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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

Archivo de la categoría ‘Curiosidades, reflexiones, pajas mentales’

Música indie para una peli porno

La música de las películas porno es, en un 90% de ocasiones, chusca a más no poder. Rozando lo cómico, si se me apura. Y sin embargo, constituye de por sí todo un género, algo a lo que en el mundo anglosajón se denomina porn groove. La etiqueta no se ciñe a un estilo concreto (al fin y al cabo, música eminentemente sexual ha existido siempre, desde Barry White hasta Massive Attack), sino que aglutina a toda una amalgama de sonidos, esos que han puesto banda sonora a las pajas de medio planeta durante décadas. Desde el funk de tercera fila de los años 70 y los recurrentes sintetizadores de los 80 hasta todos los sonidos horteras que se precien de ahí en adelante. Todo, con un denominador común: sonidos anodinos, planos y algo machacones (acertadísimo adjetivo, vive dios).

Como en todo, existen honrosas excepciones. Afamados directores de películas X han cuidado hasta el extremo las bandas sonoras de sus cintas. Un ejemplo: en su película Raw Sex, la actriz, productora y realizadora Jill Kelly quiso darle tanta importancia a la música que la puso en primer plano. El filme carece de diálogos, e incluso los habituales jadeos quedan en un segundo término, muy por debajo de las canciones. Algo así como un extenso «pornoclip». Otros, como Andrew Blake o Michael Ninn han prestado siempre especial atención a la música de sus películas. Tanta, que incluso la banda sonora de Latex, una de las más célebres producciones de este último, se puede encontrar en casi cualquier tienda de música. Incluso reputados artistas como Prodigy o los citados Massive Attack compusieron varias canciones para la tercera parte de la trilogía de Private Uranus Experiment.

Ahora, la directora de películas X para mujeres Erika Lust -sueca afincada en Barcelona desde hace unos años- ha escogido a varias bandas del panorama indie español para poner música a su nuevo proyecto. Y así, las canciones de Christina Rosenvinge, Tulsa, Mujeres, Havalina, First and Kit y Le Piancic sonarán durante el metraje de Life, love lust. Aquí podéis ver el tráiler.

Vale, no es lo mismo que Massive Attack. Ni siquiera sé hasta qué punto le puede cortar el rollo a más de uno que la voz de Rosenvinge empiece a sonar en plena faena. Pero por lo menos, ya podemos decir con todo el orgullo que en este país contamos con la primera peli porno cien por cien indie: Los amantes del pop patrio ya pueden masturbarse sin cargo de conciencia.

Los discos favoritos del Papa

Miércoles, día de actualizar el blog. Un par de temas pululan por mi cabeza como opciones para hoy. Cuando parece que lo tengo claro, mi amigo David me envía un mail de los que no tienen desperdicio: «Los discos favoritos de Benedicto XVI», reza el asunto. En ese medio segundo que tarda en abrirse, uno se pregunta: ¿qué música podría ponerse Ratzinger cada mañana para empezar el día como Dios manda? ¿Cantos gregorianos? ¿La Cabalgata de las Valkirias? De eso nada, pequeños. Los gustos del Santo Padre, según L’Osservatore Romano, no están alejados de los del resto de mortales. He aquí su top ten:

1. Revolver (The Beatles)

2. If I Could Only Remember My Name (David Crosby)

3. The Dark Side of the Moon (Pink Floyd)

4. Rumours (Fleetwood Mac)

5. The Nightfly (Donald Fagen)

6. Thriller (Michael Jackson)

7. Graceland (Paul Simon)

8. Achtung Baby (U2)

9. (What’s the Story) Morning Glory (Oasis)

10. Supernatural (Carlos Santana)

Y yo, pues qué queréis que os diga. Como que no me imagino al Sumo Pontífice escuchando Lucy in the sky with diamonds, ni The real thing, ni Thriller, ni ningún tema de Pink Floyd (aunque mi amigo Chema diga que hacen «música para los dioses»). Esto suena más bien a maniobra para tratar de acercarse a la juventud (pongamos el concepto «juventud» entre comillas, dado los artistas que nos ocupan). O quizá me equivoque y el Santo Padre sea un tipo de lo más puesto en cuanto a música se refiere, poseedor de una colección de vinilos del copón que lleva atesorando desde sus tiempos mozos y que ya quisieran para sí los melómanos más freaks. Quién sabe. En cualquier caso, ya tardamos en reunir firmas para que se marque una pinchada en la plaza de San Pedro. Eso sí que sería la hostia.

De religión, heavy metal

Los jevis son la polla. Punto. Lo llevo comprobando desde que tengo uso de razón. Fieles, auténticos, genuinos, ajenos a modas pasajeras. Y buena gente. A día de hoy no puedo afirmar otra cosa. Vivan los jevis.

Dicho esto, al lío.

La agencia EFE se hace eco hoy de una noticia de lo más curiosa: en Inglaterra, miles de fans del heavy metal han respondido a la iniciativa de la revista Metal Hammer de pedir, de manera oficial, que su música preferida sea considerada una religión. Su objetivo es poder marcar «heavy metal» en el apartado del censo en el que los ciudadanos británicos son cuestionados acerca de su confesión religiosa. 10.000 melenudos se han sumado ya al grupo de Facebook creado para la causa.

Hace años, una iniciativa similar logró que 390.000 británicos declararan que su fe era la Jedi, la religión de La Guerra de las Galaxias. La cifra colocaó a la orden Jedi como la cuarta religión de Gran Bretaña. El problema es que esta gente se tomaba a sí misma bastante más en serio. Valga como ejemplo una frase de uno de los impulsores:»Al igual que los funcionarios de la ONU, los Jedi son guardianes de la paz y tenemos el derecho básico de profesar nuestra religión y solicitar ser reconocidos por la comunidad internacional». Con un par.

Las ventas de vinilos se disparan

Hace una semana escribía un reportaje en el periódico sobre el auge de los discos de vinilo. Podéis leerlo aquí. Se desató en los comentarios el siempre interesante debate vinilo vs cd, analógico vs digital, nostalgia vs modernidad… muchos argumentos arrojados por ambos bandos. Todos convencidos de llevar la razón. Suele pasar.

Hoy, Promusicae han hecho públicas las cifras de ventas de música durante 2009. Entre ellas destaca la que confirma el impresionante auge de las ventas de discos de vinilo. De las 40.000 copias despachadas en 2008 a las 160.000 de 2009. Nada menos que un espectacular 165% más. Quién lo iba a decir hace unos años.

El informe también deja caer otra serie de datos que considero dignos de poner aquí:

9,99 millones de desvergonzados descargaron legalmente «Poker face», de Lady Gaga, lo que supone un récord histórico en esta modalidad de venta de música.

Las ventas de cds cayeron un 18,2%, pasando de 26.400.000 a 21.556.000 unidades vendidas. Haciendo una cuenta cutre digna de un tipo de letras como yo, algo más de la mitad de los españoles se compró, al menos, un cd durante el año pasado. Y yo que no los escucho…

El cassete ha muerto definitivamente. Vale, hace mucho que lo hizo, pero en 2008 se vendieron más de mil. El poder de las gasolineras, amigos. Y sin embargo, este 2009 no se ha llegado ni a las mil copias. Ay, qué tiempos.

En total, la venta de música cae un 17% en España. Nada que nos sorprenda, por otra parte. Y desde aquí, se recuerda de nuevo que lo único que cae son las ventas. A la música le queda cuerda para rato.

Sobre el post de Ramoncín

Algunos de vosotros me habéis escrito preguntándome por el post que escribí el otro día, aquel titulado «Ramoncín, contra Entrada Gratuita», y que fue eliminado al rato de ser publicado. Os cuento.

El mencionado post contaba cómo los abogados de Ramoncín se habían puesto en contacto conmigo para que eliminase ciertos comentarios de la entrada del pasado 18 de noviembre. De la misma manera, los mismos abogados pidieron a 20minutos.es que ese tipo de comentarios fueran borrados en las noticias sobre el cantante. Esta noticia se publicó en la web. Al ser un tema delicado con abogados de por medio, los responsables de la web me pidieron que, por precaución, guardase el post en borrador y lo sacase un poco más adelante. Cuando surgió la posibilidad de recuperarlo, me pareció que ya no venía muy a cuento y escribí mi columna semanal. No hay mucho más que contar.

P. D. Alguno de vosotros ha encontrado relación entre el post de Ramoncín y la columna posterior «Ya no me bajo música». Me habéis pillado: la movida me ha dado tanto mal rollo que me he convertido en un adalid anti piratería. De hecho, os lo tengo que decir: estáis matando la música con vuestras descargas, insensatos. Aún estáis a tiempo de rectificar. De hecho, yo ya me estoy redimiendo con un latigazo por cada mega descargado. Plas, plas.

Obama, el musical

Dios, por favor. Que alguien les diga que paren. Que paren ya, por Dios.

La fiebre por los musicales ya roza el absurdo, la estupidez, el más ridículo de los sinsentidos. Y lo peor es que el público acaba dando la razón a los que, un buen día, se sientan en una mesa redonda (quizá cuadrada) y tienen una idea tan brillante como esta. «Oye, ¿y si hacemos un musical sobre Obama?» dice uno en pleno brainstorming. Y el resto, lejos de partirse la caja, contestan algo como «¡eh tío, que gran idea!. Seguro que viene a verlo todo Dios. Al fin y al cabo es el tipo más conocido del planeta».

El invento, en otro alarde de originalidad, se llama «Hope», y no se estrenará en Estados Unidos, sino en Alemania, el próximo 17 de enero. Un espectáculo biográfico sobre el 44º presidente yanki al ritmo de tonadillas como «Rock the vote”, “Help somebody” o el inevitable “Yes we can”. Ay, madre.

Y yo digo: estoy hasta los huevos de Obama. Y más que de él, de los que no hacen más que adularle como si de Gandhi se tratara. Que no, que no. Que aunque me alegrase de su elección como el que más no deja de ser lo que es: un tío con una capacidad de maniobra bastante limitada. Que el hecho de que sea negro no significa que encarne el tan sobado sueño americano, viniendo como viene de una familia adinerada que le permitió estudiar en carísimas universidades (si no, de qué). Que las políticas injustas de su país apenas se van a mover un ápice de las de su paupérrimo predecesor, del que por cierto ha mantenido buena parte de su equipo (especialmente el dedicado a la política exterior).

Ojalá me equivique, pero Obama es un bluff. Eso sí, su musical contribuirá a seguir endiosando su figura un poco más, si cabe. Y dentro de poco, prepárense para verlo en su teatro con nombre de marca comercial más cercano. Al tiempo.

La guerra del volumen

Hace dos años (hay que ver cómo pasa el tiempo), me hacía eco en este blog de un interesante reportaje de El País en el que se criticaba el incremento del volumen en los discos recientes. Citando como ejemplo álbumes como el sublime «Songs for the Deaf» (grabado, es cierto, a un volumen infernal), el artículo denunciaba que el perjudicado es siempre el oyente, que pierde una enorme gama de matices cuando los niveles de decibelios se disparan de forma descontrolada.

Hace unos pocos días, la web de la estadounidense NPR Music ponía sobre la mesa un estudio pormenorizado en un interesante reportaje que no hace sino certificar lo que muchos notamos en nuestros tímpanos: los discos cada vez suenan más y más altos. ¿El motivo? Tratar de que las canciones destaquen en las radios sobre otras grabadas a volumen más bajo. ¿La consecuencia? Una guerra estúpida entre productores, un «a ver quien le mete más chicha» que no hace sino empobrecer la calidad de los productos musicales de hoy, ya de por sí bastante maltrecha.

En el siguiente gráfico (ampliable aquí en pdf) podéis apreciar la evolución de canciones de éxito desde 1979 a 2009, desde temas de los Be Gees o Michael Jackson a otros actuales de Lady Gaga o Justin Timberlake. En el punto más álgido de esta batalla de niveles se encuentra «Death Magnetic», el más reciente disco de Metallica y «uno de los más ruidosos de la historia», según el estudio.

¿Qué pensáis de esta guerra de volúmenes? ¿La habéis percibido? ¿Os importa? ¿Os la trae floja? ¿Qué os han traído los Reyes Magos?

Djokovic se pasa a la música

Ahí es nada. El número tres del tenis mundial, el conocido por todos no sólo por sus indudables cualidades con la raqueta sino también por su afición por dar espectáculo sobre la pista, quiere montar un grupo y compaginarlo con el tenis. Pues vale.

«Para el próximo año he decidido formar una banda y espero tener éxito», ha declarado el serbio, que también apuntó que quiere «perfeccionar» su dominio del bajo. Junto a él tocará la batería su hermano Marko y algún que otro amiguete.

La noticia me viene al pelo para dedicar un post chorra a repasar los nombres de otros deportistas que, un buen día, decidieron pasarse al lado oscuro.

Yannick Noah

Empezamos con otro tenista. Tras colgar la raqueta, el rastudo francés, ganador de Roland Garros en 1983, se metió a cantante de reggae y músicas del mundo. Desde entonces no le ha ido nada mal, y ha colocado siete discos en el mercado obteniendo un éxito significativo, especialmente en su país. Y cómo se lo pasa en vídeos como este, el amigo.

Mono Burgos

Como portero era bastante paquete. Como cantante también deja bastante que desear. Pero al menos tiene su gracia. Y es que al Mono Burgos le pasa como a Iniesta: cae simpático. Aquí le tenemos junto a Carlos Tarque de M-Clan demostrando sus portentosas dotes como vocalista de rock.

Shaquille O’ Neal

Cinco discos, cinco, lleva ya publicados el mostrenco de los Cavaliers. Rap del montón, eso sí. Además, ha participado como actor en una decena de películas. No para quieto, el jodío. Las incursiones en el mundo del hip hop son, de hecho, bastante frecuentes en la NBA: Kobe Bryant, Tony Parker o Allen Iverson, entre otros, han hecho sus pinitos como MCs.

Álvaro Benito

Era una de las grandes promesas del Real Madrid, pero una grave lesión truncó su carrera y decidió cambiar el balón por la guitarra. El resultado ya lo conocéis: Pignoise, destrozando tus orejas con voz nasal y melodías acarameladas desde 2002. Bueno, y haciendo bailar a los Borjamaris vascos, también.

¿Conoces algún otro deportista metido a músico? Cuéntamelo en los comentarios.

Los años cero

Hay momentos en los que toca hacer balance. Y cuando se acerca el 2010 (un año que suena un poco a ciencia ficción), parece casi una obligación. Es lo que toca.

Uno se pone a echar la vista atrás, a reflexionar sobre lo que ha dado de sí esta década que ya termina, y se da cuenta de que ha sido algo extraña. Prolífica, sin duda, pero también algo desangelada y falta de identidad. Porque no ha habido estos años un género rupturista, como pudo ser el grunge en los 90. No ha existido nada parecido a aquel Nevermind que sacó a la música alternativa del underground para llevarla a la MTV. En su lugar, estos han sido unos años marcados por el revival, al menos dentro del terreno más o menos mainstream. Primero fue el del rock de tintes más o menos garageros, con el lanzamiento de Is this it de los Strokes y todos los suceáneos que vineron tras él. Después, el del sonido ochentero enfocado a la pista de baile. Porque no falla: cuando transcurren 20 años de un movimiento, el que sea, este se revaloriza aunque sea un truño del tamaño del Cristo de Río. Más allá de todo ello, han sido años de consolidación de las distintas escenas y estilos. También de insistente fusión de los mismos: miles de grupos no han hecho más que ahondar en terrenos ya explorados y aderezarlos con otros poco o nada originales. Alguien dijo que todo está ya inventado en el mundo del rock. Quizá tenía razón. Quizá era un auténtico cantamañanas.

Por encima de todo, los años cero -me imagino que así nos referiremos a ellos en el futuro- serán recordados por la estrepitosa irrupción de Internet en nuestras vidas, y especialmente por el incalculable impacto que ha tenido su generalización masiva en la industria cultural. Consecuencias apocalípticas para algunos, justas y democratizadoras para otros, revolucionarias para todos.

Más allá de modas pasajeras, géneros imperantes o revoluciones aún en pañales, nos quedan los discos, que al fin y al cabo es lo que importa. Y los hay a puñados, oiga. Debuts para enmarcar, como «Funeral» de Arcade Fire, «Is this it» de los Strokes o «De loused in the comatorium» de Mars Volta; auténticas obras maestras de grupos consagrados, como «Yankee Hotel Foxtrot» de Wilco, «Third» de Portishead o «Kid A» de Radiohead; confirmaciones de un talento que se veía venir, como «Cassadaga» de Bright Eyes o «Return to Cookie Mountain» de TV on the Radio; joyas rupturistas que marcarán época, como «Merryweather Post Pavillion» de Animal Collective; arrolladores discos del mejor rock, como «Songs for the Deaf» de Queens of the Stone Age; genialidades bailables como «Sound of Silver», de LCD Soundsystem, discazos hechos aquí como «Vivalaguerra» de Standstill… y podríamos seguir, pero sería un poco tostón. Si os van las listas, aquí os dejo las de Mondosonoro, NME, Pitchfork y Rolling Stone, y ya si eso las discutimos.

Se cierra la década, pues. Y aquí seguiremos para estar al tanto de todo lo que ocurra en la que está a punto de comenzar. Que la disfrutemos con salud y mucho rock and roll.

Nacho Cano equipara a Mecano con Mozart y Beethoven

No, no. Aún no estamos a 28 de diciembre. Aunque lo parezca por la antológica frase que se ha marcado el ínclito Nacho Cano:

«Mecano hizo algo para la eternidad, no sólo para su tiempo, como también hicieron Beethoven o Mozart».

Joder, si es que sólo escribirlo ya da grima.

Nacho Cano, ese adalid del buen gusto, con sus sublimes y refinados musicales, sus memorables discos en solitario, su influyente sentido de la espiritualidad, su inimitable manera de tocar los teclados, que tanta escuela ha creado… El puto amo. Yo incluso diría más, Nacho, fïjate: Mecano son más grandes que los Rolling. Más grandes que los Beatles. Qué coño: Mecano son más grandes que la puta vida. ¿Quién si no sería capaz de conseguir que todo un país se supiera de pe a pa sus canciones y estuviese dispuesto a pagar un pastizal por ver cómo las cantan otros? Nadie. Sólo ellos.

Dios guarde a Mecano: se han ganado la eternidad.