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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

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Música y ruido

Nuestras ciudades son cada vez más grises, y no sólo por culpa de la polución. Poco después de prohibir los conciertos en los bares, la Concejalía de Medio Ambiente de Madrid, con la señora Botella a la cabeza, prepara una ordenanza cuyo articulo 41 prohibirá la música en la calle. A partir de ahora, ningún instrumento podrá sonar en la vía pública a no ser que cuente con un permiso especial. Tocar la guitarra en la calle, por ejemplo, podrá costarte una multa de 750 euros. Según el Ayuntamiento, el objetivo de la llamada Ordenanza del ruido es garantizar el descanso de los vecinos. Porque claro, todo el mundo sabe que ruido y música es la misma cosa.

Para responder a este disparate, ya se ha organizado una recogida de firmas a través de Internet a la que invito a todos a sumarse. Aunque quizá sería más efectivo demostrarles la verdadera diferencia entre música y ruido a base de una sonora protesta a las puertas del Consistorio.

Una calle para Enrique Urquijo

Que le pongan a una calle el nombre de un músico o un grupo siempre debería considerarse una noticia positiva. Muchos nos alegramos cuando Leganés dedicó una a ACDC (aunque no son pocos los que lo consideraron una simple excusa para que el alcalde se hiciera la foto) y otra a Rosendo (quien hace poco confesaba a este diario su curiosa teoría al respecto). Habrá quien sostenga la muy sesuda tesis de que un músico no merece una calle, y menos si es -o fue- un drogadicto, un vago, un hedonista o todo a la vez. Pero conincidiréis conmigo en que es más honorable ser cualquiera de esas cosas que un auténtico hijo de puta, y todos sabemos que nuestras calles están llenas de nombres de personajes que lo fueron sin pudor alguno. Y encima ni siquiera nos dejaron un legado en forma de canciones.

El 17 de noviembre de 1999, un vecino de la calle Espíritu Santo, en el madrileño barrio de Malasaña, hallaba en su portal el cuerpo sin vida de Enrique Urquijo, cantante y alma de Los Secretos y una de las más emblemáticas voces de la movida madrileña. Cabría pensar que la depresión y las drogas, que se habían convertido en una constante en su vida, podían hacer intuír el fatal desenlace. Pero parece que no era así. Sus amigos aseguraron entonces que estaba ilusionado y rebosante de proyectos. Entre otros, grabar un disco para niños con poemas de Gloria Fuertes que nunca llegaría a ver la luz. Enrique tenía 39 años, y dejaba para el recuerdo toda una colección de canciones inolvidables, de inconfundible poso melancólico y romántica pesadumbre.

Ahora, el distrito madrileño de Vicálvaro rinde homenaje al músico, y lo hace poniendo su nombre a una calle, en un gesto que ha agradecido tanto la familia como aquellos que recogieron firmas para que el fallecido cantante recibiese tal honor. Larga vida a Enrique Urquijo, aunque para que sus fans le mantengan en el recuerdo ni siquiera  sea necesario poner su nombre a una calle.