabeza a más de uno. El único conflicto que tuve fue hace unos siete años, cuando pedí una camiseta de un grupo al sello sueco Burning Heart que nunca llegó. Fui al banco y tras rellenar la consiguiente reclamación me devolvieron el dinero sin más problemas.

El dólar está de capa caída, y es el momento de aprovecharlo. Alguna ventaja tendría que tener el euro. En Insound, una tienda de Nueva York con un catálogo inmenso, he comprado vinilos a 9 dólares (unos 6,20 euros) que aquí, si los encuentras, cuestan 18 euros. Las distribuidoras son otra gran opción. Entre mis preferidas están Green UFOS, Bcore o AAR, pero la lista es interminable y basta con bucear un poco, al igual que en el caso de los sellos.

Una vez más, lo que me interesa es vuestra experiencia. ¿Compráis discos (o cualquier otro artículo relacionado con la música) a través de Internet? Tomo nota.

Todos culpables

El Gobierno presentó ayer su propuesta de cantidades aplicables al famoso canon digital, en base a la Ley de Propiedad Intelectual que entró en vigor en julio de 2006. Las cantidades extra que se pretende que abonemos por los distintos bienes de consumo, en concepto de compensación a los autores por la copia privada, se distribuyen de la siguiente manera.

– MP3 y MP4: 3,15 euros.

– CD: 0,17 euros.

– DVD: 0,44 euros.

– Móviles: 1,50 euros.

– Grabadoras: 3,40 euros.

– Memorias USB: 0,30 euros.

Pese a que se rebaja el gravamen de algunos equipos como grabadoras e impresoras y soportes como los CD y DVD vírgenes, la Asociación de Internautas pedirá al Defensor del Pueblo que recurra la propuesta ante el Tribunal Constitucional.

Pagar dichas cantidades no supone un roto para ningún bolsillo. Pero el fondo de la cuestión, además de ser abusivo, plantea muchas lagunas. Como es lógico, hay miles de personas que utilizan estos aparatos para cosas que nada afectan a autor alguno (¿un móvil para hablar? ¿Una memoria para llevar datos, quizá?). Con ello se cobra por adelantado por si acaso hacemos algo -realizar una copia privada- que, por otra parte, es completamente legal. Todos somos culpables sin necesidad de que se demuestre lo contrario. Más allá de su cuestionable legalidad, el canon no arregla nada y sólo sirve para que unos pocos se llenen los bolsillos, además de fomentar que cada vez más gente opte por comprar estos artículos en el extranjero.

Percibo las frecuentes pataletas de organismos como la SGAE (que esta vez, como es lógico, ha mostrado su satisfacción con la iniciativa) como intentos desesperados de poner puertas al campo. Al igual que en el caso de la lucha contra las redes P2P, hay una patente falta de imaginación para tratar de poner solución a lo que algunos consideran un problema y otros simplemente concebimos como un inevitable cambio de modelo.

Y es que intentar aferrarse al pasado es algo tan viejo como la propia industria. A finales del s. XIX, con la invención de los pianos automáticos, los compositores pusieron el grito en el cielo. Según ellos, aquellos “pianos que se tocaban solos” violaban los derechos de autor, por lo que exigían compensaciones. La Corte Suprema de EE UU dio la razón a los usuarios del aparato. Años después, cuando la radio llevó la música a los hogares después de haber sido empleada como instrumento de propaganda, las casas discográficas no la recibieron precisamente con los brazos abiertos. Sólo cuando se dieron cuenta de su potencial como arma de promoción cambiaron su política adversa hacia el invento de Marconi.

Parece evidente pensar que algo similar sucederá con las nuevas tecnologías, aunque algunos se resistan a asumirlo y quieran imponer cánones como éste. Tiempo al tiempo.

Cultura de politono

El mundo de los politonos, sonitonos y tonos reales me sobrepasa. No puedo ponerme en la piel del que se gasta dos euros (ni medio) en bajarse a su móvil cantinelas del estilo de “Proba proba los micrófonos”, “Cristina te están llamando” o “El villancico del Rey para Chávez” para dejarlas sonar orgulloso ante los suyos. Es tan cerril que resulta casi cómico. Lo que ya no es tan cómico es lo que dice de la cultura musical del país en el que vivo.

Yendo más allá de ejemplos tan evidentes de caspa sonora, he buscado algunos de los tonos más descargados en uno de esos portales que se anuncian a todas horas por televisión. Los tres primeros son:

“Dolce Vita”, de Soraya

“Me muero”, de La Quinta Estación

B.S.O. de Titanic

En plena era del acceso libre e ilimitado a la información (y a la cultura), un millón de moscas no pueden estar equivocadas.

Pagar o no pagar

El último disco de Radiohead, In Rainbows, y la original estrategia del grupo de distribuirlo por Internet pidiendo a cambio la voluntad no para de dar qué hablar. Resulta evidente que la banda de Oxford, pese a no haber contado esta vez con el apoyo de discográfica alguna, es tan grande como para poder permitirse ésta y casi cualquier otra aventura al margen de la industria, con la total seguridad de que sus fans (mucho de los cuales los adoran hasta límites casi religiosos) van a responder al envite sin fisuras. La maniobra ha servido de campo de pruebas, y otros artistas como Madonna, Oasis, Jamiroquai o Justin Timberlake ya han manifestado su intención de prescindir de intermediarios en un futuro próximo. Más allá de propuestas tan mainstream, son cientos los grupos que desde hace años distribuyen su música de forma gratuita por la Red, lo que les ha abierto las puertas a una promoción prácticamente ilimitada. Así que Radiohead, lejos de haber inventado nada, lo que han hecho es darle una vuelta de tuerca al panorama que puede traducirse en un punto de inflexión de cara al futuro.

La última noticia al respecto de In Rainbows desvelaba que el propio Thom Yorke se bajó su disco sin pagar un duro, al igual que han hecho más del 60% de los internautas. Yo hice lo mismo. Ignoro si existe un registro con el país de procedencia de los que conforman ese porcentaje, pero algo me dice que los españoles representamos una buena parte de él. Así somos. (¿Para qué pagar por algo si se puede tener gratis?). La confirmación o desmentido de esta teoría y el definitivo examen a la apuesta de Radiohead llegarán con la edición del álbum en cd y vinilo, que acaba de llegar a las tiendas de discos (alguna queda más allá de las grandes superficies, es cuestión de buscar).

Pese a reconocer abiertamente mi tacañería a la hora de pagar por un mp3, creo que hay un innegable, aunque cada vez menos extendido atractivo en el hecho de poseer un disco en formato físico y palpable. Será su portada, su libreto o su condición de pieza única -más acentuada en el caso del vinilo-, pero se trata de algo mágico que conviene no desterrar al olvido ni al mero refugio del nostálgico. Comprendo al adolescente, estudiante o trabajador precario que no está dispuesto a pagar el excesivo precio de algunos discos (no de todos, ojo), pero aun así invito al melómano a apoyar a los grupos cuyas canciones han significado algo para él en algún momento de su vida. Hay muchos maneras de hacerlo que no se limitan a adquirir su disco. Visitar su web, ir a verlos en directo (el gran beneficiado de toda esta revolución), comprarse una camiseta o simplemente recomendárselo a un amigo son sólo algunas opciones. Y si muchos deciden no hacer nada de ello, que no cunda el pánico: la música no va a morir como pronostican algunos agoreros. Está por encima de todo esto.