La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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»Scrubs». Buenísima

Ayer Cuatro estrenó sitcom – con 6 temporadas de retraso, pero estreno en España al fin y al cabo – de sobremesa. »Scrubs». Una gozada.

Una de esas series que a mí me encantan, con un ritmo trepidante, un fabuloso humor negro físico y verbal, guiones geniales, personajes muy límite y un protagonista guapérrimo.

Ayer Cuatro estrenó »Scrubs» y ya tiene el canal lleno de médicos raros. Eso está bien.

Y a ratos uno piensa que a Parker Lewis le dio por estudiar medicina; porque contiene los mismos deliciosos delirios de imaginación, de escenas inventadas en la cabeza del protagonista que vemos suceder gracias a la televisión.

Por eso me gusta tanto »Scrubs». Por eso me gustaban tanto »Parker Lewis Can’t Lose», »Get a life» o »Dream On». Porque muestran lo que vemos en nuestra cabeza cuando permitimos que la vida transcurra en nuestras fantasías. Como si le pudiéramos arrebatar la webcam a Dios – que no existe, pero es un buen nombre corto para resumir la metáfora de nuestra menudencia – y grabáramos dentro de nuestra cabeza.

Me encanta »Scrubs».

Noche electoral y más

Ayer, apasionante – ejem – noche electoral en casi todas las televisiones – nacionales, autonómicas, locales, públicas y privadas. Aunque no en Tele5, por lo que pude ver, que prefirió la ficción de Sardá y »La que se avecina» a la ficción electoral.

De nuevo tengo que admitir mi debilidad por Iñaki G., algo que seguro va a hacer que muchos de mis lectores se lleven las manos a la cabeza y entretengan sus pausas laborales lanzándome improperios y acusaciones de cohabitación polanquiana y demás lindezas, que dirán mucho más – y peor – de ellos que de mí.

Porque si Polanco y yo fuéramos uña y esmalte, queridos difamadores anónimos, yo ya estaría dando el tiempo en Cuatro, batiéndome en una batalla de gracia e ingenio con Javier Gómez, el hombre de La Sexta, ese nuevo mito mediático…

… y no. A mí Polanco todavía no me ha puesto un piso ni un programa propio.

Sin embargo, yo me quedo con Iñaki Gabilondo. Y no sólo con su especial electoral de anoche, sino con su informativo nocturno que, pese a los problemas iniciales [esa mirada perdida de Iñaki de los primeros tiempos, que le hacía pensar a uno que tenía a alguien detrás del sofá, a alguien a quien Iñaki se dirigía directamente.

O ese exceso de maquillaje base que hizo afirmar a San Pérez de Albéniz después de la primera emisión de Noticias Cuatro que él sólo había visto »a un señor mayor muy maquillado».

O esa ubicuidad gabilondiana que afortunadamente ha desaparecido], me parece el mejor de la noche.

Sobre todo si lo comparamos con el de Telecinco o Antena 3, una sucesión frenética de sucesos, morbete y estupidez que contrasta con el rigor de algunos de los reportajes de Noticias Cuatro – la semana pasada, sin ir más lejos, el informativo de Iñaki ofreció un espléndido reportaje sobre urbanismo en ciudades españolas. Una gozada.

Y anoche, lo mismo. Me quedé con Gabilondo y su espléndido especial elecciones. Que me pareció eficaz, ágil, conciso, inteligente… y que, por supuesto, empalmé con Factor X. Más que nada por ver si Polanco lee esto y decide apadrinarme. O, por lo menos, nombrarme heredero universal.

[NOTA.

Por cierto, qué pena tan grande que anoche quedara fuera de Factor X la pareja de gemelos canarios, esos muchachos que parecían el resultado de clonar al Dr. Spock en el secador de pie de una peluquería de barrio.

A mí me encantaban. Eran tan diabólicos…]

»Entre fantasmas», una de miedo… pero poco

INTERIOR NOCHE. La mujer que susurra a los fantasmas viste algo escotado y ceñido que permite a los espectadores apreciar su magnífico busto.

Su esposo – que además de un santo varón, está buenorro – le acerca una copa de vino, se sienta junto a ella en el sofá, y brindan.

Ella, Melinda, además de un admirable par de tetas, tiene un marido maravilloso. Que entiende perfectamente que la muchacha tenga que salir de casa a las tantas para encontrarse con fiambres que pretenden darle la chapa con sus asuntos pendientes.

[Si esta fuera una serie española, el marido no sabría nada de las aptitudes sobrenaturales de su moza, sino que sospecharía que se ve con otros – pero vivos – o que se dedica a la prostitución callejera.]

La pareja se va a la cama – la protagonista luce un sugerente picardías semitransparente – y entonces se aparece el primer muerto. Puede ser en sueños o en la puerta del baño, lo mismo da.

INTERIOR DÍA. Melinda y su socia – la negra topmodel, si es la primera temporada o la blanca gordita divina si es la segunda – charlan y organizan algunas de las piezas del anticuario que regentan.

El muerto vuelve y Melinda se queda tiesa como una vela. La socia le pregunta qué le pasa, porque tiene cara de »haber visto un fantasma».

[Los espectadores no lo saben, pero las socias de Melinda aprovechan esos momentos para sisarle de la caja.]

INTERIOR-EXTERIOR NOCHE. Da igual. La cosa es que es de noche, el sitio da un mal rollo que te cagas, y allá va Melinda, a buscar al muerto para que le cuente por qué coño no ha cruzado al otro lado. Porque al precio que está la luz, cuando se enciende hay que ir hacia ella y no quedarse haciendo el moñas entre vivos.

El muerto SIEMPRE conoce a alguien del pueblo – los espectadores no lo saben, pero ese pueblo de mierda da para mucho – con el que tiene que ajustar las cuentes antes de ir hacia la luz [y apagarla de una puta vez].

Lo malo es que a veces los muertos no se acuerdan muy bien de si se han quedado para ayudar o para joderle la vida al superviviente. Y ahí entra Melinda. Que habla con los muertos, con los vivos, celestinea y acaba arreglándolo todo. Por fin.

INTERIOR NOCHE. MI CASA. Mi novio y yo nos quedamos dormidos SIEMPRE con esta serie. Al principio, con las primeras apariciones de cada episodio, nos da susto. Pero después, cuando »todo es tan hermoso» – que diría Letizia – nos entra sueño. Mogollón – que también diría Letizia.

Lo que no entiendo es por qué esta serie tiene tanto éxito en los EEUU, si esta no es una serie de primetime, sino una serie de siesta de sábado o domingo.

A mí de la serie – en serio – lo que más miedo me da es la tipografía del título en español que le han plantado en la cabecera. Todo tan bonito, tan sofisticado, y ZAS, en Arial Bold Blanca, »ENTRE FANTASMAS». AAAAAAAGGGGGGGGH.

Factor X. Los castings

El ‘casting’ como formato televisivo. Que me encanta.

»Pero ¿cómo puede?..»

»Qué fuerte…»

»Ja ja ja ja ja ja»

O me emociona hasta las lagrimitas – me hago viejo, y lloro cada vez más a menudo con la televisión. Con los anuncios, y con la gente »real». Con »Desnudas» y con el casting de »Factor X».

Hay algo emocionante y patético en los castings de Factor X, como lo había en los de OT. Hay algo terriblemente perturbador en esa gente ilusionada para quien »la música es mi vida».

Una mierda de vida, intuyo, a tenor de la música que escuchan y cantan.

A pesar de todo, me encantó el primer Factor X. Me gustó mucho la edición, el montaje con las intervenciones de los candidatos y las respuestas del jurado. Que es un hallazgo. Eva Perales es un magnífico descubrimiento, una guapa mala fantástica. Y Jorge Flo, un guapo bueno estupendo.

Y, claro, Miqui Puig. Yo amo a Miqui Puig. Su »Casualidades» me parece uno de los mejores discos pop de los últimos tiempos. Y él, un personaje fantástico. Espléndidamente vestido, además.

Me temo que pienso seguir a diario los castings de Factor X. Porque me divierten horrores. Y porque quiero saber qué va a ser de la señora mayor sevillana hiperactiva que ayer quedó seleccionada y del muchacho africano que canta todo Craig David.

‘GénCSIs: En la mente del asesino’

Es curioso ver cómo una serie de televisión pasa de ser un formato casi original a convertirse en una burda copia de otro formato de éxito.

Es exactamente lo que le ha pasado a Génesis, que tenía cierto interés – minoritario, me temo – en su primera temporada y que en esta segunda se ha transformado en un calco de baratillo de CSI.

Lo que no sé es si me gustaría Génesis si me gustara CSI.

Aunque me da que no. Porque a mí me gusta bastante ‘Anatomía de Grey‘ y no me gusta nada ‘MIR‘.

Claro, que las investigaciones de Génesis me parecen más verosímiles que las de CSI. No así sus diálogos – son espantosos, terribles, imposibles, más falsos que un Judas de plástico con un Prada de caucho al brazo. Ni la resolución de los casos, siempre pillados por los pelos; como de un House que no cometiera múltiples errores por diagnóstico.

Y qué malos son los actores. No los protagonistas fijos – los que aparecen en la foto que encabeza este post -, sino los temporales, los que interpretan los papeles de las distintas historias criminales que investigan los muchachos de la foto. Qué penita de actores. Increíbles – en el peor de los sentidos. Qué lástima que te den un papelito en una serie, que trabajes una semaña al año, y que salgas y la cagues. Qué mal.

Y qué mal funcionan las malas imitaciones cuando cuestan lo mismo que el original…

Génesis, 5,3%

CSI, 27,5%

Cuando la TV sale por la puerta, las marcas entran por la ventana

Ha sido esta tarde, mientras veía ‘Nada por aquí‘ en Cuatro – un programa de magia que no me interesa nada, porque para mí la magia televisada no tiene gracia ni credibilidad, porque la magia por TV es de lo más macluhana y hace óptimo el axioma: «el medio es el mensaje». Y la TV transforma el ilusionismo en mentira.

A ver, un momento, que me he ido… YA.

Os decía que esta tarde, mientras veía ‘Nada por aquí‘ en Cuatro, he reparado en algo que no había pensado hasta hoy. Me he dado cuenta de la cantidad de publicidad gratuita que hace la televisión cada vez que saca las cámaras a la calle. Cómo algunas marcas que hacen de sus diseños su identidad – o convierten su logotipo en pieza fundamental – demuestran que no siempre hace falta pagar para salir en la tele.

He aquí el ejemplo:

Nike, Adidas y Converse . Las tres de una sola toma. Y gratis total.

Claro, que la cosa no siempre beneficia a las empresas. Que se lo digan a Dior, que a punto estuvo de salir de mi armario cuando apareció Belén Esteban con un Diorissimo en strass sobre las tetas durante uno de sus memorables enfrentamientos con unos paparazzi

Y es que – como le dijo Kiti Mánver a Carmen Maura frente a una plancha para el pelo en Qué he hecho yo para merecer esto – «lo barato sale caro».

House. Último capítulo de la Segunda Temporada…
… y una de «Ácaros «

El último capítulo de la segunda temporada de House fue tan bueno que nos obliga a repensar todos los capítulos anteriores que habíamos visto de House .

Tan bueno, que compensó la mediocridad de todos los episodios de relleno – que los hubo.

Tan bueno descubrir que era cierto lo que pensamos, que House no puede tener siempre la razón. O que no la tuvo nunca. Que ese par de tiros que le pegaron al comienzo del capítulo de ayer tal vez se los pegaran al inicio del primer capítulo de la primera temporada, y todo lo que vimos pudieran ser delirios de House en coma y con morfina.

Tan bueno ver a House contra House.

Un auténtico lujo televisivo ver como Shore y Singer fueron construyendo un personaje a lo largo de dos temporadas para finalizar la segunda con una brutal revisión del monstruo que crearon. Maravilloso juego de espejos de ficción que en cualquier momento podría haber acabado con un grito de House: «¡Soy así porque vosotros me hicistéis así porque queríais tener éxito en la televisión!«

Aunque, eso sí, si yo fuera Shore y Singer denunciaría a los programadores de Cuatro por cargarse un final tan espectacular, por tener la nefasta idea de dejar a Gregory House en una camilla con dos tiros en el cuerpo para a continuación emitir dos capítulos anteriores. Eso no se hace, señores. Eso está fatal. Y es una terrible falta de respeto hacia quienes no queremos distinguir con claridad la realidad de la ficción.

Claro, que no podemos esperar mucho de unos programadores que, justo antes de House, estrenaron la serie Ácaros, una especie de comedieta boba a medio camino entre ‘El club de la comedia‘, ‘Cámera Café‘ y ‘Homo Zapping‘.

Una estupidez que me hizo muy poca gracia y que tuvo el innecesario mal gusto de incluir una larga gracieta sobre el nacimiento del mesías de los ácaros que – francamente – me pareció ofensivo para aquellos que viven la Navidad desde la fe. Y hablo totalmente en serio.

Bien por House. Mal por Cuatro [= MalMalMalMal.]

Pantoja con Concha

Hay días en los que me gustaría TANTO ser argentino…

La Campoy prepara el terreno para su gran momento televisivo mañanero…

Las 10 cosas que aprendimos en Supermodelo 2006

Anoche, Gran Final de Supermodelo 2006. Versión española del formato norteamericano, donde en lugar de a Paula Abdul hemos tenido a Paola Dominguín. Versión española – y descafeinada – que trató, sin éxito, de sustituir la lengua afilada de la gran Janice Dickinson por la de Antonia Del’Atte – que abandonó el jurado de modelis a las pocas semanas para lanzarse a bailar como una loca en La Primera (y es que la pasta, es la pasta. Se lo dice una italiana…)

Anoche, Gran Final de Supermodelo 2006, y yo me la perdí. Y yo, en Pekín. Yo, que me vi todas las galas en riguroso directo, me perdí la finalísima. Fatal de necesidad. En fin.

Termina otro programa superlativo de Cuatro Supermodelo, Supernanny… – y me pregunto, ¿qué hemos aprendido en Supermodelo 2006?

1. Que para ser modelo es imprescindible meterse a la cama con cinturón y pasearse por la casa sobre unos taconazos de 13 centímetros. Que la vida doméstica de una modelo es muy dura, amigas.

2. Que las modelos no nacen – tontas. Se hacen – tontas.

3. Que Gran Hermano no es tu única oportunidad para conseguir la celebridad mediática, amiga analfabeta con unas buenas tetas.

4. Que si un programa no obtiene la audiencia esperada, lo mejor es despelotar a sus concursantes. Y si son aspirantes a modelo de catálogo de Carrefour, mejor.

5. Que la vida, siempre, siempre, supera a Showgirls

6. Que Judit Mascó no es humana, es una replicante.

7. Que los diseñadores españoles que fingieron prestar sus creaciones para los desfiles del programa, en realidad hicieron alunizajes con sus furgonetas en Bershkas y Stradivarius para llevarse la ropa de allí (¿nadie vio ese desfile de Roberto Verino? ¿nadie vio esos estampados, esos cortes?)

8. Que las modelos lloran ‘mogollón’ – que diría Letizia. Como dijo un amigo mío, «será por eso que beben tanta agua.»

9. Que España es muy pueblo. O como dijo una redactora de belleza de una revista que NO pienso mencionar- por su seguridad y por la mía – «la gente se queja de que las modelos del programa son catetas. Pero, ¿la gente qué espera? Si España es Bodas de Sangre…»

y 10. Que Monchito, el muñeco de José Luis Moreno, ha crecido, se ha hecho carne… y maquillador. Y se ha puesto el apellido de papá. Que Monchito ahora es Moncho Moreno.

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Televisión de análisis: «El Rondo»

«El Rondo» de La 2 es un programa de debate futbolístico donde diez señores y una señora se sientan formando una V y se lanzan a un análisis pormenorizado de los partidos del fin de semana, los chismes de los vestuarios, los posibles canjes de futbolistas de un equipo a otro y, por supuesto, discusiones sesudas acerca de la esencia de la grandeza del Real Madrid o del Barça.

«El Rondo» en realidad es «El Rondó«, pero al grafista le debió de parecer que la tilde le afeaba la creación y lo dejó grave en lugar de agudo. Exactamente lo mismo que les ha pasado a los creadores de Maracaná’06, que intentaron un formato lleno de agudeza, humor y rirtmo y han acabado graves. Tan graves que hoy son un cadáver televisivo.

El rondó es una composición musical repetitiva. «El Rondo» también, pero sin música.

Anoche veía el programa y pensaba «hay que joderse».

Hay que joderse: que con los pocos programas de análisis serio que hay en la televisión, los que hay se dediquen a analizar asuntos tan baladís. Y no hablo sólo de fútbol: a la misma hora en Cuatro, Iker Jiménez se devanaba los sesos – y se cardaba la melena – en compañía de especialistas con quienes trataba de hallar las claves del Feng Shui o del avistamiento de OVNIS.

Repito: «hay que joderse».

Porque el formato no es malo. Porque si en lugar de goles o fotografías trucadas donde se intuyen fenómenos extraños, la televisión dedicara algunas horas de la semana a juntar a un grupo de críticos de arte que hablaran de forma amena sobre la exposición de Sargent y Sorolla en el Thyssen, o un grupo de escritores discutieran sobre si Madame Bovary era o no era una ‘tía puta’, o media docena de críticos de cine analizaran el cine de Billy Wilder, la gente – tal vez – sabría tanto de pintura, de libros o de cine como sabe de fútbol o del ‘chupacabras’.