Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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Para recomendar un libro o empatizas o patinas, querido

Lo creáis o no y a pesar de que ya llevo una temporadita en el ruedo librero, cada vez que alguien acude a mi en busca de ‘el libro’ para sí o para terceros a mi me tiembla hasta el pelucón.

Si, queridos, es mi pánico escénico particular, un vía crucis regio en el que se me agarrota la neurona y el miedo al patinazo solidifica esta sopa de letras que habitualmente me hierve bajo el pelucón, con lo que por un instante me quedo muda y sin recursos o, lo que es lo mismo, sin respuesta.

Pero lo cierto es que algún neón termina por encendérseme y suelo salir airosa de los ‘aprietos’ en los que me clava toda esa carne de reginaexlibrislandia que tanto adoro y que se adentra en mis confines cuando menos lo espero.

La cosa es que mi respeto por los libros y la literatura es tal que jamás, jamás me tomo a la ligera una consulta, ni suelto lo primero que me viene al pelucón para hacer mutis por el foro a la primera de cambio. Primero porque para reina yo y segundo porque cuanto mayor es el reto librero mas me divierto.

Así que cuando deje de divertirme o de sentir ese pánico escénico habrá llegado la hora de echar el cierre a reginaexlibrislandia, embutirme en la piel de otra cosa y quitarme el pelucón regio… aunque algo me dice que a mi me enterrarán con él puesto, queridos.

Y todo este parloteo viene porque Kitiara preguntaba en un comentario sobre cómo superar ese pánico a recomendar lecturas y a no atinar con el libro adecuado para alguien. De momento yo sigo tres reglas básicas:

1. EMPATÍA. Por mi experiencia en las trincheras la clave está en la empatía: has de metamorfosearte en el destinatario y averiguar cuanto puedas sobre lo que en él se cuece de epidermis para adentro. Saber en qué momento emocional y existencial está el personajillo en cuestión y qué es lo último que ha leído, alguna historia que le haya impactado o qué tipo de cine ve… suelen ser baldosas amarillas que te enfilan hacia el Oz Librero.2. MÁS EMPATÍA. Por toda la Biblioteca de Alejandría, queridos, huid como de la peste de la tentación de regalar un libro solo porque a vosotros os cautivó. Otra cosa es que, además de haberos hechizado, haya algo en él para su destinatario o viceversa. Entonces si, divinos: como obuses a por él.

3. EMPATÍA HASTA SI SE TRATA DE UN CLÁSICO. Si lo que queréis es regalar un LIBRO, un título de esos que os sobrevivirá a vosotros y a unas cuantas generaciones más, tampoco se os ocurra dejar de lado la empatía. El momento vital por el que atraviesa una persona es esencial para que el libro le haga volar en lugar de aplastarle.

En fin, de momento ese es el decálogo regio que escribo sobre la marcha y que me ampara a diario en reginaexlibrislandia. Cuando lo termine os lo brindaré, palabra de queen.

Pero ahora decidme, queridos, ¿cómo lo hacéis vosotros cuando os piden recomendaciones de lecturas o llega el momento-regalo de libro a terceros?

¿Y qué hago Yo con Boris Izaguirre?

Es mi primer día de descanso tras un auténtico maratón en la librería y amanecí dolorida y aturdida, como el superviviente a una explosión que se abre paso por los escombros sin entender qué ha ocurrido.

Y toda esta quietud como vino se va, porque en cuanto me descuido tsunamis de voces cargadas con peticiones de sugerencias de títulos para regalos arrasan las apacibles costas mentales de reginaexlibrislandia.

Aunque lo realmente desconcertante es este dolor en los pulgares. Ignoraba que existieran este tipo de ¿agujetas? de tanto coger, soltar y colocar libros. ¿Y si con el tiempo mis dedos se parecieran al de E.T? ¡Qué horror! ¿Gajes de la profesión? Para colmo ahora no visualizo los dedos de libreros amigos…

Además una duda me atormenta, molesta como un moscón rebotando contra el cristal de mi ventana. ¿Hice bien al reprimirme cuando me preguntaban sobre un libro que eché a mi hoguera particular tras leerlo? Claro, ¿quién demonios soy yo para juzgar un libro?

Si, por ejemplo, alguien me interroga sobre Villa Diamante, la última novela de Boris Izaguirre y flamante finalista del deslucido Premio Planeta… pues la verdad es que diría que hay millones de cosas mejores que leer antes que eso. Pero no puedo. No puedo. Pero, ¿debería?

Con los libros siempre he sido así. Un día opté por hablar exclusivamente de aquellos que me gustan, que me aportan algo. Me dije:

Regina, cielo, ¿para qué perder tiempo, veneno y saliva despotricando sobre ciertos libros, cuando hay tantísimas Novelas por descubrir a la gente? Así que ya sabes, divina, limítate a mostrarles las grandezas de este jardín de letras, y deja que sean ellos quienes descubran alguna que otra babosa en el camino literario.

Y vosotros, ¿qué opináis? ¿Creéis que debo ser brutalmente sincera y pelín subjetiva, o mantenerme firme en mi método empático y seguir recomendando en función del interlocutor?