La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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‘El gran Quiz’ en Cuatro

Ultimamente, tengo la sensación de que me estoy enganchando a los programas de televisión que nadie ve. Como si fuera a preguntar ‘¿HAY ALGUIEN AHÍ?’ mientras veo la tele y me arriesgara a no obtener respuesta.

(Ultimamente, lo que de verdad me preocupa es que grito ‘¿HAY ALGUIEN AHÍ?’ frente a la pantalla. O vuelve pronto mi marido de Panamá, o me va a acabar dando un Pajares…)

En fin, que anoche mientras veía El Gran Quiz en Cuatro me preguntaba cuántos inadaptados como yo estaban en ese momento conectados a ese programa, en vez de estar viendo el magno evento madridista en La Sexta o disfrutando del supuesto humor de Aída.

Ni idea. El asunto es que ahí estaba yo. Encantado con el programa.

Primero, porque me hizo mucha ilusión descubrir a varios concursantes que conocía de aquella etapa de mi vida en la que era un feliz diletante y me echaba la siesta frente al televisor viendo ‘Saber y ganar‘. Porque al menos dos de los concursantes del Gran Quiz han salido de allí.

Segundo, porque escuchar a Marta Sánchez formular preguntas que leía con dificultad, me pareció fascinante.

Tercero, porque ver y escuchar la pedantería del niño prodigio que se sienta junto a Marta Sánchez llamado Carlos Blanco me provocaba un enorme placer masoquista.

Y cuarto, porque me chiflan los programas de preguntas y respuestas donde no aparece Carlos Sobera.

El gran Quiz‘ me pareció anoche una dignísima opción de domingo televisivo. Y me encantó descubrir que en televisión aparece gente anónima que no provoca vergüenza ajena. Que ya es bastante, tal y como está el patio. O, como diría Jousie, ‘how is the pércal’.

Un beso y hasta mañana.

Fama ¡A BAILAR!

Ayer, día de Navidad, Cuatro estrenó nuevo programa de castings de baile. El clásico programa que no podríamos entender de no haber sido porque la televisión lleva enseñándonos varios años a disfrutar de los castings (desde las últimas ediciones de OT) y del baile televisado (¡Mira quién baila! – tu puta madre).

Y qué mejor que el día de Navidad para el estreno, cuando aún conservamos fresco el recuerdo de la tía Encarnita marcándose un pasodoble en la cena de Nochebuena y el del nuevo novio de la prima Paqui, que este año vino por primera vez a cenar con la familia y al que todos miramos de arriba abajo, interrogamos con malicia y juzgamos sin piedad en un par de viajes a la cocina en busca de la bandeja de las peladillas y el turrón. Toma ya casting.

Ya. Ya sé que no debería comparar una cena de Nochebuena en familia con un gran formato de entretenimiento como Fama ¡A BAILAR!. Es cierto. La cena es más divertida, acude más gente bastante mejor vestida (a excepción de la tía Cuca, que este año decidió que los leggins también podían ser para ella, aunque llevarlos le costara una rebelión de las varices, un par de trombosis y la amputación de ambas piernas) y se dicen bastantes menos tonterías:

Mi vida es el baile

(Pues tu vida es una mierda)

Mi sueño es bailar

(Anda y cambia de sueño)

Ayer empezaron los castings de Fama, y hasta el 6 de enero los tendremos en nuestras pantallas. Con la inestimable colaboración de profesores tan inquietantes como Rafa Méndez, el fabuloso hombre mutante. Que pasa de protagonista de portada de novela de Danielle Steele (que te manda besos, por cierto, Ana Rosa), aunque con el torso cubierto, a doble de cuerpo de cualquiera de las actrices de Showgirls en cuanto se levanta de la mesa del jurado y se pone a bailar. Qué barbaridad.

Hasta el día de Reyes tendremos castings. Un par de semanitas para enterarnos de si al final eligen a la muchacha que llegó del pueblo a Madrid y fue acogida por una familia de tres miembros, de los cuales dos han muerto y una está en coma. O el chico víctima de los atentados del 11-M. Sí, amigos. Ese es el nivelón emocional del asunto.

Fama ¡A BAILARRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR!

Millás, Izaguirre y Planeta

Lo que más me inquieta de estos premios de anoche, y lo primero que pensé cuando me enteré ayer por la tarde de la noticia, no tiene que ver con lo literario. En absoluto. Y conste que durante mucho tiempo a mí me interesó bastante la narrativa de Millás, creo que hasta que Aznar lo volvió loco de ira y más tarde Zapatero, loco de amor. Y conste también que yo siento muchísimo cariño y respeto por Boris, y que su «Morir de Glamour» me pareció interesante.

Sin embargo, el asunto de sus libros ganadores me da lo mismo. De momento. Lo que me interesa es el hecho de que un grupo editorial y mediático tan potente como Planeta (Antena3, Onda Cero) haya premiado a dos de las joyas de la corona de Prisa (los viernes, Millás escribe su columna en El País y tiene un espacio propio en el programa «La Ventana» de Gemma Nierga en la Ser. Donde también colabora Boris un día a la semana, además de presentar el programa vespertino de Cuatro).

Y pienso en las colaboraciones habituales de otros dos premios Planeta en la tertulia de Espejo Público en Antena 3 (De Prada y Pombo), y en el recién estrenado programa de Julia Otero en las tardes de Onda Cero. Y me pregunto si en el contrato de ganador y finalista hay letra pequeña. Y si Planeta ya no utiliza su premio para arrebatarle autores a otras editoriales como hacía antes, sino para hacerse con nuevos colaboradores en sus canales. Vamos a ver.

Supermodeli 2007 promete…

… y fusila con descaro y soltura el tacón rojo de ‘The Devil wears Prada‘, seguramente para que nos vayamos haciendo a la idea de que esta edición va a ser incluso más bitchie que la anterior, y no sólo porque las muchachas de pueblos y barriadas aspirantes al título vayan a odiarse – que seguro – sino porque la incorporación del estilista de la Obregón, – sí, sí, todo junto en una misma frase: «estilista» y «Obregón» – Daniel El Kum (que no sé si es apellido, es mote o es una mala transcripción) como nuevo miembro del jurado promete grandes momentos megaperraca ofensiva. Y eso está pero que muy bien.

Queremos que se peguen, queremos que las insulten, queremos que lloren, que sufran, que se desmayen, que les corten el pelo al uno, que sus novios las abandonen, que tropiecen, y les obliguen a desfilar con trajes de Agatha Ruiz de la Prada.

Queremos escucharlas decir «jo, tía», «te quiero mogollón» y «ser modelo es mi sueño».

Mis amigos y yo queremos que empiece ya SUPERMODELO 2007. Nos encantan los programas de humor.

Aunque, la verdad, preferiríamos una versión de The Janice Dickinson Modelling Agency, chulánganos included:

«Seis grados»… de desilusión

El episodio piloto de «Seis grados«, la serie que estrenó anoche Cuatro, fue una maravilla dirigida por Rodrigo García – el hijo de García Márquez, cuya primera película «Cosas que diría con sólo mirarla» me encanta y que dirigió muchos episodios de otra serie que venero: «A dos metros bajo tierra«. El año pasado García dirigió una segunda película, «Nueve vidas«, que no me gustó tanto.

Anoche cuando empecé a ver «Seis grados» pensé que por fin a García le habían dado una serie a su medida, y tras ver el piloto quise más. Tomé tres tazas.

Pero no. Una penita, pero no. Los siguientes episodios no llevan la firma de García ni tienen el mismo interés ni calidad que el precioso piloto. «Seis grados«, que prometía, cae prontísimo en clichés, en situaciones estándar. Se queda sin fuelle y alarga misterios que funcionaban perfectamente como generadores de tensión en el primer episodio y se van transformando ante nuestros ojos en meras trampas de unas tramas que se enredan en exceso y con recursos facilones, escenas poco creíbles y conflictos de cartón piedra.

Una gran diferencia entre el piloto de «Seis grados» y los dos episodios siguientes que vi anoche, es que el episodio dirigido por García plantea magistralmente la esencia de la idea (todos estamos unidos a todos por un máximo de seis grados de separación; un concepto que sabéis que me encanta, que da título a una película que me fascina y que Capote convirtió en su juego favorito: los seis grados de separación [sexual] entre sus conocidos), mientras que el resto de episodios se limitan a forzarla.

Pero la GRAN diferencia entre el soberbio piloto y los mediocres capítulos posteriores es que mientras que en el primero vemos a gente rota por dentro que intenta inventarse una vida diaria como una superficie sólida, sin huecos, como un muro de cotidianeidad que no deje ver los escombros… en los siguientes episodios volvemos a encontrarnos con los clásicos personajes de teleserie, que se limitan a regodearse en sus supuestas desgracias de usar y tirar. Y ya me aburro de eso.

Me aburro tanto que pienso en lo bien que quedarían los protagonistas de «Seis grados» en «Identity«: fue mujer de un reportero de guerra traficante de armas, fue un reputadísimo fotógrafo, es abogado de oficio, es una au-pair que guarda un gran secreto en una caja,… y en lo fácil que lo tendrían los concursantes.

Cuando empecé a ver «Seis grados» pensé que era una historia diferente. Después de ver tres capítulos ya sé que casi todas las teleseries están a apenas dos grados de separación, y que cualquiera de sus personajes podría ser el hermano, la jefa, el novio o la exmujer de la familia de «Cinco hermanos«, por ejemplo.

«Cinco hermanos», en Cuatro

Empieza bien «Cinco hermanos«: un negocio familiar a punto de la quiebra, un patriarca recién muerto que deja deudas, a Sally Field viuda (con lo bien que le sientan a esta mujer los padecimientos), huérfanos y amante. Y cinco hermanos en plena ebullición:

Kitty (Calista Flockhart), una especie de Curry Valenzuela liofilizada que vuelve a casa como exitosa tertuliana derechista en un programa televisivo.

Sarah (Rachel Griffiths, que estaba fabulosa en ‘Six feet under‘), que nada más empezar se enfrenta a un matrimonio que hace aguas, esquiva un romance extramarital con más voluntad que ganas y se ve inmersa en los – un pelín fraudulentos – tejemanejes financieros paternos.

Kevin, el clásico homosexual norteamericano contemporáneo televisivo de vida ejemplar y un tanto célibe, reputado abogado y buen hijo. Ese maricón que toda familia neocon querría tener.

Justin, el pequeño. Excombatiente en Afganistán, surfero, guapo y politoxicómano. El típico canalla con el que se casan las hijas de las famosas.

Y hay otro más, el quinto hermano, pero anoche dio bastante igual.

A mí me gustaron los dos capítulos inaugurales de anoche, los aguanté con los ojos como platos y encantado de asistir a una especie de Falcon Crest revisited con muchísimos más matices; conflictos políticos – que si la hermana republicana tiene la culpa de que el benjamín fuera a la guerra, qué dolor, qué dolor, qué pena -, emocionales – que si las dos hermanas andan tratando de conciliar su exitosa vida profesional con su carrera emocional -, y los clásicos elementos de todo gran drama humano – drogas, sexo, dinero, poder y una piscina.

Y me gustó el juego de guión entre moral y convicciones de madre (Sally Field, demócrata pero muy rancia) e hija (Calista Flockhart, republicana pero muy frescachona).

Yo creo que me va a gustar «Cinco hermanos«, aunque nunca me la compraría en DVD…

(Mucha atención a esa piscina donde anoche murió el padre infartado, porque si Calista se sumerge en el agua, ¡saldrá convertida en Curry Valenzuela!)

«El ojo público del ciudadano» en TVE

La semana pasada leí que en su estreno el Maestro P. de Albéniz había quedado bastante contento con el programa. Y yo, que soy un cobarde y nunca me atrevería a ver un programa presentado por Lucas sin recomendación previa, anoche me lancé.

Oye, y muy bien… casi todo muy bien. Incluso Lucas, por fin vestido como un señor de su edad, estaba en su sitio.

«El ojo público» de anoche trató sobre los abusos en los precios de compra y alquiler de la vivienda. Y lo hizo de un modo efectivo, directo y muy inteligente – me encantaron las reporteras suramericanas de cámara oculta, que le daban mucha credibilidad al cebo -, sin apenas efectismo, con testimonios reales, invitados sensatos y unas admirables ganas de escarbar un poco en los tópicos y hacer las preguntas correctas para encontrar las claves del «problema de la vivienda», que es un eufemismo bastante benévolo para «la estafa de la vivienda».

Aunque es una pena que un buen programa de servicio público en un medio público, que se dedica a desenmascarar a estafadores contemporáneos, utilice los SMS de pago. Es una pena y una incoherencia, la verdad…

Y es muy curioso descubrir cómo los redactores del programa buscan y encuentran a los invitados que contribuyen con sus testimonios a darle verosimilitud y enjundia al asunto.

¿Y cómo lo hacen?

Pues a través de anuncios en foros o sitios de anuncios en Internet. Muy curioso…

Así buscan a propietarios de micropisos:

«ojo público» tve busca dueños de micropiso

A menores que se hayan hecho la cirugía estética:

¿Te has operado cuando eras menor?

Buscamos personas que se hayan operado siendo menores

¿Te has operado siendo menor de edad?

A personas que defiendan los alimentos transgénicos y la comida rápida:

Buscamos defensores de alimentos transgénicos y comida rápida

Buscamos a una persona que quiera venir a nuestro programa porque defienda la comida rápida.

Me gustó «El ojo público«. Claro, que también es verdad que yo soy muy básico y lo sigo flipando con los programas de cámara oculta. Me encantan. Y más cuando los hacen los reyes de la encerrona española; los chicos de El Mundo TV (El Mundo Te Ve… ¡saluda!)

Ah… y después vi un precioso «Callejeros» en Cuatro sobre salidas del armario. Y lloré.

Mientras tú estás en el atasco de vuelta del trabajo, alguien gana miles de euros en televisión

Curioso fenómeno.

Antena 3

Cuatro

Tele 5

[Maaaaaaaaaaambo]

Emiten casi a la misma hora cada día sus concursos vespertinos.

¿Quién quiere ser millonario?

Money, money

¡Allá tú!

Una curiosa trilogía del juego y del euro seguido de muchos ceros, de la posibilidad, del azar y del conocimiento descendente.

Porque en ¿Quién quiere ser millonario? todo depende de la memoria y los conocimientos del concursante.

En Money, money hay que saber algo, pero además tener suerte al elegir al bailarín – eso es tremendo – que muestre el premio obtenido tras cada respuesta acertada.

Y en ¡Allá tú! – directamente – todo es azar. Y tedioso compadreo. Y una mecánica que uno tarda varios años en descubrir [lo peor es que cuando la descubres te das cuenta de que la cosa es estúpidamente simple].

Bah, pero eso no es lo importante. El formato es lo de menos. Lo de más es que en los tres programas el espectáculo es el dinero. Las enormes cifras que pueden llevarse los concursantes y que funcionan como reclamo de una audiencia que tal vez en ese momento no esté sentada frente al televisor, sino que acaba de llegar a casa y lo escucha de fondo mientras se dedica a cosas mejores.

Pero el anuncio de tantos euros en juego, de tan buen dinero, le lleva a la pantalla sólo para comprobar si eso es posible, si será verdad que se lo van a llevar…

Y qué buenas son las hermanas ursulinas que nos llevan de excursión…

… Y qué buena es la televisión que regala a diario dinerales…

Y qué casualidad que los tres concursos se emitan justo antes del informativo nocturno de cada una de las tres cadenas [5, 4, 3…] y al tiempo que La Primera emite Gente Viva Gente Muerta, donde queda claro que las penas con pan son menos, que el dinero no da la felicidad pero ayuda, y toda esa retahíla de píldoras de incultura popular tan recurrentes.

Porque en el fondo de todo esto hay un mensaje. Un mensaje bien claro: la vida es una mierda. El mundo es una mierda. Y tal.

Sí.

Pero en tu mano está salir del vertedero, coño. ¿No ves que la televisión te está ofreciendo la posibilidad de forrarte en media hora y olvidarte de las miserias que suceden a tu alrededor?

Así es que deja de quejarte y de pensar que todo está fatal. Pues claro que todo está fatal. Porque eres pobre. Porque no te dejas ayudar por Sobera o por Vázquez. Que pueden hacer del mundo un lugar mucho mejor. Que lo hacen cada tarde.

Porque mientras tú estás en el atasco de vuelta del trabajo, alguien gana miles de euros en televisión.

Who wants to be a millionaire? I don’t.

Have flashy flunkeys everywhere? I don’t.

Who wants the bother of a country estate?

A country estate is something I’d hate!

Who wants to wallow in champagne? I don’t.

Who wants a supersonic plane? I don’t.

Who wants a marble swimming pool too? I don’t.

And I don’t `cause all I want is you.

COLE PORTER

ZP en Cuatro

UNO

¿José Luis, amante despechado?

DOS

¿La entrevista política se contamina de los códigos del corazón?

TRES

¿Lo privado? ¿LO PRIVADO?

CUATRO

Sombras…

Mañana os lo explico.

Lo malo de Factor X

UNO

Lo malo de no saber inglés es pensar que Choni se traduce como Lady

Eso, y salir al escenario vestidas como un quinteto de maites zaldívares después de haber sido violentamente atacadas por un enjambre de enloquecidos rulos salvajes.

DOS

Lo malo de las puestas en escena »baratitas pero muuuuuuuy modernas» es que se te acaba llenando el escenario de réplicas de replicantes de Blade Runner que lo mismo cargan con espejos – GLUPS -, candelabros o cualquier otro elemento de atrezzo disparatado.

O de un bailarín madurito al que alguien ha obligado a ver diez veces seguidas el ‘Blow Up’ de Antonioni

O de una cantante de nombre Ailyn que con voz trémula y un look pseugogothic Lolita canta ‘Moonlight Shadow‘ con un globo blanco atado a su muñeca. De verdad. En serio [lo del globo y lo de »Ailyn»…]

TRES

Lo malo de Factor X es que lo más divertido es el jurado. Es que me da igual quién gane – bueno, no, yo quiero que gane la muchacha con peinado de escarabajo, Angy, de quien me confieso súperdiva…

Pero, insisto, a mí me divierte mucho más el jurado. Y los estilismos de Eva Perales, que me parecen fabulosos.

CUATRO

Lo malo es que los estilistas del programa han querido alejarse de la línea OT y han acabado en la línea »Lluvia de estrellas»…

CINCO

Lo peor de todo es que, pese a todo lo anterior, la gala de Factor X de anoche me aburrió terriblemente.

Me da que me voy a quitar…