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Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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Myra Breckinridge, o cómo ser una voraz dominatrix

Ahora va a resultar que también tengo alma de telepredicadora. Hala, otro yo para sumar a mi gloriosa troupe de identidades apelotonadas en este cuerpecillo de humilde librera anclado a la realidad por mi pelucón.

Pero es que ayer comprobé que, cuando se trata de hablar de algunos libros, se apagan las luces generales de reginaexlibrislandia y mientras un foco me abrasa las retinas bajo mis pies asciende un púlpito de quita y pon y aparece a mi chepa un coro de gosppel con túnicas púrpura idénticas a la que yo, de pronto, luzco. Entonces me disparo y suelto mi sermón con la seguridad del que se sabe en posesión de la Verdad, y mi verborrea apasionada cae a cántaros sobre el improvisado cliente-feligrés que aguanta el chaparrón entre desconcertado y temeroso hasta de carraspear.

Pero queridos, es que hay libros que es pecado dejar de leer según los cánones de reginaexlibrislandia. Y ayer:

– Clienta: Buenos días, a ver si me puede ayudar.- Regina: Para eso estamos, dígame.

– C.: Resulta que un amigo está inmovilizado con las dos piernas rotas y quiero que lea. Siendo optimistas creo que se habrá leído dos o tres libros en su vida, y quizá este sea el momento de captarlo… pero no se me ocurre con qué, la verdad.

– R.: Esto suena a reto, ¿qué le gusta a él?

– C.: Verás, es fanático de Almodóvar, de sus personajes, de su acidez, de su humor y de los ambientes que recrea.

– R.: ¿Sabes si leyó Patty Diphusa, el de Almodóvar?

– C.: Si, ese precisamente es uno de los que devoró y al que vuelve sin parar. Algo así sería lo que busco…

– R.: Entonces sin duda llévale Myra Breckinridge, de Gore Vidal.

– C.: Ah, no me suena para nada. ¿De qué va?

Y ahí fue cuando se abrió la veda de mi momento-telepredicadora:

Es la primera parte de la saga protagonizada por Myra-Myron, el transexual más glorioso de la literatura, de la mano de un Gore Vidal en plena forma que deja a su amazona suelta en el corazón de la maquinaria hollywoodiense para pulverizar estereotipos desde dentro y pisotear con su taconazo de aguja todo atisbo de comportamiento moraloide, decente y educado.Myron es insulso, acartonado y mojigato como la América pre-Watergate en la que vive. Myra es impetuosa, voraz, excesiva y egocéntrica, como el dorado Hollywood que anhela, ahora eclipsado por la maldita televisión.

Para reinstaurar lo que ella considera el ‘orden natural’ en el que el cine ha de volver a ser lo que era y para emprender su ascensión al olimpo de las deidades de celuloide, Myra necesita rehacerse a sí misma en Copenhague a golpe de bisturí, la peluca adecuada, un buen fondo de armario y la supremacía hormonal del cuerpo que comparte con Myron y que de vez en cuando emerge para exasperarla.

Ella es ingeniosa, provocadora, divertida, corrosiva, irreverente, extrema hasta el delirio, salida como una perra, más femenina que cualquier mujer y, a ratos, más masculina que un hombre con atributos. Y lo mejor: es un personaje que sabe lo que quiere y va directa a su objetivo como un obús.

Myra está por encima de estereotipos e identidades sexuales y por eso fue un auténtico escandalazo a finales de los sesenta, cuando se publicó. Seis años más tarde Vidal regalaría al mundo su secuela, Myron, una ración más de su delicioso veneno.

Lo que si fue un auténtico fiasco fue su adaptación al cine que salvando algunos aciertos en el reparto logró masacrar todos los grandes momentos de la novela, que son muchos.

Entonces el coro de gospel irrumpió con su chorreo de voces, la intensidad del cañón de luz fue debilitándose y mi púlpito comenzó a descender hasta que, ¡zas! todo volvió a la normalidad en reginaexlibrislandia.

Mi clienta se llevó dos Myra Breckinridge (uno para su amigo y otro para ella) y yo me apresuré a reponerlos, queridos, porque es un libro que tiene que estar en mis baldas.

Y vosotros, queridos, conocéis a la gloriosa Myra Breckinridge? ¿Qué os parece? Y a los que no os hayáis topado con ella aún os sugiero que lo hagáis… aunque sólo sea para despertar a la Myra que todos llevamos dentro.

Y como la mismísima Myra dijo:

Si hay algo que detesto más que un tropismo es una viscosidad

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