La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Laurie Anderson, Eric Bana, Jaime Cantizano, Sean Connery, Arnaldo Otegui… y yo

INTRO

He tenido una idea: un nuevo blog. Casi siempre tengo ideas que son nuevos blogs – bueno, no siempre; a veces tengo ideas que son nuevos programas de televisión, como el que se me ocurrió una noche en la cama a punto de dormirme:

El PasaTomate. Una mezcla entre Pasapalabra y Aquí hay tomate, donde a los concursantes se les presentaría la foto de un famoso y tendrían que enumerar, en orden alfabético, epítetos que definieran al personaje. Por ejemplo, Vicky Beckham:

Anoréxica

Bulímica

Cursi

Decadente

Espantosa

Falsa

Grotesca

Histriónica

Imposible (…)

Y así, hasta llevarme un pastón.

LA IDEA

Lo dicho, que se me ocurrió una idea para un nuevo blog: GRADOS DE SEPARACIÓN: (Deja un comentario con el nombre de una celebridad contemporánea y te cuento una historia mía en la que aparezcamos conectados por menos de «seis grados de separación». En serio. Creo que puedo).

Y ayer por la tarde, gracias a la generosidad – y al morbo – de mis lectores, publiqué los primeros. Ahí van:

  • Laurie Anderson

    Ah… una tarde en Nueva York, me crucé en Central Park con dos parejas de paseo: David Bowie e Iman y Laurie Anderson y Lou Reed.

    Me quedé petrificado y estuve a punto de vomitar.

    Grados: 1º

  • Eric Bana

    Trabajó con Spielberg en ‘MUNICH’.

    Spielberg recibió a Alex de la Iglesia en su casa de Los Angeles. Alex le hizo una entrevista que, hace unos años, salió publicada en El País Semanal.

    Alex de la Iglesia era compañero en Deusto de un primo mío con quien además, alguna vez, colaboró en revistas de comics.

    Grados: 4º

  • Jaime Cantizano

    Conduce los viernes por la noche, ¿Dónde estás corazón?, donde colabora María Patiño, que era compañera de gimnasio de una excompañera mía de piso – Olga – que me contaba que María Patiño llevaba bragas de vieja (se las había visto en los vestuarios).

    Grados: 3º

  • Sean Connery

    Trabajó a las órdenes de Spielberg en «Indiana Jones y la última cruzada«.

    Años más tarde, Spielberg dirigió a Martin Sheen en ‘Catch Me If You Can‘.

    Martin Sheen es el hermano de la que fue mi profesora de inglés en el colegio, Carmen Estévez (creo que incluso recuerdo que Sheen vino a visitarnos al colegio alguna vez).

    Grados: 4º

  • Arnaldo Otegui

    Se entrevistó hace unas semanas con Patxi López, dirigente del PSE, que en más de una ocasión habrá conversado con la vicepresidenta del actual Gobierno – María Teresa Fernández de la Vega, que hace algo así como 10 años era compañera mía en la piscina donde yo iba a entrenar. Algunas mañanas, antes de entrar, yo le dejaba mi periódico y ella el suyo.

    Grados: 3º

    [Si os divierte la cosa, también admito peticiones por aquí, en los comentarios].

  • Lo flipo con Octavio Aceves

    Francamente, ignoro si este señor es realmente un adivino, un parapsicólogo, un espía internacional, un actor cómico que ha construído un delirante papel a su medida, un organizador de eventos o un discreto escritor de libros de autoayuda. Ni idea tengo.

    Para mí, Aceves es un gran misterio. Sus amistades son un gran misterio. Su agenda es un gran misterio. Su marca de rimmel es un gran misterio.

    Pero de lo que no me cabe ninguna duda es de que Octavio Aceves ha tenido el talento de crear un personaje fascinante, como demuestra en su IMPAGABLE web personal, especialmente en la sección «Etapas de mi vida»:

  • A destacar sus fotografías como modelo publicitario (incluso de calzoncillos) en Años locos
  • Su gran porte como torero cantante en una versión de La Flauta Mágica en Cantante Lírico

    En realidad a destacar TODA LA WEB: las fotografías, los textos que acompañan a las fotografías, TODO.

    No sé qué coño seguís haciendo aquí cuando tenéis por delante una de las experiencias más lisérgicas de vuestra vida: un garbeo por la web de Octavio Aceves es un viaje a un universo paralelo, donde conviven Esperanza Aguirre, Carmen Sevilla, Victoria de los Angeles, Mario Vargas Llosa, Luis Alberto de Cuenca, Beatriz de Orleáns, Rosapepe Rubiovalenty, Lita Trujillo, Aznar, Isabelita Perón… un delirio de nombres propios, fotografías y OJO: un prodigio de pies de foto que merecerían haber sido escritos por Ionesco (obligado a punta de pistola por José Luis Moreno):

    Victoria Vera y su cuerpo de sirena.

    Nati Mistral. La que mejor dice a Lorca.

    Ana Palacio. Primero fue mi abogada y amiga, luego eurodiputada y actual Ministra de Relaciones Exteriores. La sigo queriendo y además la admiro.

    Con el doctor don Emilio Rotellar. Me enseñó todo lo que sé sobre la Gimnasia Facial.

    Francamente, queridos, confío en que vosotros también sepáis algo de gimnasia facial, porque viendo la web de Aceves la vais a necesitar.

  • Odio

    Leo en un artículo de este mismo periódico que, según un reciente informe del COGAM, un tercio de los escolares no considera negativo el maltrato a los homosexuales. Y se me cae el alma a los pies.

    Leo los comentarios a propósito de ese artículo y el alma caída se me llena de huellas de pisotones, de mierdas de perro, de aguas fecales, de palomas muertas y quemaduras de asfalto.

    Y me pregunto qué coño hago yo aquí.

    Porque una de las peores consecuencias de sentir el odio ajeno abalanzarse sobre uno es la dificultad para la ironía; porque enfrentarme a ese desprecio, a ese «asco» (en sus propias palabras), me obliga a la pesada tarea de tomarme en serio, de no ceder ni un milímetro de mi espacio moral a su agresión. Me condena a un autocontrol inquisitorial, a cuidar mucho de cómo hago uso del término «marica», a disculparme con Esteban Cortázar por bromear acerca de su pluma adolescente (aunque dejara claro que es de un calibre muy similar a la que porto yo desde pequeño y que no me reportó, desde luego, demasiadas alegrías.)

    El odio de los demás me desplaza hacia un espacio mucho más pequeño del que me gustaría ocupar, me empuja a la corrección política por contraste a sus insultos gratuitos, me impide escribir lo que pensaba escribir hoy. Me entristece.

    El odio de los demás también es un personaje: un ser enorme, oscuro, amenazante, despiadado y tan pestilente que su presencia me obliga a levantar ambas manos del teclado del ordenador para taparme la boca y la nariz, y me impide escribir, hablar…