Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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iRegina y otros 6 personajes desdoblados de novela

Así es la vida de perra. Sin comerlo ni beberlo yo, Regina ExLibris, me vi forzada a abandonar los confines de mi librería para emprender un viaje sin retorno de digitalización y pesadilla hasta desdoblarme en dos libreras: Regina Exlibris de día, iRegina cuando echo el cierre. Llegados a este punto debo plantearme cómo manejar la situación. Si logro mantener a las dos criaturas en equilibrio de fuerzas, quizás saquemos algo positivo de mi -y que Rimbaud me perdone- temporadita en el infierno.

Entonces, ¿Qué puedo hacer con iRegina, ya que está aquí? Pues, obviamente, dar de leer. Como librera y bibliófaga sigo teniendo reticencias a la lectura en pantalla, pero en algún momento de lucidez me planteé si mis recelos obedecen al libro digital en sí, o si como sospecho ya superé esa fase y lo que me incomoda y frustra ahora son las alternativas reales que ofrece el sector en bloque.

Lo peliagudo, queridos, es que el temita tiene más aristas que un puñetero prisma pentagonal.

La piel que habito (Warnes Bros. / El Deseo)

La piel que habito (Warnes Bros. / El Deseo)

De hecho lo primero que se me viene al pelucón en términos de e-books es una ráfaga de palabros que, de entrada, me incomodan e irritan hasta el delirio:

formatos, edición digital, e-reader, incompatible, nube, DRM, app de lectura, descarga, dispositivo, ePub, sistema operativo, ePub, Adobe, pulgadas, sincronizar, e-ink, credenciales de usuario, wifi, mobi, marca de agua, tableta, y bla, bla, bla.

La piel que habito (Warner Bros. / El Deseo)

La piel que habito (Warner Bros. / El Deseo)

Porque, la verdad, para sentirse realmente cómodo en ese entorno «algo punto cero» o se es «tecnológico» y se vive en perpetuo estado de «updating», o te digitalizan a la fuerza como a mi y te desdoblas para sobrellevarlo. No, queridos, en esto no hay término medio.

Entonces me dije, Regina, ¿y si pasas a la acción? ¿y si tu desdoblamiento entraña una misión libresca? ¿y si te montas tu Reginaexlibrislandia de e-books? ¿ Y si destilas lo que has aprendido en tu cautiverio, lo aderezas con tu experiencia en la librería y algo de sentido común, y levantas a bits una alternativa digital libresca a tu medida y a la de tus reginaexlibrislandianos para dar de leer en todos los frentes y formatos?

Y en eso estamos, queridos. Vais a ser testigos de mis andanzas «con nocturnidad y alevosía» en el entorno hostil -perdón, digital-.

Y para motivarnos voy a encomendarme a 6 personajes travestidos, desdoblados y/o disfrazados de novela que, como yo, cambiaron su piel a tiempo parcial voluntaria o forzosamente en pos de una u otra causa.

¿Listos? ¡Allá vamos!

Edmundo Dantés, El Conde de Montecristo. Alejandro Dumas. Publicada por entregas la novela arranca con la reclusión del joven Edmon Dantés en las mazmorras del castillo de If, después de que un amigo le traicionara para arrebatarle a su prometida. Despojado de todo, Edmundo sobrevive trece años alimentándose de su ansia de venganza. Allí conoce a un abad que lo instruye y le revela la existencia de un tesoro en la isla de Montecristo. Tras fugarse de la prisión y hacerse con el botín, regresa parapetado en su nueva identidad: el Conde de Montecristo, un hombre rico, poderoso y con un único objetivo: vengarse uno a uno de quienes le traicionaron. Uno novelón-cepo que te atrapa como lector de principio a fin.

El conde de Montecristo, Alejandro Dumas

El conde de Montecristo, Alejandro Dumas

Gurb y su supervisor. Sin noticias de Gurb. Eduardo Mendoza. Dos extraterrestres -un supervisor y otro raso llamado Gurb- aterrizan en la Barcelona preolímpica con la misión de estudiar a los seres humanos. Mientras Gurb anda suelto por Barcelona y transmite sus descubrimientos, su supervisor lleva una bitácora interdigital. Todo va bien hasta que llegan a un punto de inflexión y se cortan las comunicaciones. Gurb se ha perdido y decide metamorfosearse en Marta Sanchez para sobrevivir en un entorno desconocido. Por su parte, el jefe desesperado sale en busca de Gurb y para pasar desapercibido adopta apariencias de lo más estrambóticas: S.S. Pío XII, Gary Cooper, el duque y la duquesa de Kent al mismo tiempo, y el mítico Conde Duque de Olivares, entre otros. Una desternillante caricatura de un momento y de una vida donde pequeñas rutinas -comer, emborracharse o incluso coger un taxi- experimentadas desde el pellejo de un extraterrestre arrancan la carcajada a cada salto de línea.

Sin noticias de Gurb, Eduardo Mendoza

Sin noticias de Gurb, Eduardo Mendoza

Jekyll y Hyde. El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson. Por más que hayan reventado la historia, merece una lectura. Más allá del anverso y el reverso, del lado oscuro y de la ambigüedad moral, R. L. Stevenson crea una ficción que desbroza una trama de suspense cargada de imágenes sugerentes pero demoledoras. No hay vísceras ni sangre, hay algo más eficaz: el mal hecho hombre y acción. Y su logro narrativo es haber colocado estratégicamente al pobre abogado Utterson entre el Dr. Henry Jekyll y el misántropo Edward Hyde, para regalar al mundo una obra maestra en la que la lucha entre el bien y el mal tiene un cuerpo y dos rostros. O  donde, como Jekyll y Hyde, refleja que cada persona entraña dos personalidades antagónicas, cada una con sus apetencias en continua lucha.

El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde, de R. L. Stevenson

El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde, de R. L. Stevenson

Alonso Quijano y Don Quijote. Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes. Siglos después de que Cervantes diera a la imprenta la primera parte del Quijote, el famoso hidalgo sigue su cruzada sin conquistar el corazón de su dama, pero sí el de lectores en todo el planeta. Por eso cualquier momento es bueno para leer y/o releer el grandioso Don Quijote de La Mancha, que no solo es la novela con mayúsculas de las letras hispánicas, sino que es, para muchos, la gran novela de la historia de la literatura. Y no les falta razón: páginas y páginas cargadas de aventuras trepidantes, de amores imposibles, de humor, de sueños, de realidades, de luchas, de traiciones y de verdad protagonizadas por el personaje desdoblado más universal de la literatura. La eterna lucha entre el realista Alonso Quijano y su antagónico e idealista ilustre Hidalgo Don Quijote de la Mancha sigue siendo tan encarnizada como necesaria.

 

Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes

Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes

Marés y Faneca, en El Amante Bilingüe, de Juan Marsé. Marés es Faneca, y ambos son El Amante Bilingüe, en la que Juan Marsé deslumbra con la singular esquizofrenia de quien, para reconquistar a su ex-mujer, cuelga su piel de burgués y se reinventa, se desdobla y se embute en el pellejo de un charnego barriobajero, hasta que el disfraz devora al hombre y su lengua en una sátira sobre la dualidad social y lingüística catalana y sobre la nostalgia de ser otro para realizar un sueño. Magistral.

El amante bilingüe, Juan Marsé

El amante bilingüe, Juan Marsé

Myra y Myron. Myra Breckinridge. Gore Vidal. Es la primera parte de la saga protagonizada por Myra-Myron, el transexual más glorioso de la literatura, donde Gore Vidal deja a su amazona suelta en el corazón de la maquinaria hollywoodiense para pulverizar estereotipos  y pisotear con su taconazo de aguja todo atisbo de comportamiento moraloide, decente y educado. Myron es insulso, acartonado y mojigato como la América pre-Watergate en la que vive. Myra es impetuosa, voraz, excesiva y egocéntrica, como el dorado Hollywood que anhela, ahora eclipsado por la televisión. Para reinstaurar el ‘orden natural’ donde el cine ha de volver a ser lo que era y para emprender su ascensión al olimpo de las deidades de celuloide, Myra necesita rehacerse a sí misma en Copenhague a golpe de bisturí, con la peluca adecuada, un buen fondo de armario y la supremacía hormonal del cuerpo que comparte con Myron, que de vez en cuando emerge para exasperarla. Pero ella es más fuerte y va directa a su objetivo como un obús.

Myra Breckinridge, Gore Vidal.

Myra Breckinridge, Gore Vidal.

Y vosotros, queridos, ¿sugerís algún otro personaje «desdoblado» de novela? ¿qué porvenir le auguráis a iRegina en su misión interlibrera?

Myra Breckinridge, o cómo ser una voraz dominatrix

Ahora va a resultar que también tengo alma de telepredicadora. Hala, otro yo para sumar a mi gloriosa troupe de identidades apelotonadas en este cuerpecillo de humilde librera anclado a la realidad por mi pelucón.

Pero es que ayer comprobé que, cuando se trata de hablar de algunos libros, se apagan las luces generales de reginaexlibrislandia y mientras un foco me abrasa las retinas bajo mis pies asciende un púlpito de quita y pon y aparece a mi chepa un coro de gosppel con túnicas púrpura idénticas a la que yo, de pronto, luzco. Entonces me disparo y suelto mi sermón con la seguridad del que se sabe en posesión de la Verdad, y mi verborrea apasionada cae a cántaros sobre el improvisado cliente-feligrés que aguanta el chaparrón entre desconcertado y temeroso hasta de carraspear.

Pero queridos, es que hay libros que es pecado dejar de leer según los cánones de reginaexlibrislandia. Y ayer:

– Clienta: Buenos días, a ver si me puede ayudar.- Regina: Para eso estamos, dígame.

– C.: Resulta que un amigo está inmovilizado con las dos piernas rotas y quiero que lea. Siendo optimistas creo que se habrá leído dos o tres libros en su vida, y quizá este sea el momento de captarlo… pero no se me ocurre con qué, la verdad.

– R.: Esto suena a reto, ¿qué le gusta a él?

– C.: Verás, es fanático de Almodóvar, de sus personajes, de su acidez, de su humor y de los ambientes que recrea.

– R.: ¿Sabes si leyó Patty Diphusa, el de Almodóvar?

– C.: Si, ese precisamente es uno de los que devoró y al que vuelve sin parar. Algo así sería lo que busco…

– R.: Entonces sin duda llévale Myra Breckinridge, de Gore Vidal.

– C.: Ah, no me suena para nada. ¿De qué va?

Y ahí fue cuando se abrió la veda de mi momento-telepredicadora:

Es la primera parte de la saga protagonizada por Myra-Myron, el transexual más glorioso de la literatura, de la mano de un Gore Vidal en plena forma que deja a su amazona suelta en el corazón de la maquinaria hollywoodiense para pulverizar estereotipos desde dentro y pisotear con su taconazo de aguja todo atisbo de comportamiento moraloide, decente y educado.Myron es insulso, acartonado y mojigato como la América pre-Watergate en la que vive. Myra es impetuosa, voraz, excesiva y egocéntrica, como el dorado Hollywood que anhela, ahora eclipsado por la maldita televisión.

Para reinstaurar lo que ella considera el ‘orden natural’ en el que el cine ha de volver a ser lo que era y para emprender su ascensión al olimpo de las deidades de celuloide, Myra necesita rehacerse a sí misma en Copenhague a golpe de bisturí, la peluca adecuada, un buen fondo de armario y la supremacía hormonal del cuerpo que comparte con Myron y que de vez en cuando emerge para exasperarla.

Ella es ingeniosa, provocadora, divertida, corrosiva, irreverente, extrema hasta el delirio, salida como una perra, más femenina que cualquier mujer y, a ratos, más masculina que un hombre con atributos. Y lo mejor: es un personaje que sabe lo que quiere y va directa a su objetivo como un obús.

Myra está por encima de estereotipos e identidades sexuales y por eso fue un auténtico escandalazo a finales de los sesenta, cuando se publicó. Seis años más tarde Vidal regalaría al mundo su secuela, Myron, una ración más de su delicioso veneno.

Lo que si fue un auténtico fiasco fue su adaptación al cine que salvando algunos aciertos en el reparto logró masacrar todos los grandes momentos de la novela, que son muchos.

Entonces el coro de gospel irrumpió con su chorreo de voces, la intensidad del cañón de luz fue debilitándose y mi púlpito comenzó a descender hasta que, ¡zas! todo volvió a la normalidad en reginaexlibrislandia.

Mi clienta se llevó dos Myra Breckinridge (uno para su amigo y otro para ella) y yo me apresuré a reponerlos, queridos, porque es un libro que tiene que estar en mis baldas.

Y vosotros, queridos, conocéis a la gloriosa Myra Breckinridge? ¿Qué os parece? Y a los que no os hayáis topado con ella aún os sugiero que lo hagáis… aunque sólo sea para despertar a la Myra que todos llevamos dentro.

Y como la mismísima Myra dijo:

Si hay algo que detesto más que un tropismo es una viscosidad

.

«Quiero una novela para que mi madre se la lea y me haga un trabajo de clase»

No sé, queridos, estoy confundida. Resulta que hoy amanecí con la Medea de Eurípides clavada en el pelucón, y creo que, de alguna manera, los hados se alinearon para que la protagonista del día fuera una sufrida madre anónima. Como si yo lo hubiera conjurado todo. ¿O no?

Os cuento. La inocente relectura de la Medea de Eurípides me caló tanto de madrugada que hasta mojé algunas de sus líneas en mi café mañanero y luego, de camino a reginaexlibrislandia, desfilé recitando fragmentos a viva voz para desconcierto de otros viandantes. Allá ellos, yo respondía a sus miradas elevando el tono e intensificando mis aspavientos para deshacerme de semejante carga dramática, que luego la que lo somatizo todo soy yo.

El caso es que la imagen de una madre masacrando a sus hijos por puro desamor y despecho, y para protegerlos de una muerte por venganza a manos del enemigo me envolvía y estrujaba los órganos blandos, como si las palabras del griego se hubieran materializado en una enorme serpiente enroscada en torno a mi.

Así que ahí estaba yo, dándole vueltas a las dimensiones del concepto de maternidad, cuando entró una jovencita en mis confines y me arrancó de mi propia tragedia griega:

Clienta: Buenos días.Regina: Hola, ¿qué tal?

C.: Bien. Mire, necesito una novela histórica breve para mi madre, que tiene que leérsela en cuatro días y hacerme un trabajo para clase porque a mi me ha pillado el toro.

(Aquí Medea, que ya se estaba retirando a las bambalinas de mi mismidad, giró sobre sus pasos y emergió toda poderío y bravura, como una pantera acechando desde el límite de mi epidermis)

R.: Perdona, ¿cómo has dicho?C.: Pues eso, que tengo que leerme una novela histórica y hacer un trabajo sobre ella para clase, y como no me da tiempo me lo va a hacer mi madre. Tampoco es que lea mucho, por eso mejor que sea breve.

R.: Ah, bueno. Y a tu madre, ¿le interesa algún período? Lo digo porque ya que se la tiene que leer que al menos la disfrute…

C.: Pues no realmente, la verdad.

R.: Entonces lo mejor es que tiremos hacia los clásicos del género…

Y le propuse quince títulos:

‘Memorias de Adriano’, de M. Yourcenar.

‘Yo, claudio’, de Robert Graves.

‘El muchacho Persa’, de Mary Renault.

‘Los episodios nacionales’, de Galdós.

‘Aníbal, de Gisbert Haefs.

‘Akhenaton: el rey hereje’, de Mahfuz.

‘Juliano el apóstata’, de Gore Vidal.

‘Sinhué, el egipcio’, de Mika Waltari.

‘El nombre de la rosa’, de Umberto Eco.

‘De parte de la princesa muerta’, de Kenizé Mourad .

‘La dama del Nilo’, de Pauline Gedge.

‘La plata de Britannia’, de Lindsey Davis.

‘Ben Hur’, de Lewis Wallace.

‘A la sombra del granado’, de Tariq Ali.

‘El puente de Alcántara’, de Frank Baer.

R.: Todos son novelones fenomenalmente escritos y con intachable rigor histórico, así que puede leérselos bien y escribir un buen trabajo. Aunque quizás Galdós, a no ser que separe un o dos episodios, será excesivo…C.: Pues igual, no sé, entonces igual el de Adriano.

R.: Yourcenar siempre es una buena opción. Luego tiene otro ambientado en el medievo, Opus Nigrum, sobre alquimistas y peregrinos que es una delicia…

C.: ¡Uy, calla! Creo que tiene que ser más reciente, porque acabo de recordar que la asignatura es Historia Contemporánea de España, o algo así…

A estas alturas Medea me estaba apretando desde dentro los globos oculares con la misma pasión con la que se cargó a su prole… No sé ni cómo no me salieron disparados, palabrita de Regina.

R.: Ah, vaya, eso lo cambia todo. ¿Qué tal algo ligerito sobre la Guerra Civil? Igual Homenaje a Cataluña, de George Orwell. El escritor luchó en el Frente de Aragón y luego redactó esta novelita deliciosa sobre el día a día de un miliciano de las Brigadas Internacionales. Las comidas, las mujeres, las noches en las trincheras, los piojos. Es muy realista e inesperadamente divertidaC.: Puede ser, pero quizás a mi madre le interese más algo con mujeres de protagonistas. Ella es muy echada palante…

R.: ¿Ligerito, que se lea bien, con mujeres y de la Guerra Civil? Pues Rosario Dinamitera, de Carlos Fonseca. También escribió Las Trece Rosas, que inspiró la película homónima, pero por eso mismo mejor que se lea la de Rosario Dinamitera.

C.: ¡Ah, perfecto! Si, me llevo esta, a ver si se la empieza esta misma tarde porque ya va pillada de tiempo…

Menos mal que la muchacha tenía prisa y se esfumó con su Rosario Dinamitera, porque fue cerrarse la puerta tras de sí y mi Medea se abrió paso por entre mis carnes entre furiosa y desconcertada.

¿Una madre leyéndose una novela histórica para hacerle un trabajo a su hijita para una asignatura de la que apenas si recuerda el nombre? Ay, si Eurípides levantara la cabeza me temo que haría que su Medea se cargara a esa hijita a librazo limpio.

Y vosotros, queridos, ¿qué novela le hubierais recomendado para su madre? Como estudiantes, ¿empapelasteis así alguna vez a vuestras madres? ¿Lo haríais? Y, ¿lo haríais por vuestra prole?

Yo, desde luego, no…