Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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La academiaspencemanía llega a las madres

Llamadme sentimental, queridos, pero cualquier indicio de ansia lectora en un cliente me conmueve, me desarma, me conquista.

Ya puede tratarse del prospecto de un fármaco o del texto aparecido en vete tú a saber dónde ni cómo: si alguien lo pide con la mirada cargada de voracidad a mi se me activa la maquinaria librera y por mi pelucón que localizo el objeto impreso de su deseo. Palabra de Regina.

Y ayer tarde me topé con uno de esos gloriosos episodios. Estaba yo dale que dale al papeleo y al café bien cargadito cuando una señora se adentró en mis confines. Como fue directa a la zona de literatura juvenil supuse que buscaba algún libro para su retoño (El Cantar del Mio Cid, El Conde Lucanor, El Sí de las niñas, Rebeldes, Rimas y Leyendas de Bécquer, Cuando Hitler robó el conejo rosa… Vamos, los ‘más buscados’ en esta época de curso escolar).

Pero no, nada más lejos de la realidad. AL cabo de un rato ella misma evidenció mi error de cálculo:

– Clienta: Buenas tardes…- Regina: ¡Hola! ¿Qué tal está?

– C.: Bien, verá, busco un libro

– R.: ¿Puedo ayudarla?

– C.: Igual sí. Mire es que necesito leerme un libro que le dejaron a mi hija, al que ella estaba enganchadísima, pero que devolvió antes de que pudiera ojearlo.

– R.: ¿Recuerda el título, el autor o algún dato?

– C.: Pues la verdad es que no mucho. Sé que iba de una orden secreta de chicas dentro de una academia, y que hay dos partes. La que tenía Rebe, mi niña, era la segunda porque ya se había leído la anterior, y era algo así como ‘el ángel rebelde’, creo. Yo quiero las dos.

– R.: ¿Y por qué no se lo pregunta a ella?

– C.: Verá, es que me da vergüenza. Del libro no hablé con ella, no me atreví a preguntar, y como lo tenía forradito y lo leía en la cama me daba cosa decirle nada. Lo ojeé un día mientras se duchaba, pero el caso es que me intriga. Por lo visto todas están como locas con los libros. Además si encuentro los dos, pues serán para ella.

– R.: Mmmm, pues igual… Verá, hace dos o tres días vino una chica de unos trece años pidiédome uno que sonaba muy parecido a eso. No lo tenía. Como mis compañeros me contaron que habían venido pidiéndonos esos libros dos o tres chicas más, les seguí el rastro.

– C.: ¿Y cuáles eran?

– R.: A ver, un segundo… ¡Ah, sí, aquí lo tengo! De una tal Libba Bray, la saga se llama ‘El Círculo Secreto’, y tiene dos partes: La orden de la academia Spence y Ángeles Rebeldes.

– C.: ¡ESOS, ESOS SON! ¡SEGURO!

– R.: Pues investigué y en España, además de El Círculo de Lectores, lo edita RBA. Pero con la fiebre que se ha desatado van a reeditar el primero, La Orden de la Academia Spence, y a lanzar el segundo, Ángeles Rebeldes.

– C.: ¿Y para cuando me lo puede conseguir?

– R.: Verá, iban a lanzarlos juntos ahora, pero la cosa se ha retrasado hasta el día 23.

– C.: Ya veo, ¿y me los podrá conseguir?

– R.: Si, si, yo le consigo dos para el día que salgan, y la llamo por teléfono cuando me lleguen a reginaexlibrislandia.

Y se fue con una sonrisa que le daba la vuelta a la cabeza. Estoy deseando que RBA los saque del horno para ver la cara que se le pone a la buena mujer cuando los tenga delante. Lo que es a mi, me han contagiado el apetito lector por La Orden de la Academia Spencer y Ángeles Rebeldes, así que ya os daré el parte cuando me los lea.

Y vosotros, queridos, ¿habéis oído hablar de los dos libros de Libba Bray? ¿Os ha ocurrio alguna vez algo similar a lo de mi clienta, es decir, que no os atrevierais a preguntar directamente sobre un libro que os intrigara?

Para recomendar un libro o empatizas o patinas, querido

Lo creáis o no y a pesar de que ya llevo una temporadita en el ruedo librero, cada vez que alguien acude a mi en busca de ‘el libro’ para sí o para terceros a mi me tiembla hasta el pelucón.

Si, queridos, es mi pánico escénico particular, un vía crucis regio en el que se me agarrota la neurona y el miedo al patinazo solidifica esta sopa de letras que habitualmente me hierve bajo el pelucón, con lo que por un instante me quedo muda y sin recursos o, lo que es lo mismo, sin respuesta.

Pero lo cierto es que algún neón termina por encendérseme y suelo salir airosa de los ‘aprietos’ en los que me clava toda esa carne de reginaexlibrislandia que tanto adoro y que se adentra en mis confines cuando menos lo espero.

La cosa es que mi respeto por los libros y la literatura es tal que jamás, jamás me tomo a la ligera una consulta, ni suelto lo primero que me viene al pelucón para hacer mutis por el foro a la primera de cambio. Primero porque para reina yo y segundo porque cuanto mayor es el reto librero mas me divierto.

Así que cuando deje de divertirme o de sentir ese pánico escénico habrá llegado la hora de echar el cierre a reginaexlibrislandia, embutirme en la piel de otra cosa y quitarme el pelucón regio… aunque algo me dice que a mi me enterrarán con él puesto, queridos.

Y todo este parloteo viene porque Kitiara preguntaba en un comentario sobre cómo superar ese pánico a recomendar lecturas y a no atinar con el libro adecuado para alguien. De momento yo sigo tres reglas básicas:

1. EMPATÍA. Por mi experiencia en las trincheras la clave está en la empatía: has de metamorfosearte en el destinatario y averiguar cuanto puedas sobre lo que en él se cuece de epidermis para adentro. Saber en qué momento emocional y existencial está el personajillo en cuestión y qué es lo último que ha leído, alguna historia que le haya impactado o qué tipo de cine ve… suelen ser baldosas amarillas que te enfilan hacia el Oz Librero.2. MÁS EMPATÍA. Por toda la Biblioteca de Alejandría, queridos, huid como de la peste de la tentación de regalar un libro solo porque a vosotros os cautivó. Otra cosa es que, además de haberos hechizado, haya algo en él para su destinatario o viceversa. Entonces si, divinos: como obuses a por él.

3. EMPATÍA HASTA SI SE TRATA DE UN CLÁSICO. Si lo que queréis es regalar un LIBRO, un título de esos que os sobrevivirá a vosotros y a unas cuantas generaciones más, tampoco se os ocurra dejar de lado la empatía. El momento vital por el que atraviesa una persona es esencial para que el libro le haga volar en lugar de aplastarle.

En fin, de momento ese es el decálogo regio que escribo sobre la marcha y que me ampara a diario en reginaexlibrislandia. Cuando lo termine os lo brindaré, palabra de queen.

Pero ahora decidme, queridos, ¿cómo lo hacéis vosotros cuando os piden recomendaciones de lecturas o llega el momento-regalo de libro a terceros?

A vueltas con El niño del pijama de rayas

No pasa un solo día sin que vengan entre diez y doce personas buscando un ejemplar de El niño con el pijama de rayas, del irlandés John Boyne.

La tragedia está en que se van sin él: en noviembre Salamandra lanzó su decimotercera edición y es imposible hacerse con un lote. Imposible. Por eso la siguiente está en el horno, y los libreros volamos en círculos sobre los distribuidores como buitres leonados.

Incluso sin darnos cuenta nos hemos creado una curiosa rutina en torno al dichoso librito:

¿Llegó ya El niño con el pijama de rayas?No, aún ni rastro del pedido…

Ah, vaya. Bueno, ¿y qué tal la mañana?

Ah, por cierto, también nos hemos quedado sin reservas de la edición en inglés. Un desastre.

Y ahora es cuando entono el Mea Culpa: he sido testigo directo del fenómeno, he estado literalmente rodeada de cientos de ejemplares y mi respuesta intelectual ha sido una total y absoluta apatía. Mi desinterés resulta aplastante. E imperdonable, la verdad.

Yo, que me leo hasta los prospectos de los fármacos, ni me planteé dedicarle unas horas a El niño con el pijama de rayas. ¿Por qué?

Pero creo que ha llegado el momento de ceder. No es la primera vez que me pasa algo así. En plena harrypottermanía me empecinaba en desoír a quienes insistían en que me aventurara en la saga de J.K.Rowling. Y reconozco que acabé rendida a sus pies.

Veamos qué dice la contraportada del libro azul:

Estimado lector, estimada lectora: Aunque el uso habitual de un texto como éste es describir las características de la obra, por una vez nos tomaremos la libertad de hacer una excepción a la norma establecida. No sólo porque el libro que tienes en tus manos es muy difícil de definir, sino porque estamos convencidos de que explicar su contenido estropearía la experiencia de la lectura. Creemos que es importante empezar esta novela sin saber de qué trata. No obstante, si decides embarcarte en la aventura, debes saber que acompañarás a Bruno, un niño de nueve años, cuando se muda con su familia a una casa junto a una cerca. Cercas como ésa existen en muchos sitios del mundo, sólo deseamos que no te encuentres nunca con una. Por último, cabe aclarar que este libro no es sólo para adultos; también lo pueden leer, y sería recomendable que lo hicieran, niños a partir de los trece años de edad.

Qué queréis que os diga, la verdad es que no tiene el efecto canto de sirena en mí. Aunque, eso sí, la crítica parece respaldar el éxito de ventas en más de treinta países.

Decidme, queridos, ¿os habéis leído El niño con el pijama de rayas? ¿Qué os pareció?

Por mi parte prometo entregarme a mi ejemplar libre de prejuicios. De aquí a unos días emitiré mi veredicto.

Clasicazos de boquilla

Hoy han venido tres personas diferentes a pedirme el mismo libro y creo que aún sigo en estado de shock. Subrayo lo de diferentes porque cada una parecía como caída de su propio planeta: nada que ver, pero nada.

¿Y el libro? Pues era uno de esos que se leen como a hurtadillas, con la portada forrada: Flores en el ático, de V.C. Andrews.

A lo que vamos: la más madrugadora fue una treintañera sobrecafeinada, megamechada y ultrabronceada con mucha prisa, demasiado perfume y poco familiarizada con las letras en general. Ella abrió la veda:

– Hola, mira… es que busco un libro del que me han hablado ssssssuperbien que se llama Plantas en el ático o algo así, ¿sabesssssss?. Va de una familia y creo que son varios libros, pero yo solo quiero el primero. Una socia de mi buffette me lo recomendó. Jo, la pobre me lo envió y todo, pero me he dejado la palm. Y la estoy llamando pero me salta insistentemente su buzón y es que tengo ese antojo y yo soy como que muy de impulsos, ¿sabesssss? Que me da por algo y, oye, que no paro…- Si, creo que te refieres a Flores en el Ático, de V.C. Andrews

– ¡Eso, eso, Flores en el Ático! ¿Lo tienes?

– Pues ahora mismo no tenemos ninguno aquí…

Cuando la estela de perfume condensado se disipó creo que fue cuando empecé a reaccionar.

Después vinieron un vigilante jurado de mediana edad (con uniforme y todo) y una secretaria jubilada.

Todos lo pedían… ¡Flores en el Ático, de Virginia C. Andrews! , una historia tan truculenta como sobrecogedora, que más que líneas tiene una alambrada que inmoviliza a un lector que continua leyendo porque no puedes parar: necesitas saber hasta dónde llegará la doña esta vez con la carne de su carne…

¿La historia? Una joven viuda, sin recursos y con cuatro hijos que regresa como hija pródiga para recuperar el favor y el dinerito de papá. Para ello habrá de someterse a su madre, un cruce entre fanática religiosa y estricta gobernanta de caserón gótico victoriano.

Cuando lo leí hace casi dos décadas decidí que nadie, ni la Ángela Channing de Falcon Crest, podía ser tan bruja como la temible abuela Dollanganger

Para empezar la abuelísima exige la tutela de las cuatro criaturas y los encierra en el ático. Y la reclusión que iba a ser algo temporal se traduce en años de cautiverio y abusos, mientras su madre va olvidándose de esas cuatro flores que crecen a oscuras.

Fue un auténtico bombazo mundial a finales de los años setenta, y Virginia Andrews completó la saga con cuatro títulos más: Pétalos al viento, Si hubiera espinas, Semillas del ayer y Jardín sombrío. Y, como no, diez años después rodaron una película homónima que, la verdad, deja bastante que desear.

Aquí va el trailer:

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Pero… ¿por qué me lo piden ahora?

No es una novedad, ni el relato en el que se basa una película de estreno, su autora no ha muerto ni acaba de ganar un premio literario. Tampoco hay campañas mediáticas que lo respalden…

Y sin embargo sigue estando en circulación y, si me permitís, os lo recomiendo porque como evasión es infalible. Crueldad, incesto, secretos, pasiones -más bajas que altas-… A eso es a lo que yo llamo un señor clasicazo de boquilla.