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Te contamos por qué son tímidos los árboles

Por Mar Gulis (CSIC)

Hace décadas apareció en la literatura científica el concepto de “timidez de los árboles” para referirse a un curioso fenómeno que se puede observar en los bosques: los árboles de la misma especie y, en ocasiones, de especies diferentes, mantienen sus copas a una distancia prudencial de los ejemplares adyacentes. Es decir, las copas de determinadas especies de árboles frondosos crecen dejando unos espacios o grietas, a modo de canales, entre sí y los otros ejemplares. Así, se desarrollan sin afectar (y casi sin tocar) al resto de individuos.

En una fotografía aérea presentada en la 17ª edición de FOTCIENCIA, su autor, Roberto Bueno Hernández, señala en el texto que la acompaña que aún no hay una explicación definitiva para esta curiosidad botánica. De hecho, hoy se tiende a pensar que quizá no hay una sola y única causa para la “timidez” de los árboles, sino que en cada especie en la que se da (pues no se da en todas), ese mecanismo adaptativo se desarrolla de diversas maneras y por razones diferentes. En este texto vamos a resumir las principales hipótesis que explican este fenómeno.

La imagen 'La timidez de los árboles' forma parte de la exposición y el catálogo de FOTCIENCIA17. / Roberto Bueno Hernández

La imagen ‘La timidez de los árboles’ forma parte de la exposición y el catálogo de FOTCIENCIA17 (CSIC-FECYT). / Roberto Bueno Hernández

  1. Hipótesis de la fricción o de la abrasión mecánica

Esta hipótesis fue presentada por el botánico australiano Maxwell Ralph Jacobs, quien por vez primera utilizó, en los años 50 del pasado siglo, la palabra “timidez” para referirse a esta manera en la que algunos árboles se retraen ante otros. Según su planteamiento, la abrasión o el roce que producen unas hojas contra otras cuando se ven azotadas por los vientos o las tormentas sería la causa de este fenómeno, pues se produciría una especie de “poda recíproca” debido a la fricción. Ahora bien, en la actualidad la comunidad científica baraja otro tipo de explicaciones que veremos a continuación.

  1. Hipótesis de los fotorreceptores

Los árboles, y las plantas en general, deben adaptarse a las condiciones de luz para sobrevivir y asegurar su fotosíntesis y desarrollo. A diferencia de los animales, las plantas no pueden trasladarse de lugar ante las condiciones adversas o en busca de ambientes que les sean más favorables, por lo que parece que han desarrollado mecanismos, a través de fotorreceptores o “sensores de luz”, mediante los cuales pueden detectar y sentir diferentes intensidades y longitudes de onda para optimizar su crecimiento. De este modo, tienen la posibilidad de minimizar los posibles daños por exceso o defecto de radiación adaptándose a las diferentes condiciones del entorno. Así, según esta explicación, la acción de los fotorreceptores haría que los brotes más cercanos al dosel arbóreo crecieran menos al acercarse a sus vecinos, pues es donde menos cantidad de luz recibirían.

El fenómeno de la "timidez de los árboles" se puede observar fundamentalmente en los bosques con especies de eucaliptos, pinos y hayas.

El fenómeno de la «timidez de los árboles» se puede observar fundamentalmente en bosques con especies de eucaliptos, pinos y hayas.

  1. Hipótesis de la alelopatía

La tercera explicación relaciona este fenómeno con la alelopatía, mecanismo por el cual los organismos cercanos, de una misma especie o de especies diferentes, se envían señales químicas. Estos compuestos bioquímicos, o aleloquímicos, pueden tener efectos (positivos o negativos) sobre su crecimiento, reproducción o incluso sobre su supervivencia. El envío de compuestos químicos entre árboles, generalmente de la misma especie (aunque no solo) supone algún tipo de comunicación entre ellos, como explicaban en una entrada anterior de este blog los investigadores Rafael Zas y Luis Sampedro, de la Misión Biológica de Galicia del CSIC. Según la científica forestal canadiense Suzanne Simard, esta “comunicación química de los árboles” se daría en mayor parte bajo tierra a través de las redes micorrizales (es decir, de la simbiosis entre los hongos y las raíces de los árboles y las plantas) y formaría parte de toda una compleja red de cooperación entre especies para asegurar el beneficio mutuo. Esto es, Simard plantea un escenario donde los árboles, más que competir, cooperan para su supervivencia, formando parte de una simbiosis mutualista. Actualmente, esta tercera hipótesis parece ser la más respaldada por la comunidad científica.

Aunque probablemente no haya una explicación única para la timidez de los árboles, es indudable que estamos ante un mecanismo adaptativo que puede hacernos ver los bosques con otros ojos; al margen de nuestros problemas humanos, incluso de nuestra timidez.

Filomena ha pasado: ¿ahora qué hacemos con los árboles?

Por Mariano Sánchez García (CSIC)*

La borrasca Filomena ha pasado dejando un aspecto desolador en el arbolado de muchas ciudades. Pero hagamos virtud de este terrible acontecimiento –en el que los ciudadanos solo hemos podido ser mudos testigos y los árboles, meros sufridores– y tratemos de sacar alguna conclusión.

RJB

Árboles caídos en el Real Jardín Botánico. / Mariano Sánchez

¿Qué ha pasado? Como era previsible, los árboles perennifolios, los que no pierden la hoja en invierno, han cargado con un peso tan extraordinario sobre sus ramas y hojas que la madera de reacción –la zona ensanchada en la base de ramas y troncos– no ha sido capaz de soportar ese peso. Cada rama, conforme se iba cargando de nieve y llegaba a su límite de carga, iba desgarrándose hasta partirse. Así se fueron fracturando miles de ramas de pinos, encinas, cedros, aligustres, madroños, laureles, etc.; todas ellas especies perennes.

Sin embargo, también han caído ramas e incluso algunos árboles de especies caducifolias, lo cual es una rareza porque, si en verano fueron capaces de soportar el peso de las hojas, de varias tormentas y de las gotas de varias lluvias en sus hojas, deberían haber permanecido en el árbol sin caer.

Tenemos que aprender de estos hechos para mejorar. Por eso, vamos a esbozar unas ideas que pueden dotar a nuestro hábitat futuro de mejor calidad medioambiental y mayor sostenibilidad. Para lograr ese objetivo será necesaria una apuesta por el buen cultivo y la conservación de nuestros árboles en la que confluyan ciudadanía, personal técnico y clase política.

En primer lugar, debemos conservar el mayor número de árboles dañados. No se puede prescindir de ningún árbol ni rama: durante las próximas décadas los necesitamos a todos con sus hojas para mejorar nuestro aire, retener la mayor cantidad de contaminantes y, ya puestos, relajarnos con su belleza y su cambiante cromatismo estacional. Por eso es importante realizar una adecuada evaluación de riesgo con el personal técnico especializado en distintos ámbitos –ciencias biológicas, ingeniería agrícola, agrónoma, forestal, de montes, etc.– y, realizar los trabajos de arboricultura con podadores certificados y arbolistas.

En segundo lugar, hay que mejorar la biodiversidad urbana sin que suponga volcar la flora de otros países en el nuestro, pero tampoco sin despreciarla. Nuestros encinares y pinares con su flora asociada, como los de la Casa de Campo, la Dehesa de la Villa y otras zonas de Madrid que conservamos en la memoria, deben permanecer, pero no hay que olvidar que el cambio climático va a afectar precisamente a las plantas nativas. Como dijo Francis Hallé, las plantas que hoy llamamos nativas fueron alóctonas –originarias de otro lugar– en tiempos remotos. Lo que hay que hacer es investigar que las plantas de fuera que plantemos no sean invasoras ni puedan cruzarse genéticamente con las nativas –lo que podría dar lugar a híbridos que hicieran desaparecer a algunas de las especies autóctonas–.

Árboles caídos

Árboles caídos en la calle Fuencarral de Madrid. / EFE

En tercer lugar, se deben cambiar determinados parámetros de plantación:

  • Ciertas especies perennes, como los aligustres, no tienen cabida en algunas calles. Cuando les falta luz en su desarrollo, sus ramas crecen debilitadas y se parten fácilmente. Además, estos arbolitos no dejan pasar el sol al pavimento después de una helada, por lo que el hielo no se funde durante el día, las aceras se hacen más peligrosas y se producen caídas entre los transeúntes.
  • Tampoco se deben plantar árboles perennes en praderas; sobre todo pinos, por el tipo de copa que tienen en estado adulto. Estos grandes árboles compiten por el agua y los nutrientes con el césped y esto hace que no desarrollen raíces profundas. En algunos casos –imaginemos un pino de 23 metros con viento, oscilando–, la falta de una buena base supone un riesgo de vuelco enorme durante las tormentas. Y todo porque no se los plantó en un lugar similar al de su hábitat.
  • También es fundamental que, si el árbol que se planta es enorme como un plátano de paseo, tenga más espacio que si se planta un arbolito. Sin embargo, lo normal es encontrar alcorques –hoyos en los que se plantan los árboles– cada 4 metros, sea cual sea la especie cultivada. Podemos imaginar que, si vamos a la playa y el espacio asignado para poner la toalla y la sombrilla es el mismo para una persona sola, una pareja, una familia, un grupo de amigos o un colegio, habrá roces y problemas. Pues algo parecido pasa en las calles: los árboles grandes no caben, rozan con otros árboles, entran por las ventanas y ocultan farolas y semáforos. Sin embargo, la única solución que se aporta es la motosierra: aun sabiendo que mejoran nuestra vida, fuera ramas, hojas y estética. ¿No sería más fácil, económico, sostenible e inteligente distanciar los árboles?

En este sentido, por último, no deberíamos olvidar que la poda solo es necesaria como excepción, por seguridad, riesgo o cuando se buscan expresamente formas especiales, como las cabezas de gato.

¿Por qué cayeron las ramas o incluso el árbol entero de especies caducas? Por debilidad estructural propiciada por años y años de podas que generaron pudriciones e hicieron que no fueran capaces de soportar el peso de esa nieve que acumularon solo en la madera.

¿Qué les pasa en su morfología y estructura a los árboles, seres vivos longevos, que sus plantadores han decidido que cada X años han de amputarle las ramas hasta dejarlos a modo de candelabros o patas de araña? ¿Existe en la naturaleza algún ser vivo cuya evolución dependa tanto del ser humano como para que este le quite el 50% de su cuerpo por necesidad de algo? ¿No estamos más bien ante una práctica equivocada y atávica que debe desaparecer como en su momento desapareció el canibalismo? Si un árbol necesita poda sistemática es porque nos equivocamos al plantarlo en ese sitio, a esa distancia de otro árbol o de un edificio o porque sencillamente esa no era la especie adecuada para ese lugar.

De cara a lo que ocurra en futuras tormentas, si desde ahora aplicamos conocimientos de arboricultura, podremos hacer que los daños sean menores. Esos conocimientos se pueden resumir en estas pocas palabras: calidad frente a cantidad y cada especie en su lugar y con su espacio.

* Mariano Sánchez García es jefe de la Unidad de Jardinería y Arbolado del Real jardín Botánico del CSIC.

 

Sumérgete en el océano desde casa: una propuesta del CSIC para explorar los ecosistemas marinos

Por Mar Gulis (CSIC)

3, 2, 1… ¡Al agua! Este viaje comienza con los habitantes más pequeños del océano: protozoos, microalgas, virus, bacterias y animales microscópicos como los tardígrados o las pulgas de agua. Aunque no los vemos a simple vista, son millones de seres diminutos que cumplen un papel esencial para el funcionamiento de los ecosistemas marinos. Este fascinante micromundo te espera en ‘El océano en casa’, un proyecto del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) que ofrece todo tipo de materiales para que el público infantil se sumerja en las aguas oceánicas sin moverse del sofá.

Solo tenéis que entrar en su web y elegir entre varios bloques temáticos que dan a conocer la biodiversidad marina y la importancia de los mares en nuestro día a día. Si os decantáis por el epígrafe ‘Un océano con muchas características’, encontraréis lecturas, dibujos para colorear o rompecabezas y enigmas sobre los distintos ambientes marinos que hay en el planeta. También podréis probar el juego ‘De tierra o de mar’ o experimentar el viaje que realiza un grano de arena desde los Pirineos hasta el cañón de Palamós.

La web del proyecto, cuyos contenidos fueron inicialmente publicados en catalán y ahora se han traducido al castellano, está llena de recursos para niñas y niños curiosos. Por ejemplo, los epígrafes ‘El océano: un mar de ríos’, ‘Las praderas del mar’ y ‘Animales del océano’ incluyen animaciones de la NASA, experimentos caseros, unidades didácticas y hasta cuentos y cómics para aprender qué son las corrientes marinas, ver prados de posidonia y conocer la diversidad animal que esconden mares y océanos.

El viaje no ha hecho más que empezar, porque el bloque titulado ‘El océano y nosotros/as’ está repleto de contenidos para seguir buceando y descubriendo organismos fascinantes. A través de varios vídeos, en el primer apartado, dedicado a las medusas, entenderéis por qué estos animales nos pican cuando nos bañamos en la playa, qué necesitamos para identificarlos y cómo actuar en caso de una picadura. Quienes quieran saber más sobre estos extraños invertebrados podrán también participar en el proyecto de ciencia ciudadana ‘Observadores del mar’.

La aventura continúa con ‘Buques oceanográficos’, donde encontraréis información sobre las grandes embarcaciones donde muchos científicos y científicas investigan a la vez el océano. Si estáis listos para embarcar, buscad el vídeo que os llevará a bordo del Sarmiento de Gamboa, uno de los buques oceanográficos del CSIC.

Hay más. Los epígrafes ‘El fitoplancton’, ‘Basura marina’ y ‘Océano y atmósfera’ contienen audiovisuales para descubrir ese universo de microbios y pequeños organismos acuáticos o calibrar el impacto que tienen los microplásticos y otros residuos en el mar. En esos apartados se puede acceder a otro montón de actividades para realizar en casa: experimentos, guías didácticas o incluso fichas para colorear y entender el ciclo del agua.

Si el mundo marino os engancha, estad atentos a la web de ‘El océano en casa’ porque habrá nuevos contenidos. ¡Y participad! El Instituto de Ciencias del Mar os anima a enviar comentarios, preguntas o sugerencias a la dirección de correo electrónico oceanliteracy@icm.csic.es. Al otro lado de la pantalla, alguien dedicado a investigar el universo marino os contestará.

 

 

La ‘trastienda’ del Real Jardín Botánico en primavera

Por Mariano Sánchez García (CSIC)*

Lleva en Atocha desde 1781, fecha en la que Carlos III lo trasladó de Migas Calientes a una zona entonces bien regada y llena de huertas. El Real Jardín Botánico (RJB), ubicado en el Paseo del Arte madrileño, formó parte del proyecto del monarca de crear una colina de la ciencia, junto con el Museo de Ciencias (actual Museo del Prado) y el Observatorio Astronómico. El RJB, actualmente adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), fue siempre un reducto de ciencia, pero también de jardinería. Juan de Villanueva, arquitecto del Museo del Prado, realizó el diseño de este bello jardín neoclásico, que se caracteriza por los juegos temporales de color.

En la actualidad el Real Jardín Botánico exhibe unas 5.500 especies vivas: una enorme diversidad si se tiene en cuenta que solo en la península ibérica, una de las regiones con más diversidad florística de Europa, hay unas 7.000 especies de plantas. Además, el Botánico mantiene su esencia como jardín histórico; por eso, en los meses de primavera trata de impactar al público con sus gamas cromáticas y su olor. ¿Cómo se consigue esta explosión visual y aromática que llena el Jardín de marzo a junio?

Narcisos dando la bienvenida al Real Jardín Botánico. / Mariano Sánchez

La jardinería es un arte que se desarrolla con conocimiento y previsión, y hay que trabajar durante todo el año para que un jardín luzca pletórico. Un ejemplo es la floración de primavera, para la cual hay que diseñar las plantaciones a finales del verano anterior. Tras el trazado en el papel, toca meter las manos en la tierra. Esta temporada, en el RJB plantamos a finales de noviembre 6.000 bulbos de narciso y 12.000 de tulipán, que han sido cuidados y vigilados durante todo el invierno. Los narcisos se ubicaron a ambos lados del camino principal en macizos compactos para aportar su aroma al visitante.

Para diseñar la distribución de las variedades de tulipán se jugó con un recorrido que iba de los tonos fríos a los cálidos. Esta tarea es como montar un puzle de 800 metros cuadrados en el que tienes que encajar, de forma armoniosa y agradable para la vista, 35 variedades de un mismo género.

Colección de tulipanes. / Mariano Sánchez

Cuando este año llegó el color y aroma de los narcisos, nos tuvimos que retirar a casa para cuidar y cuidarnos de la pandemia. Pocas semanas después se abrieron los tulipanes, y a esa mezcla cromática y olfativa se sumó el silencio, solo roto por el murmullo del agua en los fontines y los casi ya olvidados cantos de los pájaros. El Real Jardín Botánico se convirtió en un jardín de los sentidos que nadie podía disfrutar. ¿Qué hacer con tanta belleza?

Esa espectacular floración que preparamos para los visitantes no podía quedarse sin ser vista ni sentida. Así, gracias a la colaboración de muchas personas del RJB y a la policía municipal de Madrid, conseguimos que todas esas flores de plantas cuidadas con mimo desde noviembre pudiesen alegrar con sus colores y aromas los miles de rostros cansados de trabajadores y pacientes de los hospitales de Madrid y Guadalajara y residencias de mayores.

Jardinera del RJB cortando los tulipanes en marzo pasado para llevarlos a hospitales y residencias de mayores de Madrid. / Mariano Sánchez

En el jardín el espectáculo debía continuar, de modo que, cuando a finales de abril terminó la floración de los tulipanes, llegó el momento de preparar la flor del verano, las dalias, como quien cambia los jerseys por las camisas y las mangas cortas. De esta forma, a primeros de mayo se retiraron todos los bulbos de tulipán, se guardaron por variedades, y se cavó el terreno que ocupaban para plantar en el mismo lugar 1.200 rizomas de 80 variedades de dalia.

Ejemplar de Dahlia `Frigoulet´. / Mariano Sánchez

Mientras se realizaban los trabajos de plantación de las dalias, despuntaron las peonías, de breve pero impresionante floración. Tras estas flores asociadas al amor y la belleza, florecieron a lo largo del mes de mayo 160 variedades de lirios de nuestra colección, así como la rosaleda con las rosas antiguas y silvestres.

Lirios y rosas se abrirán a la espera de la colección de dalias, plantas tropicales originarias de México que Antonio José de Cavanilles, director del RJB, sembró en 1789 por primera vez en Europa. Estas plantas florecen de junio a noviembre, cuando mueren con las primeras heladas.

Ejemplar de lirio Iris ‘Superstition’. / Mariano Sánchez

Otro trabajo esencial en el jardín durante el período primaveral es el de conservar los ciclos de la huerta. Hay que retirar las hortalizas de invierno, como las coles y las lombardas, para plantar la huerta de verano: garbanzos, tomates, calabazas y sandías.

Biofilia: curar con flores

A fecha de hoy, tanto la sanidad española como, en mayor o menor medida, todos necesitamos el efecto terapéutico de la naturaleza. Este fenómeno se denomina biofilia y hace referencia al amor por lo vivo y lo natural. Habitaciones, mostradores y pasillos de hospitales con ese toque de naturaleza que sana, ya sean plantas, madera o flores, ayudan a mejorar al menos un poco el estado anímico de las muchas personas que permanecen en estos espacios.

Ejemplares de Paeonia lactiflora `Flame’. / Mariano Sánchez

Esa naturaleza sanadora puede y debe ser observable también desde las ventanas de las casas. En este período de confinamiento está siendo fundamental que nos podamos asomar a nuestros balcones para ver el paso del tiempo y de la estación a través de las plantas, y, sobre todo, de los árboles: la fructificación de los olmos en marzo, el brotar de los plátanos de paseo a finales marzo y en abril, y la floración de los castaños de indias y las acacias, que comienza pocos días antes del mes de mayo. Además de los espacios primorosamente cuidados como los jardines, los árboles son también parte de la vegetación urbana que evoluciona y nos acompaña en estos días.

* Mariano Sánchez García es jefe de la Unidad de Jardinería y Arboricultura del Real Jardín Botánico del CSIC.