¿Qué son los espasmos del sollozo?

Niño Llorando

Fuente: Pixabay.

Hace unas semanas se puso en contacto con nosotros una de nuestras mejores amigas y nos contó que a su hijo de un año le había pasado algo muy raro en la escuela infantil. La profesora se había asustado mucho porque el crío, tras darse un pequeño golpe en la cabeza, se había puesto a llorar y de repente se le empezaron a poner los labios morados a la vez que dejaba de respirar, llegando a perder el conocimiento durante unos breves segundos. Tras ello, el niño había recuperado la conciencia y había seguido con sus quehaceres como si nada. La profesora estaba muy preocupada porque no veía normal lo que acababa de ocurrir y recomendaba, no sin parte de razón, que nuestra amiga consultara con su médico.

Esta situación que os acabamos de relatar es bien conocida por los pediatras y lleva por nombre espasmo del sollozo. Para el que no la conoce resulta muy estresante, ya que da la sensación de que al niño le está ocurriendo algo muy grave. Sin embargo, este tipo de episodios son benignos y no tienen ninguna trascendencia, más allá del susto que se lleva el que los observa. En este post os contamos en qué consisten y cómo debéis actuar en estos casos.

¿Por qué se producen los espasmos del sollozo?

Hemos decidido empezar por la pregunta más difícil de responder, ya que, por el momento, se desconoce la causa que provoca que un niño tenga un espasmo del sollozo. Sí que sabemos en qué circunstancias se suelen producir, pero el mecanismo por el que un niño pasa del llanto a la apnea no está clara.

La edad típica a la que se producen los espasmos del sollozo es en torno al año y medio de edad, aunque hay descritos casos muy tempranos a los tres meses de vida. Es frecuente que un niño que ha tenido un espasmo del sollozo, le vuelva a pasar durante los primeros años de vida, en general hasta los cuatro. También se sabe que son más frecuentes en los hijos de aquellos padres que los sufrieron durante la infancia.

Como os decíamos, las situaciones en las que se produce un espasmo del sollozo son siempre muy similares. En general aparecen cuando el niño se pone a llorar por algún motivo. Puede ser por un golpe, tras una caída, algo que le haya hecho daño (como cuando se le pone una vacuna), porque esté muy disgustado (sí, las típicas rabietas) o simplemente al darle un susto. Como veis, todas estas situaciones son el día a día de un niño pequeño, por lo que en la práctica un espasmo del sollozo podría aparecer en cualquier situación cotidiana.

Desde el punto de vista psicológico, existe la teoría de que estos niños no son capaces de canalizar su enfado o contrariedad con una situación y al no ver atendidas sus necesidades se desencadenaría el espasmo del sollozo en un intento de que las personas que tiene a su alrededor le hagan caso. Sin embargo, esta teoría no está del todo aceptada, ya que pondría en duda la naturaleza protectora que tenemos los padres hacia nuestros hijos y que hace que normalmente intentemos calmarlos tras una de estas situaciones angustiosas. Esta teoría se apoya en que entre el año y los cuatro años de vida -la edad típica de los espasmos del sollozo-, los niños están en una fase de separación y reafirmación de sí mismos respecto a sus figuras parentales, y que por tanto estos episodios fueran la canalización de algo que todavía no son capaces de expresar.

A pesar de estas teorías, que por otro lado resultan muy interesantes, no está claro que estos niños sean más o menos dependientes de sus padres o que vayan a presentar menos autonomía en el futuro.

Espasmo del sollozo ‘típico’

Como bien nos contaba nuestra amiga, los espasmos del sollozo siguen una secuencia de acontecimientos fácilmente identificables.

Tras una de las situaciones que los suelen desencadenar, el niño primero se pone a llorar y llega un momento en el que el llanto cesa y deja de respirar. Muchos padres describen esta situación como que ‘el niño se priva’. Durante los siguientes segundos puede haber un cambio de coloración de los labios, incluso de toda la cara, llegando a ponerse de color azulado. Esto se debe a que durante la fase de apnea de un espasmo del sollozo el oxígeno en sangre disminuye brevemente.

En la mayoría de las ocasiones, al cabo de unos segundos, el niño vuelve a arrancar a llorar o respirar con normalidad. Sin embargo, no es desdeñable el porcentaje de niños que tras esa apnea inicial pierde el conocimiento durante unos segundos, recuperando la conciencia al cabo de un lapso breve de tiempo. Durante la pérdida de conocimiento, aunque mucho más infrecuente, es posible que el niño presente arqueamiento del tronco junto con hiperextensión de los miembros.

A pesar de lo alarmante que son estos episodios para el que los observa, los espasmos del sollozo son benignos y no suponen ningún riesgo para la salud de los niños, incluso aunque hayáis leído hace un par de párrafos que durante unos segundos disminuye el oxígeno en sangre.

Lo que acabamos de describir es el espasmo del sollozo ‘típico’, también conocido como cianótico por aquello de que el niño se pone azulado. En contraposición a este tipo de espasmos del sollozo están los espasmos ‘pálidos’ en los que el niño se pone directamente pálido y puede perder el conocimiento sin pasar por la fase de llanto y apnea. Son menos frecuentes y su carácter suele ser también benigno.

En este video de abajo podéis observar a un niño pequeño teniendo un espasmo del sollozo ‘completo’, es decir, con la secuencia completa de llanto-apnea-pérdida de conocimiento-arqueamiento de miembros-recuperación posterior. Recordad que no siempre que se produce un espasmo del sollozo se llega a ver toda la secuencia. Las imágenes pueden resultar desagradables, por si preferís no verlas.

Cómo actuar ante un espasmo del sollozo

Si hemos decidido escribir este post es por dos motivos. El primero de ellos para que sepáis reconocer esta situación, ya que es relativamente frecuente, y no salgáis escopetados a Urgencias ya que no es necesario en la mayoría de los casos.

La segunda es para que conozcáis qué debéis hacer y qué debéis evitar cuando se produce un espasmo del sollozo.

Como habéis podido leer, y no nos cansaremos de repetirlo, los espasmos del sollozo son procesos benignos, por lo que solo cabe esperar a que se acaben. Durante esos momentos lo mejor que podéis hacer es procurar un ambiente seguro para que el niño no se golpee con objetos que tiene a sus alrededor o se caiga de la cama o de una silla, si es que al final pierde el conocimiento.

Pero casi es más importante evitar ciertas conductas como sacudir o zarandear al niño en un intento de que vuelva a respirar, ya que esto sí que le podría provocar un mal mayor. De igual forma, no le introduzcáis nada en la boca durante esos momentos. Sabemos que es difícil aguantar estoicos ante esta situación, pero de verdad que no queda otra que esperar pacientemente.

Algunos padres nos dicen que cuando ven que su hijo se empieza a privar les soplan en la cara y a veces consiguen que vuelva a arrancar el llanto. Esto se basa en que  cuando un bebé recibe un chorro de aire fuerte desencadena un reflejo de apnea y cuando cesa esa bocanada, el niño vuelve a coger aire, y por tanto seguiría respirando. Podéis intentarlo, pero no os aseguramos que sea cien por cien fiable para evitar un espasmo del sollozo.

Por otro lado, algunos padres intentan que estos episodios no se produzcan dejando de regañar para que no suceda la rabieta que desencadena el episodio. Desde nuestro punto de vista, es importante que los padres continúen con el proceso educativo de sus hijos con límites y normas que a esta edad son tan necesarios, eso sí, siempre desde el cariño y la comprensión.

¿Cuándo debo consultar al pediatra?

En el caso de que no os quede claro que lo que le ha pasado a vuestro hijo sea un espasmo del sollozo, debéis consultar con el pediatra, sobre todo si se trata de un primer episodio.

Desde el punto de vista médico, los espasmos del sollozo se clasifican dentro de un cajón de sastre que se conoce como ‘episodios paroxísticos no epilépticos’, es decir, episodios bruscos de breve duración en los que existe una disfunción cerebral que se puede manifestar con movimientos involuntarios, alteración de los sentidos o pérdida de conocimiento, pero que nunca se deben a una causa epiléptica. Ejemplos de ellos son los síncopes, los terrores nocturnos, el onanismo del lactante, el vértigo paroxístico o los propios espasmos del sollozo.

Para los pediatras con un poco de experiencia, los espasmos del sollozo son muy fáciles de diferenciar de una verdadera crisis epiléptica, ya que la secuencia de cómo ocurren ambos episodios es muy distinta. En las crisis epilépticas (también llamadas convulsiones epilépticas), la pérdida de conocimiento no suele ir precedida de un suceso que desencadena el llanto inicial, siendo la perdida de conocimiento brusca y sin previo aviso. Además, tras una crisis epiléptica el conocimiento suele tardar varios minutos en volver y el niño se encuentra desorientado o somnoliento, a diferencia de lo que ocurre en los espasmos del sollozo en los que esa recuperación es muy rápida. Otra característica frecuente en las crisis epilépticas son los movimientos rítmicos del cuerpo, cosa que no ocurre en los espasmo del sollozo.

Como es evidente, en el caso de que un episodio parezca más una crisis epiléptica que un espasmo del sollozo debéis consular con el pediatra.

De todas maneras, entendemos perfectamente que ante lo llamativo que es un espasmo del sollozo los padres consulten con el pediatra buscando respuestas. Por nuestra parte, no queda otra que tranquilizarles e informarles de la naturaleza benigna que tienen los espasmos el sollozo.


En resumen, los espasmos del sollozo son episodios en los que un niño pequeño, habitualmente por debajo de los cuatro años, empieza a llorar y de repente deja de respirar durante unos segundos, llegando a perder el conocimiento en algunas ocasiones. Estos episodios no se pueden prevenir ni tienen tratamiento, pero por fortuna y a pesar de lo llamativos que son, son de carácter benigno y no tienen ninguna consecuencia para la salud del niño ni para su vida futura.

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

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