La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Zelda Kaplan

Rica heredera filántropa nonagenaria, Zelda Kaplan pasa las noches en los clubs neoyorquinos bebiendo vino Shiraz y bailando como y lo que puede mientras vence su insomnio senil probablemente del mejor modo posible.

Zelda viste elegante+extravagante, casi siempre con prendas de inspiración africana, admira a Amanda Lepore y responde encantada a los periodistas de sociedad que se acercan hasta ella durante estos días posteriores a su noventa cumpleaños.

Pienso que lo que me mantiene sana es no ser introspectiva. El secreto consiste en interesarse en asuntos fuera de una misma.

Zelda conoció Africa hace casi cuarenta años y, tras numerosos viajes, decidió crear una fundación para luchar contra el Apartheid sudafricano, la mutilación genital femenina y promover el control de la natalidad. Con dos cojones, Zelda. Y con un clítoris completo.

Ojalá inspire a la gente a perderle el miedo a hacerse viejos. Realmente viejos. Y a no sentirse vacíos en la vida, porque la vida vale la pena. ¿No crees?

[NOTA: Rosita Belmonte, querida, confío en que este artículo también te resulte inspirador para tu columna dominical del ABC. Igual que te sirvió el de las rubias para tu columna de ayer. Igual que fusilaste del blog de mi amiga Louella una cita – con trampa – de González RuanoRosita, cielito, tienes mucha cara. Pero también un gusto exquisito, la verdad.]

Keanu Reeves… y yo

Yo quería mucho a Keanu – por lo suyo con River en su Idaho Privado, por aquellos rumores de su boda marica con un productor de Hollywood, yo quería mucho a Keanu. Hasta que lo vi en «El pequeño Buda» de Bertolucci y pensé:

a. «qué malas son las drogas, Bernardo

b. «qué overdose de eyeliner, Keanu

Después, Keanu en cuero negro. Y otra vez cuero negro. Y venga cuero negro. Y pensé:

c. «Keanu, para mí estás muerto.»

«¿MUER-TO-EN-QUÉ-DI-MEN-SI-ÓN-E-XAC-TA-MEN-TE?» – me replicó desde la pantalla de cristal líquido de mi báscula digital, «JO-DER-QUÉ-GOR-DO-ES-TÁS», añadió el muy cabrón.

Anoche, al subir por Aribau de vuelta a casa, vi a Keanu a la entrada de unos multicines. Estaba con Sandra Bullock. Y pensé:

d. «Muerto… y enterrado»

Hace unas semanas, alguien dejó el nombre de Keanu Reeves en un comentario para que revelara mis grados de separación con él. Lo había olvidado. Hasta esta mañana. Cuando leí en «La montaña del alma«, de Xingjian (muy, muy recomendable):

«He aquí por qué Buda enseñó la iluminación: todas las imágenes son mentiras, la ausencia de imagen también lo es.»

Y me acordé de Keanu como Siddharta en la película de Bernardo Bertolucci, que es amigo íntimo de Marisa Paredes.

De Marisa Paredes.

Sólo tengo dos recuerdos de la noche del estreno de «Tacones Lejanos«: mi breve conversación con Marisa Paredes y el beso que me dio mi acompañante en la azotea del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Del beso, nada más que decir.

De Marisa Paredes, sí.

Nada más finalizar la proyección y los aplausos, mi amable acompañante – un muchacho encantador – me pidió que lo acompañara al escenario, tras el telón, donde Almodóvar y amigos lo habían invitado a subir para brindar con champán.

¿Vamos?

Claro. Qué vergüenza. Claro

… y allí estaba Marisa Paredes, que primero se abrazó a mi amigo y después me saludó con un sonoro par de besos.

– Os presento, Marisa: Roberto Enríquez, de la Guía del Ocio de Madrid.

– ¡De la prensa! ¿Eres crítico? ¿Cómo he estado? ¿Cómo he estado? ¿He estado bien? ¿Te he gustado?

No, yo no era un crítico, ni nada parecido. Pero me lo callé y solamente dije «maravillosa». Y pensé que acababa de conocer a Marisa Paredes pero en realidad había saludado a Tina Quintero (Carmen Maura en «La ley del deseo«) tras la noche de su estreno de «La voz humana» dirigida por su hermano, Pablo Quintero (en la película, Eusebio Poncela, que no existe, que en realidad es la misma persona que Marisa Paredes).

Y, al cabo de unas cuantas horas, me dije, «Almodóvar es Mátrix«.

– ¿Qué es «mátrix«?

– No lo sé. Mmmmmm…

Entonces, nos besamos.

Grados: 3º

Andy Kaufman

Kaufman jugaba a confundir realidad con ficción en sus apariciones televisivas, a simular ser otros, a que otros simularan ser él. Andy Kaufman no fue un cómico al uso; sus personajes límite, sus intervenciones provocativas y su «dadaísmo» forzaban a la audiencia a preguntarse «¿Qué es divertido? ¿Qué es espectáculo?»

En 1999, Milos Forman dirigió «Man on the moon», un estupendo biopic de Kaufman con Jim Carrey como protagonista.

En 1984 Andy había muerto de cáncer de pulmón, aunque desde entonces – como a Elvis, Marilyn o James Dean – muchos aseguraban haberlo visto vivo, pensaron que su muerte no había sido sino otra de sus geniales construcciones; que algún día volvería a aparecer y se reiría…

Exactamente 20 años después, en mayo de 2004, la leyenda pareció haberse hecho realidad, cuando apareció un blog escrito, supuestamente, por el mismísimo Kaufman:

«He vuelto. Hola a todos. Saludos desde el Planeta Tierra.

Perdón por fingir mi muerte. Siempre supe que mis mayores seguidores esperarían hasta que llegara el momento adecuado para mi regreso.»

El blog duró tres días, logró miles de comentarios, y terminó con un aviso del supuesto Kaufman de su próxima gira por establecimientos Starbucks y WalMart a lo largo de USA. Una idea genial.

Pero Andy Kaufman está muerto. Me he acordado de él después de asistir al festival necrófago multimedia a propósito de Rocío Durcal . De él y de Ramón Labo, el «cirujano psíquico» filipino al que acudió en los últimos momentos de su enfermedad para que le extirpara el cáncer con sus manos:

Pero Andy Kaufman murió. Y REM cantó:

Hey Andy did you hear about this one? Tell me, are you locked in the punch?

Hey Andy are you goofing on Elvis, hey baby, are we losing touch?

If you believed they put a man on the moon, man on the moon

If you believe there’s nothing up my sleeve, then nothing is cool

KLM (Karl Lagerfeld Montiel)

Revista Vanity Fair. Edición inglesa. Septiembre 2005. Cuestionario Proust a Karl Lagerfeld:

Who are your favourite writers?

In what language? I like poets best, E. Dickinson (English), R. M. Rilke (German), Mallarmé (French), Leopardi (Italian). I speak no other languages and I don’t believe in translated poetry…

Revista Vogue. Edición española. Marzo 2006. Entrevista a Karl Lagerfeld:

¿Qué libro le espera esta noche en su mesilla de noche? Por favor, recomiéndeme dos de sus lecturas favoritas.

Los pensamientos de Emily Dickinson, en inglés. Como recomendación, la obra de Rilke, en alemán, y la obra de Colette, en francés. Por desagracia no leo español más que en versión traducida, pero de niño mi madre me hacía leer a la vez a Cervantes y Ortega y Gasset.

¡No puedo con Lala(gerfeld)! Aunque debo reconocer que su modernísima técnica de adelgazamiento tiene muchísimo mérito y me tienta: hincharse tanto la cabeza que el cuerpo parezca delgado. «Asombroso«, que dirían Cervantes y Ortega y Gasset, los tres a la vez. «Amazing«, que diría la Dickinson. «Überraschen«, Rilke. «Stupéfiant«, Colette.

¡Coño, la Montiel! – eso lo digo yo, que acabo de avanzar 60 páginas y me he encontrado con SARA REGIA; otro impagable reportaje de este Vogue de Marzo, donde, en sólo tres páginas, Sara (Regia) convierte la revista en una enciclopedia: Ernesto Hemingway, Luis Buñuel, Frida Kahlo, Diego Rivera, Gary Cooper, Severo Ochoa, Picasso, Barceló, Cartier, Van Cleef, León Felipe, Anthony Mann, Miguel Mihura, Cristóbal Balenciaga, Marlene Dietrich, Valentino, Goya,…

Donde la manchega planta las sandalias en la mesilla de noche del pretencioso Lagerfeld y asciende a los altares, con mucha joya, mucho colirio, mucha uña de porcelana y una inteligencia que explica muchas cosas:

¿Qué has aportado a España?

Aprendí a leer muy mayor… Así que literariamente, nada. Pero la revista Life me sacó en tres portadas.

¡Toma ya, Karl! ¡Qué pena que no creas en la poesía traducida del manchego al alemán!

Karmele Marchante

Que veinte años son nada… ¡mentira, Discépolo! Veinte años son un abismo; incluso diez, sólamente diez, una eternidad.

Hace 10 años, en 1996, Karmele Marchante almorzaba con Manuel Vázquez Montalbán en el Palace y afirmaba cosas tales como éstas:

«En la ingeniería genética de la raza ya debe de entrar el aburrimiento. La gente ya no se dedica al golferío. O se hacen de una secta o tienen un novio o una novia para toda la vida.»

«El modelo de conducta de la progresía ha envejecido, tal vez porque la progresía ha envejecido.»

«Ya no hay lugares donde puedas encontrarte a Leopoldo María Panero delirando poéticamente o a Juan Benet borracho rodeado de la corte benetiana. Ahora están comiéndose un cogote de merluza o muertos o en su casa o no están»

«Estamos instalados en el fatalismo. No se discute nada, ni se espera nada nuevo. Lo que más gusta ahora es el cotilleo y el chismorreo. Ni se conversa realmente. Me quejo de que no hay ningún modelo nuevo y de que los modelos viejos no sirven, para mí, que siempre me ha gustado cruzar el charco de las transgresiones. Ahora no me queda espacio para la transgresión, como antes. Y no somos tan mayores, ¿verdad?»

Hace diez años, Karmele poseía una mezcla de voz crítica, sentido del humor y referencias cultas que hacían pensar que no todo estaba perdido para la crónica de sociedad española. Que, con buenos alimentos, la Marchante podría acabar siendo descubierta como la hija bastarda de Hedda Hopper y Louella Parsons.

Pero, como Marisol, Karmele «en la tómbola del mundo ha tenido mucha suerte», y pasó de transgresora vocacional a animadora habitual de programas sensacionalistas («A tu lado», «TNT») – donde ha descubierto que los demás vuelven a dedicarse al golferío – y que seguramente le den más que de sobra para pagarse los cogotes de merluza.

Aunque cada vez que vuelvo a encontrármela en el libro de Vázquez Montalbán, «Un polaco en la corte del Rey Juan Carlos» (1996) pienso en las palabras de Maritere de Avila que tanto marcaron a Capote:

«Se derraman más lágrimas por plegarias atendidas que por las no atendidas»

Y también pienso en mí. Y tiemblo.

KO UN, poeta

Leo los poemas del coreano UN, niño prodigio que a los ocho años conocía textos chinos clásicos elevadísimos e inaccesibles para muchos adultos. Que a los nueve, a la pregunta «qué quieres ser de mayor» afirmó «Emperador» (bueno, mi adorado amigo J.Q. respondía invariablemente «Papa»).

Aunque, tras padecer la guerra, decidió modificar su vocación por la de suicida (lo intentó hasta cuatro veces, la última, con veneno, lo tuvo en coma más de 24 horas).

UN, poeta que anduvo suicidándose sin éxito y escribiendo hermosísimos poemas en los ratos que le quedaban libres. Que intentaba quitarse la vida, pero la escribía:

Noche profunda.

Parece que no existo.

Me acuesto de espaldas.

Olvídate del sonido de la lluvia.

Olvídate totalmente

hasta del sonido de la lluvia

el próximo año, y el siguiente después…

Monje.

Borracho.

Encarcelado.

Solitario.

Torturado (por dentro y por fuera).

UN de pronto enamorado y casado.

Padre.

Entonces, abandonó el suicidio como estilo de vida:

Un mosquito me ha picado.

¡Gracias!

¡Estoy vivo!

Y sigue así, afortunadamente.

Y espero que aguante hasta el Nobel de Literatura. Que caerá. Acordaos. Leed a UN.

Kate Moss

¿Kate Moss vomita?

¿Kate Moss se mata de hambre?

¿Kate Moss se harta de laxantes?

Pero eso no es perjudicial para la imagen de marcas como H&M, Burberrys o Chanel.

Ni portada de un tabloide.

That’s cool!

Kate Moss ha salido de una clínica de desintoxicación y posado para la próxima campaña de Roberto Cavalli. La prensa afirma que está «guapísima, delgadísima y bronceada«.

Delgadísima es bueno.

Cocainómana, malo.

Pero…

Kate Moss también fuma.

El Mirror se frota las manos y los abogados de la modelo leen la letra pequeña de sus nuevos contratos.

Si no, al tiempo.